M. Hernández busca una poesía útil que llegue al corazón del pueblo llano, escrita para ser recitada en las trincheras, aldeas y pueblos, y busca emparejarlas con el cancionero popular con la intención de «mantener la moral del soldado, para adoctrinarle a propósito de la causa…». Es su primer libro de poesía de guerra, de tono «viril y apasionado», canta el dolor de un pueblo en guerra, preso de un feroz odio a sus propios hermanos que han desenfundado las «garras» del instinto salvaje y del tigre. Impregnado de terrible amargura con metáforas animalistas. Quizá sea uno de los libros al que más estudios le han dedicado los especialistas, quienes afirman que es un libro heterogéneo y publicado por razones de propaganda política y que su organización carece de una estructura definida». Y, sin embargo, hay un hilo conductor: el dolor. Dolor en las Elegías y en las Odas; dolor en los poemas imprecatorios y en los cantos épicos. El viento del pueblo lo contiene todo y todo lo arrastra sin detenerse a clasificar o jerarquizar. De aquí que la obra muestre una estructura compacta y fluida al mismo tiempo.
El viento del pueblo
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