“Perito en Lunas”

HERNÁNDEZ, Miguel. Perito en lunas. 1ª Edición. Murcia: Pictografía ediciones, 2010. ISBN:978-84-937517-2-2

Este poemario pertenece a su primera etapa como autor, referida a la poesía pura oriolana. Escrito en 1933, está compuesto por 42 octavas reales, una métrica que demuestra la influencia de Góngora en este poemario.  En él, el poeta reconvierte los objetos más humildes y cotidianos en metáforas originales, la temática surge de la naturaleza, con la luna como núcleo indiscutible. Destaca la presencia del sexo y el erotismo a lo largo de todas las composiciones, convirtiéndose el paisaje en campo de batalla entre virtud y vicio, cuya máxima expresión es “sexo en un instante”. También es destacable la presencia de motivos como la muerte, el toro, el propio sexo, o la marginalidad.

Como muestra de las influencias de Góngora en este poemario, podemos encontrar los siguientes versos del poema “Toro”, en los que destaca un claro hipérbaton (es decir, una alteración, en este caso exagerada, del orden lógico de un enunciado), un recurso que Hernández toma como hemos dicho, de Góngora.

«Por el arco, contra los picadores,
del cuerno, flecha, a dispararme parto»


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  1. ´Ramón Fernández Palmeral Avatar

    Con Perito en lunas, lo común es pensar, que Miguel es práctico en lunas, un «lunipoeta», como ya le bauticé en mi último libro, un poeta puro y virginal… Sin embargo, otra variante o vector es tomar la luna como espejo desde donde se refleja su yo, y esto es lo que hace el poeta, reflejar su yo espiritual sobre las lunas de sus penas, la «luna negra» lorquiana, porque lo que está ante el espejo también nos pertenece. No desconocía Miguel esta tercera vida paralela, regida por leyes propias del narrador de las octavas reales, del hablante poético; creación del hombre, sí, pero no el hombre mismo en su cotidiana elocución.

    Por anaqueles andan, como he tenido ocasión de ver en la biblioteca particular de Aitor o en la de Gaspar Peral, copiosas antologías (cajones de sastre donde caben todos los retales poéticos), y de este modo, selectivo y discriminatorio han salido adelante las ediciones, más que nada por el bellaco metal, con esta moda del recortable antológico, y, de este modo cómodo se pierde el valor intrínseco y la visión de conjunto de una obra, y también el inequívoco placer de disfrutarla en su jugo natural, en su globalidad, con la atención que merece. A pesar de esta abundancia a carretas de antologías, artículos, ensayos o comentarios aislados, poco escolásticos, en revistas e incluso en Internet, muy pocas ediciones, salvo las Obras Completas, Obras Seleccionadas que por lo general son encargos para conmemorar algunas efemérides, pocos analistas se han dedicado a una exégesis de la totalidad de las 42 octavas reales, salvo el famoso e imprescindible libro comentado de Agustín Sánchez Vidal (Editorial Alhambra, 1976), que según Eutimio Martín es “«el primer crítico hernandiano que ha tenido el valor de torearse a cuerpo limpio, las octavas de Perito en lunas»”. Digna es también de consultar la Antología Comentada (I, Poesía), Edición de Francisco Esteve (Ediciones de la Torre, 2002).

    Nos hallamos ante el milagro de un texto poético inflamado por su propia energía interna y espiritual. En principio, MH quiso darle al libro el título de Poliedros, de hecho, hizo un dibujo con una especie de gema y un octaedro que simula ser una cometa, porque debajo del poliedro vemos una figura andrógena en actitud de carrera. Y seguramente, por indicación del editor Raimundo de los Reyes y por darle continuidad al libro, se acordó finalmente el título de Perito en lunas, tomado del verso 7 de su octava «[XXXV], (Horno y luna)»: “«Oh tú, perito en lunas»”; quizás con el doble sentido de la imagen bucólica y virgiliana del pastor/poeta, más acorde con el contenido rural del libro, y porque el poeta se dirige a sí mismo como pastor de sueños.

    Además, Miguel diseñó cuatro dibujos para ilustrar su libro: La sandía y cinco rodajas, tres granadas podridas, un gallo y la serpiente silbando, son dibujos sencillos e infantiles, que no fueron incluidos en la edición porque “«la línea editorial era maquetar un texto limpio, claro y sin dibujos, con lo que MH decidió que no había lugar para ello, piensa entonces en destruirlos, pero en una segunda opción decide regalárselos a su amigo Paco o Francisco de Díe»”3. El hijo de Francisco de Díe, como heredero del patrimonio Díe, y siguiendo la voluntad del padre, ha cedido los dibujos a la Fundación Cultural Miguel Hernández de Orihuela. En la dedicatoria de Miguel escribió: “«A ti, amigo Paco D., pintor, que olvidas mis inconveniencias: yo Miguel H. Giner»”. Era la época en que Miguel firmaba con el segundo apellido de su madre llamada: Concepción Gilabert Giner, quizás con la idea de pasar desapercibido ante los vecinos, y, sobre todo, ante sus padres, aunque esa expresión “«yo Miguel H. Giner»”, nos hace pensar en una reafirmación de la personalidad del adolescente. Francisco de Díe, pintor e ilustrador de la «Elegía media del toro», y de las revistas oriolanas El Gallo Crisis y Silbo, quien afirmó: “«Los dibujos realizados por Miguel no lo fueron con la intención de publicarlos. Se trata de pequeños e intrascendentes ensayos hechos entonces en mi estudio de Orihuela, cuando yo realicé el “cartelón romancero”, para su “Elegía media del toro”».”

    Perito en lunas, es un libro conocido entre los expertos como “«el de Sudeste»”, ya que fue el único poemario que Miguel publicó en esta editorial murciana. El 19 de noviembre de 2004, tuve la fortuna de tocar y ojear/hojear un ejemplar de Perito en lunas de la primera edición de Sudeste en el Centro Hernandiano de Estudios de Investigación de Elche, gracias a la generosidad de su director Rafael Navarro, a quien quiero agradecer su inestimable apoyo para este trabajo. El ejemplar está encuadernado en rústica, papel de calidad, tiene la portada de color gris azulón, dentro un retrato del Miguel, realizado al carboncillo y firmado: (Rafael G. Sáenz, Orihuela XXXII), la fe de erratas y un índice indicado con el primer verso de las octavas, mide 26×18 cm. Paginación: 30 p., [1]h., [2]p., [1]h., + 1 h. suelta de erratas4.

    Hernández tuvo amigos pintores como Benjamín Palencia, Maruja Mallo, Paco de Díe, quien fue el autor del cartelón para Perito en lunas, la amistad entre Miguel y Paco continuará en Madrid. Miguel también era amigo del alcoyano Abad Miró5 que ilustró el poema «Las manos» de Viento del pueblo, para el libro Versos en la guerra (SRI, Alicante, 1938), dibujó una alegoría de El rayo que no cesa, pintó cuadros con el tema de El hombre acecha y diseñó la lápida del nicho de MH y la cubierta de publicaciones hernandianas, como se puede ver en un catálogo6 que me regaló Gaspar Peral Baeza el día que visité la Torre de las Águilas el 22-10-2004, sobre Abad Miró, para el que escribió un prólogo César Moreno, director de la Biblioteca Pública «Fernando de Loazes» de Orihuela, donde escribe: “«Una obra arrancada de la propia vida, cargada, como se ha dicho, de lirismo».”

    El catálogo de dibujos en la Exposición «Poliedros: dibujos de Miguel Hernández» de Elche, al cuidado de Rafael Navarro, es un indicativo de la vocación pictórica de Miguel donde se muestran los dibujos esquemáticos que hizo Miguel en distintas épocas y diferentes soportes. Pienso que, quizás, el frustrado deseo de MH/ilustrador, en un esfuerzo artístico de superación, tan sólo comparable por su deseo de triunfar, ha sido lo que me ha motivado a ilustrar Perito en lunas, ahora, setenta y dos años después de los primeros intentos.

    El conceptismo del barroco queda alineado por su dificultad de penetración y comprensión, tanto Quevedo como Góngora, o Gracián se pueden permitir estos alardes o filigranas de ideas o pensamientos abstractos gracias a su amplitud mental, conceptos indefinidos y flexibilidad de juicio que están muy por encima de lo notable. Miguel Hernández quiere abrirse camino como dramaturgo, lee a Calderón, a Lope, a Cervantes…, ahora bien, busca darse a conocer y tiene un reto personal: demostrar su valía y su capacidad creadora, y tras años de ensayos, entrenamientos haciendo pesas en el gimnasio de su huerto, “«con musculatura marina de grumete»” consigue, tras sobrehumanos esfuerzos en su huerto y bajo su higuera, sacar una obra impoluta, impactante, que llame la atención de los poetas, intelectuales en general, con su Perito en lunas, hermética, conceptista y barroca. Tanto apostó en el empeño que no la entendió nadie, y la obra no tuvo en su momento el éxito esperado, y como Hernández tenía prisa por darse a conocer, por triunfar, porque su obra se entendiera y dejara de ser un criptograma, tuvo la debilidad de dar las claves o títulos, en algunos de ellos se equivocó, como en la octava «XXX (Retrete)», que ya explicaré.

    Un concepto bastante gráfico y acertado sobre el barroco lo podemos leer en Ángel Luis Prieto de Paula, en su libro Claudio Rodríguez: visión y contemplación (Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, Alicante, 1996), escribió en la pág. 16, un concepto sobre el barroco de Claudio, difícil de aprehender, pero dicho por él parece sencillo:

    Los modos barrocos, […] se utilizan aquí [se refiere a la poesía de Claudio], y principalmente porque haya que esquivar alguna censura […], sino porque el mensaje queda atado al vehículo verbal, que enriquece prismáticamente la realidad, presentada desde la ironía, el desdén, la pasión o el escepticismo, según momentos.

    Pues bien, este concepto de Prieto de Paula, aparentemente simple, es aplicable en toda la amplitud vectorial a Perito en lunas. Ciertamente Prieto de Paula encuentra la quintaesencia del concepto semántico para definir el barroco en: “«atado al vehículo verbal»”. Evidentemente, Miguel Hernández lo que hace es constreñir su ironía de la vida, desdén a veces, pasiones y escepticismos que le agobian y, a través de ese prisma personal o casi, diría más, calidoscópico, nos muestra a través del desafío de unas adivinanzas su mundo real trasladado al mundo literario de sus fantasías y ambiciones. Porque como también escribe José Luis Ferris7, “«Miguel es perito en sueños»”. A sus veintidós años Miguel también se cree perito en poesía. Después de haber quedado exento del servicio militar por excedente de cupo (el día 11 de agosto de 1931 acude Miguel a inscribirse en la Caja de Reclutas núm. 22 de Alicante otorgándosele la cartilla militar 2268121)8, resuelve que es acuciante en su porvenir literario viajar a Madrid; el primer viaje lo realiza el 30 de noviembre de 1931, un mes después de haber cumplido 21 años, ha cumplido la mayoría de edad, empieza a buscarse a sí mismo en las emociones y en los sentimientos. Y como dice Antonio Gracia en su Ensayos Literarios9: “«el poeta sólo es un pequeño dios urdido por el hombre que no acepta la muerte»”.

    El original de Perito… fue enviado, secretamente, por Miguel al Concurso Nacional de Poesía, sin que ganara el mencionado premio, luego tuvo que ir a la capital de España a recoger el original con dinero prestado, como siempre. La ingenuidad del poeta era evidente. Además, cuando acude a la Universidad Popular de Cartagena el 28 de enero de 1933 lleva un cartelón que le había hecho Rafael González sobre «Elegía media del toro», y dejó sobre la mesa un meón, una granada y un limón dentro de una jaula al que llamaba «chinito coletudo». Este cartelón se perdió, por ello, después Paco de Díe le hizo otro para el Ateneo de Alicante el 29 de abril del mismo año.

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