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El elogio de la locura Estulticia

Estulticia se presenta

 

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     “Diga lo que quiera de mí el común de los mortales, pues no ignoro cuán mal hablan de la Estulticia incluso los más estultos, soy, empero, aquella, y precisamente la única, que tiene poder para divertir a los dioses y a los mortales cuando quiero” (Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura, capítulo I).

     En los primeros capítulos Estulticia se presenta e introduce su propio elogio como haría cualquier orador o escritor. A lo largo de toda la obra es ella quien habla en primera persona, ensalzando sus virtudes y mostrando su papel preponderante en todos los aspectos de la vida. Sus argumentos llegan a estar tan bien trabados que el lector puede sentirse tentado de darle la razón. Sin embargo, no hay que olvidar que se trata de la Locura. En este sentido, podemos decir que a lo largo de la obra se mezclan varias cosas. Por una parte, resulta irónico que Estulticia se elogie a sí misma, no parece serio, no nos podemos fiar de lo que dice. No obstante, a la vez, ella critica todo tipo de colectivos y actitudes; es más, aparece continuamente la idea de que ella es la única que se muestra tal como es: todos los demás fingen, ocultan sus verdaderos instintos y motivos, tratan de parecer racionales.

     Estulticia comienza hablando de la mala imagen que tiene. Los mortales hablan mal de ella, sin embargo, en realidad, la aprecian: el auditorio se relaja y alegra cuando ella toma la palabra. Dejarse llevar por ella, evitar pensar… es a menudo el camino más fácil. En este sentido, Estulticia se compara con el nepente, bebida divina que provoca el olvido y con él el alivio, la felicidad. El ser humano necesita de la Locura, pero además ésta es algo consustancial a su naturaleza, le es imposible desprenderse de ella. No se puede tomarse la vida siempre en serio (con frecuencia resulta absurda).

     En el capítulo II Estulticia presenta su propósito: va a realizar un encomio de sí misma. Aunque esto no sea lo habitual, a ella le parece lógico: ¿quién se conoce mejor que uno mismo? Por tanto, ¿quién podría alabarse mejor? A esto antepone la imagen de ciertos intelectuales hipócritas que sobornan a algún retórico para que recite sus mentiras (capítulo III). Ella, sin embargo, será siempre sincera. Prueba de ello será su discurso improvisado y repentino.

     No sería propio de la Locura definirse a sí misma como si estuviera escribiendo un tratado serio, una enciclopedia. A esto se le añade la imposibilidad de establecer límites: su poder lo abarca todo, está en todas partes. Por eso, comenzará diciendo simplemente que ella es una dispensadora de bienes, llamada Stultitia por los latinos y Moria por los griegos.        

     Es en este punto (capítulo IV) donde comienza a establecer un paralelismo con las divinidades grecolatinas. Así, pasa a establecer su genealogía en el capítulo VII. Habla de su padre, Pluto (“el verdadero padre de los dioses y de los hombres); de su lugar de nacimiento, las islas Afortunadas (“donde no hay trabajos, ni vejez, ni enfermedad”), lugar exento de preocupaciones; de las ninfas que la criaron, la Ebriedad y la Ignorancia, dos componentes importantes de la Locura; de los compañeros que la acompañan (el Amor Propio, la Adulación, el Olvido, la Pereza, la Voluptuosidad, la Demencia, la Molicie y los dioses Festín y Sublime Modorra)… Sus redes son, por tanto, verdaderamente amplias. Nadie puede escapar de ella: “ejerzo autoridad incluso sobre las autoridades” (capítulo IX).

     Finalmente, Estulticia pasa a presentar los beneficios que ofrece: de ella procede el origen mismo de la vida y de todo lo que es placentero en ella. La Locura o Insensatez proporciona al alma una alegría similar a la embriaguez constante, un placer sin egoísmo. ¿Cómo podríamos rechazarla entonces? ¿Quién no querría ser feliz? Estulticia se muestra constantemente como el único camino hacia la felicidad completa, pues ni los mejores oradores pueden conseguir el mismo efecto en su público.

 Fuentes:

-DE ROTTERDAM, Erasmo, Elogio de la locura o encomio de la estulticia, edición y traducción a cargo de Pedro Voltes, introducción de Juan Antonio Marina, Madrid, Espasa Calpe, colección Austral, 2008, 16ª ed.