María, a sus 80 años, cuidaba con todo cariño a su esposo Francisco, de 83 años y con alzhéimer, postrado en cama desde hace cuatro años. María jamás ha protestado, porque el amor todo lo aguanta. La única ayuda oficial recibida es el préstamo de una cama articulada y un profesional que acude al domicilio familiar una hora al día. Tienen solo un hijo, soltero, que trabaja por las mañanas y dedica el resto del día al cuidado de sus padres y de su tío, que vive con ellos, soltero y con 79 años. El lunes el corazón de María no aguantó más tanto esfuerzo impropio de su edad. El hijo, a la pena de enterrar a su madre añade el problema de que no es capaz de cuidar por sí solo de su padre y de su tío. Ha pedido unos días de permiso en su trabajo para arreglar los papeles y ver la mejor manera de afrontar la nueva situación.
Él, hombre de palabra, sencillo y humilde, pensaba que iba a ser sencillo porque se había tomado en serio los anuncios en prensa, radio y televisión con los que, desde hace meses, nos están bombardeando respecto a las personas dependientes tanto la Vicepresidencia de la Xunta como el Gobierno de España. Pero se ha dado de bruces con la cruda realidad: los servicios sociales le han dicho que resolver esto va a llevar su tiempo, que no hay plazas residenciales, que hasta que no valoren a su padre no verá un céntimo, que mientras tanto se vaya arreglando con ayuda de vecinos y familiares, que si tiene un enchufe pida plaza en las Hermanitas, o si tiene dinero que lo ingrese en una residencia privada y luego ya le abonará la Vicepresidencia con efectos retroactivos el dinero desembolsado, etcétera. A este pobre hijo se le ha partido el alma porque se ha sentido engañado, porque no sabe qué hacer, porque ni tiene familiares que puedan echarle una mano ni puede ampliar el permiso laboral porque corre el riesgo de perder su trabajo y tampoco tiene dinero para hacer frente a lo que cobra una residencia privada (él es mileurista y su padre cobra una pensión que no llega a 500 euros), ni tiene esa recomendación que con tanta desfachatez le comentaron en los servicios sociales.
Mientras tanto, en este bendito país todo va bien y las personas dependientes tienen derechos? ¡sobre el papel! Los Gobiernos están para resolver los problemas de sus ciudadanos, no para elaborar muchas leyes. Una emergencia social no puede recibir como respuesta el famoso «vuelva usted mañana».