• Los asistentes incidieron en la necesidad de implicar a la sociedad
EVA SÁEZ / AZUQUECA
Para Encarnación Arroyo no fue difícil imaginárselo. Su hijo, tiene 36 años y vive en una silla de ruedas desde que nació como consecuencia de una lesión cerebral. «Es duro», se le escapaba a menudo a esta mujer durante su intervención. «Encuentras escaleras, rampas que no están terminadas, coches mal aparcados…», enumeraba. Se trata de la llamada «cadena de las barreras», explicó Juncá, que hace referencia a todos los obstáculos que encuentran las personas de movilidad reducida, desde que salen de casa, hasta que alcanzan su destino. Además de éstas, Juncá se refirió también a las «barreras invisibles», creadas por «personas que no piensan lo que sus acciones pueden suponer para otros». Para Juncá, la accesibilidad es una cuestión que afecta a todas las áreas, desde concejales a policías municipales. No obstante, y a pesar de la normativa vigente, «la accesibilidad se entiende como un tema menor».
En este sentido, la presidenta de la Asociación Provincial de Enfermos Reumáticos, Isabel Muñoz, también enferma desde que tenía 20 años, apostó por implicar a los organismos oficiales y a las escuelas en talleres como este. «Normalmente lo políticos vienen a la inauguración de estos actos y se van», puso de manifiesto Muñoz. No fue el caso de los concejales azudenses María José Naranjo y José Luis Blanco, que participaron a lo largo de toda la jornada.
Quién sí se marchó tras la inauguración fue el alcalde, Pablo Bellido, que se atrevió a reconocer que Azuqueca no era «un municipio accesible», si bien sostuvo su «motivación para mejorarlo, no sólo en el aspecto físico, sino psicológicamente». «No es una cuestión de solidaridad, que lo es; ni de confort, que lo es; sino también de libertad. Es hacer a los ciudadanos más libres y más iguales», señaló. Para Isabel Muñoz esta libertad se traduciría en que no hubiese que empujar las puertas del Foro para entrar, o que las sillas no fuesen tan incómodas que tiene que apoyarse en sus bastones para no caerse. «Por ejemplo, mis hijos, para quienes la discapacidad es algo con lo que han crecido, no ven la discapacidad, ven las barreras, y es algo que no se ve hasta que te incumbe», opinó la presidenta de Aperg. A la salida de la jornada, varios coches impedían el paso por la acera rebajada. El resto del edificio está rodeado por escaleras. Es sólo el primer paso hasta llegar a casa. «Cuando mi hijo ha tenido un ataque, alguna vez nos hemos encontrado con que la ambulancia no ha podido pasar por culpa de los coches. Un día se me queda ahí», había dicho Encarnación momentos antes.