Empirismo inglés. Locke

    Si nos detenemos ante los empiristas inglesas, observaremos que el mero título de sus obras tienen como objeto al hombre, el término que se utiliza como común denominador es absolutamente antropológico, el ser humano y su naturaleza.

    Ya Guilllermo de Ockham utilizó su famosa “navaja” para afeitar categorías y excesos verbales en la Edad Media, frente a la escolástica continental. Los pensadorse de las islas se caracterizan por la defensa de la fiabilidad de las matemáticas, la experiencia y la experimentación.

    A diferencia del racionalismo continental, esta vez los isleños oponen la experiencia como única fuente de saber y de la verdad, algunos, hasta como la única fuente de pensamiento. Lo que propone el empirismo inglés es un movimiento que más tarde se conocerá como la Ilustración y que dará a la próxima centura la denominación de Siglo de las Luces.

    John Locke (1637-1704), máximo representante del empirismo inglés, está impregnado del espíritu de Oxford, universidad donde estudió y de la que después fue profesor, que de forma  explícita establecía el compromiso hacia una política de tolerancia con las religiones; no debemos olividar los acontecimientos históricos que vivió.

     Centrándonos en nuestro tema axial, la espiritualidad, Locke no hace más que poner las cosas en su sitio, como buen inglés. A propósito de las relaciones Iglesia-Estado, considera que el ciudadano tiene derecho a la resistencia y la rebelión, cuando se rompe la confianza que los ciudadanos han depositado en sus gobernantes, devolviendo al individuo a sus derechos naturales e inviolables y alude a este derecho en Carta sobre la tolerancia, atacando las bases del anglicanismo impuesto por Enrique VIII como religión de Estado.

     Las propuestas de Locke son diáfana: 

      El Estado no debe intervenir en asuntos espirituales, son otros su cometidos.

     La libertad de conciencia significa que ni el Estado ni la Iglesia pueden imponer creencia alguna a los individuos, debe de existir además una clara separación entre ambos estamentos.

     La confusión entre Iglesia y Estado es una fuente de intolerancia, la teocracia, el estado religioso se opone frontalmente a la institución del Estado como pacto social.

    Creyente pero no fundamentalista, Locke es la clave para comprender nuestra modernidad.

Locke


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