Gobierno y administración de la villa de Elda (II): Las rentas del condado.

Respecto a las rentas a pagar en el condado de Elda, tenemos que hablar en primer lugar del pecho, que consistía en un censo anual y perpetuo, a percibir en moneda, que los nuevos pobladores debían satisfacer por las casas y tierras que se les establecían. Por su carácter de renta fija en metálico, el señor tenía garantizado su cobro independientemente del resultado de las cosechas, pero esto traía consigo el inconveniente de la desvalorización, que progresivamente la iría situando entre las rentas señoriales de menor peso. A pesar de existir variedad de fórmulas impositivas, lo más frecuente era que casa y tierra pecharan por separado, como ocurría en Elda o en Novelda. No así en Petrer y Monòver, donde el reparto se había hecho en lotes iguales que llevaban incluidos ambos conceptos.

De acuerdo con la carta de población de 1611, en Elda la cuantía de la concesiones dependía de la voluntad del titular de señorío, quien estipulaba que el pago de censo seria proporcional al valor de los bienes establecidos, y que este valor se había de estimar de acuerdo con un apeo realizado por personas expertas e inteligentes. Una vez hecho el apeo, la cuantía de los pechos quedaría de la siguiente forma: las casas pagarían tres dineros por libra (1,25% sobre el valor estimado); las huertas y viñas, seis (2,5%); las algualejas y tierras campas y de regadío, cuatro (1,66%); y los olivares y secanos, tres (1,25%).[1]

Pasamos a continuación a hablar de otro tipo de renta, el diezmo. Consistía en una renta anual en metálico fijada en los establiments valencianos que iba acompañada de una partición de frutos que consistía en la entrega al señor de una parte de la cosecha. Pero esta renta no existía en varios de los señoríos meridionales del Reino de Valencia, como el Marquesado de Elche y las Baronías de Aspe y Monóvar, señoríos en los que, con excepción de Elche y junto a la baronía de Novelda, sus titulares eran los únicos perceptores de los diezmos. Este era también el caso del Condado de Elda, en el que la percepción de la renta decimal por el dueño del lugar compensaba en buena medida la ausencia de la partición de frutos, puesto que a ella estaban sujetas todas las tierras, las de población y, desde 1684, las de natural.[2]

El diezmo gravaba todos los productos de la agricultura y la ganadería aunque la cuantía de la tributación no era igual para todos los cultivos. Por otro lado, no afectaba a las propiedades sino al producto de las cosechas y, por lo tanto, estaban sujetas a él todas las propiedades cultivadas, independientemente de su naturaleza. De ahí la importancia que esta renta representaba para los señores y especialmente para aquellos que, como el Conde de Elda, no habían incluido la partición de frutos en los capítulos de 1611. De modo que en el condado de Elda pagaban el diezmo las tierras pechadas y, a partir de 1684, las francas o alodiales (de natural). Con la Concordia de dicho año finalizaba este proceso y se daba un nuevo paso en la cuestión de los diezmos, desapareciendo el pecho viejo de las tierras de natural a cambio de someterlas a la renta decimal.

A lo largo del siglo XVIII las rentas del condado se vieron también afectadas por varios cambios en la proporción de los diezmos. Hay modificaciones que atañen a Petrer y que, según la Concordia de 1727, pretendían evitar fraudes en el modo de medir los granos de trigo, centeno, cebada y avena, así como beneficiar a los vecinos de la villa en el pago del diezmo de estos cereales. Con este fin se establece que los vecinos “… no paguen de oy en adelante, de los granos de trigo, cebada, avena y centeno solamente más que de diez una…”. Hasta entonces pagaban de ocho una, según los capítulos de población; pero, continuaba el texto de la Concordia: “…deviéndose diezmar astta de las gramas, sin dejar parte ni porción alguna que no se mida y pague el diezmo en la conformidad que se concede”.[3] Podemos decir que se trata de una rebaja importante por incidir en los cultivos de subsistencia, siendo la primera vez que el cambio en la proporción decimal afecta a estos productos. Uniendo esto a las mejoras que Petrer había obtenido en la Concordia de 1640, puede concluirse que todos o casi todos los frutos de la villa, a partir de 1727, contribuirían con la décima parte de sus producciones.[4]

Otra de las rentas a pagar eran las regalías, que suponían una destacada fuente de ingresos para el titular del condado, convirtiendo poco a poco en una de las más importantes después de la renta decimal. En ellas incluimos los monopolios señoriales y el aprovechamiento de montes y pastos.

Respecto a los monopolios señoriales, tras la expulsión de los moriscos, en la Carta de Población de Elda de 1611, el Conde se reservaba el monopolio absoluto de “…la flaqueria, taverna, hostal, forns, molins, almaseres y qualsevol altres venderies per menut…”[5], a excpcion de las tiendas, quedando la venta del pan, el vino y oros productos en manos de la persona o personas designadas por el Señor. De este modo, la tienda pasaba ahora a ser administrada como propio del Ayuntamiento para ayudar a la villa en los gastos que suponía la conducción del agua desde Villena. A cambio de ello, los vecinos tenían que pagar cien libras anuales.

La importancia de estas regalías derivaba del control que el señor establecía sobre algunos de los sectores más importantes de la economía, acaparando una serie de actividades básicas para el campesino. Hay que señalar que en ocasiones le resultaba difícil que ese control fuera realmente efectivo y podía verse obligado a acudir a los tribunales cuando quería hacer valer estos derechos.

 


[1] BELANDO CARBONELL, Remedios. El Condado de Elda, Siglos XVII-XVIII. De la expulsión de los moriscos a la desaparición del señorío (I). En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda, Caja de ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp. 206-208. ISBN 84-87962-21-1

[2] BELANDO CARBONELL, Remedios. Ref. 1.

[3] BELANDO CARBONELL, Remedios. El Condado de Elda, Siglos XVII-XVIII. De la expulsión de los moriscos a la desaparición del señorío (I). En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda, Caja de ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp. 209. ISBN 84-87962-21-1

[4] BELANDO CARBONELL, Remedios. Ref. 3.

[5]   BELANDO CARBONELL, Remedios. El Condado de Elda, Siglos XVII-XVIII. De la expulsión de los moriscos a la desaparición del señorío (I). En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda, Caja de ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp. 210. ISBN 84-87962-21-1

Gobierno y administración de la villa de Elda (I)

El gobierno y la administración de la villa de Elda pertenecían al conde como titular de la jurisdicción. El señor estaba investido de la «suprema jurisdictio mer y mixti imperi, por lo que su poder iba más allá de lo establecido en la Carta de Población, pudiendo juzgar e imponer penas en lo civil y en lo criminal. Estos poderes los ejercía personalmente y a través de su representante directo, el Procurador General y Baile, y de los magistrados elegidos y nombrados.[1]

Existían dos magistrados, que eran elegidos por el Conde: un justicia mayor, que tenía las funciones de determinar totes les causes civils y criminals que per furs y privilegis del present Regne li toquen y son de sa jurisdició”[2], cuatro jurados, un mustafat (encargado de los mercados y del control de los pesos y de las medidas públicas), y un sobrecequier y repartidor de las aguas

Por lo que respecta al reparto de los bienes concedidos por el conde a los nuevos pobladores, la Carta de Población de Elda establecía que «lo dit señor conte, a su elecció, haja de donar y done lo numero de tafulles de terra, viñes, algolejas, olivars y figuerals que ben vist li será, a cascun de dits pobladors…, es decir, que lo que entregaba el señor a cada uno de los pobladores dependía estrictamente de su voluntad.[3]

 

Elda. Primeros establecimientos (1612), (Belando, R., 1990)

Elda. Primeros establecimientos (1612), (Belando, R., 1990)

Los veintinueve establiments firmados, en 1612, entre el conde y los nuevos pobladores de la villa de Elda son la mejor prueba de las características del reparto, pues en cada uno de ellos se describen las distintas parcelas asignadas, con su localización y linderos, tipo de cultivo, justiprecio y censo, es decir, renta en dinero.

Gracias a estos datos podemos observar  la desigual distribución de las haciendas, ya que mientras los justiprecios de tierras oscilan entre 91 y 643 libras, los censos van aproximadamente de 1 a 14 libras, en ambos casos con gran diversidad de los valores intermedios, lo que, por otra parte, también refleja una clara diversificación social.[4]

Hay que señalar también que los nuevos pobladores estaban obligados a vivir en la villa, debiendo darse de baja en sus lugares de origen y trasladarse al nuevo domicilio. Todas estas diligencias tenían que registrarse para controlar las infracciones y actuar en consecuencia. Una vez se encontraban en sus nuevos domicilios, los repobladores habían de cultivar la tierra “a us y costum de bons llauradors”[5]. La negligencia en este cometido sería causa de confiscación.

Por último, eran también motivo de confiscación el comportamiento belicoso de alguno de los pobladores y los crímenes cometidos contra el señor, su casa y los miembros de su familia.

 

 

 


[1] BELANDO CARBONELL, Remedios. El Condado de Elda, Siglos XVII-XVIII. De la expulsión de los moriscos a la desaparición del señorío (I). En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda, Caja de ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp. 204. ISBN 84-87962-21-1

[2] BELANDO CARBONELL, Remedios. Ref. 1.

[3] BELANDO CARBONELL, Remedios. El Condado de Elda, Siglos XVII-XVIII. De la expulsión de los moriscos a la desaparición del señorío (I). En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda, Caja de ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp. 205. ISBN 84-87962-21-1

[4] BELANDO CARBONELL, Remedios. Ref. 3.

[5] BELANDO CARBONELL, Remedios. El Condado de Elda, Siglos XVII-XVIII. De la expulsión de los moriscos a la desaparición del señorío (I). En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda, Caja de ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp. 206. ISBN 84-87962-21-1

La repoblación de la villa de Elda (1605-1639)

La Carta Puebla de la villa de Elda fue firmada el 11 de noviembre de 1611. Fue escrita en valenciano y en ella aparecen nombrados 138 vecinos, tanto antiguos como nuevos pobladores. Hay que señalar que la comunidad morisca suponía el 88% de la población eldense de 1609.

Para poder llevar a cabo el estudio de la población de esta villa se han extraído los datos del Archivo Parroquial de la Iglesia de Santa Ana de Elda, correspondiente al Libro de Bautismos y Matrimonios, 1596-1639. En ellos se habla de los matrimonios y aparece bastante información relacionada con personas nacidas fuera de nuestra población pero que casaron en Elda, dándose matrimonios entre dos miembros foráneos o entre un natural de Elda y una mujer de fuera. También aparecen casamientos de vecinos naturales de Elda.

Por otro lado, hay que señalar que de los 138 nombres listados en la carta puebla, sólo en cuatro casos aparece indicado su población de origen: Francés Grau y Ginés Alonso, albos de Villena; Joan Peres, de Agost; otro Joan Peres, de Sent Joan (actual San Juan de Alicante)[1]

El motivo por el que sólo se nombran en estos documentos los bautizos y matrimonios de personas de procedencia foránea es para esclarecer el origen de los nuevos pobladores eldenses. Aunque hay que señalar que no todos los matrimonios que aquí se exponen se corresponden con personas repobladoras.

Podemos decir que la repoblación de la villa de Elda, tras la expulsión de los moriscos, fue muy diversa debido a la posición geográfica de Elda en la frontera meridional de reino de Valencia con el reino castellano de Murcia y con Castilla, pues ello permite que las poblaciones de ambos lados de la raya fueran las que más contingente demográficos prestaron a Elda, siendo el casi de la ciudad de Villena y Villa de Sax, en el marquesado de Villena y de las villas valencianas de Onil y Petrer. Si se añaden las poblaciones de Alicante, Monóvar y Muchamiel, la proporción asciende al 53,1%, alcanzando el 65,49% si incluimos las localidades de Agost, Salinas, Aspe y Novelda.[2]

Para finalizar, hay que señalar que treinta años después de la expulsión de los moriscos de la villa de Elda en 1609, aún no se habían recuperado los noveles anteriores a la expatriación de la población morisca eldense. Parece ser que fue a finales del siglo XVII cuando se alcanzarían dichas cifras.

El enlace del preterense Lois Cafforlí con la eldense Isabel Alfaquí fue la última boda de cristianos nuevos que se ofició en la villa. Por otro lado, las dos últimas moriscas bautizadas en Elda fueron las niñas Leonor Bufarquí y Joana March, cristianizadas el viernes 25 de septiembre de 1609, diez días antes de su expulsión.

 


[1] GISBERTE PÉREZ, Emilio. Apuntes demográficos para el conocimiento de la repoblación eldense (1605-1639), Revista del Vinalopó: Cartas de poblament del Vinalopó. La repoblación després de l’ expulsió. CEL (Centre d´Estudis Locals del Vinalopó), 2011, nº 14, pp.  93-94

[2]GISBERTE PÉREZ, Emilio. Apuntes demográficos para el conocimiento de la repoblación eldense (1605-1639), Revista del Vinalopó: Cartas de poblament del Vinalopó. La repoblación després de l’ expulsió. CEL (Centre d´Estudis Locals del Vinalopó), 2011, nº 14, pp.  99

 

La población del Señorío de Elda desde la expulsión de los moriscos

Como ya sabemos, en el año 1609 la población morisca fue expulsada del Reino de Valencia por orden del rey Felipe III. Las repercusiones demográficas fueron muy graves, peo también afectaron a las relaciones entre distintos grupos sociales, pues se produjo un aumento de poder de los señores de la tierra, disminuyeron las rentas de la burguesía y crecieron las cargas económicas de los campesinos.

Dentro de esta problemática situación podemos enmarcar a la Villa de Elda, que en el año 1563 contaba con 231 casas de moriscos; en 1572, 285 casas; en 1602, 295 casas de moriscos y en 1609, 700 casas de moriscos. Por tanto, en el momento de la expulsión, Elda tendría una población aproximada de unos 2000 habitantes, de los que el 65% serias moriscos y el 35% restante cristianos viejos.[1]

En la Carta de Población de Elda, al igual que en el resto, se establece el modelo de sociedad fuedo-señorial y los mecanismos de funcionamiento. Dicho documento fue dado por D. Antonio Coloma Calvillo, Conde de Elda, Señor de la Baronía de Petrel y el Lugar de Salinas. Del documento destaca una carta del rey al Con de Elda el 4 de octubre de Elda1609 con la que los morisco de Elda y Petrel fueron conducidos a Alicante para ser embarcados hacia el norte de África. Además, en ella se dice también cuál fue la causa de la expulsión: la obstinada resistencia a la conversión[2]. También se exponen en la carta las pautas a seguir para llevar a cabo la repoblación, pudiéndose dividir estos repobladores en dos bloques: los que se dedicarían a estructurar el gobierno y la administración de la Villa y lo que se encargarían de las cargas económicas y de otros derechos y obligaciones de los vasallos.

Como ya hemos dicho, en la Carta de Población de Elda se exponía el modelo de sociedad feudal, en la que el Señor era el titular de la jurisdicción y de dominio de la tierra. El reparto de las casas y haciendas se hacía a elección del Conde. En cuanto a las cargas económicas impuestas a los pobladores, éstos han de pagar un censo anual perpetuo, proporcional al valor de cada tipo de tierras y de las casas que le hayan correspondido[3]. También debían pagar cargas señoriales por el uso de molinos de la Señoría, y para controlar el pago del mismo se puso un peso público. Además, debían entregar cien libras al Señor como compensación por el pago y amortización de los censales y otros préstamos que pesaban sobre la comunidad de la villa antes de la expulsión.

Por otro lado, hay que comentar que al final de la Carta aparecen relacionados 138 vecinos de la villa que se representan a sí mismos y a los ausentes, que dicen ser la mayor parte y estar convocados en consejo general. De ellos sólo en cuatro casos se señala el lugar de procedencia: uno de Agost, dos de Villena, y uno de Gandía. Aplicando el coeficiente de 4,5, nos daría una población de la villa en torno a 620 habitantes, semejante al anterior 35% de cristianos viejos que permanecieron después de la expulsión de los moriscos[4]

Por último, sabemos que la población de Elda se mantuvo estancada desde 1615 hasta 1646 con 170 vecinos, pero en la segunda mitad de siglo se produjo un crecimiento de la población con el que se llegó a los valores anteriores a la expulsión morisca, por lo que tuvo que suponer un importante movimiento inmigratorio.


[1] SÁNCHEZ RECIO, Glicerio. Revista del Vinalopó: Cartas de poblament del Vinalopó. La repoblación després de l’ expulsió. Carta de Población del Señorío de Elda, 1611-1612. En conmemoración del LXXV aniversario de la conversión de la Villa en Ciutat, 1904-1979, Universidad de Alicante, CEL (Centre d´Estudis Locals del Vinalopó), nº14, 2011, pp. 191-198

[2] SÁNCHEZ RECIO, ref. 1.

[3] SÁNCHEZ RECIO, ref. 1.

[4] SÁNCHEZ RECIOO, ref. 1.

Organización administrativa de Petrer (II): La Clavería

Dentro de la política local existe un aspecto clave, y es el de la hacienda municipal, pues con ella se administra todo lo relativo a la comunidad vecinal.

La hacienda de las pequeñas villas y lugares señoriales, como es el caso de Petrer en el siglo XVII, contrasta con las finanzas estudiadas de las grandes ciudades forales. Petrer es el ejemplo de una pequeña comunidad agraria donde la composición de las rentas y gastos municipales puede estar mediatizada por la extracción  señorial y estatal, y donde la política fiscal aplicada incide en los arbitrios directos y en el recurso al crédito más que en la imposición indirecta.[1]

Respecto al funcionamiento de las claverías, el clavari se encargaba de registrar en los Llibres de Clavària las rentas y gastos municipales, pero hay que decir que de ellos no puede deducirse la existencia de un presupuesto municipal, pues no hay cómputo anticipado. Sólo se puede hablar de vago presupuesto al iniciarse el año financiero cuando los jurados trasladan al nuevo clavario la recaudación de una serie de ingresos conocidos.

Los jurados, durante el año financiero en curso, despachan al clavari cartas y mando de pago para cubrir todos aquellos gastos imprevistos que van surgiendo en  la actividad de los oficiales para los cuales no hay crédito ni dotación financiera habilitada. Este tipo de gastos se conocía como gasto corrent y era el que predominaba.[2]

Toda esta actividad de la clavería estaba supervisada por las revisiones de las cuentas que realizaba el señor feudal periódicamente a través de un juez de residencia. Dicho juez inspeccionaba la hacienda local para vigilar y garantizar la percepción de los derechos condales.

Una de las funciones de los oficiales y magistrados locales era la de atender y gestionar las fuentes de ingresos de la hacienda local, y para ello el municipio recurría a varios recursos financieros, distinguiendo así entre rentas por propios e ingresos por arbitrios.[3] Las primeras incluían los bienes de la villa (agua, tierra y casas) que podían ser utilizados de forma comunitaria y por ello no reportaban ingresos, o podían ser arrendados a particulares a cambio de una renta. De manera que estos bienes patrimoniales de la villa aportanban ingresos a la clavería local sin gravar a los habitantes del pueblo. Pero los propios de la villa de Petrer eran escasos, por lo que constituían una fuente de ingresos prácticamente nula en el s. XVII.[4]

Las rentas por propios y las regalías de Petrer cubrían menos de un cuarto del gasto general, lo que propiciaba que la mayor parte de los desembolsos y obligaciones financieras de la hacienda local debían ser cubiertas por arbitrios y por el recurso al crédito. De este modo, podemos observar como la fiscalidad incidía sobre la población, directamente con repartos y derramas, e indirectamente con sisas y peajes comerciales.

Los oficiales de la villa tenían capacdad para imponer arbitrios indirectos. Se trataba de gravámenes que recaían sobre las transacciones comerciales al por menor, es decir, la fiscalidad incidia sobre el consumidor y afectaba sobre todo a los no productores, a miembros de la comunidad que habían perdido propiedades y rentas y debían acudir al mercado para abastecerse.

La hacienda municipal de Petrer registra dos modalidades de imposición indirecta: la sisa sobre el consumo de carne en la venta menuda y la treta, impuesto que grava las mercadurías y productos que entran y salen del término de la villa.[5] Pero lo más destacado de las rentas de clavería de Petrer son los impuestos directos, ya que se establecen sobre la propiedad o renta de individuos e instituciones. Estos cargos directo podían ser de cuota fija por vecino o por habitante.

Durante el siglo XVII se produjo un incremento de las percepciones tributarias del municipio por arbitrios directos, suponiendo en el último tercio de la centuria casi la mitad de los ingresos totales de la clavería de Petrer. Esta aceleración del peso fiscal sobre los contribuyentes de Petrer se explica por la política


[1] PÉREZ MEDINA, Tomás V. La tierra y la comunidad rural del Petrer en el SigloXVII. Ajuntament de Petrer. Caixa de crèdit de Petrer; Universitat d´Alacant, 1995, p. 114-115

[2] PÉREZ MEDINA, Tomás V. Ref. 1.

[3] PÉREZ MEDINA, Tomás V. La tierra y la comunidad rural del Petrer en el SigloXVII. Ajuntament de Petrer. Caixa de crèdit de Petrer; Universitat d´Alacant, 1995, p. 120-123

 

[4] PÉREZ MEDINA, Tomás V. Ref. 3

[5] PÉREZ MEDINA, Tomás V. Ref. 3.

Organización administrativa de Petrer (I): Instituciones municipales de gobierno. Consell General y Consell Particular

La carta de población del 19 de agosto de 1611, los capítulos de concordia de 1640 y la información de los Llibres de Consells, proporcionan los primeros datos de las instituciones locales de gobierno y su funcionamiento. En todas las villas y ciudades del País Valenciano la tipología de los órganos de gobierno municipal durante la época foral moderna posee muchas similitudes.

El máximo órgano de gobierno local es el Consell General, una asamblea decisoria de todos los vecinos de la comunidad. A ella pueden asistir los hombres mayores de 25 años, nacidos en el reino y residentes en la villa. Lo que quiere decir que la mitad de la población, las mujeres, no podían acceder a las instituciones rectoras, estando la comunidad regida sólo por hombres adultos.

En todas las villas señoriales, para que los vecinos pudieran ser convocados a asamblea era necesario una licencia señorial, y el capítulo sexto de la concordia de 1640 establece esta premisa. Dice así:

“6. Ittem que hajen de demanar licensia a sa señoria o a son procurador general per a celebrar consell general y que tots los vehins de Petrer puixen asestir a Ell y tenir vot y per lo meñis y haja sexanta homens y que la major part fassen determinació”.[1]

Ello quiere decir que el conde de Elda ejercía un control directo de la institución comunal otorgando o denegando permiso para la reunión general del vecindario. A dicho consejo asiste un representante señorial y el procurador general del condado, y los temas a tratar son fijados con anterioridad en la solicitud de los oficiales de las villas para reunir a todo el vecindario.

En cuanto a las asambleas generales celebradas en 1640, en ellas se plantean problemas al conde de Elda por las continuas denuncias, quejas y solicitudes de la comunidad para que se reduzcan los diezmos y pechos, para que permita nuevas explotaciones del bovalar… Estas tensiones acaban en la Real Audiencia de Valencia y eran solucionadas en ocasiones con acuerdos y transacciones entre el señor feudal y los oficiales representantes de la comunidad.

Estas juntas del Consell general eran registradas en ocasiones en los Llibres del Consells, lo que indican que dicho órgano ni tenía una periocidad estable. Por otro lado, se celebraban en espacios amplios como podían ser la iglesia parroquial, la plaza de la villa, la lonja o esporádicamente en la casa ayuntamiento. Hay que señalar que todos ellos eran espacios localizados en la plaza de la villa.

Las sesiones del consejo las preside el delegado señorial, siendo el justicia la máxima figura con poder en la asamblea en su ausencia. Lo temas a tratar por el mismo son muy variados y dependen de las propuestas que dirige y propone el jurat en cap. Entre los asuntos a tratar se encontraban algunos como: tomar préstamos a censal, iniciar trámites judiciales en la Real Audiencia de Valencia, realizar importantes obras públicas… Estos temas debían ser aprobados por la mayoría de los asistentes y los asuntos propuestos por el jurat en cap eran resueltos sin muchas discrepancias.

Además del Consell General, existía también un Consell Particular que no necesitaba permiso del señor para sus reuniones, pues tenía plena autonomía para realizar todas las convocatorias que creyesen oportunas los oficiales. Desde 1651 el consejo particular de Petrer ya contaba con un lugar fijo para la celebración de sus reuniones. La finalidad de dicho consejo es determinar los salarios de los oficiales y asistentes administrativos; contrata servicios permanentes o esporádicos de personas especializadas; organiza la administración ordinaria y el funcionamiento burocrático, etc. Pero antes de tratar cualquiera de estos temas, el órgano necesitaba la asistencia de “la major part de dit consell particular”.[2]

Magistrados y oficiales

La máxima autoridad local era el justicia, quien convocaba y presidia el consejo general y el particular. Sus funciones eran judiciales, con potestad en la justicia civil y criminal. Su elección se realiza mediante una lista de cuatro nombres de consejeros por parte de los jurados y el justicia cesante, y es elegido anualmente.

Por otro lado tenemos a los tres jurats de la villa, que siguen en jerarquía al justicia. Estos se encargan del funcionamiento administrativo del pueblo y se encargaban del gobierno municipal. Por tanto son los regidores del poder ejecutivo local y llevan a cabo los acuerdos tomados en el consejo particular. Se trata de un cargo anual y retribuido en el siglo XVII con seis libras, cuya toma de posesión se hace ante el conde, el gobernador del condado i el delegado señorial en la iglesia parroquial de Petrer el día de pascua del espíritu santo.[3]

En cuanto a las funciones de los consellers, no las conocemos, pero suelen aprobar por unanimidad y sin discrepancias las propuestas de los jurados. En ocasiones, su papel puede ser decisorio debido a que poseen poder emitiendo votos, reflejando quejas o proponiendo nuevas clausulas. El acceso a este cargo supone un primer paso para la obtención, más tarde, de un cargo unipersonal de mayor capacidad administrativa y de actuación gubernativa local.[4]

La carta puebla de 1611 establece en 12 l número de consejeros. La concordia de 1640 amplia el número a 16, tal como aparece en su tercer capítulo:

“… los Conseller sien setse los quals han de habilitar lo señor conde y quens puixen ser sino vehins de la present vila y que sa Señoria tinga facultad de llevarne dos los quals li pareguen de la memoria o nomina que lo donaran los officials y posarne en son lloch altres dos vehins de Petrer sempre que li parexiera”[5]

 


[1] PÉREZ MEDINA, Tomás V. La tierra y la comunidad rural del Petrer en el SigloXVII. Ajuntament de Petrer. Caixa de crèdit de Petrer; Universitat d´Alacant, 1995, p. 104

[2] PÉREZ MEDINA, Tomás V. La tierra y la comunidad rural del Petrer en el SigloXVII. Ajuntament de Petrer. Caixa de crèdit de Petrer; Universitat d´Alacant, 1995, p. 108-112

[3] PÉREZ MEDINA, Tomás V. Ref. 2.

[4] PÉREZ MEDINA, Tomás V. Ref. 2.

[5] PÉREZ MEDINA, Tomás V. Ref. 2.

Origen y procedencia de los repobladores de Petrer

Como ya hemos dicho en entradas anteriores la mayor parte de la población de Elda y Petrer momentos antes de la expulsión era principalmente morisca. Tras la expulsión de toda esta población ambas villas quedaron sometidas a una pésima situación económica lo que llevó al conde de Elda a iniciar urgentemente el proceso de repoblación a través de las Cartas Pueblas donde se establecía un contrato entre el señor y los nuevos pobladores referente a las condiciones económicas, sociales y políticas que regirían las relaciones entre estos.

Mujer morisca

Mujer morisca

En muchas ocasiones esta repoblación fue lenta, o al menos no tan rápida como se esperaba. Muestra de esto son las sucesivas reiteraciones de órdenes de repoblación desde la Real Audiencia ya que no se cumplían los plazos de llegada al lugar de destino.

Según un testimonio del obispo de Orihuela en una carta datada en octubre de 1609, a Petrer los nuevos pobladores llegaban al municipio antes de que los propios moriscos hubieran abandonado sus casas. Sin embargo no en todos los lugares ocurría lo mismo ya que otros testimonios de la marquesa de Guadalest nos revelan que tras la expulsión de 1200 moriscos tan sólo habían llegado 120 repobladores cristianos, demora que se produjo en gran medida por las exigencias que se imponían a los recién llegados.

En Petrer tras la expulsión y llegada de los nuevos pobladores tuvo lugar la reducción en un 59,16% de la población total del municipio. Llegaron alrededor de 100-120 familias de cristianos a Petrer venidas desde Castalla, Biar, Xixona, la ciudad de Alicante incluyendo todo su término, lo que hoy son los municipios de Monforte del Cid, Agost, San Vicente y Mutxamel.

A través de dos documentos, tanto uno del Archivo Municipal de Castalla donde se encuentra una relación de las 22 familias castallenses que repoblaron la villa de Petrer y la aparecida posteriormente carta de poblamiento de Petrer, podemos conocer el nombre de todos los pobladores que vinieron a instalarse en el municipio.

Así nos encontramos con la aparición de 49 nuevos apellidos entre los que destacan Rico, Bernabeu, Maestre, Miralles, Payá, Brotons, Pérez, muchos de los cuales se han mantenido hasta nuestros días y podemos encontrar su origen en el siglo XVII. Otros como Huesa, Carransa/Carranza o Sarieto han desaparecido por completo desconociéndose el motivo.

Otros apellidos como Perpiñá o Sirvens aparecen en la actualidad evolucionados a Perpiñán y Sirvent. Y en otros casos algunos de los apellidos aportados por la Carta Puebla de 1611 como son Terol, Perales, Arques, Colomina, Seva, Gironés, Boix, Coloma y Alberola los encontramos hoy en día de forma anecdótica y residual. De un total de 49 apellidos que se establecieron en 1611 se conservan 46 entre las familias petrerenses.

En cuanto a los orígenes de estos apellidos que aparecen en Petrer desde el siglo XVII podemos rastrear su procedencia en los distintos municipios desde los que se repobló la villa. Así desde Castalla llegaron individuos con los apellidos Amad, Colomina, Esteve, Gironés, Juan, Payá, Perales, Poveda, Rico, Serdá y Vellot. Otros como Planelles o Bernabeu procederían de Mutxamiel, Alicante y su huerta, además de ser apellidos a los que se atribuye probablemente origen noble. De familia noble también debieron ser, por aparecer en las listas de insaculación del siglo XVI en Xixona, los apellidos Arques, Brotons, Sirvent, Cortés, García, Mira, Pérez, Soler, algunos de ellos ya mencionados anteriormente.

Los repobladores Biar aportaron los apellidos Maestre, Marco, Amorós, y Perpiñán, mientras que los de Agost tan sólo Seva y Vicedo.

Todo este desglose de apellidos que aparecen en la Carta Puebla de Petrer de 1611 nos ha permitido acercarnos al conocimiento de los lugares de origen de los nuevos pobladores de Petrer indicándonos que llegaron generalmente de los territorios que la circundaban, y en gran medida de Alicante y su huerta, es decir, de zonas muy próximas a Petrer.

Además de conocer la procedencia, el rastreo de estos apellidos nos ha permitido descubrir que en algunos casos el origen de las familias que se asentaron en Petrer era noble, por lo que no estaríamos hablando exclusivamente de la llegada de familias de campesinos o artesanos como cabría esperar para el resto.[1]


[1] MIRA-PERCEVAL VERDÚ, Enrique; RICO NAVARRO, Mª Carmen. Antroponímia y genealogía de los nuevos pobladores de Petrer (1609-1611). Revista del Vinalopó. Cartes de Poblament del Vinalopó. La repoblació després de l’expulsió. CEL (Centre d’Estudis Locals del Vinalopó), nº 14, 2011, pp 53-66. ISNN: 1139-7322

La Guerra de Sucesión en Elda

A lo largo de toda la contienda probablemente las poblaciones de Elda, Petrer y Salinas permanecieron fieles a la causa borbónica, como reacción al austracismo de su señor Francisco Coloma que defendió oficialmente la causa austracista del verano de 1706. Aunque no podamos decir que la principal causa de adhesión a Felipe V de la población de Elda y Petrer estuviese originada por la oposición de los vasallos a su señor, sí es cierto que las relaciones fueron tensas entre ambos a causa de conflictos derivados del uso de las aguas y de la demarcación de los límites entre Elda y Petrer, entre otros. Sin embargo parece haber otros factores por los que estas tierras permanecieron fieles a la causa borbónica.

Felipe V de Borbón

Felipe V de Borbón

Por otro lado, en la propia villa de Elda, el compromiso de las élites, las autoridades locales y las fidelidades clientelares,  llevaron a que algunas familias excepcionalmente apoyaran al Conde de Elda y la causa austracista. Estos fueron los vecinos de la Calle de la Tripa principalmente. [1]

Archiduque Carlos de Austria

Archiduque Carlos de Austria

Los borbónicos de la población, por su parte, organizaron una pequeña fuerza armada que participó en la Batalla de Almansa así como en la liberación del castillo de Alicante que estaba en manos austracistas.

batalla de almansa

A pesar de defender una u otra causa la realidad fue que Elda se encontraba en la línea de frontera entre un bando y otro por lo que el verdadero sufrimiento de esta guerra para la población fue el encontrarse entre los dos ejércitos, que necesitaban continuamente requerimientos y requisas de abastos para el mantenimiento de sus tropas. Esto ha quedado reflejado en una composición popular:

“Els botiflers i maulets,

bé nos ferem la tirana,

uns, esquilant-nos del tot,

 i altres, venent-nos la llana[2]

Finalmente con la victoria de las tropas borbónicas el conde de Elda pasó a figurar en la lista de traidores que había sido elaborada por Felipe V, siendo las rentas del condado confiscadas. Se desterró al conde fuera de España y perdió todos sus derechos sobre el condado, siendo colocado en su lugar el conde de Atri para que se pudieran seguir recaudando impuestos en la villa. El condado le fue devuelvo en 1724 tras el tratado de Viena por el que se estipuló devolver todos los bienes confiscados y el volumen de las rentas confiscadas, que para el conde de Elda se estimaban en 135.000 ducados, tras varios años de encontrarse la población en una situación desoladora provocada por la guerra y el castigo de Felipe V al condado.

A partir de este momento la administración del condado quedó sujeta a una estrecha supervisión militar por parte de los borbones que además cambiaron el gobierno municipal para adaptarlo al modelo castellano, constituyéndose un nuevo ayuntamiento integrado por regidores y un alcalde mayor. [3]


[1] POVEDA, Antonio. Maulets y Botiflers. En: Elda, una historia para todos. Elda, Ayuntamiento de Elda, 1999, pp 61-66. ISBN 84-87962-13-0

[2] PRADELLS NADAL, Jesús. 15. La Guerra de Sucesion y Elda (1700-1714). En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda, Caja de Ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp 249- 260. ISBN 84-87962-21-1

[3] PRADELLS NADAL, Jesús. Ref. 2

Oficios en la villa de Elda: ¿A qué se dedicaba su población?

Elda contaba a en el último cuarto del siglo XVIII, según el censo de Floridablanca de 1787 con unos 3.734. La población de este municipio era principalmente agrícola pero si pasamos a especificar más en las ocupaciones y oficios nos encontramos con que la ciudad de Elda contaba entre sus habitantes con una amplia variedad de oficios, por lo que no todos sus habitantes se dedicaban a actividades agropecuarias.

Según los censos podemos saber que en la Villa de Elda ciento noventa y un vecinos eran labradores propietarios de sus tierras, cuatrocientos cuarenta y siete eran jornaleros sin tierras, sesenta y siete eran artesanos, cuatro se dedicaban a la fabricación de papel, nos encontramos con un solo médico entre toda la población, noventa y cuatro eran criados, tres se dedicaban a la abogacía y otros tres eran escribanos, también nos encontramos con tres boticarios y veintitrés comerciantes en total. En cuando a los oficios ligados a la Iglesia en el municipio de Elda tan solo se contaba con un único cura con sus cuatro beneficiados y dos tenientes de cura, dos sacristanes, dos monaguillos y ocho ordenados. Por otra parte existían seis empleados con sueldo del rey, ciento nueve con fuero militar, un dependiente de la Inquisición, veintisiete estudiantes, un síndico religioso y un dependiente de cruzada.

Estos datos nos permiten hacernos una idea de los sectores económicos y sociales de la población. En general podríamos hablar de que el 63,8 % estaba representado por aquellos que se dedicaban a las actividades agrícolas, luego un 7,1% estaría compuesto por artesanos y fabricantes mientras que el 21% restante de la población se dedicaba a otros oficios y actividades. [1]

oficios044

Entre la pequeña nobleza de la villa de Elda para este momento nos encontramos con los personajes D. Joaquín Linares y Sempere y D. Agustín Vidal. Por debajo de estos en la pirámide social estarían los labradores propietarios a los que la señoría confiaba la administración de sus propiedades y regalías. Junto a ellos los campesinos y jornaleros subsistían como arrendatarios y asalariados  y debían satisfacer los tributos estatales, los derechos señoriales, y las derramas o repartos para hacer frente a los gastos municipales.[2]

Dentro de los cargos municipales encontramos que el Concejo, Justicia y Regimiento de la villa de Elda estaba formado por el alcalde ordinario, cuatro regidores, el síndico procurador general, el alcalde de la hermandad, el alguacil mayor. Estos oficios eran empeñados por eldenses que accedían a través de la propuesta realizada por los cargos salientes tras la posterior confirmación señorial. Estos cargos eran de especial importancia para los habitantes de la villa ya que mostraban gran interés por hacerse con ellos cuando se producía una vacante[3]. Esta forma de acceder a los cargos permitió durante mucho tiempo a las familias influyentes de la villa situar y mantener a sus miembros en los órganos de gobierno y control municipal. Estas familias poseían tal poder económico por su condición de grandes propietarios que se mantuvieron en el gobierno municipal al margen de cualquier variación o inestabilidad política del reino. La forma en que estas familias pasaron a formar la pequeña oligarquía local se debe a la manera en que se dispuso el dominio útil de las tierras con la Carta Puebla de 1611. Gracias a ello la oligarquía local fue quien tuvo el control efectivo del gobierno municipal, siendo el señor un mero intermedio entre la Corona y los vasallos.


[1] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. El gobierno municipal de Elda en época moderna. En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda, Caja de Ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp 237-248. ISBN 84-87962-21-1

[2] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. Ref. 1

[3] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. Ref. 1

Religión y sociedad en Elda

Con la expulsión de los moriscos se dio en Elda un punto de inflexión con respecto a la religiosidad popular anterior en época islámica y su continuación con la población morisca en estas tierras.

Así nos encontramos con que los nuevos cristianos viejos que llegaron a la localidad, independientemente de cual fuera su procedencia  trajo consigo su propia espiritualidad y creencias. Estás se mezclaron como no podía ser de otra manera con el sustrato ya existente configurando de esta manera una nueva religiosidad eldense que irá evolucionando entre la población con el transcurrir del tiempo.

La imagen de Dios Padre, cabeza del panteón divino, y la de la Virgen María de vital importancia en el subconsciente colectivo por el carácter materno de esta advocación, fueron las de mayor representación en la religiosidad popular eldense, impuestas de forma nada inocente por el señor feudal a una comunidad hasta bien entrada la Edad Moderna  formada mayoritariamente por moriscos muy poco cristianizados, mediante la erección de una iglesia con la intención de evangelizarlos.

Virgen de la Salud

Virgen de la Salud

La Virgen fue especialmente importante para la sociedad eldense , apropiándose el símbolo mediante la elaboración de narraciones y mitos para crear un vínculo entre la imagen y el territorio, siendo invocada además como de la Salud. Así la Virgen de la Salud se convierte para Elda en la advocación de mayor importancia dentro del panteón y omnipresente en cualquier acontecimiento de la villa.

Cristo del Buen Suceso

Cristo del Buen Suceso

Lo mismo sucede con la imagen de Cristo, donde al símbolo universal se le asigna también un nombre particular para vincularlo estrechamente con la población y hacerlo propio. Así aparecerá el Cristo del Buen Suceso, quien acompañará en todas las ocasiones a la Virgen sin tener un protagonismo particular en solitario.

Además de la cabeza del panteón representada por el Dios Padre y la Mare de Deu, encontramos en Elda otras advocaciones diversas donde cada una tendrá su función y encomendación. Santa Bárbara, San Antón, San Blas, etc. [1]


[1] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. Cultura, religiosidad popular y panteón eldense (siglos XVII-XVIII). En: Historia de Elda. Ayuntamiento de Elda, Caja de Ahorros del Mediterráneo, 2006, Tomo I, pp. 259-262. ISBN 84-87962-21-1

La enseñanza en Elda en el siglo XVIII. El maestro y el alumno

A lo largo del siglo XVIII y mediante el impulso de las ideas ilustradas se da el auge en las nuevas teorías en materia de educación. El objetivo de la Ilustración era el progreso económico y científico por lo que la educación era uno de los medios principales para alcanzarlo. Sin embargo en la España de esta época el panorama era desolador: la Universidad era impermeable a cualquier reforma, los centros educativos de grado medio eran controlados por aquellos organismos que también sentían recelo a la renovación y la enseñanza primaria se daba en pocos centros que además se encontraban en muy malas.

Ésta no era gestionada por el Estado, sino que eran los municipios quienes la controlaban y en algunas ocasiones la subvencionaban. La Iglesia tuvo un papel muy importante en el desarrollo de la educación en los primeros niveles en un momento en que religión y educación eran sinónimo. En los conventos se enseñaban en las primeras letras a las clases económicamente débiles mientras que los que sí disponían de medios económicos suficientes contrataban educadores privados.

La enseñanza se encontraba fuertemente controlada por el Estado y la Iglesia con una abundante normativa, selección de maestros y control sobre las traducciones de la Biblia para no desviarse de la ortodoxia cristiana.

Para este siglo XVIII conocemos en Elda tres escuelas públicas: la de Primeras Letras, la de Latinidad y la de Costura.

La primera de ellas se trata de la Escuela para Niños de la Plaza del Ángel, atendida por un mestre de Escola, Marcelo López, que además de maestro era organista y relongier ya que hasta el año 1769 a través de una concordia firmada entre el Conde de Elda y el Obispo de Orihuela se estableció mantener esta doble faceta por la que el conde debía proporcionar un organista a la Iglesia que además fuera maestro de escuela, siendo pagado su salario por él y el Ayuntamiento. A partir de 1771 el oficio de organista se independiza del de maestro y a partir de 1786 el magisterio de primeras letras recae en los frailes del convento de Nuestra Señora de los Ángeles.

Convento de Nuestra Señora de los Ángeles

Convento de Nuestra Señora de los Ángeles

Por otra parte el salario medio de un maestro era a finales del siglo XVII de 52 libras como maestro-organista, en la primera mitad del siglo XVIII 100 como maestro-organista-relojero y 75 como maestro-organista, hasta que fue regulado por ley siendo la partida económica asignada desde cada ayuntamiento de 451 reales de vellón y 26 maravedíes.

En cuanto a los alumnos sabemos que tenían un horario distinto de entrada al colegio para invierno y para verano. Una vez a la semana se realizaban concursos públicos para la demostración de los conocimientos adquiridos por los niños para los que los maestros seleccionaban a los mejores alumnos para que salieran por las calles a explicar la doctrina cristiana.

Los colegios de Latinidad no estaban subvencionados de forma oficial por el ayuntamiento y además la mayoría de los que aquí entraban no continuaban sus estudios, sólo los hijos de aquellos que pudieran permitírselo económicamente eran enviados al Seminario de Orihuela.

Por último la Escuela de Costura estaba reservada a las niñas que disponía de dos maestras nombradas por el señor de la villa donde se les instruía en la doctrina cristiana y las labores propias del sexo femenino.

En resumen, la enseñanza fue ejercida por los eclesiásticos y religiosos en los conventos pero con financiación pública del Ayuntamiento, en un momento en que la formación y la educación cristiana estaban estrechamente unidas. En Elda fueron los franciscanos quienes ejercieron esta labor, de forma muy general y básica, ya que la mayoría de la población estaba destinada a trabajar en el campo.[1][2]


[1] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. Cultura, religiosidad popular y panteón eldenses (siglos XVII-XVIII). En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda, Caja de Ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp. 261-272. ISBN: 84-87962-21-1

[2] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. El panorama educativo eldense durante la Edad Moderna. Revista del Vinalopó: Dossier: Organització i ordenació del territori. CEL (Centre d’Estudis Locals del Vinalopó), 2000, nº3, p. 159-174. ISSN 1139-7322.

La familia Coloma: Condes de Elda (II)

Como I Conde pero tercer señor de Elda y Virrey de Cerdeña encontramos a Juan Coloma (1539-1577-1586), al servicio de Carlos I y Felipe II que destacó notablemente en el dominio de las armas y las letras durante el siglo de oro español. Por los méritos acumulados le fue concedida en 1561 la alcaidía del castillo de Alicante, título que conservaron los condes hasta 1639. Todos estos privilegios permitieron a Juan Coloma la ascensión a la alta nobleza, por lo que fue éste el momento de culminación del proceso de ennoblecimiento iniciado por la familia a fines del siglo XV. El título de conde le fue concedidó mediante privilegio por Felipe II  a su regreso de Cerdeña por la buena gestión que había llevado a cabo del reino italiano. A él se le atribuye la transformación del castillo de Elda en palacio lujoso, residencia de los condes durante todo el siglo XVI, y la fundación del Convento de franciscanos de Elda, Nuestra Señora de los Ángeles, todas ellas obras llevadas a cabo para la ostentación de su poder.

Reconstrucción del Castillo de Elda

Reconstrucción del Castillo de Elda

Este singular personaje de la casa condal de Elda se casó en terceras nupcias con la dama portuguesa Isabel de Saa, matrimonio del que fueron fruto catorce hijos. El heredero fue Antonio de Coloma, segundo varón ya que el primogénito, su hermano Juan, murió antes que su padre. El resto de segundones se dedicarían, en el caso de los hombres bien a la carrera militar (Carlos Coloma), o bien a ocupar altos cargos de la jerarquía eclesiástica. Mientras que las mujeres se casarían con miembros de otras casas nobiliarias o a la vida religiosa.

Carlos_Coloma

Carlos Coloma. Retrato de Van Dyck

Antonio Coloma (1586-1619), heredero y sucesor de Juan Coloma, se formó como sus predecesores en las armas y la diplomática, culminando su carrera en la ostentación del título de Virrey de Cerdeña desde 1594 a 1604. A su regreso desde tierras italianas a España, fue llamado por el rey a Madrid para tomar el mando de las galeras de la escuadra de Portugal lo que le permitió intervenir en el traslado de los moriscos del Reino de Valencia al norte de África tras el decreto de expulsión de 1609. Tras la expulsión de estos, Antonio Coloma, mediante las Cartas de Población de 1611 tuvo que proyectar y aplicar la repoblación posterior, lo que dio un impulso a su política e inició una nueva etapa en el devenir del condado.

Hasta el siglo XIX que fue abolido el señorío, los territorios de Elda y Petrer pertenecieron a la familia Coloma. Tan sólo en algunos episodios puntuales en que no pudo ser heredado por el primogénito varón, siendo titular una mujer, se entroncó con otras familias nobiliarias anteponiéndose al título de Elda el heredado por línea paterna. Así ocurrió por ejemplo en 1729 con Gonzalo Joseph Arias Dávila Coloma, que heredó los derechos por vía femenina usando el título de conde de Puñoenrostro.

De esta manera el poder señorial estuvo en manos de la familia Coloma durante toda la Edad Moderna salvo el periodo comprendido entre 1706 y 1725 en que durante la guerra de Sucesión, quien sería Conde de Elda, Francisco Coloma Pujades y Borja (1694-1712), apoyó la causa austracista y la corona confiscó y administró todos sus bienes hasta el año 1725 en que, tras el Tratado de Viena, lo recuperaron de nuevo.[1]


[1] BELANDO CARBONELL, Remedios. El condado de Elda, siglos XVII-XVIII. De la expulsión de los moriscos a la desaparición del señorío (I). En: Historia de Elda. Elda: Ayuntamiento de Elda, Caja de Ahorros del Mediterráneo. Tomo I, 2006, pp 199-216. ISBN: 84-87962-21-1

La enseñanza en la villa de Elda durante la Edad Moderna

El siglo XVI significó para España (y para Europa en general) una revolución en el campo educativo, ya que este siglo constituye una época de esplendor económico y social bajo una ideología fomentadora del redescubrimiento de la cultura clásica: el Renacimiento. Sin embargo, en el siglo XVII se produce una gran dejadez en los aspectos educativos, concretamente a partir de 1630, cuando se inicia un periodo de crisis económica y social.

La ideología renacentista a favor de la educación desaparece durante el Barroco, cuando escritores y arbitristas comienzan a culpar a la educación indiscriminada del estancamiento del país, ya que disminuía el número de manos útiles en el trabajo del campo y los talleres, aumentando el número  de eclesiásticos. La nobleza también se suma a esta crítica ya que el acceso masivo del pueblo a la cultura amenazaba sus privilegios y el equilibrio de la clase estamental1.

En el siglo XVIII, con la dinastía borbónica, se produce un crecimiento económico y demográfico acompañado por el impulso de las ideas ilustradas, por lo que la educación volverá a experimentar un nuevo auge. En estos momentos el estado está interesado en la alfabetización, pues contribuía a mejorar las actividades intelectuales y productivas del país en el plano económico. Así, la Iglesia también llevó a cabo una serie de reformas vinculadas al auge de la enseñanza primaria. Por ello, se ponen en marcha los Seminarios para preparar a los sacerdotes no sólo teológicamente, sino también en una formación humanística, artes, latín, griego y cánones. Por tanto, vemos como con la Ilustración la educación obtiene un papel protagonista2.

Se comenzará a replantear el concepto de educación, y los planes de estudio y los métodos educativos serán objeto de grandes debates y sometidos a revisión. Sin embargo, el panorama educativo español era desolador, pues la Universidad era impermeable a la renovación, los centros educativos de grado medio estaban controlados por los contrarios a las reformas y no había centros suficientes para la enseñanza primaria. A esto hay que añadir que el gobierno se desentendía de la enseñanza primaria, pues eran los municipios quienes la controlaban e incluso subvencionaban.

En relación a la villa de Elda, el primer documento que encontramos sobre la enseñanza data de una fecha no determinada del siglo XVII donde se cita a un maestro de escuela que además ejercía de organista de la iglesia y a un maestro de Gramática. Ya en el año 1702, el municipio tenía una escuela pública para niños (Casa-Escuela) también con un maestro de escuela y otro de Gramática.

Desde el punto de vista didáctico, desde el año 1771 se establece como libros de texto para escolares el Catecismo Histórico de Fleury, el Compendio Histórico de la Religión de Pintón, un compendio de Historia de la Nación y un catecismo elegido por la diócesis. Las materias impartidas en la Escuela de primeras letras se limitaban a la lectura, escritura y cálculo, por lo que el panorama educativo era de un nivel más bajo en relación con el oficial.

Por otra parte, en cuanto a la Escuela de Latinidad o de Gramática de Elda nos encontramos con que no había exactamente una escuela, sino que se trataba de unos estudios preparatorios para poder continuar estudiando en otros centros más capacitados como el Seminario de Orihuela. Esto sólo podían hacerlo los niños de familias adineradas o que disponían de cierta holgura económica, pues la escuela de Latinidad o Gramática no estaba financiada de forma oficial por el ayuntamiento, aunque conseguía mantenerse mediante el concepto de “limosna”.

Portada del libro de "Gramática" de Antonio Nebrija.  Imagen extraída de: http://es.wikipedia.org/wiki/Gram%C3%A1tica_castellana

Portada del libro de “Gramática” de Antonio Nebrija.
Imagen extraída de:
http://es.wikipedia.org/wiki/Gram%C3%A1tica_castellana

Las escuelas de Latinidad proporcionaban una iniciación al conocimiento del latín utilizando el texto “Gramática” de Nebrija, obligatorio desde 1598 por orden del Consejo de Castilla. El estudio era completado con obras clásicas de autores grecolatinos, de la doctrina cristina y algunas obras de retórica y filosofía.

Por tanto, los niños eldenses saldrían de las aulas con estos conocimientos para incorporarse al mundo laboral y otros, muy pocos, para continuar sus estudios fuera de Elda, como es el caso de Sempere y Guarinos que a los 10 años ingresó en el Seminario de Orihuela para estudiar Gramática.

Por otra parte, es necesario hablar de las escuelas de niñas o de costuras, pues la enseñanza femenina se realizaba aparte3. La educación de las niñas era considerada un pilar fundamental para mantener las buenas costumbres de los súbditos, por ello se reguló en el año 1771. El objetivo de estas escuelas era instruirlas en la doctrina cristiana y en las labores consideradas propias de su sexo4.

En definitiva, a pesar de que el ambiente ilustrado confiere una gran importancia a la educación, sólo las grandes ciudades como Alicante y Orihuela experimentarán cambios estructurales a lo largo del siglo XVIII, pero las pequeñas villas como Elda apenas sufrirán modificaciones5.

1SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. El panorama educativo eldense durante la Edad Moderna. Revista del Vinalopó: Dossier: Organització i ordenació del territori. CEL (Centre d’Estudis Locals del Vinalopó), 2000, nº3, p. 159-174. ISSN 1139-7322.
2SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. La enseñanza primaria en Elda durante el Antiguo Régimen. Cultura, religiosidad popular y panteón eldense (siglos XVII-XVIII). Historia de Elda. Ayuntamiento de Elda, Caja de Ahorros  del Mediterráneo, 2006, Tomo I, p. 259-262. ISBN 84-87962-21-1 (Tomo I).
3SAMPER ALCÁZAR, ref. 1
4SAMPER ALCÁZAR, ref. 2
5SAMPER ALCÁZAR, ref. 1

Carlos Coloma en la obra de Velázquez

Carlos Coloma fue un personaje muy importante de su época, con una brillante carrera militar fue nombrado gobernador del Perpiñán en el año 1600 y lugarteniente de los condados de Rosellón, Cerdeña y Conflent en el 1606. Posteriormente, fue nombrado embajador en Inglaterra pero tuvo que cesar en su puesto en el año 1624 para ser llamado de nuevo a Flandes, donde hacían falta sus consejos y experiencia. Es en estos momentos cuando se produce la toma de la plaza de Breda que se había convertido en un bastión y símbolo del protestantismo.

Breda estaba considerada como plaza inexpugnable y, por lo tanto, el plan de ataque asustaba a los españoles. El marqués de Spínola estaba al mando del ejército español y junto a él, como jefe de toda la infantería, Carlos Coloma. Spínola realiza una maniobra de engaño y termina sitiando Breda, a pesar de las burlas por la improbable victoria. Sin embargo, la capitulación se termina firmando el 2 de junio de 1625.

Este importante acontecimiento histórico fue inmortalizado por el pintor Diego Velázquez en su obra “La Rendición de Breda”, también conocida como “Las Lanzas”. En el cuadro aparecen retratados varios jefes y generales como Ambrosio Spínola, Alberto de Arenbergh, el príncipe de Neuburg, Gonzalo de Córdoba y Carlos Coloma.

"La Rendición de Breda" de Velázquez

“La Rendición de Breda” de Velázquez

Detalla de "La Rendición de Breda" señalando a Carlos Coloma.

Detalle de “La Rendición de Breda” señalando a Carlos Coloma.

Esta pintura de Velázquez fue realizada en 1635 por encargo del rey, la cual estaba destinada a decorar el Salón de los Reinos situado en el Palacio del Buen Retiro. En ella el pintor muestra la entrega de llaves de la plaza de Breda por parte del general Justino de Nassau el 5 de junio de 1625, tres días más tarde desde la rendición.

La composición pictórica de la obra está estructurada en el movimiento circular de los caballos que, junto con el efecto de las picas erguidas, consigue resaltar la parte del bando vencedor aunque sin disminuir al vencido. Además, las picas están dispuestas en forma de telón para que la vista no se pierda en el fondo, pero en el lado holandés sí deja abierto el fondo para contemplar el paisaje de Breda en llamas. Pero, ante todo, ambos grupos tendrán su punto de atención en el eje compositivo del cuadro: la llave.

Por último, cabe señalar que para realizar “La rendición de Breda” Velázquez se basó en el espíritu que había descrito el dramaturgo Calderón de la Barca en su obra El sitio de Breda1, la cual termina con las siguientes líneas:

JUSTINO: Aquestas las llaves son
de la fuerza, y libremente
hago protesta en tus manos
que no hay temor que me fuerce
a entregarla, pues tuviera
por menos dolor la muerte.
Aquesto no ha sido trato,
sino fortuna que vuelve
en polvo las monarquías
más altivas y excelentes.
ESPÍNOLA: Justino, yo las recibo,
y conozco que valiente
sois, que el valor del vencido
hace famoso al que vence.
Y en el nombre de Filipo
Cuarto, que por siglos reine,
con más victorias que nunca,
tan dichoso como siempre,
tomo aquesta posesión.
GONZALO: Dulces instrumentos suenen.
LUIS: Ya el sargento en la muralla
las armas de España tiende.
SARGENTO: Oíd, soldados, oíd.
¡Bredá por el rey de España!
ESPÍNOLA: ¡Y plegue al cielo que llegue
a serlo el mundo rendido
desde levante a poniente!
Y con esto se da fin
al Sitio, donde no puede
mostrarse más quien ha escrito
obligado a tantas leyes2.

 

1GUILL ORTEGA, Miguel Ángel. Carlos Coloma: un eldense pintado por Velázquez. Revista del Vinalopó: Dossier: Toponímia. CEL (Centre d’Estudis Locals de Petrer), 1999 nº 2, p. 201-212. ISSN 1139-7322.

2 CALDERÓN DE LA BARCA, Pedro. Jornada III. El sitio de Breda [en línea][consulta: 23 de diciembre de 2013]. Disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-sitio-de-breda–2/html/ff24c628-82b1-11df-acc7-002185ce6064_4.htm#4

Además, se puede consultar una copia en pdf del documento original que fue publicado en el año 1685 por Francisco Sanz en esta misma página web (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes) en el siguiente enlace: http://www.cervantesvirtual.com/obra/el-sitio-de-breda–0/

La familia Coloma y el Siglo de Oro español

La casa condal de Elda mantuvo una considerable importancia en las tareas de gobierno, militares y diplomáticas en la estructura político-administrativa de la monarquía hispánica en el siglo XVI y principios del XVII. Pero a esto hay que añadir una importancia también cultural, pues cultivaron la poesía y la literatura como buen ejemplo de hombres del Siglo de Oro.

El primer conde de Elda, Juan Coloma, fue un famoso poeta de la época, hecho que marcó a sus hijos. Así, Antonio Coloma, segundo conde de Elda, también escribió poesía como su padre y fundó la universidad de Cagliari en Cerdeña. Por su parte, Carlos Coloma ha pasado a la Historia como uno de los más importantes cronistas de las guerras de los Países Bajos, y además se encargó de traducir clásicos latinos al castellano. En último lugar, Alonso Coloma, obispo y virrey de Cataluña fue también un gran predicador y poeta.

De hecho, el patriarca de la familia Juan Coloma, fue incluso alabado por Miguel de Cervantes en su obra La Galatea, concretamente en el Canto de Galiope, en la octava número ocho:

¡Oh, tu Don Juan Coloma en cuyo seno tanta gracia del cielo se ha encerrado, que a la envidia pusiste en duro freno y en la fama mil lenguas has criado, con que tan gentil tajo al fértil Reno, tu nombre y tu valor ha levantado! Tú, Conde de Elda, en todo tan dichoso, haces el Turia más que el Pó famoso.

Portada de Decada de la pasión de nuestro Redemptor Iesu Christo.  Extraído de:  http://diegomallen.blogspot.com.es/2008_11_01_archive.html

Portada de la obra “Decada de la pasión de nuestro Redemptor Iesu Christo”.
Extraído de:
http://diegomallen.blogspot.com.es/2008_11_01_archive.html

Entre las obras literarias escritas por Juan Coloma está el Cancionero general de obras nuevas, nunca asta ahora impresas, assi por ell arte español como por la toscana del año 1554. En ella aparecen una serie de poemas como El triunfo de la muerte de Tetrarca o las glosas Las tristes lagrimas mías, La bella mal maridada y El Mal de veros partir. Otra de sus obras literarias es la de Decada de la pasión de nuestro Redemptor Iesu Christo, la cual está conformada por dos poemas largos de tema religioso.

Por lo que respecta a Antonio Coloma, segundo conde de Elda, sólo conocemos una de sus obras: Ciego de polvo los ojos. Mientras que de Alonso Coloma encontramos un soneto dedicado al Marqués de Santa Cruz y un elogio a Neptuno en el libro de Cristóbal Mosquera de Figueroa el Comentario en breue compendio de disciplina militar: en que se escriue la jornada de la islas de los Açpores; y el Memorial de don Alonso Coloma en su visita a la universidad de Valencia (1598-1599).

En último lugar, Carlos Coloma ha escrito varias obras literarias que son en realidad crónicas de la guerra de los Países Bajos como La guerra en los Estados Baxos desde el año de mil y quinientos y ochenta y ocho, hasta el de mil quinientos noventa y nueve de 1622 que fue reeditado en varias ocasiones1. Esta es su obra más importante y en ella nos narra los sucesos de la guerra en la que él tomó parte durante doce años. Es por ello, que consitutye un precioso documento que narra con fidelidad y rigurosidad los hechos sucedidos y, por tanto, también supone un gran interés para los investigadores. Además, está escrita con un lenguaje ameno y exquisito2.

Portada de la obra "La guerra en los Estados Baxos desde el año de mil y quinientos y ochenta y ocho, hasta el de mil quinientos noventa y nueve" de Carlos Coloma.  Extraída de Google Books.

Portada de la obra “La guerra en los Estados Baxos desde el año de mil y quinientos y ochenta y ocho, hasta el de mil quinientos noventa y nueve” de Carlos Coloma.
Extraída de Google Books.

Otras de sus obras son Las guerras del Palatinado y los Estados Bajos, Relación del socorro de Brujas y Guerra en Italia, 1634-1635. Además, tradujo la obra Anales con el nombre de Traducción de los anales de tácito por don Carlos Coloma, y escribió algunos informes y memorándums como el Discurso de don Carlos Coloma de la forma en que debería hacer la guerra a los holandeses de 1620 y el Discurso en que se representa cuanto conviene a la monarquía Española, la conservación del estado de Milán y lo que necesita para su defensa y mayor seguridad de 1626, ambos conservados en la Biblioteca Nacional en Madrid3.

1GUILL ORTEGA, Miguel Ángel. Las obras literarias de los miembros de la casa condal de Elda. Revista del Vinalopó: 2004-1304. Una visió múltiple. CEL (Centre d’Estudis Locals del Vinalopó), 2004, nº 6-7, p. 199-210. ISSN 1139-7322.

2 GUILL ORTEGA, Miguel Ángel. Carlos Coloma: un eldense pintado por Velázquez. Revista del Vinalopó: Dossier: Toponímia. CEL (Centre d’Estudis Locals de Petrer), 1999 nº 2, p. 201-212. ISSN 1139-7322.

3 GUILL ORTEGA, ref. 1

Historia de la lengua valenciana (II): Petrer

En época medieval la villa de Petrer estaba en la misma situación que su vecina Elda, es decir, la gran parte de la población que la habitaba era musulmana (después morisca) y, por lo tanto, la lengua mayoritaria era el árabe. Es por ello que el punto de inflexión para la lengua es, sin lugar a dudas, el año 1609 cuando se produce la expulsión de los moriscos. Este hecho afectó de forma muy significativa a Petrer que se convirtió en un “pueblo fantasma” con tan sólo 7 familias de cristianos viejos hasta su repoblación en el año 1611, cuando Petrer fue ocupado por familias cristianas que llegaban de Castalla, Onil, Biar, Xixona y la huerta de Alicante, y que utilizaban la lengua catalana.

Por tanto, nos encontramos con que el siglo XVII fue la época de esplendor de la lengua valenciana en Petrer, pues era el medio de comunicación habitual y la lengua de las instituciones. Esto último nos permite conocer de primera mano cómo era el catalán de Petrer ya que nos ha llegado de forma escrita. Sin embargo con el tiempo el catalán petrerí fue castellanizándose, pues los habitantes de Petrer utilizan al castellano para hablar con los petrerenses de más estatus, con los eldenses, quienes están cambiando de lengua en estos momentos y con el Conde de Elda, el más alto representante de este sector social en la comarca1.

Un siglo más tarde de la expulsión de los moriscos, el 29 de junio de 1707 se produce la derogación de las instituciones forales del Reino de Valencia y la prohibición de la lengua que le era propia por el Decreto de Nueva Planta de Felipe V. Por lo tanto, se prohíbe el uso del catalán en todas las ramas de la Administración2. A pesar de ello, el uso oral de la lengua catalana no tenía por qué verse afectada por estos cambios, sin embargo el legislador prohíbe también los términos que identificaban los cargos forales (Justícia, Jurat en Cap, Batle, etc.) que podían recordar la existencia de unos órganos municipales anteriores que tenían un mínimo de representatividad ciudadana. Y es que el objetivo de este cambio político no era el de acabar con la autonomía de los reinos de la Corona de Aragón, pero también con la lengua propia del Principado de Cataluña y los reinos de Valencia y Mallorca, que mantenía viva la llama de las instituciones autóctonas y de una identidad diferente de la castellana.

Años después, en 1768 el rey dictó una nueva ley que prohibía el catalán en el sistema educativo, la Real Cédula de Aranjuez, por la que Carlos III ordenaba la unificación de la moneda y de la lengua en el marco de la nueva monarquía borbónica. Pero nos encontramos con que en el País Valenciano no se hizo mucho caso de esta ley pues en 1787 el Governador de la Sala del Crimen de la Real Audiencia de Valencia tuvo que recordar a los maestros valencianos que debían dar las clases en castellano para así impedir que los niños utilizar su lengua en el marco escolar.

En definitiva, el siglo XVIII es una época de retroceso de los usos oficiales del catalán en Elda y Petrer, pues se prohíbe su uso en la administración municipal y de justicia y en la enseñanza. Por último, en cuanto a las escrituras eclesiásticas desconocemos la lengua en uso porque la parroquia de San Bartolomé de Petrer no conserva nada de la Edad Moderna. Aun así, deberíamos enmarcarla en el mismo cambio de lengua oficial al castellano como en el resto de la diócesis de Orihuela a la que pertenecía Petrer.

Pero a pesar de todas las prohibiciones el valenciano se siguió utilizando en los ámbitos privados, es decir, los habitantes de Petrer seguían hablando su lengua en casa y en la calle, así como los regidores del Ayuntamiento también lo harían en sus reuniones aunque después redactaran las actas en castellano. Por el contrario, en Elda se dejó de utilizar la lengua catalana y la población terminó castellanizándose en el transcurso del siglo XVIII2.

1MIRA-PERCEVAL VERDÚ, Enrique y RICO NAVARRO, María Carmen. Antroponimia y genealogía de los nuevos pobladores de Petrer (1609-1611). Revista del Vinalopó: Cartes de Poblament del Vinalopó. La repoblació després de l’expulsió. CEL (Centre d’Estuids Locals del Vinalopó), 2011, nº14, p. 53-66. ISSN 1139-7322.

2MONTOYA ABAD, Brauli. Història de la llengua catalana en un territorio de frontera: Petrer (Vinalopó Mitjà). Universidad de Alicante, 2006. ISBN 84-611-1106-0.

Historia de la lengua valenciana (I): Elda

Los ciudadanos de estos municipios somos herederos de la historia; un claro ejemplo de ello lo tenemos en la lengua. Mientras que Elda se mantiene hoy en día como una localidad marcadamente castellana, el municipio de Petrer pertenece a los territorios catalanoparlantes del País Valenciano. Tradicionalmente se ha pensado que esta diferencia se debía fundamentalmente a la procedencia de los repobladores tras la expulsión de los moriscos en 1609, sin embargo la explicación es mucho más compleja.

Como ya hemos visto en otras entradas de este mismo blog, por la sentencia de Torrellas (1304) y el pacto de Elche (1305) el Valle de Elda (junto a otros territorios) pasa a formar parte de la Corona de Aragón y del Reino de Valencia. Sin embargo, éste fue un cambio político y no poblacional, pues la población islámica que habitaba en esta área se mantuvo y, por lo tanto, la lengua mayoritaria era el árabe.

Puesto que las poblaciones de Elda y Petrer siguen líneas diferentes es conveniente explicarlas por separado para poder entender mejor la evolución de la lengua. Por tanto, en primer lugar nos centraremos en la historia lingüística de la localidad de Elda.

Con la expulsión de los moriscos en el año 1609 y la repoblación cristiana el panorama lingüístico cambió, imponiéndose el catalán. Esto se debe a que la mayor parte de los repobladores procedían de lugares del reino de Valencia, aunque también hay una importante presencia de repobladores de la Corona de Castilla por lo que se trataría de una localidad bilingüe1. Sin embargo, a lo largo del tiempo la población eldense fue castellanizándose debido a la continua llegada de población de diferentes lugares castellanos.

Municipios de origen de los repobladores de Elda (1605-1639).  Imagen extraída de GISBERT PÉREZ, Emilio. Apuntes demográficos para el conocimiento de la repoblación eldense (1605-1639). Revista del Vinalopó: Cartes de Poblament del Vinalopó. La repoblació després de l’expulsió. CEL (Centre d’Estudis Locals del Vinalopó), 2011, nº 14, p. 93-102. ISSN 1139-7322.

Municipios de origen de los repobladores de Elda (1605-1639).
Imagen extraída de GISBERT PÉREZ, Emilio. Apuntes demográficos para el conocimiento de la repoblación eldense (1605-1639). Revista del Vinalopó: Cartes de Poblament del Vinalopó. La repoblació després de l’expulsió. CEL (Centre d’Estudis Locals del Vinalopó), 2011, nº 14, p. 93-102. ISSN 1139-7322.

A esta situación hay que sumar el abandono del valenciano en favor del castellano por las clases cultas, siendo la nobleza la que antes se castellanizó. En el siglo XV, Juan Coloma, abuelo del I conde de Elda, utilizaba el valenciano en los documentos oficiales y, de hecho, su nieto también lo hizo, ya que la población pertenecía al Reino de Valencia. Sin embargo, la viuda de Juan Coloma, María Pérez Calvillo, se traslada al castillo de Elda desde Zaragoza llevándose con ella sirvientes y familiares que pasarían a formar parte de la población local y, todos ellos, hablaban castellano. Asimismo, esta familia comenzó a invertir en la construcción de edificios monumentales (hospital, convento, iglesia, palacio, etc.), lo que incentivó la llegada de nuevos pobladores atraídos por la oferta laboral provenientes de Castilla y otras villas cercanas como Sax, de lengua castellana. Por lo tanto, vemos como se produjo un auge de la lengua castellana en detrimento del valenciano2.

Es por ello que a lo largo del siglo XVII el valenciano fue perdiendo su preponderancia en la localidad y, además, el uso del castellano fue haciéndose cada vez más frecuente en los documentos de la administración local3. Por todas estas razones en Elda se dejó de utilizar la lengua catalana y la población terminó castellanizándose en el transcurso del siglo XVIII.

1GISBERT PÉREZ, Emilio. Apuntes demográficos para el conocimiento de la repoblación eldense (1605-1639). Revista del Vinalopó: Cartes de Poblament del Vinalopó. La repoblació després de l’expulsió. CEL (Centre d’Estudis Locals del Vinalopó), 2011, nº 14, p. 93-102. ISSN 1139-7322.

2GUILL ORTEGA, Miguel Ángel. Apuntes sociolingüísticos sobre la villa de Elda a finales del siglo XVI y principios del siglo XVII. Revista del Vinalopó: Cartes de Poblament del Vinalopó. La repoblació després de l’expulsió. CEL (Centre d’Estudis Locals del Vinalopó), 2011, nº 14, p. 67-92. ISSN 1139-7322.

3JOVER I MARTÍNEZ, Alfredo. Antroponímia i subsitutció lingüística a Elda (segles XVII-XVIII). Revista del Vinalopó: La Constitució de Cadis al Vinalopó. CEL (Centre d’Estudis Locals del Vinalopó), 2012, nº15, p.151-162. ISSN 1139-7322.

La artesanía alfarera de Petrer

Petrer contaba con la existencia de yacimientos de arcilla, agua en abundancia y zonas boscosas que posibilitó el desarrollo de un trabajo basado en la producción de objetos de barro. Se trata de una producción artesanal y no industrial, ya que en época moderna no se utilizan máquinas como el torno eléctrico, la máquina para pintar al duco o la pastadora del barro que aparecerán entre 1920-1950 en la transición hacia una industria mecanizada.

Por otra parte, habría que diferenciar entre la producción alfarera y cerámica. La palabra alfarería proviene del término árabe alfar que significa arcilla, y con ella se denomina a la producción de cerámica hecha a mano. Por su parte, la palabra cerámica proviene del griego keramos que significa arcilla, vasija de tierra o tierra quemada, y se utiliza para referirse a la ladrillería, loza común, loza blanca, gres, porcelanas y todas aquellas pastas especializadas refractarias y aislantes. Así pues, cuando se cita la palabra alfarería en los documentos de la villa de Petrer ésta hace referencia a la obra fabricada en los alfares, y cuando se habla de cerámica se trata de material de construcción, principalmente tejas y ladrillos.

Mapa de Petrer con la distribución de los talleres de cerámica y alfarería.  Extraído de: RICO NAVARRO, Mª Carmen. La artesanía del barro durante le época moderna. En: Del barro al cacharro: la artesanía alfarera de Petrer. Petrer: Ajuntament de Petrer, Caixa de Crèdit de Petrer y Universitat d’Alacant. 1996, pp. 15-24. ISBN: 84-921556-1-2.

Mapa de Petrer con la distribución de los talleres de cerámica y alfarería en el siglo XVIII.
Extraído de:
RICO NAVARRO, Mª Carmen. La artesanía del barro durante le época moderna. En: Del barro al cacharro: la artesanía alfarera de Petrer. Petrer: Ajuntament de Petrer, Caixa de Crèdit de Petrer y Universitat d’Alacant. 1996, pp. 15-24. ISBN: 84-921556-1-2.

La primera referencia documental que tenemos sobre la actividad alfarera de Petrer está en el Libro de giradora de 1655. Este documento fue elaborado en la administración señorial para conocer las tierras, casas y aguas usadas productivamente dentro de los límites del señorío. Más tarde, el 11 de julio de 1667 tenemos otro documento por el cual el conde de Elda otorga una licencia para la apertura de una alfarería. Aparte de estos dos documentos encontramos muchos otros que hacen referencia a la artesanía alfarera de Petrer y, entre ellos, cabe destacar el Libro de hacienda de la Villa y término de Petrel del año 1726, donde constan las viviendas y tierras con su valor catastral para el pago equivalente. Por ejemplo, aquí aparece Juan Andreu, propietario de una casa, con una era de moler tierra y un horno de cantarería (cerámica).

Posteriormente, en el año 1726, encontramos la primera referencia documental de la calle que sube a les cantarerías que, junto con otras noticias, nos permite saber que desde principios del siglo XVIII existe un destacado núcleo de alfares, pues la alfarerías estaban todas en la misma zona establecidas muy próximas entre sí. El lugar donde se ubican es una zona al sureste de la población, a extramuros de la villa, ocupando una pequeña loma bien ventilada, con recursos hídricos, afloramientos de arcilla y zonas boscosas, y cerca del camino de Agost.

A mediados del siglo XVIII se produjo un incremento de la producción de objetos de barro pues los alfareros solicitan aumentar la superficie de que disponían para moler y cribar la arcilla, tareas para las que era necesario un espacio amplio de trabajo. Además, también se presentaron instancias al Ayuntamiento solicitando la autorización para cortar leña, por lo que se deduce que el aprovechamiento no agrícola de las zonas montañosas se realizaba de forma comunal. Así pues, la cobertura vegetal de las montañas era un complemento económico básico para muchos jornaleros pobres que vendían leña y carbón a la Villa y otras ciudades.

Ejemplo de un cántaro con el acabado blanco típico de Petrer y otras localidades como Agost. Este en concreto se trata de una pieza proveniente de Agost. Imagen extraída de: http://www.artesaniatipica.com/Alfareria/Alfareria-Agost

Ejemplo de un cántaro con el acabado blanco típico de Petrer y otras localidades como Agost. 
Imagen extraída de:
http://www.artesaniatipica.com/Alfareria/Alfareria-Agost

En cuanto al tipo de teja que se elaboraba en estos momentos en Petrer lo común era la denominada teja árabe o curva. Por su parte, el elemento de fabricación principal de la alfarería era el cántaro, destinado al uso cotidiano como contenedor de líquidos. Un elemento esencial en la elaboración de las piezas de barro era la sal, que les daba un tono blanco brillante y hacía que fueran más porosas y mantuvieran más fresco el contenido.

En último lugar, cabe mencionar que la alfarería constituía un tipo de economía familiar, es decir, eran individuos de la misma familia los que se dedicaban a este oficio generación tras generación, lo que se deduce a través del estudio de los apellidos que aparecen en los registros del ayuntamiento.

La información de esta entrada ha sido extraída del siguiente libro:

RICO NAVARRO, Mª Carmen. La artesanía del barro durante le época moderna. En: Del barro al cacharro: la artesanía alfarera de Petrer. Petrer: Ajuntament de Petrer, Caixa de Crèdit de Petrer y Universitat d’Alacant. 1996, pp. 15-24. ISBN: 84-921556-1-2.

El comercio de nieve en el siglo XVIII

Durante los siglos XVIII y XIX la recogida, almacenaje y comercio de la nieve fue una actividad importante en el Medio Vinalopó. Esto se debe a un cambio climático que se produce en estos momentos conocido como la “Pequeña Edad del Hielo”, por lo que comienza a popularizarse entre la población el uso de la nieve para la conservación de los alimentos, la fabricación de helados y sorbetes y para un uso terapéutico.

Para recoger y almacenar la nieve y que pueda ser utilizada en verano se excavaron en las umbrías de los montes unos pozos, revestidos con una pared de mampostería o sillería, que tenían una profundidad variante que podía ir de los 4 a los 15 m y un diámetro de entre 7 y 16 m. La planta solía ser circular, hexagonal u octogonal, y tenían una bóveda formada por arcos con cubierta de teja o sillería.

Esquema de un nevero.  Extraído de: http://es.wikipedia.org/wiki/Nevero_artificial

Esquema de un nevero.
Extraído de: http://es.wikipedia.org/wiki/Nevero_artificial

La nieve era depositada en su interior a través de los ventanales, poniendo entre medias capas de paja de arroz, siendo apisonadas por los obreros. Cuando el pozo estaba lleno los ventanales se cerraban hasta la llegada del verano, momento en que se abrían para picar el hielo. Éste era distribuido por los reinos de Valencia y Murcia durante la noche, entre gruesas mantas, a lomos de caballerías.

Estos pozos se denominaron de varias formas: pozos de nieve, casas de nieve, neveros, neveras, cavas, ventisqueros, zanjas de nieve, zanjas de hielo y pocicos, con sus equivalencias en valenciano pou de neu, caveta, caseta de la neu, llot de la neu y pouet. En algunas localidades como Petrer, se trataba de depósitos urbanos o periurbanos con una evidente funcionalidad comercial de autoconsumo.

En el término municipal de Petrer encontramos un pozo de nieve en la partida rural de Catí, conocido también como “pozo de la Administración” al encontrarse cerca de una finca llamada de esta manera. Este nevero se encuentra a 860 m.s.n.m., en la umbría de Collia, y presenta una construcción con unos muros de 0’70 m de mampostería irregular trabada con mortero de cal. Es de una planta circular y tiene cuatro contrafuertes que refuerzan el paramento, con un diámetro de 8’70 m y una profundidad 5’50 m. La cubierta es una falsa bóveda de mampostería reforzada interiormente por un arco apoyado sobre los contrafuertes exteriores, y se accede al interior a través de tres puertas. Este es el pozo más grande del Medio Vinalopó, con una capacidad de 325 metros cúbicos.

Imagen del nevero de Catí extraída de: http://www.panoramio.com/user/759878?with_photo_id=6129637

Imagen del nevero de Catí extraída de:
http://www.panoramio.com/user/759878?with_photo_id=6129637

Por su parte, en el término municipal de Elda, los pozos eran depósitos en los que se almacenaba la nieve, el hielo o el granizo que había sido comprado en otras localidades para venderse posteriormente en Elda. Aquí encontramos, junto a los pozos de nieve, grandes balsas de agua que en invierno se congelaban y proporcionaban hielo. El archivo municipal de Elda aporta documentación sobre estas tareas, por ejemplo hay constancia de que entre septiembre y noviembre de 1771 la ciudad de Alicante compró granizo a Elda. Otros documentos hablan sobre la preparación de sorbetes con hielo para agasajar a los condes de Elda cuando visitaban la población.

En esta localidad encontramos varios pozos de nieve como el de la Finca Lacy que formaría parte de un conjunto de cuatro pozos que existieron en las inmediaciones de la finca; la conocida como “zanja de hielo”, ubicada también en la Finca Lacy, la cual fue construida a lo largo del siglo XVIII, ya que encontramos en sus muros graffitis a plumilla con las fechas 1789, 1796 y 1810; y luego hay una serie de pozos pero ya de época contemporánea construidos a lo largo del siglo XIX como el pozo de Anchuras o pozo de la Horteta, el pozo de San Antonio, el pozo del Chorrillo y el nevero Francesco.

Imagen de la zanja de hielo de la Finca Lacy (Elda), extraída de: http://www.lavirtu.com/albumes.asp?idcategoria=63829

Imagen de la zanja de hielo de la Finca Lacy (Elda), extraída de:
http://www.lavirtu.com/albumes.asp?idcategoria=63829

La información de esta entrada ha sido extraída del siguiente artículo:

MARTÍ CEBRIÁN, Juan Antonio. “Los pozos de nieve y su comercio en la comarca del Medio Vinalopó (Alicante)”. Revista del Vinalopó: Dossier: Organització i ordenació del territorio. CEL (Centre d’Estudis Locals del Vinalopó), 2000, nº3, p. 227-236. ISSN 1139-7322.

Las redes de agua potable

En el siglo XVIII cambia la concepción general de la higiene en los núcleos urbanos a través de la política. El agua se convierte en uno de los principales problemas urbanísticos por lo que se movilizan recursos humanos y económicos desde los órganos locales y las diócesis, pero también desde las instituciones borbónicas que inician una participación creciente.  Así, se generan iniciativas de reforma y ampliación del suministro de agua potable, principalmente en los núcleos en expansión demográfica.

Un ejemplo claro de ello lo tenemos en Elche, ciudad en la que se construye una red hidráulica que es inaugurada el día 29 de junio de 1787, con una serie de acontecimientos festivos vinculados con su inauguración. Sin embargo, Elche contaba en estos momentos, según el censo de Floridablanca, con 17.554 habitantes y Petrer sólo tenía 2.635. Por tanto, al tratarse de una población menor las fiestas relacionadas en torno al agua son mucho más sencillas con bendiciones religiosas del clero rural. En Elda y Petrer se construyen fuentes urbanas de canales de bronce, sin ningún tipo de adorno, cuya inauguración a lo largo del siglo XVII y XVIII será recibida con gran gratitud hacia el conde de Elda y la monarquía borbónica.

Estas celebraciones en torno al agua tenían también un aspecto de promoción de higiene pública, ya que aunque se produjo el suministro de agua a las villas del Vinalopó no se pudo implantar obras de saneamiento. Por lo tanto, la evacuación de aguas sucias de los particulares se hacía en las fosas sépticas de algunas casas o mediante la extracción manual. No ocurría lo mismo en las fuentes públicas que sí tenían un sistema de desagüe.

Esta agua que llegaba ahora a las comunidades urbanas podía ser utilizada para consumo humano o para usos de lavado, huertos, jardines, baños o talleres artesanos. Las aguas destinadas a estas tareas y no al consumo humano eran aguas usadas y, por lo tanto, no eran potables. Así pues, en Petrer el agua de los qanats de Puça es la base de todo el espacio hidráulico, incluidos los canales públicos de agua potable y los de uso privado. En cambio en Elda sí hay distinción entre las aguas usadas en los molinos hidráulicos y la huerta que proviene directamente del río Vinalopó y la Font del Xop (Villena), y el consumo de agua potable en las fuentes urbanas que provenía del manantial de Noguera (Petrer).

A finales del siglo XVIII las infraestructuras hidráulicas de Elda deben reedificarse porque las lluvias continuadas y las crecidas fluviales de los años 1777 y 1778 arrasaron las obras públicas hidráulicas, lo que conllevó un fuerte desabastecimiento de agua que, junto a la mala calidad del agua que llevaba a la villa, conllevó la aparición continuada de enfermedades. Por esta razón, la villa de Petrer cedió agua a Elda para el riego, los molinos y las fuentes urbanas a través de una red de acequias.

También Petrer iniciará en 1780 un proceso administrativo para renovar la conducción de las aguas potables, ya que se perdía mucho caudal por la evaporación al estar al descubierto y además el ganado las ensuciaba. Todas estas obras serán financiadas por los órganos de gobierno borbónicos con una finalidad regalista.

La información de esta entrada ha sido extraída del siguiente artículo:

PÉREZ MEDINA, Tomás V. “Xarxes d’aigua potable del segle XVIII a les viles del Vinalopó”. Revista del Vinalopó. CEL (Centre d’Estudis Locals del Vinalopó), 2005, nº 8, p. 119-132. ISSN 1139-7322.

Los usos del agua: el regadío y los molinos hidráulicos

El valle de Elda presenta un clima muy seco, con unas precipitaciones medias anuales de 415 mm y una temperatura media anual de 15’5oC. Es por ello que nos encontramos en un espacio con poca presencia de agua. Estas características climáticas propician una vegetación leñosa, de hojas pequeñas y duras, con gran presencia de arbustos y matorrales.

El espacio ha sufrido transformaciones al crearse áreas agrícolas y de poblamiento. Las comunidades agrarias tradicionales se adaptan a las características básicas del ecosistema natural mediterráneo, sin embargo el uso del agua genera espacios nuevos ya que el agua requerida por los cultivos de huerta es mayor a la cantidad de agua aportada por las precipitaciones. Por lo tanto, se crea “un nuevo espacio irrigado que supone que el agua sea separada de su ciclo natural para integrarla dentro de un nuevo circuito”1.

Es por ello que aunque todos los asentamientos de época moderna tendrán un punto de agua a su disposición tenemos que distinguir entre aquellas comunidades establecidas directamente en el valle fluvial, como Elda, y aquellas ubicadas en las laderas de los corredores, como el caso de Petrer. Elda contará con espacios hidráulicos más extensos y Petrer dispondrá de reducidos regadíos construidos a partir de fuentes, minas y barrancos2.

En este medio de escasez de agua la tecnología campesina se dirige hacia la creación de redes de captación y distribución, es decir, se crean estructuras hidráulicas y cada una de ellas cumplía una función concreta. Esta tecnología tradicional contaba con el hecho de que el agua circula por gravedad por lo que las estructuras pueden ser de dos tipos:

Presa y acequias del Pantanet de petrer. Extraída de: http://www.cma.gva.es/web/indice.aspx?nodo=56554&idioma=V

Presa y acequias del Pantanet de Petrer.
Imagen extraída de: http://www.cma.gva.es/web/indice.aspx?nodo=56554&idioma=V

  • Las estructuras hidráulicas que captan y transportan el agua, superficial o subterránea, por gravedad. Esto son los azudes, presas, diques, muelles, boqueras, qanat…
  • Los artefactos para elevar el agua, que serían las norias3.

Sin embargo, el agua no está destinada únicamente para su uso en el regadío, sino que también la encontramos como fuerza motriz en los molinos hidráulicos.

Existían varias tipologías de molinos, como por ejemplo los molinos horizontales que a su vez tienen dos variantes, de cubo y de rampa. Éstos estaban compuestos por una rueda motriz que recibe el impulso del agua, unida a un eje vertical (árbol) a través del cual da movimiento a la muela corredera, y su uso era el de moler grano.

Esquema del funcionamiento de un molino

Mecanismo interior de un molino horizontal de agua según F. Palanca y J. Gregori, tomado de PÉREZ MEDINA, Tomás V. Los molinos de agua en las comarcas del Vinalopó (1500-1840). Col•lecció l’Algoleja/2, CEL (Centre d’Estudis Locals de Petrer), 1999, ISBN 84-605-9651-6.

Por otra parte están los molinos verticales destinados sobre todo a abatanar y golpear paños, trapos, fibras o metales con mazos y martinetes, aunque también a moler grano. Por tanto, la molienda necesita un movimiento circular continuo de la piedra volandera que, mediante el frotamiento, tritura los granos, mientras que los batanes y martinetes necesitan transformar el movimiento circular en movimientos alternativos de un eje horizontal que acciona los mazos.

Tipología de molinos de agua verticales. Imagen extraída de: http://www.clarionweb.es/6_curso/c_medio/cm603/cm60303c.htm

Tipología de molinos de agua verticales.
Imagen extraída de:
http://www.clarionweb.es/6_curso/c_medio/cm603/cm60303c.htm

En las comarcas del Vinalopó los molinos más numerosos son los harineros de agua de cubo y de rueda horizontal, pero también hay molinos ligados a los hornos de pan, las almazaras de aceite y los hornos alfareros, y además también encontramos molinos de pólvora. Para Elda y Petrer se conocen 2 molinos harineros desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII cuando aparece un tercero en Elda, incremento vinculado al crecimiento demográfico. Por otra parte, tenemos noticias de la existencia de molinos de pólvora en Elda y Petrer durante el siglo XVIII, siendo los más habituales los de rueda horizontal para moler los componentes de la pólvora (salitre –nitrato potásico–, azufre y carbón vegetal).

Por su parte, en Elda tenemos noticias de dos molinos de pólvora, uno ubicado en la partida del Chorrillo aprovechando las aguas del río Vinalopó; y otro en la Séquia Major noveldense, en el tramo que circula por el sur del término de Elda. En cuanto a Petrer encontramos noticias de tres molinos de pólvora, controlados por el conde de Elda que era señor de la baronía y le correspondía el derecho exclusivo de posesión y explotación de los molinos. Uno de ellos estaba en la rambla de Puça, del cual todavía pueden verse algunos restos arquitectónicos del edificio que fue reutilizado posteriormente.

En último lugar, también encontramos en Elda tres molinos papeleros de finales del siglo XVIII y molinos hidráulicos de martinetes de esparto, pues el trabajo del esparto estuvo muy generalizado en los pueblos como una actividad artesanal suplementaria de las clases más bajas. Elda destaca por ser la única población del Vinalopó de la que tenemos información sobre este tipo de martinetes hidráulicos4.

1PÉREZ MEDINA, Tomás V. “La cultura tradicional de l’aigua a les Valls del Vinalopó”. Revista del Vinalopó: Dossier: Toponímia. CEL (Centre d’Estudis Locals de Petrer), 1999, nº 2, p. 99-112 ISSN 1139-7322.
2PÉREZ MEDINA, Tomás V. Los molinos de agua en las comarcas del Vinalopó (1500-1840). Col·lecció l’Algoleja/2, CEL (Centre d’Estudis Locals de Petrer), 1999, ISBN 84-605-9651-6.
3PÉREZ MEDINA, ref. 1
4PÉREZ MEDINA, ref. 2

La economía ganadera de Elda y Petrer

En el sistema agrario feudal es muy importante el número de cabezas de ganado debido al valor del abono orgánico, además de que supone un complemento muy importante para la economía doméstica campesina. Por tanto, el uso ganadero de superficies y aguas es relevante en la estructura feudal.

Las superficies montañosas y las hierbas de los campos son aprovechadas para el pasturaje de los rebaños formados por ovejas, cabras, carneros y machos cabríos. Sin embargo, en cuanto a los corrales, no tenemos mucha información pero parece ser que los corrales para ganado menor eran escasos y solamente se encontraban en las casas ubicadas en la periferia de las poblaciones. Así, la mayor parte de la población se abastecía de carne en la carnicería pero algunas familias de la localidad de Petrer criarían algunas ovejas, cabras y aves de corral, principalmente gallinas.

El abastecimiento de carne estaba garantizado por el arrendamiento que hacían los oficiales de la villa a un particular, quien gozaba de un amplio espacio inculto y de pasto para el ganado. Así, en 1688 es Francesc Agramunto la persona que toma el arrendamiento del abasto de la carne de Petrer y se compromete a llevar 800 reses entre ovejas, carneros y machos cabríos.

La ganadería mayor que aparece en los registros notariales es la caballar, por lo que prácticamente ha desaparecido el buey como animal de tiro en las tareas agrícolas, frente al uso de mulas y caballos.

Uso de los caballos para tirar del arado. Imagen extraída de http://europamedieval3052.blogspot.com.es/2011_01_01_archive.html

Uso de los caballos para tirar del arado.
Imagen extraída de: http://europamedieval3052.blogspot.com.es/2011_01_01_archive.html

Por otra parte, cabe señalar que la circulación de rebaños forasteros estaba reglamentada, de hecho, en las ordenanzas de la villa de Petrer de 1658 se penaba la libre entrada de los ganados foráneos y no permitía “fer majada” ni de día ni de noche. Para ello el funcionariado del conde de Elda actuaba contra los rebaños forasteros que pasturaban sin convenio por las tierras petrerenses.

En último lugar, podemos ver como la economía feudal valenciana de época moderna presenta una tajante separación entre agricultura de regadío y ganadería, pues el movimiento de los rebaños y caballerías por los huertos está estrictamente reglado y las infracciones eran sancionadas con severidad. Además, las ordenanzas municipales recogen la reglamentación para el uso de espacios y aguas por el ganado, pues la huerta, altamente valorada por el agricultor, debe ser protegida de los ganados. Es por ello que se restringe el movimiento de animales por las áreas de regadío, tanto para proteger los cultivos como para mantener en buen estado la red de riego.

La información de esta entrada ha sido extraída del siguiente libro:

PÉREZ MEDINA, Tomás V. La tierra y la comunidad rural de Petrer en el siglo XVII. Petrer: Ajuntament de Petrer, Caixa de Crèdit de Petrer y Universitat d’Alacant. 1995. ISBN: 84-7908-242-9.

La agricultura en Elda y Petrer a lo largo del siglo XVII

El territorio de Elda y Petrer aparece subdividido en partidas que no tienen unos límites claros ni precisos pero sirven para una localización rápida de los elementos geográficos y de las unidades de explotación. En cada una de estas partidas están inscritas las parcelas que son espacios de tierra registrados en los libros de la administración que cuentan con una superficie y límites establecidos.

Estas parcelas reciben en los documentos (Llibres de Giradores) distintos nombres en función de la explotación que se desarrolle. Así pues, en las parcelas irrigadas de Petrer encontramos referencia a la “orta”, el “olivar” y la “vinya”, fórmula ligada a la repoblación de 1611 y a la entrega de “sorts” o unidades de cultivo a los repobladores. Por otra parte, las unidades de cultivo de secano no presentan una distribución tan clara como las de regadío, pero aún así las unidades básicas son “tros”, “sorts”, “sorteta” y “bancal”. También aparece la “heretat” que es una unidad mayor, ya que se trata de un conjunto de parcelas con una casa, un corral para el ganado y una era.

La extensión media de las parcelas era de 3 tahúllas (1 tahúlla = 1201m2) en el momento de la repoblación, pero esta cifra disminuye ligeramente en 1682. Además, con el tiempo también se produjo la fragmentación de las tenencias de la tierra, pasando un propietario de poseer 4 parcelas en el año 1611 a 2’5 parcelas a finales de siglo. Esto se debe en parte a las herencias y ventas que dividen los bancales, lo que da lugar a parcelas más reducidas.

Bosquejo planimétrico del siglo XVIII, adjunto al expediente de la sentencia arbitral dada en el pleito seguido entre Pere Maça de Liçana, señor de las baronías de Novelda y Monóvar, y Ximén Pérez de Corella, señor de las baronías de Elda y Aspe, sobre los lindes de las villas de Novelda y Monóvar con la baronía de Elda. Sentencia dada en Elda, el 20 de diciembre de 1428 (A.M.E., Archivo Condal de Elda, doc. 179).

Bosquejo planimétrico del siglo XVIII, adjunto al expediente de la sentencia arbitral dada en el pleito seguido entre Pere Maça de Liçana, señor de las baronías de Novelda y Monóvar, y Ximén Pérez de Corella, señor de las baronías de Elda y Aspe, sobre los lindes de las villas de Novelda y Monóvar con la baronía de Elda. Sentencia dada en Elda, el 20 de diciembre de 1428 (A.M.E., Archivo Condal de Elda, doc. 179).
Extraído de http://petreraldia.com/reportajes/documentos-para-la-historia-de-la-villa-de-petrer-el-archivo-condal-de-elda.html

En relación los cultivos, en Elda y Petrer destaca la trilogía mediterránea: cereal, olivar y viña. Pero a esto hay que sumarle el cultivo de hortalizas, legumbres y frutales en las zonas de huerta y los almendros, las higueras y el anís en los cultivos de secano.

En cuanto al cereal, la variedad panificable más cultivada es el trigo o forment, así como las más consumida entre la población, seguido de la avena, el centeno, la cebada y, en menor medida, el panizo o mijo menor. Estos cereales se cultivaban en las tierras de secano que, en las actas notariales, recibían el nombre de terra campa. El olivo es el segundo cultivo de secano en importancia de estas poblaciones, contando en Petrer con 300 tahúllas de extensión (36 hectáreas). Normalmente los campos de olivos no contienen otro cultivo arbustivo o arbóreo, pero ocasionalmente entre los olivos hay plantación de cereal. A su vez, en algunas plantaciones de secano también hay olivos en una forma de policultivo, aunque también puede haber almendros e higueras. Por su parte la viña es el cultivo que más superficie ocupa en el regadío de Petrer, con más de 700 tahúllas (85 hectáreas). Con la uva producen vino, pasas y, en menor medida, uva de mesa, siempre con una orientación comercial.

Aparte encontramos el cultivo de las hortalizas y frutales principalmente por la comunidad morisca, la cual combinaba el cultivo de trigo y “panis de les Indies” (posiblemente maíz) con melones, cebollas, ajos, habas y los árboles frutales de albaricoques y manzanas. Este cultivo se mantendría también en la centuria siguiente con la población cristiana. Además, la higuera es un árbol muy extendido por el término de Petrer y aunque el árbol predominante en el paisaje agrario actual sea el almendro, éste fue muy poco cultivado en el siglo XVII. En último lugar encontramos el cultivo de la matalahúva o anís, una planta de usos medicinales y de aprovechamiento artesanal y el uso del esparto en la artesanía, aunque ésta última se trata de una hierba de crecimiento espontáneo.

La información de esta entrada ha sido extraída del siguiente artículo:

PÉREZ MEDINA, Tomás V. La tierra y la comunidad rural de Petrer en el siglo XVII. Petrer: Ajuntament de Petrer, Caixa de Crèdit de Petrer y Universitat d’Alacant. 1995. ISBN: 84-7908-242-9.

La familia Coloma: Condes de Elda (I)

La historia política de Elda y Petrer durante la Edad Moderna, es inseparable ya que para los siglos que nos atañen (siglos XVI-XVIII) ambos señoríos pertenecían al mismo condado, el condado de Elda, que a lo largo de todo este periodo estuvo en manos de la familia Coloma. Debemos remontarnos al siglo XV para entender como la propiedad de estos territorios pasó a formar parte del patrimonio de los Coloma.

Escudo de la familia Corella

Escudo de la familia Corella

En un primer momento era propietaria de este señorío la familia Corella, titulares del condado de Concentaina, que habían adquirido estos territorios mediante su compra, en el caso de Petrer a Doña Violante de Bar, viuda de Juan I de Aragón y en el de Elda, junto con el señorío de Aspe, a Don Pere de Rocafull. Elda, Petrer y Salinas pertenecieron al linaje de los Corella durante el siglo XV hasta que la situación financiera de la familia nobiliaria y el cambio de sus intereses geoestratégicos les llevó a vender sus territorios.

La enajenación de estos territorios se hizo en favor de personajes importantes al servicio de los Reyes Católicos con especial fijación e interés en estas tierras. De esta manera se formalizó la venta de los señoríos de Elda y Petrer a Mosén Juan Coloma (1513-1517), cuya familia, natural de Zaragoza, se había ennoblecido recientemente.

Este personaje de origen plebeyo pero cristiano viejo entró al servicio de la corona de Aragón durante los reinados de Juan II de Aragón y Fernando II el Católico. En pago por los servicios prestados a la corona se le concedió el título de “nobleza de Aragón” a su esposa y a su hijo, y se le concedió el título de Conde de Elda en 1516. La repentina muerte de Fernando II el Católico hizo que esta concesión quedara sin efecto legal por lo que no se formalizaría hasta unos años más tarde. La concesión del título de nobleza a su esposa llevó a que, durante este periodo anterior a la oficialidad del condado, se asentara la tradición familiar de anteponer el apellido materno (Pérez Calvillo) al paterno (Coloma), por lo que es habitual hasta el año 1577 -fecha en que se estableció oficialmente el condado- encontrar entre la documentación a los señores de Elda con este apellido.

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Escudo de la familia condal de Elda: los Coloma

A Mosén Coloma le siguió su hijo Juan Francisco (1517-1539), quien heredó todos sus bienes en las coronas de Aragón y Valencia. Fue en este momento que la familia estableció su residencia en tierras valencianas y se llevaron a cabo distintas actuaciones de notable importancia como la petición del privilegio que permitiera a los campesinos abastecerse de agua para el riego de sus cultivos y la conversión de la mezquita aljama de Elda en iglesia parroquial bajo la advocación de Santa Catalina Mártir, con la consiguiente conversión forzosa de la población mudéjar del condado.[1]


[1] BELANDO CARBONELL, Remedios. 12. El condado de Elda, siglos XVII-XVIII. De la expulsión de los moriscos a la desaparición del señorío (I). En: Historia de Elda. Elda: Ayuntamiento de Elda, Caja de Ahorros del Mediterráneo. Tomo I, 2006, pp 199-216. ISBN: 84-87962-21-1

Antecedentes históricos: Elda y Petrer en la Edad Media

Las tierras de Elda y Petrer experimentan la primera toma de contacto con el mundo musulmán en el siglo VIII, fecha en la que Teodomiro realiza un pacto (Pacto de Tudmir),  con Abd al-Aziz ibn Musa por el cual reconoce la soberanía del Califa de Damasco y se compromete a representarlo en lo civil y económico ante siete ciudades por lo que todo este territorio pasa a manos de jurisdicción musulmana convirtiéndose en la Kora de Tudmir.[1] A partir de este momento y a lo largo de cinco siglos los musulmanes ocuparán este territorio transformando progresivamente su población y su entorno. En el siglo XI con la desaparición de la Kora y la formación de las Taifas, Petrer y Elda quedarán circunscritas a la Taifa de Denia. A partir del siglo XII comenzarán a llegar tropas norteafricanas de almohades y almorávides que se asentarán en el territorio consolidando las comunidades islámicas de Elda y Petrer hasta mediados del siglo XIII en que fueron conquistadas las poblaciones por Alfonso X “el Sabio”. [2]

Kora de Tudmir

Kora de Tudmir

Es a partir de este momento que comienza la historia cristiana de ambas villas. Desde el último cuarto del siglo XII los reinos de Castilla y Aragón habían firmado el Pacto de Cazorla (1179) para fijar el reparto de las tierras a conquistar y la frontera de sus reinos. La derrota de los musulmanes en la Batalla de las Navas de Tolosa (1212) provocó además la inestabilidad entre los reinos musulmanes y sus gobernantes por lo que muchos de ellos pactaron con las tropas cristianas para defenderse de sus propios vecinos musulmanes. En este contexto el gobernador de Murcia, a cuya demarcación pertenecían estos territorios realizó un pacto con el infante Alfonso de Castilla (Pacto de Alcaraz, 1243) y un año más tarde se firmó el Tratado de Almizra por el que Jaime I de Aragón y Fernando III de Castilla fijaban las fronteras entre los dos reinos lo que resultó para nuestras tierras quedar bajo jurisdicción castellana concediéndose el castillo de Petrer a Jofré de Loaysa. Sin embargo a pesar de la conquista cristiana gran parte de la población de estos territorios era musulmana por lo que se armaron revueltas que fueron sofocadas por Jaime I  a quien se envió para pacificar. Una vez pacificado el reino, los territorios fueron devueltos al rey castellano, pero a pesar de ello a finales del siglo XIII Jaime II de Aragón reclamó el territorio que se encontraba entre las tierras meridionales alicantinas y la vega murciana a la corona castellana en un momento de enfrentamientos entre Sancho IV y los Infantes de la Cerda, siéndole concedido tras la sentencia de Torrellas (1304) y el Pacto de Elche (1305). La frontera se fijó en Orihuela quedando bajo el régimen jurídico del Reino de Valencia. [3]

Jaime II en la primera mitad del siglo XIV cedió la tenencia del castillo a Juan García de Loaysa. Este fue un siglo de penurias y calamidades, motivadas por diversos factores: los conflictos entre los dos reinos al encontrarse nuestro territorio en tierras fronterizas, la guerra de los dos Pedros, malas cosechas y epidemias que llevaron a una grave crisis económica y una fuerte despoblación. Durante todo el siglo XIV la familia Loaysa mantuvo la posesión del castillo, sin embargo por falta de descendencia directa de Leonor de Loaysa y la desaparición de este linaje las posesiones debieron ser vendidas.[4]

La Torreta. Torre de control visual fronterizo en Elda (s. XIV- XV)

La Torreta. Torre de control visual fronterizo en Elda (s. XIV- XV)

A partir del siglo XV y en el pésimo estado en que se encontraba el territorio fue comprado por Ximén Pérez de Corella, cuya familia se erigiría más tarde como condes de Cocentaina y se convertiría en una de las más importantes e influyentes del reino de Valencia. [5]

A medida que avanzaba el siglo XV la familia Corella fue perdiendo influencia en el territorio y sobre todo poder económico por lo que el sucesor de Ximén Perez de Corella, Juan Roiç se vio obligado a arrendar parte de los territorios de sus posesiones a un grupo de caballeros valencianos, actuación que no consiguió solucionar los problemas financieros de la familia por lo que debió vender finalmente el señorío, firmando un precontrato de venta de la baronía de Elda donde se incluían Elda, Petrer y Salinas a la familia Coloma, quienes tomarían posesión del señorío durante los siguientes siglos. [6]


[1] BERNABÉ PONS, Luis F. Los musulmanes en las tierras de Elda, I. Elda Islámica. En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda: Caja de Ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp 119-127. ISBN: 84-87962-21-1

[2] AGULLÓ MARCOS, Irina; PEIDRO BLANES, Jesús. Los musulmanes en las tierras de Elda, II, Islamización del territorio. En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda: Caja de Ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp 128-140. ISBN: 84-87962-21-1

[3] CABEZUELO PLIEGO, José V. Elda medieval. El dominio cristiano. En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda: Caja de Ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp 141-156. ISBN: 84-87962-21-1

[4] CABEZUELO PLIEGO, José V. Ref. 3

[5] CABEZUELO PLIEGO, José V. Ref. 3

[6] CABEZUELO PLIEGO, José V. Ref. 3