La inclinación de Isabel por el Bosque de Segovia

La vida de la reina variaba mucho de estar en la corte, o sea, en la sede de la casa y corte, al principio en Toledo y más tarde en Madrid, o en las jornada que se hacían a los palacios reales de su entorno, particularmente a Aranjuez y al Bosque de Segovia.

En la corte, el rey estaba ocupado con negocios y aunque la visitaba frecuentemente, tampoco se veían mucho. Aparte de sus visitas, pocas veces coindidían en alguna fiesta.

No obstante, en Aranjuez o en el Bosque de Segocia ocurría todo lo contrario. Allí, habitualmente comían juntos una vez al día y se reunían durante el día para pasear y cazar.  En estas ocasiones hasta el rey participaba en aquellos recreaciones que normalmente se hacían en los salones privados de la reina y princesa, por ejemplo, oír cantar y ver bailar a las damas.

La inclinación de Isabel por el Bosque de Segovia se debía parcialmente a la belleza del lugar y aún más porque allí veía al rey con más frecuencia de lo que ocurre en la casa real. En el Bosque de Segovia, Isabel podía salir con sus dama o con la compañía de Juana y las suyas, pero sin otro hombre más que un mayordomo y a veces aún sin él. No guaedaban horas fijas, cosa que conformaba mucho a Isabel. Las comidas podían ser simples, sin gran ceremonia. A veces ni se molestaban en poner mesas, comiendo sobre manteles extendidios en el balcón. Recorrían los jardines y paseos haciendo tracesuras impensables fuera de estos recintos.

Creo que a cualquiera le encantaría un lugar como éste. Teniendo en cuenta la juventud de Isabel, es totalmente lógica que tuviera inclinación por el Bosque de Segovia.

Pasatiempos de Isabel de Valois (3)

Uno de los intereses que compartían diversos miembros de la familia real con la reina Isabel fue la pintura. Tanto Felipe II como Juana eran partidarios de la pintura. Animada y enseñada por su dama, la famosa pintora Sofonisba Anguisciola, Isabel aprendió a dibujar y a pintar. Durante una temporada dedicó muchas horas y esfuerzo a pintar, pero parece que el pintar no logró atraerle como siempre, aunque sin duda le sirvió para apreciar las obras de otros.

Igual que la pintura, había ciertos años que tenía gusto a la lectura pero jamás llegó a ocupar un lugar sustancial en la vida de la reina mientras que ésta siempre tenía pasión por los juegos.

 

Otra gran afición de Isabel resultaron ser las comedias, máscaras y otros géneros teatrales. Unas obras se presentaban con las compañías de actores que pasaban por la corte. Muchas fiestas y máscaras se hacían dentro de los salones privados de la familia regia, a veces con la asistencia de Juana y sus damas. Las damas se disfrazaban entonces y hacían comedias y máscaras para las cuales se requería la participación de poeras, escritores y artistas que preparaban los escenarios. Las cuentas de la reina testifican que este género de entretenimientos era frecuente y daba harto trabajo a pintores y sastres, además de ocupar a la reina y las damas en su diseño, ensayo y ejecución.

Pasatiempos de Isabel de Valois (2)

Otros pasatiempos favoritos de la reina Isabel de Valois eran la danza y la música.

A pesar de ser privados, parece que se admitían observadores y participantes con cierta frecuencia. Muchos compartían su pasión y por lo tanto anhelaban y presionaban por participar de estos pasatiempos musicales y de las ocasiones de danzar. Por las asociaciones sensuales y en el caso de la danza, también por el contacto físico entre los participantes, se intentaba restringir el acceso. No obstante, en este aspecto de su vida, como en otros, parece que tenía libertades no adecuadas con las costumbres y la moralidad ibéricas. Tenía maestro de danza y también se entrenaban las damas y los pajes, ya que el baile jugaba un papel importante en ceremonias y festividades, además de ser un pasatiempo muy popular.

La pasión de Isabel por la música fue obvia desde primer momento. Trajo de Francia a seis músicos «violones» y un tañedor de «musette» y flauta. En la corte hispana se encontró con una gran tradición musical. Tanto Juana como el propio Felipe II eran grandes fanes de la música. La reina consiguió atraer a su servicio uno de los mejores músicos de la corte hiapana. La reina llegó a poseer en sus salas, entre otros instrumentos musicales, tres arpas, un órgano que se utilizaría habitualmente, pero no exclusivamente,

El vestir de Isabel de Valois

Con la entrada anterior sobre los gastos y deudas de Isabel, ya podemos imaginar el lujo del que se rodeaba la reina y de algunos de sus ocios. Por suerte de un estudio de  Rodriguez Salgado, M. J. y su trabajo «Una perfecta princesa». Casa y vida de la reina Isabel de Valois (1559-1568). Primera Parte podemos conocer de cerca la vida cotidiana de la reina poco después de acomodarse en España entre abril y junio de 1560.

Siempre y cuando no estuviera enferma y quedara en cama, todos los días Isabel comenzaba con el largo proceso de ser vestida y peinada por las damas, como unas escenas en la serie  Isabel (aunque no era esa Isabel). Bueno, ocuparía también bastantes horas del día anterior en seleccionar la ropa, el peinado y las joyas con antelación y pedirlos al guardarropa y guardajoyas. Esto formaba una parte importante de sus charlas con las damas además de las modas y las joyas en general.

Merecía la importancia el tema de la forma de vestir y de su elección porque el aspecto físico representaba la imagen suya, la de su marido y la de sus reinos. Tenía que presentarse de potencia, autoridad y riqueza. A pesar de que Isabel casi siempre elegía la ropa, el peinado, las joyas por capricho, también sabía cómo vestirse para encajar mejor con el personaje o la ocasión.

Generalmente Isabel se vestía a las últimas modas de Francia, Italia y España. Estaba inclinada al lujo, tanto en el vestido como en las joyas, debido a la influencia de su madre. Isabel se vestía para impresionar a todos, pero muy especialmente a su marido, por lo cual, si algún día estaba vestida bonita y no veía a Felipe, volvía a repetir el vestido al día siguiente o un día en que segura de que él la vería.

Costes y deudas de Isabel de Valois en Espanya

He mencionado antes que la casa de Isabel de Valois en España fue nutrida. Con tantos oficiales, era natural que se gastara mucho  en esta casa regia. Pues Felipe II se pensó en un pincipio asignarle a Isabel 80.000 ducados anuales para sus gastos. Era una suma muy sustancial, ya que la del príncipe Carlos, cuando se asentó, fue de 50.000 ducados (subiendo poco después a 60.000).

Sin embargo, resultó que esta suma no había podido cubrir los gastos de Isabel. Entre 1562 y 1565 Isabel había contraído una deuda que sumaba a unos 180.000 ducados. A finales de junio de 1566, cuando la reina escribió su testamento, sus deuda se estimaban en 140.000 ducados.

¿Cómo había podido gastar tanto la reina?

Calculaban que al año Isabel gastaba más de 20.000 ducados en su cámara, especialmente sedas, telas de oro, holandas, oro y plata hilado, etc. por su voluntad y a instancia de personas que estaban en su servicio. Estimaban asimismo que habría gastado otros 10.000 ducados en joyas de oro, botones, piedras y perlas para su persona durante los tres años (1562 y 1565). Declaraban también que no podían calcular la mucha cantidad que Isabel había gastado para comprar joyas, cadenas de oro que había regalado a caballeros franceses y otras personas que le visitaban. Además, los desplazamientos, la comida, la casa, etc. durante los viajes suponían inevitablemente un gran coste.

Al enterarse de la situación económica de Isabel, era imposible que Felipe II se quedara quieto. Continuamente ofreció el rey ayudas extraordinarias: contribuyó anualmente una gran cantidad de ducados, incluso mayor que la suma asignada; cubrió gran parte del gasto de los viajes que había hecho la reina a Aranjuez y Segovia, lo cual suponía algún ahorro para la casa de Isabel.

Pese a las ayudas del rey, no sabemos si la reina se quedó fuera de las deudas al final, ya que siguió gastando de forma exagerada hasta su muerte.

La adaptación de Isabel a las costumbres de Castilla

En las clases de historia moderna nos enteramos de muchos matrimonios entre diferentes países y siempre he tenido una pregunta: ¿cómo se comunicaban las parejas que hablaban diferentes idiomas? Si no me falla la memoria, el profesor me dijo tal vez aprendía el idioma antes de irse en su país.

Igual que el idioma, la diferencia entre dos países también era una barrera para adaptarse a la vida en el extranjero. Así que tenemos el siguiente tema: la adaptación de Isabel a las costumbres de Castilla. A pesar de todas las medidas que había tomado Felipe II y los oficiales hispanos no consiguió avanzar notablemente su adaptación. Lógicamente su juventud debía facilitarlo, pero según la princesa Juana, no fue así.

Juana de Austria fue la persona más próxima a Isabel aparte de sus damas. Quedaba con ella casi todos los días y demostró gran afecto hacia ella. Juana e Isabel mantuvieron una gran amistad durante los años que duró el matrimonio de ésta, gracias a su gran vitalidad y a pesar de la diferencia de edad entre ambas, compartieron juegos y aficiones en la corte. Era por tanto frecuente encontrar a la reina y a su dama cantando en los jardines del espacio, representando farsas para el rey o bailando en los aposentos privados de Isabel. Ambas iban a la misa diaria juntas, acudían a visitar los conventos de la localidad donde se encontraban y a contribuyeron generosamente en obras de caridad. En 1564 cuando Isabel estuvo enfermísima, Juana se desveló por atenderla, acompañándola día y noche y arriesgando su propia salud.

No obstante, Juana criticó abiertamente a Isabel al hablar con el embajador portugués, Francisco Pereira en 1565. Comentó que las costumbres de la casa real francesa no sólo eran diferentes a las de Castilla y Portugal, sino que se podía decir que eran totalmente contrarias. Esto se había podido comprobar en el caso de la reina. Pese a los esfurzos continuos de Felipe II, desde 1560, no habían conseguido aún que Isabel y sus oficiales franceses se adaptasen a las costumbres ibéricas.

Por otro lado, no podemos negar los pocos cambios de Isabel tras llegar a España. Prefería vestirse a la española en algunas ocasiones durante las fiestas para impresionar a sus compatriotas con el buen gusto y lujo de su reino.

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Isabel de Valois y sus damas españolas


Como podemos imaginar,  cuando Isabel de Valois llegó a España de Francia con sus damas francesas a los 14 años, es natural que prefiriera rodearse de sus damas y amigas francesas e italianas. Y esto provocaba celos y tensiones con las españolas. Así que desde el principio las relaciones entre la reina y las damas hispanas fueron problemáticas.

Y las hizo aún peor la presencia de la prima de la reina, la Montpensier. Durante el poco tiempo que estuvo en Toledo, se quejaba de que le faltaba repeto el Mayordomo Mayor y poco después, de que Madame Clermont monopolizaba la atención y las mercedes de Isabel. Así que el rey tuvo que investigar y meterse en el asunto a la reina. Y a la reina le tocó defender a los dos acusados diciendo que la Montpensier había exagerado.

Para aliviar la tensión, el rey redució a muchas francesas y sacó a Madame Clermont de la Corte. Pese a la reducción de las francesas, la situación no fue mejorando. Madame Vineux admitió meses después ante Catalina de Médicis (la madre de Isabel) que la casa necesitaba más orden y disciplina; Limoges confirmó que Isabel seguía sin adoptar responsibilidaded ni ejercer autoridad en su casa. A pesar de que Isabel prometió intentar corregirse bajo la presión por ellos y su madre, no apareció ninguna mejoría.

Así era la vida de una reina tan joven al principio de llegar a un territorio tan desconocido.

La creación de una casa hispano-francesa

La boda de Felipe II y Isabel de Valois tuvo lugar en Francia. La misa de velaciones de celebró el 2 de febrero en el Palacio del Infantado(Guadalajara) cuando se vieron por primera vez los esposos.

Era habitual que la princesa, al llegar a su nueco estado, quisiera seguir rodeada de viejas amistades, compañeras de la infancia, tutores y compatriotas y que solicitase a su marido que le perimitiera retener a un grupo sustancial de ellos. Al principio del matrimonio, Isabel tenía numerosos oficiales franceses con ella y la estructura, títulos y gajes de la casa de Isavel seguían el estilo de la casa de Borgoña, salvo en el caso de algún oficio verdaderamente castellano. Luego, poco a poco los oficiales franceses se fueron de España a Francia.

Aun así, Isabel tenía un montón de sirvientes. El rey había organizado una casa muy nutrida, con más de 200 oficiales. Tanto en el palacio como en sus viajes le servían las guardias del rey. Sin embargo, la reina no necesitaba una guardia propia numerosa, ni una capilla grande, ni su propio servicio de caza. El rey organizaba las cacerías que entretenían a Isabel tanto en sus viajes como en los palacios cercanos de la corte. Por supuesto, no todos los oficiales le servían al mismo tiempo. Como era habitual en la casa del rey, los Maestrasalas trabajaban por turnos de semanas, y varios otros oficios eran también flexibles. Al comprobar cómo sería la nueva casa de Isabel en junio de 1560, el embajador francés, Limoges, se quejó sin razón de que sólo quedaba pocos sirvientes franceses, pero a la vez comentó que los oficiales que se habían despedido eran ¨inútiles¨ ya que el nuevo ceremonial a seguir en la casa asignaba a las damas de Isabel tareas que en la casa real francesa se hacían por oficiales masculinos. Este dato es interesante y nos permite entender por qué el sector femenino de la casa de Isabel era tan amplio. Admitió también Limoges que el rey había nombrado una multitud infinita de otros hombres y mujeres y que la nueca casa de Isabel estaba tan bien dotada que no hay dama de la cristiandad que sea superior a ella. Consciente del honor que se le hacía, Isabel salió enseguida del disgusto de despedir a sus sirvientes franceses. El embajador florentino informó al duque Cósimo de Médicis que Felipe II había licenciado a los servidores franceses de la reina comentando que no podía ser de otra manera por infinitas razones y que le había puesto una casa de la grandeza e importancia que corresponde a tal reina – o en su frase italiana, más acertada aún, a una tanta regina.