Pintura Renacentista de España
La pintura renacentista española fue realizada a lo largo del siglo XVI en las Coronas de Castilla y Aragón. El Renacimiento italiano se difundió por la Península Ibérica a partir del litoral mediterráneo. Así, se aprecian diferencias entre las regiones a la hora de incorporarse al italianismo: es más rápido en la Corona de Aragón, más vinculada con Italia, y tarda más en llegar al corazón de la Península. Es característico del Renacimiento español el predominio prácticamente absoluto de la pintura religiosa, siendo muy ocasionales los temas mitológicos, históricos, alegóricos, o géneros como el bodegón o el paisaje. También se producen retratos, especialmente vinculados con la corte.
España, en la época del Renacimiento, recibe la visita de algunos grandes artistas. De todos los pintores que trabajan en España en el siglo XVI, destaca la figura de El Greco a finales de siglo.
Períodos
El primer tercio del siglo
En esta época siguen presentes elementos flamencos propios del gótico, incorporando poco a poco elementos italianizantes. Es decir, que es más bien una época de transición en que se combina lo flamenco que predominó durante el reinado de los Reyes Católicos con lo italiano. Penetra el Renacimiento en la Península a través de Valencia, siendo sus primeras figuras Rodrigo y Francisco de Osona, padre e hijo, llamados por ello «el Viejo» y «el Joven».
En Valencia trabajan dos manchegos que muestran una clara influencia de los cuatrocentistas italianos. Son Fernando Yáñez de la Almedina y Fernando o Hernando de los Llanos. Juntos realizan una obra trascendental dentro de la pintura del Renacimiento español: el retablo de la Catedral de Valencia (1507-1510).
Por lo que se refiere a Castilla, continuaron los modelos flamencos durante más tiempo. Los primeros rasgos renacentistas aparecen en la obra de Pedro Berruguete (ca. 1450-1504), que estuvo en Urbino (Italia). En su obra se conservan claros elementos flamencos como los fondos dorados, la atención a los detalles como las lacerías moriscas en los techos y el gusto en representar las texturas; hay incluso ocasionales rasgos medievales, como el diferente tamaño de las personas dependiendo de su jerarquía religiosa, con los santos de mayor tamaño como puede verse en su Auto de Fe presidido por Santo Domingo de Guzmán. Pero es renacentista en la perspectivas, las formas y la luz, o la incorporación de espacios arquitectónicos. Por todo ello, sería una figura intermedia entre el estilo gótico flamenco y el renacimiento.
En Toledo trabaja Juan de Borgoña (h. 1468/1470 – h. 1536). Este artista se formó en Italia, conociendo la pintura del Quattrocento, aunque conserva algunos detalles de la pintura gótica estilo flamenco. La composición es clara, enmarca las escenas en paisajes amplios o en arquitecturas clásicas con adornos vegetales y de otro tipo, las figuras idealizadas son claramente italianizantes. Influyó mucho en la posterior pintura de la zona toledana. Realizó numerosos retablos. Además pintó los frescos de la Sala Capitular de la Catedral de Toledo y los de la llamada Capilla Mozárabe.
Finalmente, en Andalucía destaca la figura de Alejo Fernández (h. 1475 – 1545), con una producción de estilos diversos, en unos intensamente flamenco dado el gusto por el detalle que muestra, y en otros italianizantes con perspectivas. Parece que era de origen alemán.
El segundo tercio del siglo
En esta segunda fase la influencia de Leonardo se ve sustituida por la de Rafael. También se dejan sentir los ecos del primer manierismo, tanto toscano como nórdico.
Nuevamente, es Valencia la puerta de entrada de estas nuevas tendencias. Pero el centro más destacado de producción artística es Sevilla, ciudad que cobró gran auge económico gracias al comercio con las Indias. La ciudad llegó a ser un centro multicultural, lo que ayudaría al florecimiento de las artes.
El último tercio del siglo
El Greco: Martirio de San Mauricio y la legión Tebana, 1580–1582, óleo sobre lienzo, Monasterio de El Escorial.
En esta parte final del siglo se nota la influencia de la obra de Miguel Ángel y también de la pintura veneciana. El retrato sigue sintiendo la influencia de la pintura flamenca. Entre los retratistas de la corte madrileña destacan Alonso Sánchez Coello (c. 1531-1588) y Juan Pantoja de la Cruz (1553-1608). Sus obras alcanzan gran calidad, aunando la influencia de Tiziano y Antonio Moro. Sánchez Coello, discípulo de Moro, es un ejemplo de esa atención por el detalle en el traje y las joyas, la precisión a la hora de reflejar los rasgos del modelo, cuya psicología se intenta representar mediante un frío distanciamiento. Retrató a Felipe II y a su familia (esposas, hijos), así como a varios nobles de la corte. Menos interesantes son sus pinturas religiosas. Su discípulo Pantoja de la Cruz también cultivó el retrato y pinturas religiosas. Su técnica es más dura, anticipando ya el tenebrismo. Destacan en sus retratos las enormes gorgueras que eran moda en el reinado de Felipe III y cuya representación minuciosa permitía demostrar el virtuosismo del pintor.
Alonso Vázquez: La muerte de San Hermenegildo, 1602, Museo de Bellas Artes de Sevilla.
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