El pensamiento de Spinoza en Holanda y la contestación que supone el liberalismo y el empirismo, en sus aspectos políticos y religiosos provenientes de Inglaterra, nos induce a pensar en un desplazamiento desde Francia hacia Inglaterra y Holanda del interés histórico.
El racionalismo de Descartes implica la renuncia del servicio de la razón a la monarquía, dicho de otra forma, la razón deja de ser la ancilla de la corona. La ciencia, la libertad incipiente de palabra y pensamiento, el comercio y una nueva teoría política inciden mortalmente en el corazón del absolutismo, aunque éste mantendrá su hegemonía en Francia con Luis XIV y Cromwell, en Inglaterra, traerá temporalmente el absolutismo democrático.
La reacción francesa a este tipo de movimientos se materializa a favor del Derecho Divino y su intermediario en este mundo, el Rey Absoluto. Como apologista de esta reacción encontramos a Bossuet (1627-1704) obispo y preceptor del Delfín.
Fundamentándose en S. Agustín, nuestro preceptor real desarrolló toda una teología de la historia para demostrar que la obra de Dios y su Providencia son la guía de la humanidad, la política y su representante absoluto, el rey, tienen sentido únicamente dentro de este esquema religioso.
En España, absolutamente refractaria a cualquier “modernidad” y con Felipe II en el trono, aparecen determinados jesuitas que rompen esquemas y blandiendo a Aristóteles y a Stº Tomás, se atreven a poner límite al poder real, poniendo a Dios por testigo.
El P. Suárez (1548-1617) conocido en su tiempo como doctor eximius, en su obra “Defensio fidei” sugiere la idea del contrato mediante el cual podemos deponer al rey, si no cumple con sus obligaciones para con los súbdito, no puede utilizar el poder para su propio fin, sino para el bien común. Toda Ley, dice Suárez, deriva últimamente de Dios, lo que no quiere decir que las leyes humanas sean las mismas que las divinas; las leyes humanas prescriben los fines propios de la comunidad humana de seres racionales, que pueden actuar de modos diversos, como tales: justa o injustamente.
La aportación más innovadora de la época la realiza otro miembro de la Compañía, el P. Mariana (1536-1624), en cuya obra “De rege”, llega a afirmar que el regicidio, algo absolutamente moderno, no es ninguna aberración. Estos jesuitas, siempre tan “revoltosos” para la época, cualquiera que ésta sea.