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Fortificaciones o defensas

Para empezar se necesita saber el concepto de fortificación:

Arte de modificar el terreno para el combate de forma que favorezca la acción de las fuerzas propias y dificulte la acción de las del enemigo. Obra o conjunto de obras de defensa, provisionales o permanentes, constituyendo una unidad estratégica coordinada.

Cualquier esfuerzo de comprensión de los monumentos militares modernos y contemporáneos, tendría muy pocas posibilidades de éxito sin antes definir unos conceptos básicos.

Si a una obra de fortificación construida entre el siglo XVI y la II Guerra Mundial, le aplicamos el término castillo, o los conceptos fortaleza militar o arquitectura militar, no estaremos nombrándola ni definiéndola correctamente. No estamos empleando un sinónimo, no es lo mismo. Los castillos fueron obras adaptadas a la tecnología bélica y a las necesidades estratégicas de la Edad Media y daban servicio a los intereses políticos de la sociedad feudal. Al contrario, las fortificaciones modernas –las que denominamos fortalezas– así como los demás tipos aparecidos hasta nuestros días, han obedecido tecnológicamente a las necesidades propias de la evolución de la artillería y han estado al servicio exclusivo de los intereses políticos y estratégicos de los estados modernos.

¿De dónde vienen estas confusiones? Hay diferentes respuestas. La falta de rigor en el uso de los términos técnicos por parte de algunos de los antiguos ingenieros. El respeto a la tradición propio de la institución militar. Y, por otra parte, la escasa inquietud cultural que la temática castrense encuentra en el País. Todo ello ha dado forma de dogma a la costumbre de aplicar el nombre de castillo a las obras de fortificación diseñadas específicamente para las piezas de artillería modernas.

No se ha de buscar el origen de la fortaleza en un pretendido proceso evolutivo del castillo. Sería algo como considerar el automóvil como una evolución tecnológica del carruaje de caballos. Tanto la una como el otro son episodios de la larga historia de la fortificación, que comienza con el parapeto de piedras prehistórico y finaliza en el Muro Atlántico. Son soluciones puntuales a un mismo problema, que cada época ha presentado de diferentes formas.

Para entender el por qué de la aparición de las fortalezas modernas no tenemos más remedio que seguir el proceso evolutivo de la artillería. Se dice frecuentemente que la aparición de la pólvora dejó obsoletos los castillos y que éstos para sobrevivir rebajaron sus murallas y sus torres y dieron mayor grosor a sus muros. Esta afirmación, sin más, no deja de ser un agradable y cómodo tópico. Los efectos de los impactos producidos por las primeras bocas de fuego, que fueron apareciendo a partir de una fecha indeterminada del s. XIV, no iban mucho más allá de los causados por las grandes máquinas de guerra de la época. Tanto los unos como las otras disparaban un tipo semejante de proyectiles de piedra y todos impactaban sobre gruesos muros de mampostería, construidos teniendo en cuenta esta circunstancia.

La verdadera gran ventaja que sobre las máquinas de guerra tenían aquellos peligrosos tubos, humeantes y ruidosos, no debe buscarse en la potencia destructora de sus disparos, sino en su simplicidad constructiva y en la comodidad de uso y transporte. La sencillez era total. Un tubo de hierro forjado que, una vez en su emplazamiento, se podía utilizar de inmediato. Cierto es que su fabricación era una largo y delicado trabajo. Era una pieza muy cara, pero por el contrario podía ser amortizada en diferentes campañas. La comparación no ofrecía dudas y las máquinas de guerra fueron substituidas por las bocas de fuego a muy corto plazo.

A pesar de todo ello el castillo feudal no desapareció ante la artillería medieval, sino que convivió con ella largo tiempo. La gran virtud y el gran defecto de los cañones primitivos fue que se cargaran por su parte posterior mediante una recámara portátil. Ello significaba que el tubo no precisaba moverse de lugar y por tanto se requería un espacio reducido para su emplazamiento. Así la artillería medieval se adoptó sin demasiados problemas a los castillos, abriendo en los muros cañoneras bajas o bien situándose en las almenas.

Hacia la segunda mitad del siglo XV el progreso de la metalurgia dio paso al proyectil esférico de hierro colado. El proyectil medieval de piedra se fragmentaba al impactar contra la muralla, mientas que el de hierro la rompía, y será este último quien dará el primer paso para dejar obsoletas las estructuras defensivas antiguas. De forma paralela, la recuperación y mejora de las técnicas de fundición de bronce de la Antigüedad permitían ya la fabricación de cañones más ligeros y fiables, y capaces de soportar cargas razonables. Estas nuevas piezas ya no se cargaban por la parte posterior, lo hacían por la boca. El nuevo sistema mejoraba el aprovechamiento de los gases de combustión de la pólvora, pero con el inconveniente de que requería el retroceso de las piezas para su limpieza y carga y ello comportaba un espacio que no daba la estrechez de torres y murallas.

El castillo no pudo seguir adaptándose más y dio paso definitivamente a la fortaleza moderna, no tan solo ante la amenaza del proyectil de hierro, sino también ante la elemental simplicidad de no poder ubicar los nuevos cañones. Entrado el s. XVI, las nuevas fortificaciones abaluartadas –las fortalezas– serían las primeras fortificaciones capaces de alojar cómodamente, y con un rendimiento efectivo, las piezas de artillería moderna hasta entrada la segunda mitad del s. XIX. El sistema de fortificación abaluartado nació en Italia y de hecho dicha técnica fue llamada “a la italiana”. Pero, pese a ello, se le viene conociendo de forma incorrecta como Estilo o Sistema Vauban, al relacionarlo con la obra del famoso ingeniero militar de Luis XIV de Francia.

Hemos dedicado un largo espacio para deshacer el binomio castillo-fortaleza, pero debemos reconocer que la complejidad técnica del tema lo requería. Seremos mucho más diligentes al analizar conceptos como fortaleza militar o arquitectura militar. La expresión fortaleza militar no deja de ser un discreto pleonasmo empleado con frecuencia cuando se desea definir una obra de fortificación moderna.

Una situación similar a la anterior se da con la costumbre de adjetivar la arquitectura como militar de la mano de su relación con el mundo de las fortificaciones modernas. Estas construcciones poco tienen que ver con los edificios civiles y religiosos y, tanto técnica como conceptualmente, no son obras de arquitectura, sino verdaderas obras de ingeniería. Ingenieros fueron quienes las proyectaron y construyeron, quienes dirigieron sus asedios y defensas, y quienes las rehacían o reparaban.

Además de las fortificaciones existía una diversidad de edificios o elementos defensivos, estos eran los castillos, las murallas, las torres vigía o costeras, los fortines, los fuertes, entre otros. Me voy a centrar en algunos ejemplos, un tanto curiosos.

La Fortaleza de Bellegarde

Los antecedentes

La actual Bellegarde, como muchas otras fortalezas fronterizas de la Edad Moderna, es fruto de los grandes trastornos político-militares que dieron paso a la creación de los estados europeos tal y como los conocemos hoy. Pero a diferencia de otras muchas de sus hermanas, ésta tiene la particularidad de estar situada prácticamente sobre la  línea divisoria misma.

El Tratado de los Pirineos, que daba fin a la Guerra de los Treinta Años, determina en 1660 el traslado de la frontera entre las monarquías española y francesa casi cien kilómetros hacia el sur -su actual situación. De esta manera, el que había sido antiguo castillo medieval de los condes del Rosellón se convierte en guardián de un importante paso fronterizo entre dos grandes Estados.

Unas primeras obras de mejora y actualización fueron llevadas cabo en 1670 por Jacques de Borelly de Saint Hilaire, ingeniero de Luis XIV de Francia, pero hasta 1679 no se procederá a iniciar la construcción de la actual fortaleza, siguiendo un proyecto del mariscal Vauban. Ésta tendría que poder albergar una guarnición de 1.200 hombres con 150 caballos y estaría dotada de una potente artillería.

Los trabajos, encargados a contratistas del Rosellón, son supervisados por Sylvestre Dubruelh, gobernador de la ciudadela de Perpiñán. Ya en 1686, cuando Vauban vuelve en visita de inspección a la plaza afirma que será “… de las más bonitas, de las mejor situadas, bien construida y de las más importantes”.

La fortaleza

La fortaleza de Bellegarde ocupa una superficie de 140.000 m2, de los cuales 8.000m2 están edificados. Está compuesta por un camino cubierto con parapeto y un glacis que envuelve la fortaleza; un foso excavado en la roca y de una primera muralla formada por cinco baluartes: del Perthus, de San Andrés, de Panissars, de España y del Precipicio. Entre el baluarte del Perthus y el de San Andrés se encuentra el acceso principal, la gran Puerta de Francia dotada de un puente levadizo que, a gran altura, cruza un estanque artificial situado en el foso. Entre el baluarte de España y el del Precipicio se abre la puerta de España, también con puente levadizo. Delante de la puerta de Francia se extiende un revellín accesible por un tercer puente levadizo. Otros dos revellines defienden las cortinas situadas entre los baluartes de San Andrés y de España.

La segunda muralla se levanta sobre los terraplenes de los baluartes y sus cortinas. Desprovista de foso, está compuesta por cinco pequeños baluartes con las cortinas correspondientes, superpuestos a los de la primera muralla, uno de ellos es una torre circular o baluarte redondo, que por su originalidad constituye un elemento excepcional y característico de la fortaleza.

Este segundo recinto determina de manera perimetral el espacio en que se alzan las distintas dependencias donde hacía su vida la guarnición, presididas por la capilla, al norte, sobre la cual se encuentra el pabellón del Gobernador, y seguidos a uno y otro lado, por los cuarteles de la tropa y los pabellones de los oficiales. Estos edificios delimitan el amplio espacio ocupado por el Patio de Armas. Todas estas construcciones poseen sótanos a prueba de bomba, que albergan la panadería, las caballerizas, los alojamientos de tropa en tiempo de guerra, etc.

Situada en la cima de una colina granítica, la fortaleza no se puede abastecer de ningún manantial. Para resolver este problema tan importante, se proyectaron cinco cisternas que recogieran las aguas pluviales. En 1683, Vauban hacía una estimación de su capacidad: “… cuando estén llenas, habrá agua para 1.200 hombres durante cuatro meses y medio, a razón de tres litros diarios para cada uno; considerando que no llueva ni una sola gota de agua”. Sin embargo, dichas cisternas se consideraron insuficientes, ya que se emprendieron los trabajos de excavación de un pozo en el interior del baluarte de San Andrés. Este pozo es una obra colosal totalmente excavada en la roca, con una profundidad de 63m y con un diámetro de 5. La parte superior está revestida con mampostería. La altura media del agua varía entre los 27 y los 30 metros, lo que representa un volumen aproximado de unos 800.000 litros

El armamento

Un inventario fechado de 1705 contabiliza 24 piezas de artillería de varios calibres; 2 morteros, 858 mosquetes, 38 fusiles, 20 arcabuces, 35 alabardas y 35 partesanas; 32.000 balas de cañón, 25 bombas y granadas, unos 270.000 kilos de pólvora y aproximadamente 757 toneladas de plomo. Potentemente armada, la plaza albergaba  entre 500 y 600 hombres en tiempos de paz y en tiempos de guerra podía contener el doble.

El fortín y los reductos

En 1674 el ejército español recupera Bellegarde. Una de las razones que forzaron la capitulación fue que los sitiadores consiguieron situar cuatro cañones a unos pocos cientos de metros al sur de la fortaleza, donde se levantaba una débil defensa con empalizada de madera. Esta artillería causó un gran desgaste a la plaza. Tan pronto como los franceses ocupan de nuevo el fuerte al año siguiente, deciden construir un fortín de mampostería sobre este emplazamiento estratégico.

Se trata de una fortificación con trazado de hornabeque cerrado, compuesta por dos medios baluartes con su cortina por el lado sur -el que mira hacia España-. El frente norte se encuentra defendido por un diente de sierra y un reducto. Se excavó un foso al pie de la cortina oeste y también en parte del frente sur, siendo el resto inaccesible por la propia naturaleza del terreno. Un camino cubierto envuelve esta obra y la comunica con la fortaleza.

La entrada del hornabeque o fortín se hallaba protegida por un foso y un puente levadizo, hoy desaparecidos. Además de pabellones para un centenar de soldados, caballerizas y un polvorín situado en el frente norte, tiene una pequeña plaza de armas bajo la cual se encuentra la cisterna con un bonito pozo cubierto.

A fin de completar la defensa de la plaza y la vigilancia de las alturas cercanas, se construyeron alrededor de la fortaleza fuertes reductos a distintas alturas: reductos del Precipicio (1668), de Panissars (1678), y del Perthus (1693).

La historia

Desde entonces, Bellegarde cumplió su papel de guardián de la frontera y también de alojamiento de tropas de reserva y almacén de municiones durante todas las campañas dirigidas por Luis XIV en Cataluña: Guerra de la Liga d’Augsbourg (1689 – 1697) y Guerra de Sucesión de España (1701 – 1715). Después de la muerte del monarca francés y una vez afirmada la monarquía borbónica en España, con su nieto Felipe V, se inició para Bellegarde un largo período de paz.

La fortaleza conocería de nuevo la guerra, casi un siglo más tarde, durante la Revolución Francesa. En 1793, el general español Ricardos invadió el Rosellón y sitió Bellegarde. Privada de todo y bombardeada sin descanso durante dos meses, la guarnición se vio obligada a capitular.

Al año siguiente el general Dugommier, después de haber forzado al ejército español, en ese momento comandado por el Duque de la Unión, a replegarse hacia Cataluña, organiza el bloqueo de Bellegarde. Prohíbe cualquier bombardeo ya que quiere conservar para la República una fortaleza en buen estado. Cuatro meses y medio más tarde los españoles firman la capitulación.

A partir de entonces la plaza ya no conocerá más la guerra. Servirá de albergue de etapa a los soldados de Napoleón durante las campañas de Cataluña (1808 – 1813). El ejército francés mantendrá allí un regimiento hasta finalizada la primera guerra mundial; después, en 1939, Bellegarde será utilizada como hospital durante la retirada de los republicanos españoles, antes de albergar soldados alemanes entre 1943 – 1945.

En 1965 la fortaleza es desafectada por el Ejército. En 1967 es declarada Monumento Histórico y vendida en subasta pública. Finalmente en 1972 el municipio de Le Perthus consigue su adquisición para abrirla a la visita pública y a las manifestaciones culturales.

Castillo de San Fernando de Figueres

El monumento

Las obras fueron iniciadas el día 4 de septiembre del año 1753, siguiendo el proyecto realizado por el ingeniero general D. Juan Martín Zermeño. Para alzar sus grandes murallas y construir su increíble sistema defensivo exterior, se hizo preciso el trabajo diario de aproximadamente cuatro mil obreros a lo largo de trece años. Las obras de los edificios interiores se prolongaron hasta finales del siglo y algunas de ellas no llegaron a concluirse. Hasta 1792 no fue dotado de guarnición.

El llamado Castillo de San Fernando de Figueres -“Castell de Sant Ferran”- tiene un perímetro exterior, medido sobre el parapeto del camino cubierto, de 3.125 m., y uno interior, medido sobre el cordón de la muralla, de 2.100 m.

Entre el camino cubierto, dotado de traveses y amplias plazas de armas, y la propia muralla de la fortaleza, se extiende el foso que, con una superficie próxima a las 10 ha., da emplazamiento a las obras defensivas exteriores. Estas obras defensivas, conservadas intactas y en su totalidad, son: un gran hornabeque principal y otros dos menores, dos contraguardias, siete revellines -de diversos tamaños- y cinco galerías de contramina. Sus dependencias suman un total de ochenta y nueve casamatas, además de ocho cisternas con una capacidad conjunta de 1.200 m3. El recinto interior lo forman seis baluartes de diferente tamaño. En su espesor se encuentran ubicadas hasta un total de noventa y tres casamatas de alojamiento y de servicios para la tropa.

A nivel del foso del frente Este se encuentran las caballerizas, impresionante nave de doble crujía y perfecta factura, capaz en su día de albergar 3 escuadrones de caballería, 450 plazas. El espacio interno del recinto lo ocupan nueve grandes edificios destinados a alojamiento de mandos y oficiales con sus familias y a diferentes servicios.

Finalmente, bajo el Patio de Armas, de 12.000 m2 de superficie, se ubica la reserva principal de agua potable de la fortaleza. Esta maravilla de la ingeniería hidráulica discurre a una profundidad de 8 m. bajo la superficie. Consta de un circuito de llenado, cuatro grandes aljibes de almacenamiento con una capacidad conjunta de 9.000 m3 y un sistema de vaciado a prueba de sabotajes.

La superficie total de la Fortaleza de San Fernando es de 320.000 m2, o de 550.000 m2 si se incluye el espacio de sus glacis. En las troneras podían ser montados 230 cañones, y contaba con emplazamientos para morteros y obuses. La guarnición para mantener la fortaleza en condiciones de defensa operativa era de cuatro mil hombres, con posibilidad de almacenar suministros para soportar un año de asedio.

La ingeniería militar

No cabe duda de que los siglos XVII y XVIII constituyen los siglos de oro de la ingeniería militar moderna. En aquel entonces la suerte de una campaña no se decidía en las batallas abiertas, sino por la toma o pérdida de las plazas fuertes y por ello en periodo alguno de la Historia de la Humanidad se realizaron mayores estudios ni se imaginaron mayores refinamientos aplicados tanto a la defensa como al ataque de los recintos fortificados.

Paralelamente, la Monarquía española, que en aquel entonces todavía deseaba mantener un papel preponderante, se veía obligada a un constante esfuerzo militar a fin de mantener sus derechos patrimoniales sobre extensos territorios, tanto en Europa como en América. En este proceso, la ingeniería militar, fue la técnica de vanguardia. La particular naturaleza cosmopolita de la Monarquía hispánica, mantenida aún en su declive hasta el tratado de Utrech, dio lugar a que vinieran a colaborar con los ingenieros españoles otros muchos naturales de distintos lugares de Europa, pero que a la sazón eran también súbditos de la Corona.

Este colectivo, falto todavía de una estructura y organización corporativa, agrupó a una serie extraordinaria de excelentes profesionales que esparcieron sus obras por los dominios europeos de la Corona y las colonias de América y Oceanía, cuyos testimonios conservados forman hoy parte destacada del patrimonio cultural de numerosos estados. Aquel sedimento de experiencias y técnicas iría configurando el estilo de lo que fue conocido como Escuela Española de Fortificación, que con el advenimiento de la Casa de Borbón se vería organizada, como otras muchas cosas, al modo francés.

Al constructor de catedrales de la Edad Media, guiado por la fe y pleno de conocimiento empírico, le viene a suceder el constructor de fortalezas de la Edad Moderna, hijo de la razón y el cálculo. Felipe V funda en Barcelona la Real Academia de Matemáticas, cuna de los ingenieros militares de la Casa de Borbón. A mediados del s. XVIII aparece la mayor y más hermosa fortaleza abaluartada de la Europa de la Ilustración: el Castillo de San Fernando de Figueres. Veamos ahora con brevedad sus antecedentes.

El entorno histórico

Una de las consecuencias de la llamada Guerra de los Treinta Años fue la variación de los límites orientales entre la monarquía francesa y española. La nueva frontera, fruto del Tratado de los Pirineos (1659), retrocedía hacia el sur, dejando bajo la soberanía del rey francés los territorios catalanes situados al norte de la cordillera pirenaica y, con ellos, todo su sistema defensivo fortificado. Esta circunstancia convirtió al “Empordà” en un campo abierto de batalla durante toda la serie de conflictos que enfrentaron a las monarquías vecinas hasta bien entrado el siglo XVIII.

Por fin, y con casi cien años de retraso, se puso remedio a la situación llevando a la práctica el proyecto de levantar una fortaleza que no tan sólo fuese un obstáculo logístico sino también capaz de dar alojamiento a una división de maniobra suficiente -infantería, caballería y artillería- para detener o al menos dificultar los intentos de invasión del país. Este fue el motivo de la construcción de la Real Plaza de Guerra de San Fernando de Figueres, que siguiendo la costumbre de la época, recibió el nombre patronímico del monarca entonces reinante, Fernando VI. El acierto y la prudencia de este monarca singular y la competencia y honradez de aquellos que gozaron de su confianza propiciaron una hábil política internacional, que dio como fruto un insólito periodo de paz y prosperidad. Jamás la Real Hacienda se había visto en tal estado de salud que le permitiese, sin quebranto, la realización de un proyecto que desembocó en la más monumental construcción de uso exclusivamente militar de su época.

Historial bélico y anecdotario

La desgraciada entrada en servicio activo de San Fernando con motivo de la Guerra de la Convención (1793-95), con su polémica capitulación en 1794, difundió el apelativo de la “Belle Inutile”, con el cual la rebautizó el ejército francés. Orígen éste de una inmerecida “leyenda negra” que ha acompañado la fortaleza hasta nuestros días.

Durante la Guerra de la Independencia (1808-14) y como otras plazas fuertes españolas, San Fernando fue ocupado por las tropas napoleónicas. En este período se produjo la muerte del general Álvarez de Castro, defensor de la ciudad de Girona en el horrible sitio de 1809. Este hecho, envuelto en la leyenda, ha pasado a formar parte de la memoria popular de la comarca.

Poco después de la muerte del general, en abril de 1811, San Fernando fue recuperado por las tropas de la Junta Superior del Principado, mediante un audaz golpe de mano digno del mejor film de aventuras, manteniéndose la fortaleza por espacio de cinco meses. Esta circunstancia dio lugar al único asedio sufrido por la misma. A lo largo del siglo XIX San Fernando siguió los acontecimientos políticos y sociales del país desde su papel de pequeña guarnición de provincia.

En los últimos momentos de la Guerra Civil en Cataluña, San Fernando fue la sede del Gobierno de la República española. El 1 febrero de 1939 tuvo lugar en la fortaleza la última reunión en territorio español de las Cortes republicanas. Finalizada la guerra se convirtió en un gran acuartelamiento y posteriormente en prisión militar.

En el plano anecdótico cabría hablar de la estancia como recluta de Salvador Dalí en 1925 y del confinamiento de algunos de los responsables del intento de golpe de estado del 23 de Febrero de 1981. El Castillo de San Fernando de Figueres es el monumento de mayores dimensiones de Cataluña y el único en España que puede competir con las mayores fortalezas de Estado de Europa. En julio de 1997 fue abierto al público de manera regular.

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Armas y Armamentos

Para comenzar debemos hacernos la pregunta de: ¿Qué son las armas?

Un arma es una herramienta de agresión útil para la caza y la autodefensa, cuando se usa contra animales, y puede ser utilizada contra seres humanos en tareas de ataque, defensa y destrucción de fuerzas o instalaciones enemigas, o simplemente como una efectiva amenaza. Un arma es por tanto un dispositivo que amplía la dirección y la magnitud de una fuerza. Según otra interpretación, podrían definirse como los dispositivos más sencillos que utilizan ventajas mecánicas para multiplicar una fuerza. En ataque, las armas pueden ser utilizadas como un instrumento de coacción, por contacto directo o mediante uso de proyectiles. Estas herramientas, por tanto, van desde algo tan sencillo como un palo afilado a un complejo aglomerado de tecnologías, como un misil balístico intercontinental. En sentido metafórico, cualquier cosa capaz de causar un daño puede ser entendido como arma, y en este sentido se interpreta el desarrollo de la guerra psicológica durante las guerras del siglo XX.

Además de este significado, tener un arma en la Edad Media era la simple diferencia entre estar vivo o  muerto, ya que quien no tenía un arma en el ejército se podría ya dar por muerto. Era el instrumento para llevar la guerra. Hay una gran variedad de armas en la Edad Moderna y me centrare en las más importantes, como el trabuco, arcabuz, pistola, fusil o carabina, cañones, entre otras.

armas variadas

Armas de fuego

En el siglo XIII, los chinos habían utilizado la pólvora como propelente para proyectiles de bambú, y estos conocimientos, gracias a los avances del comercio, y a los viajes de algunos europeos hasta estas tierras, llegaron a Europa. Los primeros datos acerca del uso establecido de armas de fuego personales en Ejércitos nos llegan desde el siglo XV, siendo estos modelo muy rudimentarios, siendo a veces tan peligroso para el usuario como para el enemigo.

Pero es en los siglos subsiguientes que las armas de fuego se van desarrollando y perfeccionando, posicionándose como arma primordial de largo alcance en los Ejércitos, superando a arcos largos y ballestas en cuanto a letalidad y alcance efectivo.

Una descarga simultánea de arcabuces podía anular cualquier intento de flanqueo o carga de la caballería enemiga, con desastrosas consecuencias para la misma. Este mismo avance hizo que las armaduras de los grandes nobles quedaran obsoletas, y con ello muchas tácticas derivadas de la Edad Media. Ya con los gloriosos Tercios españoles se incluye un componente estable de arcabuceros, portando un arma que era mucho más potente, con mayor alcance y más fácil de manejar que la ballesta, aunque menos precisa, pero devastadora a corta distancia. Con este tipo de armas, los mismos Tercios, se impusieron claramente a la mejor Infantería hasta entonces de su tiempo, en Biccoca, y la mejor Caballería, en Pavía, dando el honor de considerar a la Infantería así armada como “la Reina de las Batallas”.Arcabuz japonés de mecha(A). Arcabuz inglés de mecha (B).

Al arcabuz le sustituyó el mosquete, un arma mucho más potente, mucho más efectiva, con un largo cañón, que disparaba balas de forma esférica, más pesadas que el arcabuz. El método de disparo era similar a su antecesor, colocando la bala y la pólvora separadamente, y se realizaba la explosión de disparo por una mecha.

En el siglo XVII comienzan a aparecer las llaves de chispa, que eran mucho más eficientes que las de mecha, permitiendo al tirador efectuar una mayor cantidad de disparos por minuto, en comparación a los mosquetes de llave de mecha, o a los arcabuces. También esta arma se fue mejorando, llegando a ser mucho más liviana que su antecesor, y con la introducción de la bayoneta, se le dio por primera vez al infante la capacidad de efectuar ataques a larga distancia, proteger sus flancos de la Caballería, usando el arma como una pica, o utilizar el mismo mosquete como arma de esgrima en enfrentamientos cuerpo a cuerpo, eliminando así a los diferentes cuerpos que ejercían tales funciones, y englobándolos en uno sólo, lo que trajo sin lugar a dudas, importantes ventajas logísticas. El tiempo siguió avanzando, y con ello se siguieron dando avances en cuanto al arma personal del soldado.

EI arma de fuego consiste básicamente en un tubo cerrado por un extremo en el que se introduce, primero, una carga propulsora o impelente (pólvora) y después un proyectil. La carga puede verterse suelta a ojo, o empaquetada en un cartucho de papel, o en una vaina metálica. En los dos últimos casos, el proyectil o bala va unido al propulsor, lo que agiliza el proceso; además, la cantidad de pólvora va medida previamente, garantizando un comportamiento más homogéneo y predecible del proyectil. El disparo se produce cuando se aplica fuego o chispa a la carga, que deflagra y produce gases expansivos que sólo pueden escapar por la zona de menor resistencia, en este caso la boca abierta del ánima, para lo que primero deben expulsar a gran velocidad el obstáculo que supone el proyectil. Lógicamente, para aplicar una chispa a carga propulsora que se aloja en el extremo cerrado del ánima, espacio llamado recámara, es necesario comunicar ésta con el exterior mediante un pequeño orificio llamado oído.

En las más primitivas armas de fuego portátiles, el sistema para prender la pólvora -aplicar un carbón o una mecha al oído- impedía apuntar bien, y era engorroso, ineficaz (sobre todo en tiempo húmedo o en combate) e incluso peligroso. De modo que, desde el principio, se buscaron medios mecánicos de aplicar una chispa a la pólvora de la recámara a través del oído, que simplificaran y agilizaran la operación. Lógicamente un arma, que ha de soportar el maltrato de la campaña, exige mecanismos fiables y sólidos, y a ser posible sencillos. La historia de las armas de fuego portátiles es una lenta evolución hacia este objetivo.

Por otro lado, es evidente que cuanto más largo sea el tubo del cañón o ánima, durante más tiempo impulsarán el proyectil los gases en expansión, y será pues mayor su velocidad inicial al salir por la boca, y en consecuencia mayor el alcance y la tensión del tiro, lo que redunda en mayor precisión. Como la deflagración de la carga produce una reacción o retroceso del arma, el tamaño de la carga de pólvora está limitado, de modo que a menudo la longitud del cañón es un criterio decisivo.

La pistola es un arma portátil individual que sacrifica la mayor parte de la longitud del cañón para poder ser enfundada y sujetada a la cadera o al torso con relativa comodidad, o colocada en las pistoleras de una silla de montar; puede incluso disimularse entre las ropas. A cambio de esta ventaja, imposible en un arma más larga -carabina o fusil-, se sacrifican potencia o capacidad de detención, alcance y precisión salTrabucovo a muy corta distancia. No es la pistola un arma especialmente útil en guerra abierta, dadas estas limitaciones. Sólo en combates a muy corta distancia (lucha urbana, cuevas, asalto a trincheras), en labores de vigilancia o centinela en retaguardia, o como arma secundaria en dotaciones de vehículos tiene alguna utilidad. Su historia es tan antigua como la de familia de los fusiles y, hasta el s. XIX, ha compartido con ellos el desarrollo del mecanismo de fuego, aplicado a un cañón muy corto y a una culata que se reduce a empuñadura.

Aunque el principio descrito se aplicó inicialmente (en la primera mitad del s. XIV) a grandes tubos no portátiles o cañones, pronto surgieron las culebrinas de mano, e incluso primitivas pistolas, armatostes con un oído de hasta un cm. de diámetro que se encendía mediante una brasa o mecha sostenida con la mano izquierda, orificio por el que se escapaba buena parte de los gases impelentes, que impedían apuntar al tiempo que disparar, y a menudo exigían un ayudante que sujetara el arma; sin embargo, seguían siendo empleadas en la década de 1520.

Muy pronto, sin embargo, se inventó un mecanismo más eficaz, la llave de mecha o de serpentín. No sabemos exactamente cuándo ni dónde apareció, aunque se documenta ya a principios del s. XV. Se basa en una pieza de hierro ondulada en forma de serpiente, basculante en torno a un eje central sujeto a la caja de madera del arma, y que abraza en su extremo superior una mecha encendida. En la versión más primitiva, el tirador hace bascular la serpiente con la mano, aproximando la mecha al oído. Pronto se mejoró el sistema, y junto al oído se fijó una pequeña cazoleta, sobre la que se colocaba una pequeña cantidad de pólvora fina o cebo. Al accionarse el disparador (a menudo llamadococolisoo gatillo) retenido por un muelle de lámina doblada, bascula el serpentín y acerca la mecha encendida al cebo, que se inflama y trasmite la llama a la recámara través del oído, produciéndose el disparo. El mecanismo exige una mecha siempre encendida, lo que no era fácil en condiciones de combate, pese a lo cual perduró, perfeccionándose con una pletina a la que se fijaban por el interior de la caja las distintas piezas que componen la llave, quedando protegidas de golpes. Distintos modelos de llave de serpentín han estado en uso hasta el s. XIX, pero en Europa occidental este sistema fue desplazado a lo largo del s. XVI – XVII por nuevos mecanismos que no exigían mecha: la llave de rueda, que funcionaba según un principio similar al de los mecheros modernos, y la de chispa.

Ya en el Codex Atlanticus de Leonardo da Vinci (hacia 1508) aparece el dibujo de una llave de rueda muy elaborada aunque frágil y, hacia 1520, el modelo era común. En 1515 una prostituta fue herida accidentalmente en Augsburgo por un tal Laux Pfister, que disparó torpemente un arcabuz del nuevo tipo… la estupidez no conoce fronteras temporales. La idea básica de esta llave es que el cebo colocado en la cazoleta no se enciende mediante una mecha encendida, sino mediante chispas provocadas por una pieza de pirita de hierro. Mediante una llave separada, se daba cuerda a un disco o rueda cuyo eje iba unido a un muelle mediante una cadena articulada. Al accionarse el disparador, se liberaba el muelle y la rueda giraba a gran velocidad. Contra la rueda rozaba la pieza de pirita, presionada por otro muelle. El rozamiento giratorio de la rueda con la pirita hacía saltar chispas que prendían el cebo y este a su vez, a través del oído, la carga principal. Las ventajas del sistema son evidentes, y entre ellas está su escaso movimiento en el disparo.
Sin embargo, la rueda era un mecanismo delicado, con muchas piezas sometidas a desgaste mecánico, de modo que cuando, en la segunda mitad del s. XVI, apareció la más basta pero sencilla llave de chispa o de pedernal, la de rueda quedó limitada hasta el s. XIX a piezas de lujo y fusiles de caza. La llave de chispa, en sus diferentes variantes, sería la generalmente empleada desde el s. XVII y hasta después de las Guerras Napoleónicas, ya entrado el s. XIX.
Las pistolas siguieron básicamente esta línea evolutiva, al igual que los fusiles. La cantidad de variantes es casi infinita, así como los experimentos con pistolas de varios cañones, varias recámaras, etc., realizados sobre todo a partir del s. XVII. Hay ya datos sobre pequeños cañones de mano portátiles, de un palmo de longitud, en Italia hacia mediados del s. XIV. En la primera mitad del s. XVI aparecen armas cortas de serpentín asignadas a tropas de caballería, incluyendo algunos intentos primitivos de armas de repetición, con varios cañones rotatorios, cada uno con su cazoleta, y un solo serpentín.

La aparición de la llave de rueda fue lo que permitió la fabricación de las primeras pistolas propiamente dichas, utilizadas sobre todo para armar tropas de caballería, como los Reitres o pistoletes alemanes que, hacia 1520, llevaban dos o cuatro con las que cargaban en columna pero, antes de llegar al choque, descargaban sus pistolas sobre la formación enemiga y volvían grupas para recargar y dejar espacio al jinete de detrás que repetía el proceso. Trabucos de bordaMediante este sistema se podía, en teoría, mantener un fuego continuo sobre las tropas enemigas sin llegar al choque y el sistema fue adoptado por varios ejércitos. Pronto, sin embargo, los generales se dieron cuenta de que la cartacola favorecía una escaramuza indecisa, y llegaron a prohibir el uso de la pistola en el campo de batalla, en favor del acero de la espada, reservando el arma de fuego para las labores de centinela.
Las pistolas de rueda alcanzaron más eficacia como armas de uso civil: su pequeño tamaño y ausencia de mecha permitían llevar armas ocultas entre la ropa; esto llevó a algunos intentos -sin éxito- de prohibir estas armas cortas de rueda. De todos modos, la compleja y cara llave de rueda fue siempre un arma de lujo que no sustituyó a la de mecha, y que sería finalmente desplazada, en fusiles y pistolas, por la más sencilla llave de chispa.

La importancia de la pólvora

Otro dato a destacar es la importancia de la pólvora:
La pólvora, fue introducida en Europa desde oriente cerca del año 1200, marcó el inicio de una nueva revolución bélica. Durante el Renacimiento se van perfeccionando armas como la bombarda, la culebrina o la espingarda. La guerra adquiere un carácter completamente nuevo, surgiendo en consecuencia nuevos tipos de barcos, como el galeón o el bergantín. El progresivo refinamiento de esas armas de asedio redundó en la aparición de armas de fuego de uso personal, un elemento clave, para los conquistadores españoles hacia la era de los descubrimientos. Esta tecnología afectó decisivamente la historia del mundo a nivel intercontinental.polvora

Las armas de fuego suponían un salto cualitativo, puesto que la energía era almacenada en un material explosivo, denominado propelente, como la pólvora, en lugar de depender de un peso o un movimiento provocado por el usuario. Esa energía se libera a mayor velocidad, y el dispositivo puede ser reutilizado sin fatiga del material ni del portador, en un lapso de tiempo relativamente breve. Las armas de fuego se convirtieron en un factor imprescindible para la formación de los grandes imperios del siglo XVII, y fueron objeto de numerosos estudios destinados a mejorar tanto su alcance como su potencia, precisión o velocidad de recarga. Desde la Guerra de Independencia de los Estados Unidos hasta los principios del siglo XX, las armas de combate cuerpo a cuerpo fueron finalmente desechadas del campo de combate, debido al poco rango de las mismas y su difícil uso dentro de dicho rango. A veces mencionada como la era del rifle, este período se caracterizó por el desarrollo de armas de fuego para la infantería y de cañones para el soporte de las tropas, así como el inicio de la automatización de las armas. En América del Norte, la población india se vio desplazada de sus asentamientos ancestrales tras haber sido convencidos, primero por las armas y después por la diplomacia, de la conveniencia de trasladarse a una reserva india. Más adelante, durante la Guerra Civil, nace el primer acorazado y la primera ametralladora en los Estados Unidos. Por otra parte, el uso de la máquina de vapor sustituyó a la navegación a vela que había sido, desde la antigüedad, la fuerza motriz por excelencia de cualquier embarcación. A grandes líneas, este contexto es el dominante -con notables variaciones según país- en la mayoría de ejércitos modernos del siglo XIX.

Espadas y cuchillos

Además de las armas de fuego siguieron con las espadas y cuchillos que utilizaron en la Edad Media. Eso sí con una clara evolución, ya que las espadas durante los siglos XVII y XVIII se convirtieron en un accesorio esencial de la moda en los países europeos, y la mayoría de los hombres ricos llevado a una. La espada de duelo siguió siendo popular hasta bien entrado el siglo XVIII. Un ejemplo es la espada ropera española en el siglo XVI. Otra es la el estoque y la Schiavona italiano.

En los combates cuerpo a cuerpo con los indígenas, los arcabuces, las lanzas y las picas jugaron siempre un papel menor, ya sea por la poca potencia de fuego y lo impreciso del mismo como por lo incómodo de las astas, de hasta 3 metros de longitud. El soldado español era conocido en Europa por su habilidad con la espada, con la cual habían podido romper las cerradas formaciones de piqueros suizos. La espada española de comienzos

del Siglo XVI era recta, de dos filos, de cerca de un metro de longitud, elaborada en el mejor acero de Toledo, capaz de soportar un golpe contra un casco de hierro sin quebrarse.

A medida que el uso de espadas pasó de moda, los bastones tomaron su lugar en el guardarropa de un caballero. La espada sirvió más como arma de defensa personal que para el uso en el campo de batalla, y la importancia militar de las espadas disminuido de manera constante durante la Edad Moderna. Incluso como arma personal, la espada empezó a perder su preeminencia en el siglo 18, en paralelo con el desarrollo de armas de fuego fiable.

Cañones

También hay que añadir a las armas los cañones, estos jugaban un papel muy importante tanto para destruir murallas o fortalezas o incapacitar las fuerzas enemigas como hundir navíos.

Existían en los siglos XV y XVI varios tipos de cañón, como la bobarda, con un tubo atado a un bastidor de madera montado en una cureña sencilla que se apuntaba metiendo o sacando tacos de madera de un rudimentario dispositivo elevador, o el falconete, un cañón ligero, normalmente montado en una especie de horquilla de hierro fija a un muro o a la borda de un navío, con una barra que salía por su parte posterior para apuntar la pieza con una mano mientras con la otra se daba fuego al oído del arma para disparar. Una innovación importante fueron los muñones, piezas integradas en la boca de fuego que salían como un cilindro a cada lado que encajaba en la cureña y permitía cambiar el ángulo de elevación, eliminándose así el tosco sistema de atar las piezas a un bastidor.

Aligerando las bombardas surge en el siglo XVII la culebrina, cañón que llegaba a tener 30 veces la longitud del calibre, montada sobre una cureña con dos grandes ruedas para facilitar el transporte por los caminos y que permite disponer de una primitiva artillería de campaña para el campo de batalla. En dicho siglo, CarlosI de España intenta por vez primera en Europa homogeneizar los calibres y piezas de sus ejércitos para terminar con los problemas de intendencia que suponía fabricar piezas totalmente distintas y establece siete modelos (seis cañones y un mortero) de calibre entre 40 y 3 libras (entonces los calibres se medían por el peso del proyectil). La mayoría de los ejércitos europeos intentan seguir por el mismo camino, aunque continuarán existiendo piezas no reglamentarias en uso durante muchos años. Desde el siglo XVII, la denominación cañón sustituye a las antiguas de bombarda, culebrina, etc. para designar a ese tipo de piezas.

Poco después de las guerras napoleónicas aparece el obús, arma parecida al cañón pero que permite por primera vez lo que se llama tiro indirecto en una forma primitiva, esto es, atacar posiciones que estando en la línea de alcance se encuentran ocultas por elementos del terreno, muros, etc. gracias a que posibilita inclinaciones de 45° o más. Además se comienza a practicar el rayado del ánima de algunas piezas, lo que mejora su precisión pero acorta mucho su vida útil si son de bronce. Se empieza así a emplear hierro fundido en las piezas rayadas y, para superar los problemas de desgaste, se refuerza la zona posterior con un segundo anillo de fundición que casi duplica el grosor en la zona, a pesar de lo cual se siguen produciendo accidentes de tanto en tanto. El alcance máximo de las piezas mayores no pasa de 4 km útiles. Aparecen las primeras municiones de forma cilindrocónica y espoletas por contacto que permiten disparar munición explosiva con seguridad.

Para terminar hay que añadir armas como ballestas o lanzas que nunca pasaron de moda aunque a la vez que las armas se hacían más sofisticadas, se abandonaron estas armas. De esta forma, las armas de fuego se fueron imponiendo poco a poco, hasta que se perfeccionaron y llegaron a ser el arma destructiva que es hoy en día.

Ballesta

Una ballesta es un arma consistente en un arco montado sobre una base que dispara proyectiles, a menudo llamado pernos o virotes. La ballesta medieval, fue llamada con muchos otros nombres, la mayoría derivados de la palabra Ballista. Actualmente se siguen utilizando en la guerra, aunque principalmente se utilizan para el tiro al blanco y la caza. Las ballestas desempeñaron un papel importante en las guerras en Norte de África, Europa y Asia. La principal fuente de evidencias arqueológicas sostiene que fueron desarrolladas en la antigua Grecia y el Este de Asia, más precisamente, en la antigua China. Se utilizaron en época Moderna, pero con el tiempo fueron sustituidas por las armas de fuego.

Arco

Un arco es un arma impulsora que se usa para disparar flechas sobre un blanco distante. El arco puede estar formado por una única pieza de madera, que puede ser tan larga como la estatura del usuario, como en el arco largo inglés, o por varias piezas recurvadas que aumentan la potencia del arco, como en el arco compuesto moderno, o arcos tradicionales de hueso o madera, como el turco o el japonés.

El arco funciona tensando la pieza con una cuerda, que puede ser de fibras vegetales o animales en los arcos tradicionales, o sintéticas en los modernos. La potencia de tiro de un arco se puede regular dentro de ciertos límites, ajustando la tensión de la cuerda. El tiro con arco es un deporte olímpico aunque también se siguen practicando especialidades deportivas no olímpicas con armas que son réplicas de las tradicionales.

El desarrollo de la pólvora, mosquetes y el creciente número de los ejércitos hizo que el arco lentamente perdiera importancia como arma y fuera utilizada como un deporte. Los arcos son encontrados por casi todas las culturas mundiales, incluso en América, los nativos lograron desarrollar sus propios tipos de arcos sin tener contacto con Europa o Asia.

Lanzas y alabarda

Lanza

La lanza es un arma compuesta de un asta de madera o metal, en una de cuyas extremidades tiene una hoja afilada o puntiaguda. Es un arma primigenia creada por el hombre; es una de las pocas armas prehistóricas, y durante todos los milenios acompañó a guerreros en numerables guerras.

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Armas Tecnología

Sistema: llave de patilla

partes de arma

Aquí os dejo el sistema de llave de patilla, que me parece un sistema muy utilizado.

Llave de patilla y comentario de sus partes:
1) Anillo de apriete del tornillo pedrero. 2) Quijada superior del ‘Pie de gato’.3) Rastrillo abatido (después del disparo). 4) Pedernal de sílex. 5) Oído.6) Cazoleta para el polvorín o cebo. 7) Calzo de disparo. 8 ) Calzo de seguro.9) Robusto ‘muelle real’ exterior. 10) Patilla. 11) Cola del disparador.
Réplica de una escopeta española con caja catalana y llave de patilla. 

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Introducción

-En la Edad Modernas tanto las armas como las fortificaciones van a ser de gran utilidad ya que es un periodo con muchas guerras. El avance y evolución de la guerra va a ser gracias a las nuevas tecnologías que se van a inventar, dando lugar un origen en la Edad Media y perfeccionándose en la Edad Moderna.

-Para comenzar se podría decir que hubo diferentes armas, que se utilizaron para diferentes usos. En un principio estas armas no estaban tan perfeccionadas como hoy en día, más bien tenias más probabilidad de fallar que de matar a alguien con el arma.

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Presentación

Buenas me presento, soy Gabriel Pastor Alameda alumno de 2º de la Licenciatura de historia plan 2000.

Mi blog va ir a la fabricación, desarrollo y utilización de las armas y las fortificaciones de la Edad Moderna.