Las Germanías en Valencia

Se enmarca dentro de la primera gran crisis del sistema feudal, con otros movimientos como las jacqueries francesas, las guerras irmandinhas, etc. Dentro del ámbito de la Corona de Aragón hemos de encuadrar la Germanía valenciana junto con otras revueltas como la guerra remensa o las germanías de Mallorca y Cataluña que le son contemporáneas. Sus causas son:

Políticas: exclusión del gobierno municipal de las clases populares, frente al monopolio de la oligarquía endogámica en las principales magistraturas. En Valencia de los seis jurados dos tenían que ser caballeros y cuatro ciudadanos.

Económicas: desigualdad en los beneficios del crecimiento económico bajomedieval.

-Pérdida del monopolio corporativo del trabajo: competencia de las mercancías foráneas y las de mercaderes empresarios (que utilizaban trabajadores poco cualificados y no integrados en la estructura gremial).

-Excesivo número de maestros: escasas expectativas de ganancias. En las Cortes de 1510 se presenta un memorial de pelaires y tejedores, protestando contra la participación en el sector textil de los empresarios mercaderes. Participación destacada del pelaire Joan Llorens, considerado por los historiadores contemporáneos el ideólogo y fundador de la Germanía. Juntamente con el reforzamiento de los oficios, Llorens reivindicaba la participación de las clases populares en el gobierno de la ciudad.

Importancia del “Dotzé del cristià” de Francesc Eiximenis. Edición de 1484 que seguramente contribuyó al pensamiento utópico de los agermanados: contra las jerarquías, por la hermandad entre los cristianos.

Respeto a la monarquía y la legalidad foral. Envío de una embajada al rey, esperando su aprobación. Viva el rey y muera el mal gobierno.

Factores coyunturales:

Peste del verano de 1519 → vacío de poder en la ciudad por la huida de la mayoría de los nobles y oficiales reales, incluido el Gobernador.

Retraso de la venida del rey para celebrar Cortes y jurar los fueros. Prioridad para el rey de la elección imperial, y previsible acumulación de agravios.

Contexto económico desfavorable: Endeudamiento de la ciudad (emisión de títulos a prestamistas particulares) → importancia política de los acreedores. Crisis de subsistencias.

La primera manifestación de la Germanía fue la exhibición del poder de los oficios a través de vistosos desfiles armados, y la constitución de un comité ejecutivo integrado por trece síndicos (“Junta de los Trece”, a imitación de Venecia y también de Jesucristo y sus apóstoles). Presionado por la nobleza, Carlos V da marcha atrás en algunas de sus concesiones, a la vez que las autoridades locales prohibirían el agermanamiento de los oficios. La tensión aumentó con el nombramiento como virrey de Diego Hurtado de Mendoza, recibido con hostilidad por su condición de extranjero. Golpe de estado municipal: imponen dos representantes populares, un cirujano y un terciopelero, entre los seis jurados y acapararon los cargos importantes: racional Joan Caro, abogado y escribano.

Extensión por el reino, con el armamento de los oficios y la constitución de juntas locales de trece miembros, dirigidas o controladas por la de Valencia. Afirman respetar la soberanía del rey y desear el bien de la ciudad, abandonada por sus autoridades. Disposiciones de la Junta: se enfrentan al problema de la deuda municipal, el abastecimiento, los censales (abolición)…

Jefes militares del movimiento popular poco preparados y con disputas internas.

Valencia: la guerra propicia la radicalización del movimiento, y con ella la sustituciónde los líderes moderados del principio (Llorens: instigador, basado en Eiximenis, inspiradopor las republicas italianas, Caro, líder militar, Sorolla, uno de los síndicos y Monfort,abogado, ataca legalmente el modo de elección) por caudillos engendrados en la dinámicabélica: Urgellés, Estellés, Vicent Peris y Borrell, partidarios de una acción másrevolucionaria. Los primeros representaban los sectores más acomodados de la menestralía (Caro p.ej. era un azucarero rico, financió la organización de las germanías; Monfort un jurista gracias al cual se adhirieron al alzamiento otras profesiones como notarios, mercaderes, boticarios… incluso había ciudadanos honrados como el propio Ros – también lo era Urgellés). Todos los moderados aspiraban a tener representación política en el gobierno de la ciudad y una vez conseguida introdujeron importantes reformas en la administración municipal, desde el sistema de elección de cargos al saneamiento de las finanzas públicas. Cierto espíritu puritanista y concepción más abierta del ejercicio del poder. Pretendían acabar con la especulación ligada al abastecimiento de trigo de la ciudad, el arrendamiento de las imposiciones y la emisión de deuda pública. Ala radical: maestros más pobres, aprendices, jornaleros y asalariados urbanos, amplia masa de vagabundos. Frente a la radicalización, los más moderados buscaban una salida negociada. Ya en junio de 1521 los jurados de la ciudad pidieron al hermano del virrey (marqués de Zenete) que aceptase el cargo de gobernador, cosa que hizo, dimitiendo pues la Junta de los Trece. La llegada de Vicent Peris a Valencia después de la derrota de Orihuela no consiguió reavivar la Germanía, y a principios de noviembre (día 9) la ya abatida ciudad de Valencia se rendía finalmente al virrey. Peris se hizo fuerte unos meses en Xàtiva, después volvió a Valencia y allí, abandonado por sus antiguos compañeros y por los que dos días antes todavía lo habían aclamado (a su entrada), fue finalmente apresado, tras el asalto de su casa por las tropas del marqués de Zenete. Su cabeza fue expuesta en la puerta de San Vicente de Valencia.

Alzira y Xàtiva últimos reductos del movimiento. “El encubierto”, autoproclamado nieto de Fernando el Católico, encabezaba la resistencia, relevando a Peris como líder carismático. Sobre esta figura se ha especulado mucho: Ricardo GARCÍA CÁRCEL considera que es Antonio Navarro, Vicent VALLÉS lo considera Enrique Manrique de Ribera. A su muerte (asesinado en Burjassot en mayo de 1522 por un grupo de sicarios) fue sucedido por nuevos “encubiertos”. Carácter mesiánico, especialmente intenso para los grupos conversos, aspiraciones de cambio social del estrato más pobre del campesinado, protagonista de los últimos actos de rebeldía de las Germanías. Revuelta más de la prosperidad que de la miseria. En Sueca p.ej. la oligarquía de enfiteutas acomodados que controlaba el gobierno municipal y lideraba el conjunto de la comunidad en su enfrentamiento con el señor subvirtió a su favor el sistema de elección de los cargos, recortando algunas de las competencias señoriales. Sin embargo, los protagonistas iniciales del movimiento, reformistas y moderados, no tardaron en ser sustituidos por otros más radicales, que desbordaron el carácter político de las reivindicaciones con otras de naturaleza social y elevaron el tono antiseñorial. “Segunda fase” de las Germanías: los pequeños campesinos de la Huerta de Valencia, último escenario de las acciones del encubierto, y también en Alzira y Xàtiva, saquearían las tierras de señorío vecinas, asaltarían los castillos y poblaciones, y obligarían a los musulmanes a bautizarse. Reivindican la abolición de los censos y rentas señoriales. Ello determinó la movilización masiva de la nobleza autóctona, encabezaba por el duque de Gandía y el conde de Oliva, así como la solidaridad de las aristocracias catalana y castellana. Por el contrario los rebeldes, a pesar de las simpatías que despertaban fuera del reino y de los contactos con los agermanados mallorquines y catalanes y los comuneros castellanos (escasos), no contaron apenas con ayuda exterior. Fin de la revuelta en diciembre de 1522.

Consecuencias:

Represión: desde finales de 1521, con la caída de Valencia y la vuelta del virrey a la ciudad. Inicialmente fue moderada (el virrey concedió un perdón general, del que solamente quedaron excluidos los líderes más significados). Mucho más dura Germana de Foix, nueva virreina desde 1523. Una crónica coetánea, el Llibre d’antiquitats, eleva a más de 800 el número de represaliados durante todo el periodo por el llamado “crim de germania e unió popular”. La misma virreina reconocería haber ordenado la ejecución de más de un centenar de personas. El cronista Escolano cuenta cómo las horcas de madera del mercado tuvieron que ser sustituidas por otras de piedra. También fueron muy importantes las confiscaciones de bienes, inmediatas en caso de los condenados a muerte (tanto si eran ejecutados como si no) y las composiciones o multas a personas, poblaciones y oficios. La nómina de los represaliados la encabezaba el jurista Bartomeu Monfort, con la astronómica cifra de 6.000 ducados. La misma cantidad el oficio de los terciopeleros (el más castigado), seguido de los pelaires y tejedores. Valencia: superó las 100.000 libras; Xàtiva 36.000 ducados, Alzira 12.400, Alcoy 12.600, Morvedre 9175… así hasta un total de unas 80 villas y lugares de todo el país. El importe total de las composiciones subió a más de 380.000 libras (más de 360.000 ducados). Las cantidades tardaron muchos años en pagarse. Daños sufridos durante la guerra, estimados en unos 700.000 ducados para la ciudad de Valencia y unos 2 millones para el conjunto del reino. Pérdidas humanas: en el campo de batalla superaron los 12.000 muertos, con las consiguientes repercusiones demográficas. Para Ricardo GARCÍA CÁRCEL, además, la derrota de los agermanados representó no sólo el triunfo de la nobleza sino también de la alta burguesía mercantil italiana.

Los musulmanes del país son grandes perdedores: hostigados por los rebeldes y obligados finalmente a convertirse. El odio al moro, arrastrado de antiguo, se nutría de múltiples argumentos, no sólo étnicos y religiosos. A la aversión por la diferencia (religiosa, lingüística) se añadía el resentimiento de las clases populares por la competencia laboral de los artesanos mudéjares, excluidos de las estructuras gremiales, y por la prosperidad de la pequeña élite musulmana. Probablemente ello explica que fuesen los agermanados de procedencia urbana, menestral, los más significados en la hostilidad a los mudéjares, acrecentada en la guerra por su incorporación al ejército nobiliario. Saqueo por las tropas de Peris de las poblaciones musulmanas de La Marina, La Safor y La Costera, imponiendo a sus habitantes el bautismo forzoso, a menudo masivo. Oposición a los musulmanes como expresión antiseñorial: ya que muchos caballeros lo eran porque tenían vasallos mudéjares.

Tras la Germanía se discutió sobre la validez de estas conversiones. Una junta de teólogos y juristas convocada por Carlos V en Madrid en 1525 se pronunciaría favorablemente, argumentando que como al mudéjar se le había ofertado la alternativa de la muerte, la decisión de aceptar el bautismo había sido tomada libremente. No sintoniza mal con la política del Emperador de defensa del catolicismo. Principio de “cuius regio, eius religio” de 1555 (Augsburgo). También obligará al resto de los mudéjares a convertirse. Oposición inicial de la nobleza, preocupada por el futuro de sus rentas. Alzamiento de una parte de la población mudéjar, desde noviembre de 1525, posteriormente con mayor vigor en la Sierra de Espadán en 1526. Acabó definitivamente con la excepción musulmana en el país, dando paso al problema morisco.

La segunda Germanía

Gran agitación social en el campo. No puede ser considerada sólo producto de una coyuntura crítica ni de un brusco empeoramiento de las condiciones de vida del campesinado. Las causas son más estructurales, y no nacen sólo de la miseria sino también de la prosperidad.

_ Antiseñorial: mayor autonomía del campesinado (revisión de los establiments), o incluso la supresión total de la intermediación entre los súbditos y la Corona, y la incorporación de las respectivas poblaciones al patrimonio real. Demandas en los tribunales, numerosas, algunas exitosas. Acción judicial y estallido de revueltas populares, tensionadas por el hambre o la exasperación fiscal, o de propósito decididamente antiseñorial, como las revueltas de L’Horta de 1663, La Valldigna en 1672, y del Camp de Morvedre en 1689.

Se considera incumplida la promesa del señor de Corella a los nuevos pobladores de rebajar censos de frutos y pechos. Incluso una petición al rey. En 1691 difieren la pastoral del arzobispo (demandaban franquía de gavelas y tributos, un carácter que no era el de las percepciones señoriales, que son censos) y la crida del virrey (deja ver que la aspiración de los vasallos se resumía en una partición de frutos menos elevada). Tanto uno como el otro hacían constar que con la expulsión de los moriscos los señores adquirieron los bienes de éstos, por donación del rey, y por tanto libre y legítimamente podían disponer como de cosa propia de sus tierras, y establecer los repobladores ex novo. Obligación por tanto al pago de los derechos y de toda clase de imposiciones establecidas por los señores y aceptadas por los nuevos vasallos en las cartas de repoblación.

Escalada de “furores campesinos”, muy circunscritos y rápidamente desactivados, en los tiempos anteriores. Alcanzó su punto máximo con la Segunda Germanía, un movimiento de difícil interpretación tanto por la composición social de sus impulsores como en cuanto a la naturaleza de sus reivindicaciones.

Principios de 1693: el duque de Gandía y otros señores valencianos se quejaron ante el Consejo de Aragón de la reticencia de sus vasallos a pagar las rentas. El virrey informó de la actuación subversiva de un notario, Félix Vilanova, que con anterioridad había instigado, en 1689, la agitación en el Camp de Morvedre, y más recientemente en La Marina, diciendo a los campesinos que él tenía o sabía de unos privilegios que les eximían de contribuir los derechos a los señores. También los párrocos actúan como agitadores. El marqués de Castelrodrigo invitó a las poblaciones a que enviasen sus representantes a Valencia para que expusieran sus demandas ante una junta de abogados. Consideraban ilícitas las particiones de frutos y las exacciones señoriales en general, invocando por un lado los privilegios otorgados por Jaime I y sus sucesores, que eximían a los valencianos del pago de pechos y gavelas, y argumentando por otra parte que Felipe III al decretar la repoblación tras la expulsión de los moriscos solamente había autorizado el cobro del tercio diezmo. El citado rey habría cedido las tierras a los señores por tan sólo treinta años, debiendo revertir después al patrimonio real (argumento de los campesinos, no aceptado, alegándose falta de pruebas documentales). Los representantes de los pueblos, unos 35 integrados en unos 15 señoríos, la mayoría de La Marina y La Safor, pero también de La Ribera y otras comarcas vecinas, decidieron recurir directamente al Consejo de Aragón. Memorial. Francesc García, principal dirigente, Bartolomé Pelegrí, Félix Rubio: no sólo demandaban la rebaja de las cargas señoriales, sino su eliminación. Argumentan que los señores no pueden demostrar estos derechos documentalmente, frente a que los vasallos sí tienen los correspondientes títulos (remontados a Jaime I y su hijo Pedro, siglos XIII y XIV), habiéndose prohibido que se les pudiese pedir pecho alguno.

Mitificación de los tiempos de Jaime I. Apelan a la justicia real, lejana, contra el poder más inmediato de los señores.

El conflicto se agudizó en el momento de la cosecha, al negarse los campesinos a pagar las rentas. Ya en mayo (recolección de la hoja de la morera) los vasallos del conde de  Carlet rechazaron hacer efectivos los censos, y el virrey Castelrodrigo, erigido en garante del orden señorial, envió un escuadrón de 40 caballeros para someter a los insumisos. Pero estos episodios se reprodujeron con las cosechas mayores a la entrada del verano. A finales de junio 12 campesinos de Ràfol d’Almúnia declararon que no pagarían al señor hasta que éste “ensenyara títol, causa o imposició de sa real majestat”. El ejemplo se extendió a otras poblaciones. La detención de cuatro labradores de Vilallonga en julio, por negarse a partir la cosecha con el duque de Gandía, fue el detonante de la revuelta. El mismo día 400 campesinos de los pueblos vecinos se juntaron para seguir en comitiva hasta Gandía. Al día siguiente la multitud había crecido hasta los 3.000 hombres. “Vivan los pobres y muera el mal gobierno”. Se obtuvo la liberación de los presos sin mayor violencia. El éxito animó a los rebeldes a continuar las movilizaciones, desde La Marina a las comarcas de montaña, de los estados del duque de Gandía a los del conde de Cocentaina, pasando por los del marqués de Albaida y otros barones. Carlet, donde se decía que Francesc García tenía guardados los documentos que probaban las libertades de los campesinos, para llevarlos a Valencia ante el virrey, o incluso hasta Madrid si fuera necesario.

Josep Navarro, labrador acomodado, o a veces aparece como barbero, comanda a los agermanados, aparece en algunos documentos como “general de la Germandat del Regne”. “Ejército” integrado por gentes de Vilallonga, Lorcha, Jalón, Alcalalí, Muro, Gallanes, Ràfol d’Almúnia, Ràfol de Salen, Beniadjar… 400 hombres a caballo, 400 a pie, dos piezas de artillería, se unirían las milicias de Xàtiva, Algemessí y Carcaixent. En total se consideran unos 1.400 hombres, frente a los 1.500 campesinos, peor armados, sin caballos ni artillería, y con continuas deserciones en sus filas. Choque final el 15 de julio en Cela de Núñez (próxima a Muro). A pesar de la desigualdad de las fuerzas, la batalla duró dos horas y curiosamente se saldó solamente con 10-12 muertos y otros tantos heridos, todos ellos en el campo de los agermanados. En las semanas siguientes pequeños escuadrones de caballería se encargarían de restablecer el orden visitando los pueblos y conminando a los habitantes a pagar los derechos señoriales, atendiendo a la crida del virrey de 27 de julio, que incidía en que las reclamaciones a los señores.

Represión concentrada sobre los líderes de la revuelta. Navarro fue ejecutado el 29 de febrero de 1694. Numerosos campesinos condenados a galeras. Paradero del principal dirigente “político”, Francesc García: unos dicen que fue ejecutado y otros que no se le logró capturar. Nuevo movimiento en 1705, durante la Guerra de Sucesión.


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