Un poco de historia sobre Bolonia y las ingenierías

Este es el primer post de un grupo en los que trato el tema de la regulación profesional de la Ingeniería Informática. Puedes consultar también los siguientes:

Hace casi 10 años, en abril de 2007, el Gobierno aprobaba una reforma de la Ley Orgánica de Universidades en la que, para adaptarse al Espacio Europeo de Educación Superior (Bolonia) se introducían los niveles de Grado y Máster, despareciendo las tradicionales ingenierías técnicas e ingenierías superiores.

En los acuerdos de Bolonia parecía quedar claro que los grados debían permitir un ejercicio profesional pleno y que los másteres debían servir para facilitar especializaciones. Esto desató la preocupación en los sectores profesionales más tradicionales. ¿Un ingeniero con sólo 4 años de formación? ¿Dónde iba a quedar la diferenciación entre ingenieros técnicos e ingenerios superiores?

En este contexto, en junio de 2007, Benjamín Suárez (Profesor Catedrático la Escuela de Caminos de la Universidad Politécnica de Catalunya), y Domingo Docampo (ex Rector de la Universidad de Vigo), escribían un valiente artículo en el que manifestaban sus opiniones sobre cómo debía adaptarse la universidad española (en concreto, las ingenerías) al espacio europeo de educación superior (Bolonia).

En el artículo comentaban las presiones que los colegios profesionales iban a plantear:

“Se explica entonces que, ante una coyuntura de cambio, los colegios profesionales traten de defender sus intereses; […]. Es comprensible la posición de las organizaciones profesionales, comprensible pero preocupante, ya que al final condiciona el progreso en muchos campos de estudio y puede hacer que los árboles (intereses corporativos) impidan ver el bosque del interés social general.”

Y planteaban una opción liberalizadora, similar a la de países del entorno europeo:

“Ha llegado la hora de pasar de una atribución profesional genérica (de todo el colectivo) a otra basada en la competencia específica de los profesionales, como es norma en los países con los que estamos o vamos ineludiblemente a competir.”

O sea, ir a un modelo en el que se debería separar los títulos universitarios del ejercicio profesional. Los títulos universitarios no darían atribuciones profesionales genéricas, sino que serían las propias organizaciones profesionales (privadas) las que otorgarían acreditaciones (también privadas, no obligatorias).

Sin embargo, la presión de las organizaciones profesionales (junto con la falta de posicionamiento o el consentimiento declarado de universidades y escuelas politécnicas) terminó ahogando cualquier intento de aprovechar la reforma de Bolonia para realizar un cambio profundo en la relación entre titulaciones y profesiones. En efecto, el decreto 1393/2007 de 29 de octubre liberalizó todas las titulaciones (eliminando la necesidad de que el Gobierno aprobara los planes de estudios de las titulaciones), salvo para el caso de las profesiones reguladas:

“Cuando se trate de títulos que habiliten para el ejercicio de actividades profesionales reguladas en España, el Gobierno establecerá las condiciones a las que deberán adecuarse los correspondientes planes de estudios, que además deberán ajustarse, en su caso, a la normativa europea aplicable. Estos planes de estudios deberán, en todo caso, diseñarse de forma que permitan obtener las competencias necesarias para ejercer esa profesión. A tales efectos la Universidad justificará la adecuación del plan de estudios a dichas condiciones.”

Estas condiciones son las famosas fichas, que terminaron aprobándose en un acuerdo del Consejo de Ministros del 26 de diciembre de 2008, en las que se establece que para ser Ingeniero tienes que tener un Máster. Y se listan todas las profesiones reguladas de Ingeniero, en las que no está Informática. En esa misma fecha se determinan las fichas de los grados que habilitan para ingenierías técnicas reguladas.

Paradojas de la vida. El llamado proceso de Bolonia, que algunos vimos como una oportunidad de separar los aspectos académicos de las competencias profesionales y de los intereses de los colegios profesionales, ha terminado haciendo que los estudiantes de las ingenierías reguladas tengan que pasarse ahora más años en la universidad. Los antiguos planes de ingenierías técnicas de tres años se han convertido ahora en grados de cuatro años y las antiguas ingenierías superiores se han transformado en un grado más un master (en muchos casos de dos años). Con las ingenierías ha pasado igual que con muchos otros “cambios” de nuestros modelos educativos: al final nos hemos quedado con el mismo perro, pero con distinto collar.

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La razón del fracaso de Linux

Miguel de Icaza explica en su post What Killed the Linux Desktop la razón fundamental del fracaso de Linux, frente al éxito del Mac OS, también basado en Unix.

Linux es un proyecto open source en el que los desarrolladores promueven la excelencia, la innovación y el reconocimiento. El desarrollo colaborativo del sistema operativo está basado en un sistema meritocrático, en el que hay que demostrar un gran nivel técnico para ser aceptado como committer y poder realizar y publicar cambios en el software.

El problema de este enfoque es que las tareas más aburridas se quedan sin hacer. Nadie se ofrece como voluntario para arreglar una librería que ha dejado de ser compatible con un nuevo driver, de corregir un bug que afecta a unas pocas aplicaciones o de documentar correctamente un parche que se acaba de subir para que la nueva funcionalidad X funcione correctamente en la distribución Y.

En palabras de Miguel de Icaza:

La compatibilidad hacia atrás y la compatibilidad entre las distribuciones de Linux no es un problema sexy. Ni siquiera es un problema interesante. Nadie quiere hacer ese trabajo, todos quieren innovar y ser responsables de la gran nueva funcionalidad de Linux.

Por ello, Linux se dejó en manos de idealistas que querían diseñar el mejor sistema posible sin tener que preocuparse acerca de detalles aburridos como el soporte y la compatibilidad hacia atrás.

La falta de compatibilidad causó que:

El soporte de Linux Desktop se convirtió en una carga para los desarrolladores independientes […] No reconocimos el problema de fondo. Alienamos en el proceso a los desarrolladores de aplicaciones. El ecosistema que ha florecido con el AppStore del OS X de Apple es sencillamente imposible de conseguir hoy en Linux.

Es una lección aplicable a muchos ámbitos. La innovación y las ideas están sobrevaloradas. No valen nada si no están acompañadas de trabajo duro, constante y aburrido. Los detalles aburridos son necesarios para que las cosas funcionen.

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Alan Turing en 200 palabras

alan_turing.jpg Un debate en la revista Science ha originado uno de los mejores artículos cortos sobre la importancia de Alan Turing como padre de la computación y de la informática.

Con motivo del centenario de Alan Turing, su biógrafo Andrew Hodges, autor de la obra definitiva sobre Turing, publicó en Science el 13 de abril de 2012 el artículo Beyond Turing’s Machines en el que exaltaba la importancia de su figura, de su modelo computacional y de sus trabajos pioneros en el nacimiento de los primeros computadores.

Dos meses después, el 29 de junio, Science publicaba una carta de Jürgen Schmidhuber en la que argumentaba que la importancia dada a Turing en el artículo era excesiva. Decía que sus trabajos eran reformulaciones de otros trabajos previos. Por ejemplo, en el campo de la teoría de la computación Schmidhuber afirmaba que “el trabajo de Turing es meramente una reformulación del trabajo de Gödel de una forma más elegante“. Y también ponía el computador de Konrad Zuse como un ejemplo de una máquina física digital universal previa a los trabajos de Turing con computadores electrónicos.

La carta terminaba con el siguiente párrafo:

Turing, el gran héroe de la informática, seguramente se merece un lugar central en su centenario. ¡Pero no exageremos sus logros a expensas de otros!

Demasiado para Hodges. En el mismo número Science publica su réplica, corta pero contundente. Se trata de un texto que consigue condensar en poco más de 200 palabras la enorme figura de Alan Turing:

Turing resolvió en 1936 el problema de la decidibilidad de Hilbert, un problema que el trabajo de Gödel no había resuelto. Lo hizo basándose en un análisis filosófico completamente original del concepto de computación.

El trabajo de 1936 también introdujo el concepto de máquina universal que proporcionó las bases teóricas del computador moderno. Turing introdujo el concepto de que la computación puede actuar en estructuras generales simbólicas, no necesariamente aritméticas. En particular, explotó el hecho de que un programa es en si mismo una de esas estructuras. Sobre la base de esta profunda comprensión fue sobre la que Turing pudo escribir en 1945 los planos detallados para lo que llamó la versión práctica de su máquina universal […]

Turing ilustró la universalidad con ejemplos de física, matemáticas, álgebra y procesamiento de datos, pero también de criptología y del juego del ajedrez. Aun más sorprendente, enfatizó que los programas podrían escribirse de una forma amistosa para el usuario, siendo el computador mismo el que los traduciría a código máquina. Esta visión amplia y a largo plazo le llevó también a investigar las posibilidades de que los procesos computables simularan la mente humana

Muchas grandes figuras como Gödel, Babbage, Church, von Numan y Shanon, por nombrar sólo a algunas, poblaron el paisaje en el que Turing hizo sus contribuciones. Pero Turing tuvo un lugar distintivo al conectar la teoría con la práctica y la lógica con la física.

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