En 1516, cuando Carlos I subió al trono, las fuerzas navales españoles en el Mediterráneo probablemente no pasaban 12 o 20 a lo sumo.
Antaño, las batallas en el Mediterráneo eran discontinuas y pequeñas implicando a barcos de quilla redonda y a bajeles a remo. Generalmente, la flota era del transporte y sus operaciones militares no eran reguladas.
A pesar de que Carlos I montó flotas expedicionarias es sólo cuando una vez terminadas las guerras en Europa que Felipe II fue capaz de concentrarse en el aumento de su poder naval desde que los conflictos en tierra firme no volvían a acaparar los recursos.
Luego España siguió las directrices de una política de expansión naval.
En 1573, España ya tenía 168 galeras « Coronales ». Es decir que multiplicó por 10 el número de las que Fernando el Católico había dispuesto sesenta años antes y 3 o 4 veces más de cuantas había conseguido tener su padre.
Este expansión naval hará del siglo XVI la edad de oro de las galeras y de las grandes batallas navales entre galeras: esas batallas, sin precedentes en cuanto a envergadura ni en cuanto a la cantidad de potencias navales permanentes.