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El ADN de Tutankamón

Leo con estupor en varios periódicos, y también oigo en la radio, que el análisis del ADN de Tutankamón revela que padeció malaria. Me temo que el salto de la prensa científica a la prensa diaria ha provocado uno de los típicos errores cometidos por los periodistas: el titular abreviado con errores.

El ADN no puede contener información de una enfermedad que es infecciosa. Obviamente, mirando en el ADN no podemos saber si sufrimos la gripe o si tuvimos un accidente de coche, puesto que el ADN no cambia debido a este tipo de sucesos. En todo caso, analizando el ADN de la momia podemos encontrar ADN del agente causante de la malaria, Plasmodium falciparum (por favor, periodistas, en cursiva, y fíjense en mayúsculas y minúsculas). Pero ese ADN no pertenece a Tutankamón, sino al agente infeccioso.

Este comentario no dejaría de ser un ejemplo más de las imprecisiones que en numeroso campos científicos podemos encontrar en la prensa. No es nada nuevo y desde luego creo que no tiene solución, a no ser que en las redacciones hubiera expertos de cada uno de los temas científicos y técnicos de las noticias. Pero mi reflexión sobre este hecho va más allá: empieza a parecer normal que creamos que en el ADN está todo, no solo la información genética responsable de posibles enfermedades hereditarias, sino registros de la vida y de la personalidad de los individuos. El ADN es así la nueva panacea del conocimiento, el palimpsepto de nuestros actos. En él podremos encontrar si sufrimos o fuimos felices, nuestra edad de nacimiento o defunción, si estuvimos casados o nos divorciamos, si nos gustaba el chocolate: todo ello parece que reside en el ADN y que he oído en varios medios que puede enocntrarse con un simple análisis de su secuencia en el laboratorio.

Más allá de las relaciones de parentesco que el ADN puede descubrir, parece como si el análisis de esta molécula nos diera la esperanza de conocer la vida de nuestros ancestros. Olvidamos con ello además toda la ciencia forense no basada en el ADN y que puede decirnos mucho más de su vida y de su salud que nuestro querido ácido nucleico.

El aborto y la Genética

La aparición de la denominada declaración de Madrid en contra de la iniciativa de una ley de plazos para el aborto ha traído de nuevo a la Genética a la palestra. El que la firmen numerosos catedráticos y profesores de Genética me ha llevado a considerar traer este polémico asunto a discusión, básicamente porque la citada declaración consta también de un manifiesto en contra, firmado también por un abundante grupo de profesores de Genética e invetigadores diversos.

Mientras que la primera declaración se manifiesta definitivamente en contra del aborto, hay que dejar claro que el contra-manifiesto no se declara ni a favor ni en contra del aborto. La frase siguiente, con la que no podemos dejar de estar de acuerdo, lo resume muy claramente:

El momento en que puede considerarse humano un ser no puede establecerse mediante criterios científicos

Mientras se supone que la Ciencia, con mayúsculas, es indiscutible, en realidad no es así. La discusisón y el debate, apoyada por datos empíricos, es la base de la ciencia moderna. La discusión parece acabarse cuando esos datos son confirmados repetidamente, modificados o rechazados, y llegando a una conclusión que podríamos llamar realidad científica, que como tal es cambiante y nunca definitiva. Una nueva observación y nuevos datos pueden alterar esta realidad científica o confirmarla.

A pesar de transcurrir años y años de acumulación de pruebas y datos a favor de una realidad científica, los descubrmientos científicos pueden tener facetas oscuras y desconocidas, y sin embargo presentar facetas con amplio consenso entre los científicos.

Por ejemplo, una de las realidades científicas más conocidas de la Biología es la evolución. Ningún biólogo en sus cabales puede negar la existencia de la evolución mediante selección natural, llamada también darwiniana. Se sigue investigando y discutiendo sobre muchos aspectos de la evolución, tal y como debe ser, y hay discusiones, discrepancias y debate. Pero esas discrepancias no invalidan el hecho de quela selección natural sea el principal motor de evolución de los seres vivos.

El problema es que en la declaración de Madrid se afirma categóricamente:

Existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación.

Esta afirmación es bastante polémica, puesto que los científicos no disponemos de ningún artefacto capaz de detectar la vida (se refiere a la humana). Desde el punto de vista fisiológico, tan vivo está un zigoto como un gameto. Y sin embargo, nadie afirma que los espermatozoides contengan vida humana. Así que para justificar esta afirmación, hay que recurrir a la Genética. Sigue la declaración:

la Genética señala que la fecundación es el momento en que se constituye la identidad Genética singular

Esta afirmación no es exacta. Los gametos también tienen una identidad genética propia y singular, diferente a la de los padres, y no se les considera humanos. Podría arguirse que los gametos de por sí, solos, no pueden dar lugar a un ser humano. Pero es que un zigoto, de por sí, solo, tampoco puede dar lugar a un ser humano: necesita de un lugar adecuado, el útero, para producir un ser humano. Y si un zigoto o un gameto, dependiendo de donde vaya a estar, va a poder ser un ser humano o no, entra dentro de la filosofía, no de la realidad científica.

Seguimos con la declaración:

El cigoto es la primera realidad corporal del ser humano. Tras la constitución del material genético del zigoto, procedente de los núcleos gaméticos materno y paterno, el núcleo resultante es el centro coordinador del desarrollo, que reside en las moléculas de ADN, resultado de la adición de los genes paternos y maternos en una combinación nueva y singular.

Aunque todo ser humano nace de un zigoto, no todos los zigotos dan lugar a seres humanos. Llamar a un zigoto un ser humano únicamente por su constitución genética singular es como decir que una célula de mi cuerpo, que tiene una constitución genética igual a la del zigoto que me originó, también es un ser humano.

Hagamos una especie de reducción al absurdo. Supongamos que un embrión de 18 células es un ser humano. ¿Qué pasa cuando uno de estos embriones se divide? ¿Hay dos seres humanos? ¿Pero no era la constitución genética singular lo determinante de un ser humano? Ya tenemos dos seres humanos con la misma constitución genética. Esto ocurre muy amenudo, de hecho en el 3.5% de embarazos. Les llamamos hermanos gemelos, y nadie discute que no sean seres humanos independientes.

Imaginemos ahora dos embriones, producidos por dos hechos diferentes de fecundación. Normalmente darían lugar al nacimiento de mellizos, hermanos dizigóticos. Pero ¿qué pasa si esos embriones se fusionan en las fases tempranas del desarrollo? Acaba naciendo una persona perfectamente normal, llamado quimera, que contiene células de dos constitucions genéticas diferentes ¿Hemos perdido un ser humano? No, no se ha perdido ninguna célula ni ninguna constitución genética singular, no ha habido aborto espontáneo. ¿Como hemos pasado de dos seres humanos a uno solo? Esta persona contiene dos constituciones genéticas únicas en diferentes células de su cuerpo, es decir, presenta quimerismo genético. ¿Podemos entonces decir que una persona que sea una quimera genética es en realidad dos personas en una?

Por estos motivos, la Genética no ayuda en nada al dilema. Como tampoco hay ningún paso visible o detectable donde se compruebe la humanidad, los científicos no podemos saber cuando un embrión alcanza la naturaleza de persona. Eso es totalmente independiente de que estemos a favor o en contra del aborto, es decir, el que pensemos que no tenemos derecho moral de interrumpir el desarrollo normal de un embrión en el útero materno. Se trata única y exclusivamente de una cuestión moral, ética y religiosa, y no de una cuestión científica.

Por supuesto, los científicos tenemos derecho de tener una opinión sobre las cosas “no científicas”, y tenemos derecho tanto de estar a favor como en contra del aborto. Pero esgrimir razones científicas para ello no tiene ningún sentido.

Curiosamente, la postura tradicional de la Iglesia Católica ha sido la siguiente: como no podemos saber cuándo llega la naturaleza humana a un embrión, lo mejor es no altear el proceso natural de ninguna forma. Es una postura moral perfectamente válida que justifica suficientemente su postura anti-abortista, y los científicos tienen derecho a creer igual. No hay que mezclar esta postura moral con la ciencia ni con la genética. El que la Iglesia actualmente esté tomando actitudes más conservadoras y reaccionarias al respecto no es, desde luego, tema de conversación en un blog como éste. Sin embargo, el que se utilicen argumentos supuestamente científicos con la Genética como excusa para justificar una postura antiabortistas, sí que no tiene sentido.