Don Luis Méndez de Quijada y Doña Magdalena de Ulloa

Merece mención  este matrimonio castellano que tanta importancia ha tenido en la vida de Don Juan.

Don Luis fue mayordomo de Carlos I y le había acompañado en sus andanzas por Europa. Cuando nace Jeromín es él quien se entera primero y el encargado de darlo al cuidado del tañedor de viola que lo llevará a España. Pero no por ello deja de enterarse de en que condiciones está Jeromín. Cuando ya en España tiene noticias de que no está recibiendo la educación adecuada se lo notifica al rey y éste decide que sea el mismo Quijada y su esposa quienes se ocupen de Jeromín en el futuro. Pero Don Carlos le impone el secreto, secreto que él guarda muy religiosamente incluso con su propia esposa hasta que muerto Carlos I, Don Felipe decide hacerlo público. Su esposa, castellana vieja, no le exige que se lo descubra. No tienen hijos y ambos se encariñan con él y lo tratan como si él lo fuera.  Don Juan les corresponde.

Don Luis sigue saliendo de España en compañía del rey y  encarga a su esposa que le eduque como hijo de un gran señor pero con sencillez, que no le estimule ni el orgullo ni la ambición que serían más tarde las debilidades más evidentes de D Juan. Doña  Magdalena que era una gran mujer se vuelca con él, lo educa. Él demuestra afición a la gramática y las letras y llega a escribir en poco tiempo. Ella se ocupa personalmente de su educación espiritual. “Misa diaria, intensa formación religiosa, con una atención especial a la práctica de las obras de misericordia, lo que contribuyó a hacer de D. Juan un hombre generoso, abierto y de buenos sentimientos hacia el prójimo”. (Vaca de Osma op. cit.)

Le enseñan equitación y manejo de las armas. Presta mucha atención a las artes militares, la táctica militar, el uso de la artillería. Empiezan a llamarle Jeromín.

Cuando Quijada vuelve de permiso el niño escucha ávidamente los relatos políticos y militares de D. Luis. Fue una iniciación a la agitada historia de su tiempo, a la política internacional y militar.

El respeto y el cariño de Don Luis son  tales que en ocasión de un incendio que se declara en su casa, pone a salvo primero a Jeromín y luego a su esposa.

Más tarde, el rey Felipe nombra a Quijada ayo de Don Juan y éste le acompaña cuando es requerido aconsejándole siempre. No le acompaña en las batallas marítimas porque no es hombre de mar, pero sí por tierra. Le acompaña en el intento de escapada que hace Don Juan para ir en ayuda de  Malta. Le acompaña a sofocar la rebelión de las Alpujarras y allí resulta herido y muere. Don Juan lo siente vivamente y así lo manifiesta. Sufre en su agonía con Doña Magdalena que había ido a cuidarlo a Granada en tan amargo trance.

Don Juan es en toda circunstancia respetuoso con ellos, y cuando Don Luis muere lo es con Doña Magdalena. Siempre va a despedirse de ella cuando tiene que partir para la batalla. Pone a los hijos que tiene con Doña María de Mendoza a su cuidado. Doña Magdalena le dice que un príncipe debe casarse con la princesa que le elija el rey y él lo acepta y renuncia a casarse con la que sin duda fue el amor de su vida.  Le escribe desde la distancia y  parece que Doña Magdalena le ayuda a escribir una de las complicadas cartas que escribe al rey en demanda del título de infante de Castilla.


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