Francisco I, rey de Francia, nació el 12 de septiembre de 1494 en Cognac y murió en Rambouillet el 31 de marzo de 1547. Era hijo del duque de Angulema, heredó el Trono en 1515 de su primo Luis XII, con cuya hija estaba casado. Fue un príncipe típico del Renacimiento: gran deportista, aficionado a la caza y a los torneos, pero también protector de intelectuales y artistas: fundó el Colegio de Francia (1530) e introdujo en aquel país la cultura renacentista italiana (atrayendo a hombres como Leonardo da Vinci).
Con él adquirió importancia la corte como espacio de poder: un lugar marcado por el lujo y la generosidad del rey (que gravaron pesadamente las finanzas de la Monarquía), en donde se concentraba una nobleza ávida de influencia política, pero alejada de toda tentación de autonomía. Allí actuaban los favoritos en los que Francisco delegó sucesivamente el ejercicio cotidiano del poder (Bonnivet, Chabot y Ana de Montmorency), los miembros de la familia real (fundamentalmente la hermana de Francisco, Margarita de Angulema, y su madre, Luisa de Saboya) y las amantes reales (la condesa de Châteaubriand, la duquesa de Étampes, Diana de Poitiers…) que ejercieron igualmente una gran influencia sobre los asuntos de gobierno.
En torno a este foco de poder, Francisco reforzó la centralización administrativa y la unificación de la Monarquía. La Ordenanza de Villers-Cotterêts (1539) implantó el francés como lengua oficial en lugar del latín. En asuntos religiosos, en cambio, Francisco demostró cierta indiferencia, aunque reprimió los primeros brotes protestantes mientras necesitó la ayuda financiera de la Iglesia.
La política exterior de Francisco I estuvo marcada por el enfrentamiento con los Habsburgo, cuyos territorios rodeaban a los de la monarquía francesa. Continuó la lucha por la hegemonía en Italia, que heredó de sus predecesores en el Trono, iniciándola con buen pie por su victoria sobre los suizos en Marignan (1515), que le hizo dueño del Milanesado.
Posteriormente sostuvo cuatro guerras contra el emperador Carlos V:
La primera (1521 – 1526), motivada por disputas territoriales en Italia y Navarra, se saldó con la derrota de Pavía, que llevó a Francisco, prisionero en Madrid, a concluir una paz desventajosa, cuyas condiciones rompería una vez puesto en libertad.
En la segunda guerra (1526 – 1529), Francisco reunió la Liga de Cognac o Liga Clementina (con Venecia, Florencia, Milán, Inglaterra y el papa Clemente VII); tras el saqueo de Roma por Carlos V, Francisco tuvo que renunciar a intervenir en Italia por la Paz de Cambray o «de las damas».
La tercera guerra (1536 – 1538) estalló a raíz de la anexión de Milán por Carlos V, a la que respondió Francisco, aliado con los protestantes alemanes, invadiendo Saboya, hasta que ambos firmaron la Tregua de Niza.
En la cuarta guerra (1542 – 1544), Francisco consiguió la alianza del Imperio Turco, Suecia y Dinamarca, mientras que Carlos obtenía la de Enrique VIII de Inglaterra. El avance de las tropas imperiales llegó a amenazar París, pero fue detenido en la batalla de Cerisoles y permitió firmar la Paz de Crépy. Su hijo y sucesor Enrique II tuvo que continuar el enfrentamiento, tanto contra Carlos V como contra Felipe II.