Mucho hay escrito y algo sabemos de D. Manuel (1704-1804). Sin intención de realizar un glosario de sus ideas acerca de lo divino, comencemos con su relación evidente, como hombre de su época, con la Ilustración.
Su pregunta “¿qué es el hombre?”, viene a sintetizar los tres ámbitos: científico, religioso e histórico en los que el pensamiento de la nueva era va formándose. Esa Crítica, que se centra tanto en la metafísica como ciencia, como en la religión y sus extralimitaciones fuera de la razón.
“Ilustración es la salida del hombre de su culpable minoría de edad. Minoría de edad es la imposibilidad de servirse de su entendimiento sin guía de otro….Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento!”. ¡ Vaya con D. Manuel !. Era un Ilustrado, no por su capacidad genial ni por su erudición, sino por la capacidad legal y moral de exponer en público su pensamiento y la libertad de expresarlo, también en público y entre iguales, con la razón como único juez.
En 1794, fue amenazado por orden real con sanciones, si proseguía en la labor de “desfigurar y menospreciar muchas doctrinas fundamentales y capitales de las Escrituras” a raíz de sus exposiciones en “La religión dentro de los límites de la razón pura”. Kant, de religiosidad pietista, se oponía a la práctica puramente formal de la observancia religiosa, desde una moralidad intachable.
Los postulados kantianos de la razón práctica, se centran en tres ideas fundamentales: Libertad, Inmortalidad y Dios. En base al desarrollo de estas tres premisas, Kant rescata la religión del determinismo que la ciencia le adjudicó, la de Newton en especial. Las preguntas “Qué debo hacer” y “Qué me está permitido esperar”, quedan articuladas en una verdad superior que nos da el conocimiento científico del mundo natural.
Los tres postulados iniciales: Libertad humana, Inmortalidad del alma y la existencia de Dios, son exigencias de la razón que no amplían nuestro conocimiento de la realidad, ya que sólo se establecen para que sea viable el cumplimiento de la ley moral que la razón se dicta a sí misma. Son objeto de “fe racional”, no de conocimiento. “Tuve que eliminar el saber –afirma Kant- para reservar un lugar a la fe”.