El redescubrimiento de Mendel
Gregor Johann Mendel, el descubridor de los genes, es considerado como el padre de la Genética. Este aplicado monje agustino estableció el modo de herencia de siete caracteres en la planta del guisante. Su trabajo fue publicado en 1866 por la Asociación para la Historia Natural de Brno, actual República Checa, el Imperio Austrohúngaro entonces. Pero Mendel murió sin recibir ningún reconocimiento por sus descubrimientos. No fueron entendidos por los científicos de la época, en especial por Anton Kerner von Marilaun y Karl Wilhem von Nägeli, con quien Mendel mantuvo correspondencia. Nägeli era uno de los botánicos más importantes de su tiempo, y también estaba interesado en la herencia. Incapaz de comprender la importancia de los descubrimientos de Mendel, le sugirió trabajar con Hieracium, una planta de la familia de las compuestas. Desgraciadamente, más tarde supimos que Hieracium presenta apomixis parcial, es decir, parte de sus semillas son únicamente de origen materno y no contienen aporte ninguno del polen. La pesadilla de un genético.
Mendel tuvo que esperar hasta 16 años después de su muerte para que tres investigadores, de forma independiente, comprobaran en sus trabajos que las llamadas “leyes de Mendel” representaban la primera luz en el descubrimiento de las unidades de la herencia biológica: los genes. Fueron destacados botánicos de principios del siglo XX: Hugo de Vries (Holanda), Carl Correns (Alemania) y Erich von Tschermak-Seysenegg (Austria). Es discutible si hubiera sido posible que comprendieran sus propios resultados sin haber leído con anterioridad el trabajo de Mendel. Paradójicamente, Correns fue estudiante de Nägeli, y Tschermak era nieto de un profesor de Botánica de Mendel, durante sus estudios en Viena.
Mendel quizá nunca pensó en la importancia de sus descubrimientos, ni que fueran universalmente extendidos a todos los organismos con reproducción sexual. Mendel estableció sus principios en el guisante y en la judía. Tschermak y Correns los confirmaron también en el guisante, y de Vires lo hizo en una docena de plantas, incluido el maíz, también corroborado por Correns. Que los principios mendelianos eran aplicables a animales lo demostraron en 1902 Lucien Cuénot (ratón) y William Bateson (aves). Se hizo evidente la universalidad de estos principos. Así nació la Genética, tal y como bautizó Bateson a esta nueva ciencia (del griego genno, γεννώ; nacer).
Más nobeles genéticos
La Academia Sueca va de genético en genético. El año pasado premió a los descubridores del ARN de inteferencia. Esta vez ha premiado con el Nobel de Fisiología o Medicina a tres investigadores pioneros en la genética inversa en ratones: Mario R. Capecchi (al que conozco personalmente), Sir Martin J. Evans y Oliver Smithies. Precisamente, en la introducción de mutaciones dirigidas en células madre del ratón, y la generación con ellas de ratones adultos mutantes: los ratones knock-out.
Son técnicas que han revolucionado la genética de mamíferos y que han permitido producir miles de ratones mutantes en los últimos años. Enhorabuena a los ganadores y a los genéticos en particular.