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Religión

Para conocer su pensamiento acerca de la religión debemos acercarnos a su obra “Historia natural de la religión”. En esta obra recoge en síntesis lo que a lo largo de los siglos han sido las principales manifestaciones del fenómeno religioso. Tras seguir la evolución a partir de las primeras muestras de creencia politeísta hasta el monoteísmo más sofisticado, quedan señalados en el libro los efectos generales que se derivan de la actitud religiosa, sin olvidar las deformaciones a que ha dado lugar. La obra resulta ser un manifiesto en contra del fariseísmo universal y una defensa de los valores morales frente a la superstición y el fanatismo doctrinario.

Según Carlos Mellizo dos son las preguntas fundamentales que ha de formularse todo estudio acerca de la religión. La primera es la que se refiere a a fundamentación racional de la creencia en una realidad superior. La segunda trata de esclarecer el origen del sentimiento religioso en la naturaleza humana, así como la posible validez de las prácticas adoptadas por los hombres para manifestar su religiosidad.

Según Hume, es la idea del ser humano como entidad dependiente de un Dios cuyo poder sobrepasa el poseen los mortales, circunstancia que obliga a éstos a expresar su sometimiento. Hume dirá que el sentimiento religioso surgió como reconocimiento de un poder omnisciente capaz de dispensar recompensas y de administrar castigos. Una idea no muy alejada de la realidad, pues en la actualidad aún se pueden ver casos de este tipo, como invocar a Dios para atraer la fortuna de la deidad o bien como maldición para atemorizar al enemigo, por lo tanto, no hemos cambiado demasiado.

Para entender su ideología, priemro hay que entender su formación. Fue educado en la tradición del calvinismo escocés, variante de la doctrina cristiana. El joven David asistía a la iglesia por los menos tres horas cada domingo, donde los sermones ponían énfasis en la caída de Adán y Eva, en la pecaminosa y degradada condición humana, en la impotencia de la humanidad y en el juicio futuro de Dios. Ello conllevó que a la edad de diecisiete años, Hume abandone la religión, sin embargo, su experiencia con el calvinismo durante aquella época habría de desempeñar un papel decisivo en su pensamiento.

La omnipresencia del pecado y la calvinista concepción de culpa dieron al crsitianismo próximo a Hume una perversa orientación empañada en asignar a la Divinidad las pasiones más detestables. Como dirá Hume: “los doctores fatalistas han desfigurado y deshonrado los sublimes misterios de nuestra fe, han confundido la naturaleza del bien y el mal, han transformado las pasiones más monstruosas en atributos divinos y han superado a los paganos en lo tocante a blasfemar, adscribiendo a la naturaleza eterna, como perfecciones suyas, lo que entre los hombres es tildado de crímenes horrorosos. Los doctores de la predestinación han divinizado la crueldad, la ira, el furor, la venganza y todos los vicios más tenebrosos.

Por lo tanto, Hume no se limitó a pensar que la religión fuese algo de validez dudosa, sino más bien un grave error de maligna influencia en el género humano. La Historia natural de la religión es un ensayo cuyo propósito es evidenciar el por qué de esta visión negativa. A pesar de esto, Hume afirmará: “La historia de todas las épocas nos ofrece ejemplos de abuso de la religión. Pero quien deduzca de esto que la religión es en general algo pernicioso, estará argumentando muy precipitada y equivocadamente.” Para Hume, la religión ha fallado en su misión esencial, al no haber sido capaz de constituirse en fundamento de la recta moral. Ya no se trata de denunciar los males históricos provocados por cuestiones religiosas (que si bien hoy día sí podrían hacerlo), sino de invalidar las religiones populares: “Puede afirmarse que las religiones populares son una especie de demonismo, y cuanto más se exlata a la deidad en poder y conocimiento, más se le disminuye en caridad y benevolencia”.

Muchas declaraciones de Hume tienen un carácter reformista. Por lo tanto, esta obra resulta ser un manifiesto contra el fariseísmo universal y una defensa de los deberes morales frente al hueco fanatismo doctrinario, en palabras de Carlos Mellizo. La conclusión es que no hay virtud alguna en la actitud religiosa cuando no se derivan de ella bienes morales que vayan en beneficio de la sociedad humana. Las promesas y las amenazas de los sistemas de religión han producido una especie de falsa moral que se manifiesta en prácticas supersticiosas de escasa o nula utilidad para el género humano. Eliminados de este modo el temos al castigo y a la esperanza de la recompensa, sólo quedará un único fundamento de la moralidad: un principio humanitario universal, común a toda esepcie del que en mayor o menor medida participen todos los individuos y que produzca entre los seres humanos sentimientos uniformes de aprobación o rechazo. Se trataba de sustituir el modelo de homo religiosus por el moderno homo saecularis y dar a luz una nueva humanidad libre de oscurantismo, superstición y de ignorancia. Todavía seguimos intentado llevar a cabo esta hazaña…..

La universal inclinación a creer en un poder invisible e inteligente, aunque no es un institno original, es algo que de una manera general acompaña a la naturaleza humana, pudiendo considerarse como una marca o sello que el divino hacedor ha impreso a su obra, y con toda seguridad, nada puede dignificar más al género humano que el haber sido seleccionado de esta forma de entre todas las otras partes de la creación y el llevar la imagen o impresión del universal Creador. Pero fijémonos en cómo aparece esa imagen en las religiones populares del mundo. ¡Cuán desfigurada está la deidad en nuestras representaciones de ella! ¡Cuánto capricho, cuánto absurdo y cuánta inmoralidad le atribuimos al ser divino!¡Cómo lo degradamos hasta llegar a ponerlo por debajo del carácter que en la vida cotidiana deberíamos atribuir a un hombre de buen sentido y de virtud! Escapemos felizmente de esa contienda buscando refugio en las tranquilas, si bien oscuras, regiones de la filosofía.” Amén¡¡¡

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