Evolución del Ejército

1. Esquematización.

El ejército español tuvo que sufrir una serie de cambios y evoluciones para llegar a ser aquella temida y respetada hueste que profirió derrotas a sus enemigos durante los siglos XVI y XVII. Éstos cambios se pueden resumir en cuatro etapas.

La primera etapa corresponde a los reyes católicos, quienes inician el proceso, después pasa a manos de Carlos V, donde el modelo se configura, y Felipe II es el responsable de su maduración y perfección. A partir de éste momento, con éste último monarca de los Austria y la llegada de los Borbones, el ejército empieza a decaer, estableciendo su punto y final al 1700 cuando Felipe V de Borbón sustituye los tercios por regimientos.

Ahora pasamos a analizar más detenidamente cada fase de la evolución del ejército.

2. Los reyes Católicos.

El reinado de Isabel y Fernando se inicia con una guerra de sucesión, que militarmente hablando pertenece al medievo, pues cada señor llama a sus tropas y de esa conjunción se forma el ejército. Pero las verdaderas guerra que nos interesan son las guerra de Granada e Italia, pues aparecen una serie de cambios que nos hacen considerar dichos acontecimientos como el motor de las posteriores transformaciones.

2.1) La guerra de Granada (1482-1492): La guerra de Granada fue el acontecimiento bélico que enfrentó a la unión de Castilla y Aragón, comandada por Fernando el Católico, contra el reino Nazarí de Granada de Boabdil, que culminó con la rendición de dicha ciudad y la consiguiente victoria de los Reyes Católicos.

Aunque esta contienda está considerada como uno de las primeras guerras con rasgos de modernidad, aun presenta elementos medievales, pues el ejército está compuesto a partir de aportaciones diversas y heterogéneas; Las guardas reales, Caballería de vasallos, las fuerzas de la Hermandad, los contingentes señoriales y las milicias destinadas en las fronteras con el reino andalusí. Además, tenemos constancia de la persistencia de las hazañas personales, llegándose a dar enfrentamientos singulares entre personajes de alto rango de ambos bandos.

Pero en comparación con las novedades, los elementos del medievo solo representan una ínfima parte; Aumento de la infantería, empleo de armas de fuego manuales y portátiles, planificación de la guerra más detallada, regularización del ejército bajo el mando de un rey, la marina desempeña un papel crucial y el desarrollo de servicios auxiliares (hospitales, gastadores…). La artillería tuvo una indudable importancia durante la contienda, lo que lleva a algunos cronistas como Andrés Bernáldez a decir que “grandes ciudades que en otros tiempos habrían resistido un año frente a cualquier enemigo que no fuera el hambre, caían ahora al cabo de un mes”. En la década de 1490 los reyes católicos tenían 180 piezas de tamaño grande y mediano y cinco fábricas de pólvora y cañones.

Durante el conflicto se llegan a movilizar hasta 60.000 hombres, y en la última escaramuza, la del sitio de la capital, uno 80.000, un 25% más de lo habitual. Por otro lado en estas cifras podemos observar que se mantiene la proporción generalizada de la época; tres plazas de a pie por una montada y un arcabucero y ballestero por cada tres combatientes con armas de otros tipo.

Por todo lo dicho algunos historiadores opinan que esta campaña es una gran empresa estatal.

2.2) La guerra de Italia 1494-1559): Es un conflicto sucedido en el sur y oeste de Europa que implicó, entre otros, a Francia y España. La victoria de los Habsburgo convierte a España en la potencia hegemónica de la época. Pero en el contexto de evolución del ejército, esta guerra tiene un papel primordial, pues supone el seguimiento de los avances en dicho campo.

El primer paso se da el 20 de Julio de 1492 con una pragmática actualización de la legislación de la caballería popular, lo cual resulta insuficiente y poco relevante. Pero al 2 de Mayo de 1493 se da la creación de un cuerpo especial llamado “Guardas”o “Guardias de Castilla”, que perdurará por dos siglos, siendo considerado como la primera planta de las fuerzas permanentes de nuestro ejército. El nuevo cuerpo venía a sustituir las antiguas guardas reales que constituían la parte fundamental del ejercito de los soberanos al comienzo de la guerra de Granada. Esas antiguas guardas estaban compuestas por hombres de armas equivalentes a la caballería pesada y eran reclutadas y pagadas por el rey. Este nuevo cuerpo estaba compuesto por: 25 capitanías de 100 plazas cada una, lo cual ascendía a 2500 hombres. En el nuevo cuerpo, 4/5 partes de los efectivos eran hombres de armas, cada uno con dos caballos, armadura completa y lanza de arandela. La otra parte la formaban lanzas jinetas protegidas con armadura mas ligera (casco, coraza y protección para las pernas) y armadas con ballestas, puñales y espadas.

Además de estos efectivos estaban las reservas organizadas de la caballería de los acostamientos, constituidas por dos grupos: El de los pensionados de las ciudades y villas y el aristocrático de los caballeros. El predominio de la caballería era claro, sin embargo las guerras de Italia se encargarían de demostrar lo contrario, pues esta vez se enfrentaban a Francia. Las reformas para los reyes católicos fueron trascendentes, pero el ejército seguía siendo un conglomerado heterogéneo. Además la convicción de que el choque con Francia era inminente hace que se demanden más las reformas. Los principales objetivos son conseguir un mejor cuerpo de infantería y lograr eliminar los intermediarios entre el rey y los asuntos o decisiones bélicas.

Ante el primer problema las guardas constituían la respuesta, ya que eran efectivos propios, permanentes y eficaces. Pero Francia también contaba con un ejército heterogéneo, además de que llevaba años cosechando fama. De este modo se empiezan una serie de acciones que desembocarán al 1503 con la publicación de la nueva ordenanza, que ponía fin a la autonomía de los contingentes del ejército, que aunque seguía siendo plural, a partir de ahora estaría dirigida y organizada por el rey. La nueva ordenanza del 1503 se considera la consolidación de las reformas emprendidas por los reyes Católicos años atrás. Tenía un total de 61 artículos, donde hablaba:

1.) Asunto de las pagas y demás temas o acuerdos económicos.

2.) El alojamiento en los pueblos durante las movilizaciones. Este asunto siempre causaba problemas entre soldados y el pueblo, de este modo se estipuló que todo mueble se dividiría en tres partes, de las cuales dos tocaban al dueño de la casa. Además la estancia duraría máximo dos meses y no podrían volver hasta pasados los ocho. También se establecían las condiciones económicas, normas de desplazamiento y de mantenimientos de los caballos.

3.) El comportamiento de los soldados. Quedaba prohibido blasfemar, renegar, atentar contra la seguridad del estado, la bigamia… Para no producir ni acomodos ni conveniencias, se cambiaban los contadores de las compañías cada tres meses.

4.) Las armas y el equipo de las tropas.

El nuevo ejército ya estaba totalmente separado entre armas de fuego (espingarderos), de impacto (lanceros y piqueros) y de tiro (ballesteros). Mientras tanto en Nápoles se derrotaba a los franceses ratificando esta eficacia. Desde éste año, el 1503, ya aparece en la contabilidad el concepto de ynfante como nueva definición de los peones. Pero todavía no se había concluido la reforma, faltaba crear una autentica fuerza de infantería, pues los peones de las guardas en rigor no podían considerarse como tal, ya que los que se estimaban necesarios eran alistados para lo que durara la campaña y en la paz solo quedaban pocas unidades en puntos significativos. El primer paso fue asegurarse el concurso de los generales con experiencia, fijándose un sueldo de 50.000 maravíes anuales. Fernando el católico había decidido levantar varias unidades, así como comunica el 10 de septiembre de 1504 al tesorero real, no al viejo uso sino con estructura diferente, con capitanías homogéneas. De éste modo se institucionaliza la infantería “de ordenanza”. Pero pronto éste nuevo tipo de infantería tendría una serie de duras pruebas;

A finales de noviembre del 1504 la reina Isabel muere y Fernando se encuentra en Nápoles, por lo que el cardenal Cisneros asume el papel de regente. En esta situación la infantería “de ordenanza” pasa a primer plano, pues en la ausencia del rey muchos nobles tenían pretensiones monárquicas. A esta situación debemos sumarle el hecho de que Cisneros no podía contar con la caballería, pues al pertenecer a los nobles era un arma de doble filo. Uno de éstos sublevados es el conde de Lemos. Éste alzamiento supone la primera actuación de ésta nueva infantería dentro del reino, aunque no llegan a luchar pues este se rinde con honores. Fernando vuelve al 1507 y termina con el resto de problemas. A partir de 1511, la ordenanza se hace saber por toda Italia y las tropas y altos mandos deben jurar llevarla a cabo.

Pero la verdadera prueba viene a partir de este momento. El 11 de abril de 1512, en la batalla de Rávena se produce el primer enfrentamiento de las tropas de ordenanza contra otras similares a ellas, el ejército Francés. Vencen a la infantería alemana pero no pueden a la caballería francesa, aunque se retiran de manera ordenada reduciendo las bajas. Es en Navarra donde se obtienen mejores resultados. Las fuerzas invasoras del Duque de Alba estaban formadas por 6000 infantes organizados en coronelías, 1500 jinetes y 1000 hombres de armas organizados como las guardas. La victoria en Novara al 1513, supone un gran éxito.

3. Carlos V

La vida del emperador entre 1520 y el 1556 solo cuenta con ligeros periodos de paz, por lo que la guerra se desarrolla como denominador común durante esos años. Se desarrolla en la península ibérica, en el mar, en el norte de áfrica, Italia… Es por ello que este ambiente belicoso estimula las reformas del ejército. En este aspecto, el reinado de Carlos V tiene dos hitos claros, 1525 y el 1536.

3.1) La ordenanza del 1525: El origen de la ordenanza de 1525 tiene diversas causas; La guerra con Francia, previsión de males mayores y para neutralizar con éxito futuras penetraciones por los pirineos por parte de Francia y alcanzar la victoria en Italia o cualquier otro escenario que aparezca. El principal objetivo de esta ordenanza es reducir los costes de las guardas, pues contamos con un memorial del monarca anterior a dicha reforma que nos habla del tema. Este memorial plantea una serie de claves orgánicas y económicas de la reforma que parece necesaria. La necesidad de abaratar los costes llega hasta la primera guerra entre Francisco I y Carlos V, cuando el emperador ve que las tropas italianas habían sufrido diversos atrasos en sus pagas. Tras la victoria en la batalla de Pavia al 1525, Carlos V se decide a realizar dicha reforma económica, y en solo 40 días veía la luz la ordenanza, de la cual destacan;

1.) Se delimitaba la situación de las capitanías y sus tenientes.

2.) Se establecían las funciones de los veedores y de los contadores.

3.) Mantenía casi intacta la estructura de pagas establecida en la ordenanza del 1503.

4.) La infantería aparece por primera vez en las ordenanzas militares de manera oficial.

5.) Reforma del régimen de concesión de licencias.

6.) Aparición formal de los estradiotes, un cuerpo de caballería superior al arcabucero montado.

En estas mismas fechas aparece otro memorial, cuyo autor es el capitán Hernán Pérez, que propone la profesionalización de los militares, u “hombres de guerra” tal y como el los llama. Su argumento es sencillo a la par que lógico; si para un oficio de la ciudad, como comerciante o artesano, se requiere una cierta preparación, ¿porque no a los soldados? En este memorial el capitán realiza una serie de preguntas sobre diversas situaciones de la batalla, no buscando una respuesta, pues es experimentado, sino que de alguna manera intenta ayudar, o incluso dirigir, esa tarea de profesionalización y creación de capitanes aptos capaces de resolver todas éstas preguntas.

Por otra parte, hay motivos para dudar de que la reforma anteriormente dicha llegara a a sus últimas consecuencias. Al año siguiente se envía a Ramiro Núñez de Guzmán al reino de Granada y a su costa para inspeccionar las “fortalezas y gentes de guerra” que hayan allí. En general, las conclusiones del trabajo de éste son que el armamento estaba en pésimas condiciones de conservación y la gran mayoría inservibles, murallas y otros elementos de defensa en deterioro aunque suficientes y los soldados abandonaban sus funciones y estaban asociados a disturbios en los respectivos pueblos. Si unimos todas éstas realidades podemos saber que las guardas estaban mal armadas, mal disciplinadas y mal instaladas. La posible causa de todo lo anterior parece la intermitencia en los ataques de los piratas o berberiscos, además de su poca amenaza, lo que producía que estos puestos defensivos careciesen de una utilidad tangible.

Si esta situación de despreocupación en el interior del territorio, la unimos a la creciente amenaza en los asuntos del exterior, obtenemos que a las tropas de fuera se les presta más atención que a las de la península, que estaban descuidadas y recibían reformas de manera ocasional. Esto explica la eficacia de los tercios y la mediocridad de unas guardas que nunca fueron realmente puestas a prueba.

3.2) El ejército imperial y la instrucción del 1536: Cabe recordar que Carlos V mantuvo un total de cuatro guerras contra Francisco I, quien también tenía pretensiones al trono imperial y a quien Carlos V exigía la devolución de Borgoña.

Ahora debemos situarnos a finales de Julio de 1536, cuando Carlos V invade Francia. Aunque en esta empresa las tropas llegan hasta Marsella, deben retirarse unas semanas después por falta de avituallamiento. El desastroso e inesperado final de esta campaña hará que el emperador decida reorganizar sus tropas, lo que desemboca en la aparición en Génova de la orden, ordenanza o instrucción del 15 de noviembre del 1536. En realidad lo que hacía el emperador era normalizar la situación que se había ido produciendo entre sus tropas en Italia, donde el contingente español se convirtió poco a poco en el elemento aglutinante de los demás componentes del ejército imperial, en el que se dan citas aportaciones de muy diversa procedencia, prácticamente de todas las posesiones de Carlos V. Por eso, la instrucción no solo se refiere a las tropas españolas, sino a todos los elementos del ejercito.

Al referirse a las tropas españolas ya se utiliza el término de tercio; El tercio de Nápoles y Sicilia, el de Lombardia y el de Málaga. Los Tercios de Italia contaban con dos compañías de arcabuceros y se reservaba su mando a capitanes españoles, del mismo modo que a éstos se les prohibía comandar tropas Italianas o Alemanas, para que “cada nación ande y sirva en las compañías de su nación y no fuera de ella para evitar fraudes”. También encontramos en las tropas Españolas, al igual que en las Alemanas, la figura del Canciller, cuya misión era el conocimiento de los hombres de la unidad y controlar la gente elegida para los tercios. El tema de la artillería era más complicado, pues además de implicar un costoso mantenimiento, había un comisario para los animales de tiro que la movilizaban y gastadores, que eran los encargados de mover las piezas.

En la nueva instrucción se introducía a los cancilleres, ya mencionados, la conveniencia de que en cada unidad solo hubiese soldados de la misma procedencia para evitar rivalidades, el tema del sueldo, la organización de los cuerpos, las condiciones de los mandos superiores y de algunos empleos específicos y el asunto del alojamiento.

De esta manera, se reorganizaba un ejército en el que la infantería española tenía especial protagonismo. La huella imperial pues, será indeleble en la organización militar de las fuerzas de la monarquía hispánica, a merced de lo establecido en 1525 y 1526. Aunque estas no serán las únicas reformas emprendidas por Carlos V.

3.3) Última reforma del emperador; Las Guardas: Durante los últimos años de reinado, Carlos V se enfrenta contra los Franceses, Turcos Otomanos y Protestantes.

El problema francés vio su solución el 1544 con la firma del tratado de Crépy y la muerte del monarca Francisco I el 31 de marzo de 1547. Por otra parte, en el año 1546 muere el conocido almirante y corsario Turco Barbarroja, a quien le sucede Dragut, quien también será un problema para la cristiandad y por consiguiente el imperio de Carlos. Los protestantes siguieron siendo un problema, sobretodo la asociación de sus principales representantes ( Felipe I de Hesse y Juan Federico) en la liga Esmalcalda al 1531, tras la dieta de Ausburgo donde sus intereses, y sobretodo los del protestantismo, se vieron amenazados.

En este ambiente de agitación exterior, se empezará a gestar la reforma de las Guardas, pero como el emperador está fuera de España, el peso de la gestión de la misma recaerá sobre el futuro monarca; Felipe II. Las Guardas ya se habían configurado como un elemento de defensa del territorio peninsular, es decir que serían tropas que se utilizarían en la península y en ciertas regiones fronterizas para repeler posibles invasiones o para abrir frentes de distracción, a la vez que otro tipo de cuerpos, como los tercios, serían empleados fuera de ella. El problema reside, como hemos mencionado muchas veces, en el acostamiento, pues debido a atrasos en las pagas muchas veces los soldados se veían obligados a vivir a costa de los lugareños. Como el emperador estaba fuera del territorio, recibía una copiosa correspondencia por parte de los diferentes administradores o virreyes que había dejado al cargo. Entre estos personajes destaca Blasco Núñez de Vela. Pero debido al acuciante panorama exterior, Carlos deja apartada la reforma de las Guardas por considerar que el territorio es fácilmente defendible y que cualquier amenaza, por grande que sea, podría ser neutralizada sin gran esfuerzo. Pero entonces el monarca recibe cartas de los alcaides de Guimara y Tendilla, donde se exponen los excesos y abusos que cometen las Guardas con los lugareños, siendo la situación peor de la que reflejaban los escritos de Blasco Núñez.

Debido a estos factores, el 4 de Julio de 1549 Carlos V retoma el tema de los pagos a las Guardas y su reforma, la que llevará a cabo junto al consejo de guerra y los contadores. En este sentido, se establece que en vez de dar a cada pagador de las Guardas la suma parcial que le correspondía en función de sus hombres, se establece un receptor que recibía todo el montante y que se encargaba de repartir entre los pagadores. De este modo resolvía el problema de los atrasos y de las pagas.

4. Felipe II

4.1) La importancia de las ideas: Durante el reinado de Felipe II surge la idea de que la nula capacidad de los capitanes españoles es lo que está alargando las guerras, como la de los ochenta años en Flandes. Las tres aportaciones sobre las que se fragua el pensamiento militar español son; La recuperación de la tradición grecorromana, la medieval aunque con una perniciosa carga caballeresca y las experiencias extraídas de las guerras desarrolladas en diversos escenarios como Borgoña e Italia. Dentro de este proceso intelectual aparece Maquiavelo, que atribuye vital importancia a la escuela suiza apelando a que su modelo está presente en el resto de ejércitos europeos. Las tres aportaciones anteriores, más las experiencias en Italia y Granada, forman la llamada Escuela Hispano-Italiana de estrategia, que se impondrá en Europa durante todo el siglo XVI y parte del XVII, con los tercios como instrumento básico. En esta escuela tenemos como claros precedentes generales como Gonzalo Fernández de Córdoba (El gran capitán), los generales Próspero Colonna y Fernando de Ávalos o el Duque de Alba. Pero toda esta tradición y formación militar es insuficiente sin una gran hacienda que la mantenga desde abajo, y en este sentido el periodo de Felipe II cojea en exceso; Se declararon tres bancarrotas ( 1557, 1575 y 1596). La importancia del capital durante la guerra quedaría plasmada en la frase de Bernardino de Mendoza, capitán de galeras del mediterráneo, “el triunfo será de aquel que posea el último escudo”.

4.2) Ambiente hostil: En 1568 se inician dos grandes problemas para Felipe, La guerra de los ochenta años y la revuelta de las Alpujarras o de los moriscos Granadinos. La primera venía causada por el aumento de la fiscalidad en Flandes así como por la estricta política religiosa del monarca, mientras que la segunda veía su origen en la pragmática del 1568, donde se recortaban los derechos de culto y lengua de los moriscos en Granada. Es por ello que al tiempo de solventar el problema en Flandes se intentan reforzar las defensas. En este sentido al 1572 Felipe II pide por real cédula a los señores laicos y eclesiásticos, informar sobre el estado de las defensas y armas que disponen, además de la situación de las Guardas o cualquier efectivo dispuesto a defender el territorio de las posibles amenazas, tanto moriscas como argelinas, pues los corsarios de Argel apoyaron en efectivos y en dinero este alzamiento. Las respuestas comienzan a llegar a finales de ese mismo año y no son para nada optimistas; Defensas deterioradas, Guardas mal armadas y población exhausta por las cargas económicas que debe soportar.

En medio de todas estas penurias militares, al 1580 se logra anexionar Portugal, pese a los lances contra Inglaterra, la cual quiso impedir dicha anexión apoyando a Don Antonio, el otro sucesor al trono del difundo Enrique I. Además apenas cuatro años después mueren el Duque de Anjou y Guillermo de Orange, por lo que el triunfo parecía claro en Flandes, eso siempre que los ingleses no hubiesen desembarcado unas 6.000 tropas en el mismo año para evitarlo, dando vital soporte a los flamencos insurrectos. A partir de ese momento vuelven las desgracias para España; La comunicación con Flandes es nula, empieza la reconquista de éstos territorios por parte de el hijo de Guillermo de Orange y la empresa de “La Grande” acaba en desastre.

Todo ello hace que España entre en un periodo de pseudo-paz, más por las condiciones adversas que por un sentimiento anti-belicista; Las flotas re-ajustan su función y se centran en misiones meramente defensivas, la guerra del mar se ralentiza hasta detenerse por consecuencia de las paces que firma con Francia (1598), Inglaterra (1604) y holanda (1609). Parece que Felipe II quiere dejar a España libre de cargas bélicas. Pero como ya hemos dicho, esta paz es debida a las malas condiciones hispanas, por lo que en cuanto estas mejoran vuelve la guerra, y con un ánimo redoblado.

4.3) Las reformas: Una vez situados, emprenderemos la línea de las diferentes reformas tomadas por Felipe II que atañen al campo militar.

El alzamiento de las Alpujarras ha servido para demostrar la ineficacia de las milicias y de las Guardas, pues para sofocarlo hubo que llamar a un ejército de tercios y a tropas destinadas en el levante. Es por ello que durante estas fechas se baraja una reforma, que se publica al 1573. Esta reforma afecta mayormente a la Guardas y supone el reforzamiento de la orden del 1554 de Carlos. Pero al 1576, debido al retraso en las pagas, se produce el saqueo de Amberes pro parte de los Tercios en Flandes, por lo que ésta reforma queda suspendida extraoficialmente por dicho problema. Los años siguientes se caracterizan por un ambiente de habladurías sobre futuras reformas, levas, milicias, movilizaciones reclamadas por el rey… Pero la política exterior es demasiado agitada como para descuidarla.

Es por ello que hasta el 1603, no aparece una reforma para mitigar los males de la infantería, la cual expone lo siguiente:

1.) Las condiciones que debían cumplir los soldados para ser maestros de campo y capitanes. Se requiere haber servido 6 años como soldado soldado y 3 como de alférez o 10 de soldado realizando acciones distinguidas.

2.) Cada tercio tendría entre 15 y 20 compañías de 150 plazas dentro de la península y 100 en extranjero. En dichas plazas la mitad sería piqueros y la otra arcabuceros, menos un 10% que serían mosqueteros.

3.) Sanciones a los que faltaban a las normas.

Las reacciones de los capitanes de tropas no se hacen esperar. Estos apelan al poco espíritu de sus hombres, traba que impediría la aplicación total de las reformas. Tras consultar con el consejo de estado se publica nueva ordenanza matizando la anterior, publicada al 1611. En esta aparece un nuevo elemento; La organización de una milicia general en castilla. Algo después apareció un reglamento con los deberos de los sargentos mayores.

El ejercito interior no estaría ausente de correcciones, pues al 1613 aparece uno en tal sentido. Atiende sobretodo al deseo de mejorar su organización, hasta ahora obsoleta. Pretende evitar fraudes, que todas las plazas estén al completo, que tengan todos y cada uno el equipo pertinente, que se eviten los conflictos con lugareños y se controle su conducta personal y profesional para ser buenos cristianos, hombres honrados y soldados expertos que no deserten. Además, se procura que todos los altos mandos estén a la altura de sus deberes y de lo que se espera de ellos.

La verdad es que esta última reforma no tiene apenas diferencias con la de 1554, más bien es una ligera matización. Para algunos autores hubiese sido más fácil procurar que las tropas cumplían la ley vigente, aunque para otros, proponer otra ley suponía poner mayor énfasis en tal empresa, por lo que su impacto debería ser mayor. Sea cual sea la intención del monarca, la eficacia no fue grande, pues ni se remedió las necesidades, ni se propuso cumplir los planteamientos vigentes. Todo ello pese a la evidencia de que una castilla exhausta seguía cargando con la mayor parte de los costos exteriores, tanto en materia de soldados como de dinero; y se necesitaba en gran medida unos y otros.

5. El Ocaso 

Con Felipe IV y Carlos II, el ejército empieza a describir una tendencia peyorativa, que muestra que el modelo de los Austria está tocando a su final, que llegará finalmente con Felipe V y los Borbones, cuando se suprimen los tercios al 1700.

5.1) El Conde Duque de Olivares y su “unión de Armas”: La llegada al poder del conde duque de olivares al 1621 y el agotamiento de la tregua de los 12 años en Flandes son las dos circunstancias principales de que la monarquía hispánica vuelva a retomar la actividad militar. Tras la muerte de Felipe II se da una ambiente reformador, que ve la necesidad de aunar todas las comunidades por el agotamiento al que está sometido Castilla desde tiempos de éste monarca. Debemos sumar que la situación en las Indias es más complicada debido a la intromisión de Holanda. Para conseguir dicha unión, el conde duque de Olivares plantea al 1624 su “Unión de armas”, que aprovecharía la necesidad de defensa interior para aglutinar los diferentes reinos, creando el “reino de España o de las españas”.

Para conseguir tal meta, se propone la eliminación de las restricciones aduaneras y constitucionales, facilitar el acceso de aquellos naturales a oficios cortesanos y de la administración, fomentar matrimonios mixtos, distribuir el patronazgo regio y compartir la participación en ejercito y armada. En esta “Unión de armas”, cada reino debería aportar tropas en proporción; Cataluña 16.000, Valencia 6.000, Castilla y las Indias 44.000 y Portugal 16.000. Para su defensa, cada reino contaría con su propio contingente más la séptima parte de la reserva general. Pero esta idea queda muy alejada de la realidad, pues se encuentran diversas trabas, como Cataluña, que al llevar muchos años sin congregar sus cortes, había acumulado quejas sobre los virreyes. Además, esta medida es vista por muchos como un medio para eliminar los privilegios forales. Es por ello que la esperada reforma queda ausente.

5.2) Los intentos reformadores: A mediados del XVII, vuelve un sentimiento de incapacidad y desconfianza hacia las milicias, las cuales no se muestran competentes. Sin embargo, al 1618 la opinión política cambia, la tregua de los 12 años parece un impedimento que no permite a España recuperar su prestigio mundial, por lo que no desea renovarse; Al 1621 el consejo de estado se inclina por la guerra. En tal sentido empiezan a reunirse y crearse consejos y juntas para debatir sobre todo ellos; “Junta de armadas”, “Junta de Galeras, de Galeote o de Galeotes y esclavos”, “Junta de fabricación de Navíos”… Algunas ya existían en tiempos de Felipe II. Estas juntas empiezan a adquirir funciones gobernativas, ejecutivas y jurisdiccionales, pero la verdad es que carecen de importancia pues sus resultados son escasos. Algunos autores argumentan que es más una demencia febril por crear y crear que un deseo de salir de las dificultades. Sea como fuere, el resultado de estas juntas se vio empañado por sus mal regulación; no hubo delimitación clara de competencias, se produjeron solapamiento de funciones, faltaron recursos, se trataba mucho más de lo que se podía abarcar o se trataban cuestiones redundantes, algunas introdujeron más confusión en un panorama ya complejo de por sí… Por ello, todo este abanico constitucional no incide en el desarrollo de la guerra ni en la mejora clara de la eficacia militar, pero fueron elementos reactores de la actividad bélica de la monarquía.

Las dificultades vuelven en la década de los treinta; Se envía a Flandes una comisión compuesta por el tribunal mayor de cuentas Juan Núñez escobar y Felipe de porras, pero las noticias son malas. El motivo sigue siendo el del atraso de las pagas, por lo que se opta por reducir las fuerzas para que se puedan pagar con puntualidad y poder contar con un ejército contento y bien dispuesto anímicamente para la guerra. Además, el consejo de guerra estipula el 28 de Junio de 1632:

1.) Los requisitos para acceder a los altos cargos.

2.) Medidas de seguridad a tener en cuenta (montar guardia armado, dormir vestido y armado…).

3.) Creación en la corte de un procurador protector de los soldados que llegaran a ella para defender sus intereses.

4.) Creación de una plaza de capellán por compañía y otra de capellán orador teólogo en cada tercio.

5.) En las marchas, la infantería española iría en vanguardia, y en linea de batalla ocuparía el flanco derecho dándole preferencia en todos los servicios de peligro

6.) Durante los alojamientos las tropas saldrían al campo para entrenarse en las practicas castrenses,

El resto está destinado para la caballería, Guardas y aspectos de la disciplina, contabilidad fuero de guerra… aunque resulta más efímera.

En 1635, España entra en la guerra de los 30 años. Es por ello que Olivares se dirige al rey Felipe en un documento de unos treinta puntos, donde se establecen una serie de aspectos militares:

1.) Realiza una alusión a la economía, diciendo que se requerirá un esfuerzo ineludible.

2.) La necesidad de reforzar puestos de la península, por posibles ataques enemigos. En este punto hace mención de enclaves como Murcia, Cartagena, Málaga, Gibraltar o Cádiz. Pone especial énfasis en Portugal, donde cree más probable el ataque enemigo. No se preocupa mucho por Aragón por su relieve montañoso que permite una fácil defensa, pero si lo hace por Cataluña, por lo que recomiendo apostar tropas de Aragón al principado, por su papel fronterizo.

3.) Habla también del papel de Italia, tanto como escenario de batalla como de refugio para el rey. Es por ello que alerta a los virreyes de Nápoles, Sicilia, Milán y el resto para que tengan preparada su contribución, sus tropas, pólvora…

4.) El aspecto naval no lo tiene tan claro; no habrá problema en dotar de gente a las “armadillas de los dos mares”, pero confiesa recapacitar sobre la cuestión.

Al igual que muchos otros de los aspectos de la política del Conde Duque, esto no se tradujo en nada significativo; ni en reforma militar, ni en una mejora clara de las condiciones en que debería afrontarse la guerra contra Francia, ni en una mayor integración por parte de las diferentes partes de la monarquía. Pero si los proyectos del Conde no se derribaron, fue gracias a la guerra, reanimada al 1635, que acaparaba en cierta medida toda la atención. Las medidas tomadas desde entonces no fueron más que la aplicación de un pragmatismo nacido de la acuciante situación, y que paradójicamente hace que olivares adquiera ahora grandes éxitos como reformador militar, aunque no sin costos.

Es justamente desde el 1635 que España utiliza unidades de Dragones que luchan a caballo y a pie, aunque en los países bajos no se utilicen hasta el 1673. La artillería es menos significativa estas fechas. Durante el siglo XVII persiste la diversidad de piezas sin que prosperasen los intentos de unificación ni se buscase, hasta finales del siglo, la reducción del calibre para entonces muy generalizada en Europa. Los cañones Mansfeltres, llamados así por su inventor, empezaron a fabricarse al 1638 en Barcelona y gracias a Juan Bayarte, conocido artillero, se aligeraron y se produjeron los tipos de 24 12 8 y 2 libras. También cabe destacar la evolución de los morteros en su forma, en los proyectiles que lanzaban y el enriquecimiento del diseño y de las piezas.

En la década de los cuarenta encontramos los problemas de Portugal y Cataluña, que intentan solventarse de manera errónea con levas. El primero será un problema definitivo, ya que al 1668 conseguirá con el tratado de Lisboa la independencia de la corona, y el de Cataluña duraría hasta el 1652, cuando se sitia Barcelona y ésta se rinde a Felipe IV.

Es por ello que el 1645 está caracterizado por un acuciante pesimismo. Quevedo critica al 1639 la política del Conde Duque de Olivares, hasta el punto de que sus libros son confiscados. A continuación se suceden una serie de reformas poco eficaces como la del 1649 para los tercios. Todo ello debido a la crisis interna, las sublevaciones mencionadas, conspiraciones en Andalucía y Aragón, motines en Nápoles y Sicilias, guerra en Flandes y contra Francia…

5.3) Hacia el ocaso: Los fundamentos de poder y de defensa militar de España en el ámbito europeo y mediterráneo descansaba en los ejercito de Milán, Flandes, y Cataluña, ademas de en unas guarniciones como la de la toscana y las del norte de áfrica. Con Carlos II, el ejército español ve reducido su número, sobretodo en tiempo de paz.

Las soluciones en las décadas finales del XVII son reformas parciales e intentos desesperados por poner algo de orden y economizar medios, pues la falta de dinero seguía siendo acuciante en algunos casos. En Cataluña se requiere un gran contingente, pues se rumorea que los Franceses llegan hasta los 50.000, pero tanto en materia numérica como en suministros de armas o material España escasea, debido a que las fábricas de pertrechos y armas no daban a basto, pues de Flandes llegaban soldados sin armas ni equipo. Después, y sin más remedio, se suceden una serie de paces con Francia y holanda que relajan la situación.

Si giramos la cabeza, vemos como el siglo XVII es penoso para la monarquía, pero no supone la debacle. España sigue siendo una potencia mundial indiscutible, con posesiones en las indias casi intactas e incluso superiores a las de Europa. Pero esto no significa que la situación del ejército sea óptima al XVII; la milicia está repleta de carencias e incapacidades, abusos e incompetencias. No se puede disimilar la insuficiencia de una administración que, durante décadas, lucha por remediar sus deficiencias orgánicas y estructurales sin conseguirlo. Ni siquiera la creación de nuevas juntas pudo enmendar el rumbo.

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