Smith vió el peligro que podían representar para la soberania del Estado la vinculación que se produce a veces entre poder y grupos de interés, especialmente entre Gobierno e iglesias. En aquella época Smith decia que en los enfrentamientos políticos a menudo se unian religión y partidos políticos, apoyando cada una de las variantes religiosas a un partido u a otro y, por ello, luego dandao el bando vencedor privilegios a la opción que les apoyó. De esta forma, el bando vencedor no establece libremente su ideario político y, entonces, no tiene libertad de acción.
Smith, además, defendía las bondades de la libertad religiosa, pues esta favorecía que hubiera una mayor coexistencia de diferentes confesiones, no teniendo estas, al ser muchas fuerza, suficiente para perturbar el orden público,