El pago de combatientes

Hemos querido destacar un aspecto desconocido e interesante dentro de la organización de este conflicto, y es el pago que recibían los combatientes en el conflicto. El pago permaneció invariable a lo largo de la guerra, y tal y como recoge Miguel Ángel Ladero en su obra que se haya citada en el apartado de bibliografía, la cantidad que recibía cada participante queda estipulada de la siguiente manera:

Nobleza:

Un jinete: 25 maravedíes. Un hombre de armas, 30

Un espingardero: 15 maravedíes.

Un ballestero: 14 maravedíes.

Un lancero: 13 maravedíes.

Vasallos del rey:

Hombre de armas: 35 – 40 maravedíes.

Jinete: 35 maravedíes.

Tropas de los concejos:

Jinetes: 30 maravedíes.

Peones: 14 – 15 maravedíes.

Los pagos eran realizados por el tesorero Ruy de López o sus oficiales en nombre de los contadores mayores, tenían lugar varias veces a lo largo de cada campaña y, si algunas tropas no habían recibido el total de sus soldadas al terminar, se procedía a hacer una “paga de fenecimiento de cuenta” en los meses siguientes. Sobre todos los sueldos había dos descuentos fijos: un 5% que percibían la Cámara Real y los contadores, y el equivalente a dos días de paga con el que renumeraba a los “físicos y mariscales”.

Cada cual tenía derecho a soldad desde el día de su presentación al de su despido, y también para el tiempo que durase el viaje de ida y vuelta a su domicilio, calculado a razón de ocho leguas diarias por término.

La parte de pago no abonado por la Corona procedía de diversas fuentes. Para los nobles eran las mercedes, tierras y vasallos concedidos por el rey en época de paz y que los obligaban, entre otras cosas, a acudir a su llamamiento. Para los vasallos del rey era su acostamiento ordinario. Los mercenarios contratados directamente por la Corona no disfrutaban de más ingresos de los que ésta les proporcionaba y, así, si sus sueldos parecen altos en relación con otros, no lo son si tienen en cuenta las otras vías por la que el resto de tropas cobraba.

El caso de las milicias concejiles, participantes también en el conflicto, es diferente. Como la contribución de participar a ellas era general para todos los vecinos y, sin embargo, los reyes pedían contingentes limitados, éstos se componían de contratados o de aquellos a quien por suerte había correspondido ir.  Su pago era cuestión de los reyes, por una parte, y de la ciudad en otra.  Antes de partir, las tropas recibían sueldo para varios días, de acuerdo con lo dispuesto en las cartas de llamamiento.

Los peones repartidos por vía de la hermandad cobraban en torno a un real diario, parece que las ciudades pagaban el dinero correspondiente a los recaudadores de la Hermandad, quienes organizarían la contratación y envío de peones.

El pago de las Guardas Reales, de la artillería y de la marina se efectuaba de manera muy distinta. En el primer caso con cargo al presupuesto ordinario de la Corona, y en los dos restantes por medio de libramientos que nada tienen que ver con las soldadas anteriormente mecionadas.

Para terminar decir que todas estas cifras son redondeadas, no hay una exactitud clara, simplemente se trata de ofrecer una idea del conjunto.

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