Aunque con la obra de Adam Smith comenzó la tradición clásica en el pensamiento económico, no fue con ella con la que empezó la ciencia económica.
Antes del siglo XVIII ya se debatía sobre la naturaleza del proceso económico. Sin embargo, las cuestiones planteadas por el enfoque clásico eran visiblemente modernas. La literatura preclásica se había dedicado más que a analizar el comportamiento económico a juzgarlo. A partir del siglo XVII estás cuestiones éticas pasan a un segundo plano y poco a poco se comenzó a buscar una interpretación análitica del proceso económico. La perspectiva clásico proporcionó una nueva orientación a la discusión económica.
La escuela clásica mantuvo el interés por los orígenes y naturaleza de un excedente económico que ya tuvieron otras escuelas con anterioridad y, además, extendió el ataque a la política restrictiva del mercantilismo. Sus miembros afirmaban que el superavit del Estado surgía no del comercio, sino de la producción. Además, afirmaban que la agricultura no era ya la única actividad productiva; la industria podía generar también un excedente. La explicación del carácter de este excedente y los factores que influyen en su magnitud se convirtió en uno de los temas centrales del análisis clásico. Para los economistas clásicos las reglamentaciones y restricciones de los movimientos de hombres y bienes obstaculizaban la eficacia y el desarrollo. Propugnaban una organización en la que los empresarios individuales pudieran desplegarse y se eliminasen los privilegios de mercado de los que gozaban los favoritos del poder. El “orden natural” se convirtió en el arma con que atacar la regulación y protección estatal que se asocia con la época mercantilista. Había en el análisis clásico una cuestión central: el análisis del crecimiento económico a largo plazo.
Deja un comentario