La adaptación de Isabel a las costumbres de Castilla

En las clases de historia moderna nos enteramos de muchos matrimonios entre diferentes países y siempre he tenido una pregunta: ¿cómo se comunicaban las parejas que hablaban diferentes idiomas? Si no me falla la memoria, el profesor me dijo tal vez aprendía el idioma antes de irse en su país.

Igual que el idioma, la diferencia entre dos países también era una barrera para adaptarse a la vida en el extranjero. Así que tenemos el siguiente tema: la adaptación de Isabel a las costumbres de Castilla. A pesar de todas las medidas que había tomado Felipe II y los oficiales hispanos no consiguió avanzar notablemente su adaptación. Lógicamente su juventud debía facilitarlo, pero según la princesa Juana, no fue así.

Juana de Austria fue la persona más próxima a Isabel aparte de sus damas. Quedaba con ella casi todos los días y demostró gran afecto hacia ella. Juana e Isabel mantuvieron una gran amistad durante los años que duró el matrimonio de ésta, gracias a su gran vitalidad y a pesar de la diferencia de edad entre ambas, compartieron juegos y aficiones en la corte. Era por tanto frecuente encontrar a la reina y a su dama cantando en los jardines del espacio, representando farsas para el rey o bailando en los aposentos privados de Isabel. Ambas iban a la misa diaria juntas, acudían a visitar los conventos de la localidad donde se encontraban y a contribuyeron generosamente en obras de caridad. En 1564 cuando Isabel estuvo enfermísima, Juana se desveló por atenderla, acompañándola día y noche y arriesgando su propia salud.

No obstante, Juana criticó abiertamente a Isabel al hablar con el embajador portugués, Francisco Pereira en 1565. Comentó que las costumbres de la casa real francesa no sólo eran diferentes a las de Castilla y Portugal, sino que se podía decir que eran totalmente contrarias. Esto se había podido comprobar en el caso de la reina. Pese a los esfurzos continuos de Felipe II, desde 1560, no habían conseguido aún que Isabel y sus oficiales franceses se adaptasen a las costumbres ibéricas.

Por otro lado, no podemos negar los pocos cambios de Isabel tras llegar a España. Prefería vestirse a la española en algunas ocasiones durante las fiestas para impresionar a sus compatriotas con el buen gusto y lujo de su reino.

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