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Estulticia

La mujer, “animal ciertamente estulto”

     Erasmo habla de la estupidez del ser humano en general a través de Estulticia. Sin embargo, en el capítulo XVII se refiere a las mujeres. Comienza diciendo que el varón está destinado a gobernar las cosas de la vida, algo para lo cual se le debió otorgar “algo más del adarme de razón concedido”. Por eso, Estulticia decide “que se le juntase con una mujer, animal ciertamente estulto y necio, pero gracioso y placentero, de modo que su compañía en el hogar sazone y endulce con su estupidez la tristeza del carácter varonil”. Ninguna mujer puede según ella llegar a ser tenida por sabia (y si lo intenta sólo conseguirá ser doblemente necia). “Así, la mujer será siempre mujer, es decir, estúpida”. Pero precisamente por eso, debe estar agradecida a Estulticia por tener más suerte que los hombres en muchos casos. Por otra parte, en la relación entre ambos la Locura está siempre presente, pues si, por un lado, es la necedad la que encomienda las mujeres a los hombres, por otro, no hay nada que éstos no les toleren. El capítulo acaba así: “De ello son prueba, piense cada cual lo que quiera, las tonterías que le dice el hombre a la mujer y las ridiculeces que hace cada vez que se propone disfrutar de ella. Ya sabéis, por tanto, el primero y principal placer de la vida y la fuente de que emana ésta.”

     Espero no haber asustado a nadie con estas citas. Debemos decir que la imagen de la mujer durante el Renacimiento no es la misma que podemos tener en la actualidad, aunque sí han pervivido ciertos tópicos. Es conocida la antigua visión de la mujer como ser irracional, capaz de pensar por sí misma, eternamente tutelada por el hombre, con una humanidad puesta en duda en momentos como el Concilio de Mâcon (en el que se discute frenéticamente si tiene alma)… Aunque pueda parecer que todo esto forma parte del pasado, el poso que ha dejado en la mentalidad colectiva sigue y seguirá presente durante mucho tiempo. Al decir la Locura que la mujer es “un animal ciertamente estulto” alaba su despreocupación, su incapacidad para pensar demasiado, su forma de dejarse llevar por las pasiones y de disfrutar del momento (“son de natural más propensas al placer y a la jocosidad”, dirá en el capítulo XXXVI). Algunos de estos aspectos nos son conocidos, pues, ¿acaso no hemos oído decir nunca el tópico que las mujeres son más sentimentales que los hombres o que se dejan llevar antes por los impulsos que éstos? Hasta la década de 1960 aproximadamente se enseñaban en los colegios españoles los valores característicos de cada sexo agrupados en dos columnas de la siguiente manera: 

                             

 

Imagen obtenida de:

PALACIOS, Luís (coord.), Historia de España, Madrid, Club Internacional del Libro, 2007.

     Aunque afortunadamente en nuestros tiempos los centros de enseñanza ya no se dedican a este tipo de cosas, la idea de que la mujer es, en general más sentimental, impulsiva y pasional que el hombre ha seguido presente en zonas más o menos ocultas de nuestra conciencia. Además, existe la sensación de que puede ser más empática, comprender mejor los sentimientos de los demás. ¿Es esto cierto o se trata sólo de un tópico derivado de unas ideas muy antiguas a las que se unen aspectos como su clásica vinculación al ámbito familiar? ¿Es la mujer más sentimental que el hombre o sólo se trata de que tiene menos reparos en mostrar sus sentimientos (o ninguna de ambas cosas)? ¿Qué opinas?

Fuentes:

-DE ROTTERDAM, Erasmo, Elogio de la locura o encomio de la estulticia, edición y traducción a cargo de Pedro Voltes, introducción de Juan Antonio Marina, Madrid, Espasa Calpe, colección Austral, 2008, 16ª ed.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=32589

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Estulticia

Estulticia y la postmodernidad

     Estulticia, la locura, bien podría ser un personaje de una obra de nuestros días. A lo largo de todo su elogio defenderá valores que pueden oler a postmodernidad. Por una parte, pone en cuestión todo lo que se ha dicho y se ha creído hasta entonces, todo lo que siempre ha parecido ser lo lógico, lo racional. El mundo no es como los sabios quieren que sea, ni tampoco es visto por todos igual. Ni siquiera lo podemos comprender por completo, pues “es tan grande la oscuridad y la variedad de las cosas humanas que nadie puede conocer de modo diáfano”. Todo es relativo, aparecen los distintos tonos de grises: “si alguien come una salazón podrida de la que los demás no pueden soportar ni siquiera el olor y a él le sabe a ambrosía, ¿qué le impide ser feliz?” (capítulo XLV). A ello se le suma la propia insignificancia de la vida de cada ser humano: “nadie podría imaginar el bullicio y las tragedias de que es capaz un animalillo de tan corta vida, pues en una batalla o en una peste se aniquilan y desaparecen en un instante millares de tales seres” (capítulo XLVIII).

     ¿Podemos decir entonces que Erasmo es un postmoderno adelantado a su tiempo? Es cierto que el ambiente en el que vive se parece mucho al nuestro por la fuga de certezas, la espera de novedades y el sentimiento de crisis. Sin embargo, a pesar de todo esto él cree firmemente en las posibilidades del ser humano, en el progreso, en la posibilidad de un mundo mejor (de hecho llega a ser un auténtico idealista en este sentido). Además, debemos tener en cuenta que quien habla en el Elogio es la Locura y, aunque todas las cosas que diga puedan parecer ciertas, no podemos tomarla en serio. A través de ella el autor critica todo lo que no le gusta, pero también aprovecha que es Estulticia y no él quien habla para llevarlo al absurdo, para ridiculizarlo hasta el extremo.

     Erasmo intenta escribir para el gran público. Utiliza los medios literarios para llegar a los lectores. En esto es un ultramoderno. Sin embargo, la técnica que utiliza se queda en la postmodernidad. La ironía expande confusión. Ballart escribe que es una modalidad del pensamiento y del arte, sobre todo en épocas de desazón espiritual, en las que dar explicación de la realidad se convierte en un propósito abocado al fracaso. Pero hay que distinguir dos tipos de ironía. Por una parte, la ironía antigua es un artificio sin dolo. Consiste en expresar una cosa diciendo la contraria. Sin embargo, la ironía postmoderna es una concepción del mundo. La afirmación de que nada tiene un significado preciso. Un elogio de lo equívoco. Erasmo no se enreda aquí. Su ironía es antigua, no desemboca en un escepticismo diletante. No es postmoderno, sino un ilustrado ultramoderno.

Fuentes:

-DE ROTTERDAM, Erasmo, Elogio de la locura o encomio de la estulticia, edición y traducción a cargo de Pedro Voltes, introducción de Juan Antonio Marina, Madrid, Espasa Calpe, colección Austral, 2008, 16ª ed.

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El elogio de la locura Estulticia

Estulticia se presenta

 

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     “Diga lo que quiera de mí el común de los mortales, pues no ignoro cuán mal hablan de la Estulticia incluso los más estultos, soy, empero, aquella, y precisamente la única, que tiene poder para divertir a los dioses y a los mortales cuando quiero” (Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura, capítulo I).

     En los primeros capítulos Estulticia se presenta e introduce su propio elogio como haría cualquier orador o escritor. A lo largo de toda la obra es ella quien habla en primera persona, ensalzando sus virtudes y mostrando su papel preponderante en todos los aspectos de la vida. Sus argumentos llegan a estar tan bien trabados que el lector puede sentirse tentado de darle la razón. Sin embargo, no hay que olvidar que se trata de la Locura. En este sentido, podemos decir que a lo largo de la obra se mezclan varias cosas. Por una parte, resulta irónico que Estulticia se elogie a sí misma, no parece serio, no nos podemos fiar de lo que dice. No obstante, a la vez, ella critica todo tipo de colectivos y actitudes; es más, aparece continuamente la idea de que ella es la única que se muestra tal como es: todos los demás fingen, ocultan sus verdaderos instintos y motivos, tratan de parecer racionales.

     Estulticia comienza hablando de la mala imagen que tiene. Los mortales hablan mal de ella, sin embargo, en realidad, la aprecian: el auditorio se relaja y alegra cuando ella toma la palabra. Dejarse llevar por ella, evitar pensar… es a menudo el camino más fácil. En este sentido, Estulticia se compara con el nepente, bebida divina que provoca el olvido y con él el alivio, la felicidad. El ser humano necesita de la Locura, pero además ésta es algo consustancial a su naturaleza, le es imposible desprenderse de ella. No se puede tomarse la vida siempre en serio (con frecuencia resulta absurda).

     En el capítulo II Estulticia presenta su propósito: va a realizar un encomio de sí misma. Aunque esto no sea lo habitual, a ella le parece lógico: ¿quién se conoce mejor que uno mismo? Por tanto, ¿quién podría alabarse mejor? A esto antepone la imagen de ciertos intelectuales hipócritas que sobornan a algún retórico para que recite sus mentiras (capítulo III). Ella, sin embargo, será siempre sincera. Prueba de ello será su discurso improvisado y repentino.

     No sería propio de la Locura definirse a sí misma como si estuviera escribiendo un tratado serio, una enciclopedia. A esto se le añade la imposibilidad de establecer límites: su poder lo abarca todo, está en todas partes. Por eso, comenzará diciendo simplemente que ella es una dispensadora de bienes, llamada Stultitia por los latinos y Moria por los griegos.        

     Es en este punto (capítulo IV) donde comienza a establecer un paralelismo con las divinidades grecolatinas. Así, pasa a establecer su genealogía en el capítulo VII. Habla de su padre, Pluto (“el verdadero padre de los dioses y de los hombres); de su lugar de nacimiento, las islas Afortunadas (“donde no hay trabajos, ni vejez, ni enfermedad”), lugar exento de preocupaciones; de las ninfas que la criaron, la Ebriedad y la Ignorancia, dos componentes importantes de la Locura; de los compañeros que la acompañan (el Amor Propio, la Adulación, el Olvido, la Pereza, la Voluptuosidad, la Demencia, la Molicie y los dioses Festín y Sublime Modorra)… Sus redes son, por tanto, verdaderamente amplias. Nadie puede escapar de ella: “ejerzo autoridad incluso sobre las autoridades” (capítulo IX).

     Finalmente, Estulticia pasa a presentar los beneficios que ofrece: de ella procede el origen mismo de la vida y de todo lo que es placentero en ella. La Locura o Insensatez proporciona al alma una alegría similar a la embriaguez constante, un placer sin egoísmo. ¿Cómo podríamos rechazarla entonces? ¿Quién no querría ser feliz? Estulticia se muestra constantemente como el único camino hacia la felicidad completa, pues ni los mejores oradores pueden conseguir el mismo efecto en su público.

 Fuentes:

-DE ROTTERDAM, Erasmo, Elogio de la locura o encomio de la estulticia, edición y traducción a cargo de Pedro Voltes, introducción de Juan Antonio Marina, Madrid, Espasa Calpe, colección Austral, 2008, 16ª ed.

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Erasmo de Rotterdam

Erasmo y El elogio de la locura

     Antes de analizar el contenido de la obra es interesante responder a esta pregunta: ¿qué nos dice el Elogio de la locura de su autor? Es cierto que hay mucho de la personalidad y del pensamiento de Erasmo en él, pero también hay elementos que no encontramos en otras partes y que sólo podemos entender si profundizamos en el contexto que rodea al humanista en el momento en el que lo redacta, pero, ¿qué es lo que lleva a un defensor de la razón a escribir una obra en la que la locura habla en primera persona?

     Erasmo es, tal vez, un hombre demasiado idealista. Sueña con un mundo en paz (de hecho, está convencido de que esto es posible), en el que el cristianismo vuelva a su forma primitiva, en el que importe más lo que hay en el interior de cada individuo que lo que manifiesta exteriormente a través de complejos rituales y oraciones repetitivas. Quiere, por tanto, que las cosas sean como deberían ser, como le parece lógico que tienen que ser: no resulta racional que el ser humano se destruya a sí mismo o a sus propias obras, que Dios prefiera una plegaria recitada mecánicamente a un sentimiento verdadero. Sin embargo, él no vive al margen de la realidad, aunque a veces ésta le golpee más fuerte de lo que espera. Es en uno de estos momentos cuando escribe su Elogio. La idea se le ocurre durante un viaje en el que se dirige a Inglaterra procedente de Italia. Allí ha visto una Iglesia, y en definitiva un mundo, en plena decadencia: los obispos viven rodeados de lujos y de placeres, el papa (Julio II) es un guerrero más, el pueblo está en la miseria, los príncipes se destrozan unos a otros… Entonces, se da cuenta de que la razón apenas tiene poder y de que por doquier reina una insensata confusión. Piensa en todo lo que ha escrito, leído y visto, en la ambición, el orgullo, la vanagloria y el engaño y, considerando que no es momento para meditaciones serias, decide divertirse escribiendo.

     El pensador elabora una obra en la que ensalza la locura (o más bien en la que la locura se ensalza a sí misma). Todo lo que ha visto, le lleva a pensar que ésta es la fuerza que mueve el mundo. La razón, la cordura, al parecer no lleva a ningún lugar: cuanto más sensata es una persona peor vive, el cuerdo no emprende a menudo grandes acciones (el miedo al fracaso es un freno), se ensalza la ignorancia o el error, se admira a quien más incompetente resulta, las ciencias no conducen a la felicidad, la civilización es un castigo. Pero afirmar todo esto es reconocer también su propio fracaso y el de todo su pensamiento. Tal vez, por eso, Erasmo haya optado en este caso por divertirse escribiendo el encomio de la estulticia. Reflexionar ahora sería demasiado duro. ¿Es posible que por un momento desee no ser consciente de todo esto, vivir en la ignorancia, dejarse arrastrar por la insensatez? Aunque así lo sienta, Erasmo no se da por vencido. Esta obra no es fruto de su pesimismo, sino de una ironía llevada al extremo, que busca, como siempre, llevar a la reflexión (en este caso de una forma más provocadora). El autor está convencido de que Estulticia no debe gobernar el mundo y ataca a todos los que la ensalzan a través de su propio encomio.

     En definitiva, Erasmo no puede evitar resistirse a un mundo en el que la insensatez es la madre, el origen, de todo lo que se valora, en el que la incompetencia se premia, la ignorancia proporciona una vida agradable y la sabiduría sólo supone desdicha. ¿No es un mundo sorprendentemente actual? El imperio de Estulticia se sigue manteniendo hoy, con muchos más matices con muchas nuevas formas. Ése todo que abarca la locura ha ido colonizando nuevos terrenos conforme lo ha hecho el hombre, tan íntimamente ligado a ella.

     Fuentes:

-DE ROTTERDAM, Erasmo, Elogio de la locura o encomio de la estulticia, edición y traducción a cargo de Pedro Voltes, introducción de Juan Antonio Marina, Madrid, Espasa Calpe, colección Austral, 2008, 16ª ed.

-DE ROTTERDAM, Erasmo, Elogio de la locura, edición a cargo de Teresa Suero Roca, Barcelona, Bruguera, 1974.