La evolución del cultivo de secano

Como el paisaje de La Plana se compone principalmente de terrenos de escasa pendiente, los principales factores que determinan la intensidad de ocupación de la tierra son el demográfico y la disposición de utillaje. La costosa fuerza de tiro constituía el distintivo entre el labrador de mejor situación económica y el bracero que apenas podía contar con sus propias manos. El sostenimiento de estos factores de producción constituía el principal gasto de los costes agrícolas. Sin embargo, conforme se incrementó la superficie cultivada y su producción, de igual manera aumentó el uso del ganado de labor, llegando hasta la mayoría de productores.

En este sentido, se experimenta una progresiva sustitución del ganado bovino por el equino, convirtiéndose en mayoría la presencia de asnos, mulos y caballos. Ambos ofrecen ventajas e inconvenientes: el ganado equino, por su parte, es más rápido, lo que permite ajustarse a las grandes dimensiones de las parcelas castellonenses, aunque bien es cierto que es más débil y que el surco que realiza es menos profundo que el bovino. Pese a ello, su actividad se ajustaba bien a las exigencias del campo castellonense y del uso del arado romano con rejilla metálica. A su vez, a ello colaboraba el hecho de que el mantenimiento de un asno o una mula seguía conviniendo más que la contratación de un mayor número de campesinos.[1]

La presión demográfica que se manifestó a partir del siglo XVI llegó a obligar a utilizar las tierras marginales, como las marismas, para expandir las tierras de cultivo. Tampoco pueden desestimarse otros intereses, como los sanitarios o las necesidades de tránsito, pero fue sobre todo la agricultura la que impulsó este episodio.

Para desarrollar este tipo de bonificaciones era necesario coordinar los esfuerzos con las huertas que gozaban de regadío, pues se necesitaba de la creación de una infraestructura elemental de escorrentías que serían la base del crecimiento progresivo de estas tierras. El proceso de puesta en cultivo real es muy lento, pero, aunque los incrementos experimentados entre las distintas fechas sean pequeños,[2] no debe perderse de vista que las extensiones conseguidas son notables en conjunto y se mantienen sin retrocesos. El balance general es muy positivo, llegando a representar a finales del XVIII hasta un 60% del área cultivada en Castellón. Este proceso requería además de una inversión en trabajo muy elevada: excavación del suelo, con cuyo lodo quedaba realzada el área que sería utilizada para el cultivo, su desecación y la meteorización del propio suelo.

Estas obras, sin embargo, eran inútiles si no se realizaban continuas actividades de mantenimiento por parte de la comunidad. En el caso de Castellón, y a diferencia de Valencia, que utilizaba mano de obra remunerada, recurría fundamentalmente a prestaciones obligatorias. La ciudad se organizaba en seis distritos y los trabajadores se organizaban en grupos a cuya dirección se encontraba un cap, quien sí que recibía un salario. [3]


[1] DOMINGO PÉREZ, D., Pasado y presente de una agricultura mediterránea: la Plana de Casterllón. Dirigida por P. Pérez Puchal. Tesis doctoral inédita. Universidad de Alicante, Facultad de Geografía e Historia, 1981-1982, pp. 206-216.

[2] Ver anexo 1.

[3] DOMINGO PÉREZ, D., op. cit., pp. 217-228.

 

 

Anexo 1:

Evolución de la superficie de tierras de marjal roturadas
Evolución de la superficie de tierras de marjal roturadas

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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