Las escrituras expuestas

Las escrituras expuestas constituyen una tipología de fuente poco utilizada por la historiografía, pese a su comprobada utilidad para realizar estudios relacionados con ciencias auxiliares de la Historia, como la Arqueología, la Paleografía, la Numismática o la Epigrafía; con otras ciencias sociales, como la Sociología o la Antropología; o con diversas corrientes historiográficas, como la historia social, la historia económica o la historia de las mentalidades.

Uno de sus principales investigadores, Armando Petrucci, las definió, en su obra Alfabetismo, escritura, sociedad (1999), como “cualquier tipo de escritura concebida para ser usada en espacios abiertos, o incluso cerrados, con el fin de permitir una lectura plural y a distancia, de un texto escrito sobre una superficie expuesta”.

El conocimiento de estas fuentes puede ser:

  • Directo (cuando han sobrevivido a lo largo de los tiempos). Es el caso de las fuentes monumentales, objeto de estudio de la epigrafía, como las lápidas, las inscripciones en fachadas o interiores, o los monumentos conmemorativos.
  • O indirecto (cuando no se han conservado los documentos originales, pero tenemos noticias a través de crónicas, testimonios escritos o expedientes judiciales).

Las escrituras expuestas comenzaron a ser utilizadas en la Antigüedad. La intensidad de su uso varió en las distintas edades históricas. En la actualidad forman parte de nuestra vida cotidiana y son tan habituales que apenas somos conscientes de su existencia e importancia.

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