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LEY DE LA DEPENDENCIA: DE LA ESPERANZA A LA FRUSTRACIÓN PARA ACABAR EN EL HARTAZGO.

Los gobiernos de José Mª Aznar, no tuvieron coraje y valor suficiente para enfrentarse a la creación de la Ley de la Dependencia, como así conocemos la mayoría de ciudadanos a la ley de autonomía personal y atención a personas en situación de dependencia. Algo que le venía recriminando el partido socialista frente a la inexcusable realidad que muchas personas y familias enteras estaban viviendo en el tiempo de forma penosa, desconsoladora y costosa en sus propias carnes y a la que no podían hacer frente de una forma estructurada tras los cambios sociales acaecidos, – el aumento de la esperanza de vida, la cada vez más numerosa aparición de enfermedades como el alzhéimer, como consecuencia de ello y la transformación del papel de la mujer en la sociedad-, fueron quizás las causas mayores que motivaron al partido socialista a ponerse manos a la obra y pretender la creación de esta ley.

Una Ley que en principio se pretendía universal como el resto de leyes universales, sanidad, pensiones, educación, como elemento conformador del cuarto pilar del estado del bienestar y dirigido a los colectivos más desfavorecidos, tercera edad y personas con discapacidad, por ser estos sectores tal vez los que como ciudadanos menos sentido real de universalidad, disponían y que por mucho que nos la pinten como tal, no se acerca ni de lejos.

Una ley que pretendía evitar precisamente la dependencia tanto de los beneficiarios como de las familias afectadas a través de mecanismos de prestación de servicios, de medidas preventivas o ralentizadoras de altos niveles de dependencia, parecía quererse conformar como una ley que pretendía separar la paja del trigo para afrontar mejor la desbordante problemática social que ya alcanza a numerosísimas familias en España y que por el contrario se ha convertido en un totum revolutum a estas alturas casi imposible de descifrar.

Primero fue el estudio y la creación del Libro Blanco de la Dependencia. Un amplísimo y detallado estudio de la realidad social y económica a la que habrían de enfrentarse desde la pertenencia de recursos e infraestructuras disponibles y la proyección de necesidades futuras.

Después fue su tramitación parlamentaria a través de comisiones de trabajo y participación de los colectivos sociales directa o indirectamente implicados, en los que la gran mayoría representativa e incluso no tan representativa como fue la participación del Foro de Vida Independiente, una especie de organización, creada a través de Internet, sin estructura organizativa alguna, alcanzaron a dejar patentes sus necesidades y pretensiones.

Posteriormente aparecería de la mano del Gobierno y a través del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales la elaboración de ese primer borrador de proyecto de Ley, para su posterior tramitación parlamentaria hasta su aprobación como Ley.

Quienes como yo, que como mero miembro del foro de vida independiente hemos vivido de forma activa y cercana la totalidad y la complejidad que para algunas personas con diversidad funcional ha supuesto todo el proceso, pese a no ser expertos en más materia que la plasmación de nuestras realidades y la reivindicación de la satisfacción de nuestras necesidades como derecho –que lo son y habrán de ser cuanto antes, si hablamos de derechos de ciudadanía-, a fecha de hoy no salimos de nuestro asombro, ante el cambio tanto cualitativo como cuantitativo que tanto política como económicamente se ha ido a lo largo del tiempo produciendo.

Tras un año y casi ya dos meses de su entrada en vigor hemos visto correr ríos de tinta a través de medios de comunicación escritos, hemos visto difuminarse las ondas sonoras de todas las emisoras de radio, y hasta se han fundido los componentes electrónicos de nuestros televisores y ordenadores ante la controversia que viene provocando. Algunos, como puede ser sin irme demasiado lejos, mi propio caso, tras muchos intentos y esfuerzos llevados, desde diferentes áreas y actividades a cabo, hemos pasado de la esperanza a la frustración, terminando en el hartazgo.

Todos los días nos despertamos con el rifi-rafe, partidista y autonómico, de quiénes son los mejores en su desarrollo, sin que hasta ahora y de una forma fehaciente, ni una sola de las 17 comunidades autonómicas de España, lo haya aun y plenamente demostrado, lo que sin lugar a dudas cada vez nos mantiene como ciudadanos de pleno derecho más desigualados.

Mientras en unas comunidades se resuelven rápidamente las tramitaciones en otras apenas están empezando. Mientras unas dicen haber invertido sus costes, sin que nadie se haya beneficiado, otras se jactan de ahorros preventivos y estarlo guardando. Mientras en unos lugares se tiene en cuenta la decisión de los usuarios en otras parece presentarse indiscutiblemente diseñado. Y así podría continuar con una lista interminable de indiscutibles incoherencias a que nos tienen acostumbrados.

Diríase más bien que “pepeismos”, “pesoismos” y “nacionalismos”, es decir, la suma de los divisores “ismos”, por una extraña relación de quizás política e interesada dependencia, a costa de muchas urgencias, se mantienen en el vigente periodo electoral y a costa de esta Ley enfrentados. Sin olvidarnos para ello, de ese ya viejo y conocido soporte de acólitos sociales camuflados del que suelen ir acompañados y que buena parte del pastel gestionan.
Sin embargo la realidad es tan simple como la que hace unos días una persona plasmaba, a través de uno más de los miles o quizás millones de comentarios sobre la realidad vivida y los desmanes de esta ley existentes que podemos encontrarnos en los diarios digitales y que reproduzco textualmente por como plasma desde un sentido figurado, su crudeza y realidad. Una realidad que a quienes ciertamente correspondería poner solución, por dependencias políticas electorales, no parece ni importarles.

“Mueren al día 10 veces más personas que han solicitado el reconocimiento del grado de dependencia, como paso previo para solicitar las prestaciones, que denuncias de víctimas de violencia domestica. Quizá la diferencia esté en que las víctimas de la violencia de género se pueden presentar en el juzgado y las víctimas de la desidia de la administración por razón de sus limitaciones funcionales no. Ah! Que nadie piense que eso ocurre en la comunidad valenciana solamente, ocurre en las 17 comunidades autónomas y las ciudades de Ceuta y Melilla. Si se exhuman los cadáveres de los miles de personas dependientes que han muerto en el más de un año de vigencia de la ley se vería que han sido enterradas con su solicitud en la mano.”

Por lo que no es de extrañar que algunos hayamos pasado desde la esperanza que presumíamos a la entrada en vigor de esta Ley, a la sensación de frustración, para acabar en el hartazgo.

Mª Ángeles Sierra Hoyos.

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POLÉMICA SOBRE LAS MEDIDAS PARA COMBATIR LOS DESEQUILIBRIOS

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Políticas públicas ¿para quién?

En el sur de Europa, los más ricos tienen el doble de posibilidades de acceder a los servicios de atención a la dependencia que los más pobres

  1. Los efectos de los servicios públicos para los pobres son perniciosos sobre la desigualdad global

SEBASTIÁN Sarasa*

El pasado día 15 de enero, en las páginas de este periódico, mi apreciado colega Guillem López Casasnovas comentaba los resultados negativos de la encuesta financiera de las familias realizada por el Banco de España. Coincido con él en que la evolución seguida por la distribución de la renta y de la riqueza de los residentes en España entre los años 2002 y 2005 es preocupante, ya que el aumento de la desigualdad en la distribución de la riqueza no augura un escenario halagüeño. También estoy de acuerdo con él en que es preciso llevar a cabo las correcciones pertinentes. Sin embargo, a mi juicio, las correcciones que Guillem López sugiere son cuestionables, si no erróneas (pace Guillem).

En modo resumido, su argumento venía a decir: dado que las desigualdades están creciendo, la situación reclama políticas públicas con menos universalismo populista (cheques por nacimiento y leyes de dependencia universal) y más orientación de los recursos públicos hacia un gasto selectivo que se oriente solo hacia aquellas personas con pocos recursos económicos.

EN APARIENCIA,una propuesta de este tipo parece de sentido común si pretendemos reducir las desigualdades. ¡Qué mejor estrategia que dedicar los fondos públicos a ayudar solo a los pobres! Sin embargo, las ciencias sociales nos han ilustrado que lo que parece de sentido común, no siempre es lo más eficiente, y el caso de las políticas sociales selectivas es un buen ejemplo de lo que se ha venido a llamar la paradoja redistributiva. En esencia, tal paradoja consiste en lo siguiente: la porción de riqueza nacional que los gobiernos dedican a atender las necesidades de la población es el resultado de las coaliciones políticas a favor de aumentar su cuantía, y unos servicios públicos que solo benefician a unos pocos, y débiles, están condenados a ser de escasa calidad al carecer de los apoyos políticos necesarios para mejorarlos.

Cuando las prestaciones públicas benefician a todos los ciudadanos, es más fácil la aparición de coaliciones estables a favor de aumentar la calidad de los servicios públicos, un resultado que beneficia sin duda a los más pobres, cuya capacidad de presión política es muy reducida y, por sí solos, tienen escasa influencia en las decisiones políticas que afectan a los servicios públicos que han de consumir. Por otro lado, los efectos que tienen unos servicios públicos dirigidos exclusivamente a los pobres tienen efectos perniciosos sobre la desigualdad global de una sociedad, ya que la mayoría de los ciudadanos se ven empujados a buscar su protección en el mercado que, por lo general, genera más desigualdades que el sector público.

SI TOMAMOS eL caso de las políticas de atención a las personas dependientes, los datos de la encuesta Survey on Health, Ageing and Retirement in Europe (Estudio sobre la salud, la vejez y la jubilación en Europa) nos ofrecen una información demoledora en contra de unos servicios públicos solo para pobres. Sabemos que el riesgo de padecer una dependencia no se distribuye de igual manera entre todos los estratos sociales y que dicho riesgo es mayor entre los más pobres. En Austria y Alemania, en los años 90, sus gobiernos tuvieron a bien extender el derecho a las prestaciones por dependencia a todos sus ciudadanos. Como resultado, los más pobres tienen ahora una probabilidad de obtener servicios de atención a la dependencia un 30% más elevada que los ricos. En los países escandinavos, donde las prestaciones universales tienen una tradición más arraigada, una persona mayor de 60 años cuya renta se sitúa en el nivel más bajo de la distribución, tiene una probabilidad de recibir servicios profesionales 3,5 veces superior a la de una persona rica.

Paradójicamente, en los países del sur de Europa, incluida España, donde las políticas de atención a los dependientes son selectivas y, en teoría, deberían beneficiar a los más pobres, la relación se invierte, y los más ricos tienen una probabilidad de acceso a los servicios de atención a la dependencia que es el doble de la que tienen los más pobres. Los servicios vendidos en el mercado tienen un precio que solo pueden pagar los más ricos, y la escasa provisión pública reduce la oferta accesible a los pobres. A esto cabe añadir el carácter vergonzante que tiene para muchas familias el verse sometidas a intromisiones en su vida privada para acabar siendo públicamente etiquetadas de pobres, razón por la cual son muchas las familias que finalmente renuncian a ejercer sus derechos.

POR ESTAS razones, la ley de atención universal a las personas dependientes, aprobada el año pasado por las Cortes españolas, así como la ley de servicios sociales universales, aprobada por el Parlament de Catalunya, lejos de ser medidas populistas, son instrumentos eficaces para mitigar los efectos de la creciente desigualdad. Quienes están en desacuerdo con las políticas sociales universalistas podrán argumentar otras razones, pero nunca que las políticas selectivas producen una mejor equidad distributiva en el acceso a los servicios.

* Profesor de Sociología de la Universitat Pompeu Fabra.