Mucho se ha escrito sobre la vida de este eminente científico florentino, nativo de Pisa y su extraordinario aporte a la astronomía observacional. Nadie pone en duda que fue Galileo, el primer ser humano que dirigió un telescopio hacia el firmamento en busca de las interrogantes, que aún hoy nos agobian.
Aún en los actuales momentos, cuando se han encontrado ciertas evidencias que sugieren la posibilidad de que los vikingos y los babilónicos conocían y hacían uso del telescopio, el aporte descomunal realizado por Galileo, lo hace permanecer en un sitial sin parangón en la historia de la humanidad.
or supuesto que eso no quiere decir que su existencia haya sido tranquila. Muy por el contrario, la misma se encontró signada por la adversidad, el enfrentamiento y la desazón.
Una de las pugnas, que todavía perdura es sobre el descubrimiento de las manchas solares.
Si bien los astrónomos chinos ya habían observado las manchas solares desde el año 1.200 antes de Cristo, el re-descubrimiento de las mismas a comienzos del siglo XVII, desencadenó una rivalidad, que aún casi 400 años después, perdura.
El inicio de la observación telescópica del Sol produjo el enfrentamiento entre dos grandes titanes de la historia de la astronomía: Galileo Galilei y Christopher Scheiner.El primero de ellos, considerado el padre de la astronomía observacional, el segundo, el padre de la observación solar.
i nos atenemos a los registros históricos, el descubrimiento de las manchas solares corresponden al astrónomos holandés Johannes Fabricius, quien reportó su existencia en 1610. Pero Fabricius no pudo establecer la naturaleza de las manchas. En ese entonces, la concepción Aristotélica-Ptolemaica de la astronomía, establecía la perfección de los cielos, por lo tanto afirmar la existencia de manchas en el Sol , no era un descubrimiento que pudiera traer beneficios.
Posteriormente, en Abril de 1611, el padre jesuita de origen alemán, Christopher Scheiner, observa las manchas solares y publica su existencia en Noviembre del mismo año. La concepción de inmutabilidad de los cielos, conduce a Scheiner a concluir inicialmente que se trataban de efectos ópticos y después, al darse cuenta de su error, concluye que son planetas que se desplazan delante del Sol. En cartas dirigidas al burgomaestre Marco Velseri con el pseudónimo de “Apelle”, Scheiner desarrolla toda una exposición y teoría sobre la naturaleza de las manchas solares.
Velseri, conocedor de la autoridad de Galileo en la materia, le remite las tres cartas enviadas por Scheiner, para que sea este quien emita una opinión al respecto y comienza una rivalidad de trágicos desenlaces.
Los demoledores argumentos esgrimidos por Galileo en su respuesta a Velseri, ridiculizaron a Scheiner, quien se dejó llevar más por sus prejuicios religiosos que por la evidencia científica ante sus ojos. En su respuesta, Galileo le expone que él había observado las manchas solares desde Octubre de 1610, seis meses antes que Apelle (Scheiner).
Algunos extractos de la respuesta de Galileo se presentan a continuación:
…sobre la esencia, el lugar y el movimiento de dichas manchas, ante todo no cabe duda que son cosas reales y no simples ilusiones ópticas, como dice el amigo de su ilustrísima , el falso Apelle, en su primera carta…
…yo las llevo observando 18 meses, se las he mostrado a varios amigos íntimos y el año pasado, por estas fechas, las mostré en Roma a varios prelados y caballeros…
…una vez establecidos por el autor, el falso Apelle, que dichas manchas no son ilusiones ópticas o defectos del ojo, intenta determinar el lugar por ellas ocupado en el universo, sosteniendo que no están en el aire ni en la esfera solar…
…con respecto a la primera afirmación, la falta de paralaje lleva a la conclusión de que las manchas no están en el aire, o sea cerca de la Tierra…
…afirmar como él hace, que en el Sol no puede haber manchas oscuras, no tiene sentido… si en alguna ocasión se le viera impuro y manchado, ¿Por qué no íbamos a llamarlo manchado e impuro?…
…los nombres y los atributos de las cosas tienen que adaptarse a su esencia; porque primero existieron las cosas y después los nombres…
…lo que dice Apelles, es decir que las manchas aparentes del Sol son mucho más negras que las de la Luna, es una afirmación falsa; pienso que las manchas solares no sólo son menos oscuras que las manchas lunares, sino que incluso son casi tan brillantes como las partes más luminosas de la Luna…
…demostrar que son permanentes es muy difícil, incluso imposible; el mismo Apelle habrá descubierto algunas lejos del centro de la circunferencia solar y habrá visto a otras desvanecerse antes de atravesar todo el disco, como yo he visto en varias ocasiones…
…no afirmo ni niego que estén sobre la superficie del Sol, simplemente digo que no está suficientemente demostrado que no lo estén…
Esta última aseveración de Galileo, una de las finales en su carta del 4 de Mayo de 1612, a Marco Velseri, es una muestra del tacto necesario, al tratar temas espinosos, fácilmente catalogados por la iglesia de esos tiempos, de herejía.
Pero la evidencia científica que se iba acumulando observación tras observación, produjo los textos que condujeron al enfrentamiento con la estructura religiosa de la época. Y Galileo comparece ante la Santa Inquisición, por primera vez, en 1615.
El trabajo observacional de ambos continua, pero Galileo se dedica más a trabajos sobre mecánica clásica.
A pesar que los dos observaban el Sol, proyectándolo sobre una hoja de papel en blanco, al comienzo Galileo realizó observaciones directas del Sol, aprovechando cuando las nubes se interponían al disco solar, o en las mañanas o atardeceres, cuando la intensidad de la luminosidad solar se hacía soportable a la vista. Esta práctica terminó por dejarlo totalmente ciego, hacia el final de su existencia.
En 1630, Scheiner publica su obra máxima de observación solar, la “Rosa Ursina”. En ella vierte años de observación telescópica del Sol e innumerables gráficos con dibujos de las manchas solares y sus desplazamientos.
Galileo, responde en 1632, con la publicación de su “Dialogo sobre los dos sistemas máximos del mundo” en donde contrapone la concepción aristotélica a la nueva teoría copernicana, de la cual él es asiduo impulsador. En este libro, Galileo precisa que el Sol es un cuerpo de gira con un periodo de 29 días, en torno a un eje que se encuentra inclinado 14º.
Esta publicación lo conduce a la última y definitiva comparecencia ante el Santo Oficio, el 22 de junio de 1633, que lo condena a adjurar de sus descubrimientos y a vivir encerrado hasta el fin de sus días. i bien antes que Galileo, ya se habían observado las manchas solares, él tuvo el merito de descubrir su verdadera naturaleza, desechando las teorías que las consideraban fenómenos atmosféricos del Sol o planetas transitando a través del disco solar.
La aplicación correcta del método científico y un discernimiento preciso, lo condujeron a realizar extraordinarios descubrimientos, pero también le trajeron grandes sinsabores. No en balde, Galileo siempre pensó que los Jesuitas, la compañía de su gran opositor, Scheiner, jugaron un papel importante en su comparecencia ante el Santo Oficio.