El teatro suele ser estudiado como un fenómeno cultural, pero no debemos obviar su base antropológica. Desde una perspectiva antropológica, el teatro es una manifestación ritual que plasma los valores e ideales de una comunidad, la necesidad del ser humano de contemplarse y de reflejarse y, finalmente, su anhelo de metamorfosis, de encarnar otros papeles distintos al propio. Desde la misma perspectiva, el teatro es participación en un acto colectivo de simulación y desempeño de papeles distintos al propio. El teatro es, por lo tanto, ver y actuar: una dimensión humana que proporciona una herramienta exploratoria sobre nuestra naturaleza.
Centrándonos más y a modo de introducción podemos decir que al estudiar las obras de teatro del Siglo de Oro y en él sus manifestaciones , en muchas ocasiones se olvida que se trata de montajes palaciegos o de corral, de un espectáculo múltiple, que incluye variadas expresiones y géneros y que tiene diversas intenciones. El teatro, como espectáculo, podía funcionar como un conjunto escénico festivo formado por varias partes literarias casi nunca escritas por el mismo autor por lo que son raros los casos en que nos ha llegado completo el conjunto de textos. Los ejemplos de fiestas teatrales completas y debidas a un solo autor son aún menos frecuentes por lo que el estudio de aquellas que han llegado hasta nosotros ofrece posibilidades muy interesantes para la mejor comprensión de técnicas y recursos teatrales.