El 1 de diciembre de 1956, una costurera negra, llamada Rosa Parks, al finalizar su jornada laboral, subió al autobús número 2857 de la National City Lines. El chofer, James F. Blake, que años atrás le había dejado deliberadamente en tierra, bajo la lluvia, tras haberle obligado a volver a subir al autobús, por la puerta posterior, destinada a los negros, ordenó a Rosa Parks y a un grupo de viajeros negros que desalojasen una fila completa para acomodar a un blanco. Mientras los demás cumplían, Rosa se negó y permaneció sentada: estaba cansada, pero sobre todo, estaba harta. Fue desalojada por la policía, encarcelada y condenada a satisfacer una multa de diez dólares.
Este incidente originó que un pastor llamado Martin Luther King se hiciera famoso en los Estados Unidos al liderar un boicot durante 382 días a los autobuses de Montgomery que acabó cuando el Tribunal Supremo declaró inconstitucionales las leyes de Alabama que segregaban a los viajeros por su raza.
Manolo Lobato no había nacido cuando Rosa Parks se negó a moverse de su asiento, reivindicando su derecho a sentarse donde quisiera, pero el pasado 30 de diciembre, cincuenta y dos años después, se puso delante de un vehículo de la empresa Daibús que le había vendido un billete y le impedía el acceso al autobús. Manolo es usuario de una silla de ruedas y tiene la cabeza como un bolo, no de tamaño, sino de dura y reivindicaba, igual que Rosa Parks, sus derechos.
Podía culpar a la empresa porque ésta asegura en su publicidad que todos sus coches son accesibles y porque previamente se había puesto en contacto con ellos para asegurarse de la veracidad de lo prometido.
Hay pocas diferencias entre uno y otro caso. En ambos casos se pone en juego el derecho de un ciudadano a acceder a un servicio público.
Rosa Parks desencadenó con su actitud un cambio legislativo. Manolo no ha tenido tanta suerte: no hay en este caso ley alguna que cambiar. Las leyes, y sobre todo, la Constitución Española le amparan. El problema es que es España los legisladores se pueden permitir hacer leyes estupendas porque luego, pueden no cumplirse.
Y así, muchos ciudadanos viven prisioneros en sus propios domicilios; o se ven obligados a vivir en residencias alienantes donde sus más elementales derechos son frecuentemente conculcados.
Y lo peor, la mayor diferencia, es que en nuestro caso, la actitud valiente, casi heroica de gente como Manolo y sus compañeros del Movimiento de Vida Independiente solo les vale para ser la noticia anecdótica de un día. Y así podemos seguir tan tranquilos, negando sus derechos a una parte de los ciudadanos.
Fuente:
http://blogs.larioja.com/alfredorodriguez/2009/1/13/manolo-cabeza-bolo
2 replies on “Manolo, cabeza de bolo”
Vaya, hay cosas que nunca entenderé…salu2
Eso nos ocurre a muchos con relativa frecuencia, sobre todos a quienes estamos al otro lado de la sociedad que nos ningunea.