El duque de Alba

Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, el Gran Duque de Alba es considerado por los historiadores como el mejor general de su época y uno de los mejores de la historia, se distinguió especialmente en La Jornada de Túnez, y en batallas como Mühlberg, Jemmingen y Alcántara. Eternizó su memoria tratando de apaciguar la sedición de los Países Bajos, donde actuó con gran rigor castigando a los rebeldes, instituyendo el célebre Tribunal de los Tumultos y derrotando repetidamente a las tropas de Guillermo de Orange y Luis de Nassau en los primeros momentos de la Guerra de los Ochenta Años. Coronó su carrera ya anciano, conquistando Portugal para Felipe II.

Recibió una Rosa de Oro del papa Pablo III en premio a sus esfuerzos en favor del catolicismo. Fue camarada de armas, amigo y protector del poeta y soldado Garcilaso de la Vega, que dedicó parte de su Égloga II a ensalzar a la Casa de Alba y su Duque. Su figura constituye una de las más importantes de la Leyenda negra española.

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Carlos V contra los Principes Protestantes

Como Soberano, después de la imposición de la Corona Imperial por mano del pontífice (1530), Carlos se sentía obligado a dedicarse completamente a la solución de los problemas que el luteranismo había creado en Europa y en Alemania en particular, con el fin de salvaguardar la unidad de la fe cristiana contra el embate de los turcos. Antes, en 1523 había cedido las islas de Malta y Gozo, así como Trípoli a la Orden de Malta.

En el mismo año 1530 convocó la Dieta de Augsburgo, en la cual se enfrentaron luteranos y católicos sobre las llamadas Confesiones de Augsburgo. Carlos confirmó el Edicto de Worms de 1521, es decir la excomunión para los luteranos, amenazando la reconstitución de la propiedad eclesiástica. Como respuesta, los luteranos, representados por las llamadas «órdenes reformadas», actuaron dando vida a la Liga de Esmalcalda (1531). Tal coalición, dotada de un ejército y de una caja común, fue llamada también la «liga de los protestantes».

Es claro que los seguidores de la doctrina de Lutero asumieron la denominación «protestantes» en cuanto ellos, reunidos en «órdenes reformadas», en el curso de la segunda Dieta de Espira de 1529, protestaron contra la decisión del Emperador de restablecer el Edicto de Worms: edicto que había sido suspendido en la precedente Dieta de Espira (1526).

Reconociendo que era necesaria una reforma y para intentar resolver el problema, el pontífice Pablo III convocó un Concilio ecuménico en la ciudad de Trento, cuyos trabajos comenzaron oficialmente el 5 de diciembre de 1545. Concilio del que ni el ni el emperador ni el papa que lo había convocado vieron la conclusión.

Tras la negativa de los protestantes a reconocer el Concilio de Trento, el emperador comenzó la guerra en el mes de junio de 1546, con un ejército armado por el pontífice, al mando de Octavio Farnesio, otro austríaco mandado por Fernando de Austria y otro de los soldados de los Países Bajos al mando del Conde de Buren. También apoyaba al Emperador, Mauricio de Sajonia que había sido hábilmente apartado de la Liga de Esmalcalda. Carlos V consiguió una contundente victoria en la batalla de Mühlberg en el 1547, poco después los príncipes alemanes se retiraron y se subordinaron al Emperador. De la dieta de Augsurgo de 1548, resultó un secreto imperial conocido como el ínterin de Augsburgo, para gobernar la Iglesia en espera de las resoluciones del Concilio. En el ínterin se respetaba la doctrina católica, pero se permitía la comunión por las dos especies y el matrimonio del clero.33

Tras la victoria imperial en la guerra de Esmalcalda (1546-1547), muchos príncipes protestantes estaban descontentos con los términos religiosos del Interim de Augsburgo, impuesto tras la derrota. En enero de 1552, liderados por Mauricio de Sajonia, muchos formaron una alianza con Enrique II de Francia en el Tratado de Chambord (1552). A cambio de apoyo financiero francés y asistencia, le prometieron a Enrique la posesión de los Tres Obispados (Metz, Verdún y Tolón) como vicario del Imperio. En la consecuente guerra de príncipes, Carlos tuvo que huir a Carintia ante el avance de Mauricio de Sajonia, mientras que Enrique capturó las fortalezas de Metz, Verdun y Tolón. Ante la guerra con Francia, su hermano Fernando, como rey de Romanos, negoció la paz con los protestantes en el tratado de Passau (1552), en el que el emperador garantizaba la libertad de culto a los protestantes.

A pesar de su victoria no logró el anhelado deseo de unificar política y socialmente el luteranismo con el catolicismo, por lo que tan sólo ocho años después, en 1555, se vio obligado a suscribir la «Paz de Augsburgo» por medio del cual se reconocía el inalienable derecho de los alemanes de adherirse a la confesión católica o al luteranismo. Dando fin, aunque sea de manera temporal (50 años), al largo conflicto surgido por la Reforma.

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La Guerra de los Ocheta Años

Causas de la guerra en los Países Bajos:

Los intereses españoles

El emperador Carlos V nació en Gante en 1500 y se crio en el condado de Flandes, del cual era titular, por lo que era visto por sus súbditos neerlandeses como monarca de su tierra. Sin embargo, Carlos V abdicó en 1556 en su hijo Felipe II, el cual, criado en España y con intereses siempre más en la línea de los intereses de Castilla, era visto como un monarca extraño y extranjero. Esta impresión se puso de manifiesto el día de la abdicación de Carlos V en Bruselas, donde en contraposición al emperador, flamenco, cosmopolita y políglota, el nuevo rey era incapaz de dirigirse a sus súbditos flamencos en su lengua.

La situación de Flandes, a un paso de Inglaterra y fronterizo con Francia y con el Sacro Imperio Romano Germánico (del que nominalmente formaba parte), tenía una gran importancia estratégica para la monarquía hispánica. Amenazaba a Inglaterra con una invasión, cerraba el cerco de Francia junto con España y las posesiones italianas de los Habsburgo, y era la puerta de entrada a Alemania desde el norte, sacudida por las guerras de religión.

La religión

Ya durante el reinado del emperador Carlos V, el calvinismo había hecho acto de presencia en los Países Bajos y había sido reprimido por éste, intentando incluso implantar un tribunal de la Inquisición para luchar contra la herejía. Esta política fue continuada por su hijo, que en 1565 estableció los decretos tridentinos, causa de un gran malestar, ya que impedían la libertad de culto a la que aspiraban los nobles y los calvinistas.

Por otro lado, la reorganización de los tres grandes obispados existentes en los Países Bajos en diecisiete más pequeños, topó con la oposición de la gran nobleza, puesto que los segundones de las familias nobles aspiraban usualmente al cargo de obispo, y no tenía el mismo prestigio (ni ingresos) una gran diócesis, que una de las diecisiete pequeñas diócesis previstas.

Finalmente el énfasis puesto por el calvinismo en la honestidad, la modestia, la frugalidad y el trabajo duro encajaban muy bien con la mentalidad de los industriosos holandeses embarcados ya en un incipiente capitalismo mercantil desde final de la edad media, y hay fundadas hipótesis de ser una de las fuentes de diferenciación del crecimiento económico. Éste era uno de los más ricos dominios de Felipe II (tres zonas económicas principales salen de la Edad Media, Flandes, Norte de Italia, y luego la península Ibérica), y chocaban fuertemente con la estructura económica peninsular y la férrea posición nobleza hispano-católica y de sus latifundios en la producción económica, con una menor productividad (en este momento, se rompe también el acuerdo que desde el siglo XIV había existido entre la nobleza castellana que aportaba la lana merina y la industria textil de Flandes, que tan buenos réditos había producido a la nobleza castellana, por una elevada valoración del recurso, aunque con tendencia a la baja con el largo plazo). Las comparaciones entre los sistemas productivos resultaban desfavorables para el prestigio del catolicismo.

La economía

La economía jugó un papel importante en el estallido de la rebelión en los Países Bajos. La guerra entre Suecia y Dinamarca cerró el comercio y las importaciones de trigo procedentes del mar Báltico, provocando una caída del comercio y de los salarios, una carestía de alimentos y la subida del precio de estos, lo que facilitaba la tarea de los calvinistas de criticar la riqueza y el lujo de la Iglesia cuando la población empezaba a sentir el hambre. Esta situación alcanzó su cenit en agosto de 1566 con una brusca subida del precio de los alimentos. Hay que hacer notar la coincidencia en el tiempo entre la subida de los precios y el estallido de los desórdenes iconoclastas de ese mismo mes, que provocaron el envío a los Países Bajos de Fernando Álvarez de Toledo, Duque de Alba.

La pérdida de los subsidios enviados por la corona en 1568 para pagar al ejército, a manos de corsarios ingleses (en concreto, William Hawkins, hermano de John Hawkins), obligaron al Duque de Alba a recaudar impuestos para sufragar al ejército estacionado en Flandes (la décima). Esto fue demasiado para los holandeses, obligados a mantener a un ejército extranjero, utilizado para reprimirles en época de recesión económica y en contra de los usos y costumbres de su tierra.

La rebelión

El 5 de abril de 1566, la pequeña nobleza presenta a Margarita de Parma, gobernadora de los Países Bajos y hermana de Felipe II, el Compromiso de Breda, una reclamación formal en la que solicita la abolición de la Inquisición y el respeto a la libertad religiosa. Posteriormente, el 15 de agosto, día de la Asunción, un incidente deriva en disturbios provocados por los calvinistas, en los que asaltan las iglesias para destruir imágenes de santos que ellos consideran heréticas. Ante la clara rebeldía de parte de la población y la nobleza, Felipe II decide enviar a Fernando Álvarez de Toledo, tercer duque de Alba, al frente de un ejército para reprimir a los rebeldes, como primera medida de un plan de pacificación, que prevé el viaje de Felipe II a los Países Bajos. Durante el año que tarda el duque de Alba en llegar a los Países Bajos, la princesa Margarita ha conseguido hacerse con el control de la situación dominando la insurrección e informado a su hermano, por lo que la llegada del duque de Alba al frente de un ejército provoca su dimisión en desacuerdo con la política del rey. El duque arriba a Bruselas el 28 de agosto de 1567, y el 5 de septiembre crea el Tribunal de los Tumultos, conocido por los neerlandeses como el «tribunal de la sangre», que condenará a muerte a centenares de flamencos y confiscará sus propiedades.

El 8 de septiembre cita a los nobles neerlandeses con la excusa de informarles sobre las órdenes del rey. Es una trampa en la que se detiene a los condes de Egmont y Horn, dos de los principales nobles flamencos que habían prestado importantes servicios al rey, y que serían decapitados en la Gran Plaza de Bruselas el 5 de junio del año siguiente (1568). El príncipe Guillermo de Orange, otro de los principales nobles flamencos y muy apreciado por el padre de Felipe II, se había refugiado en las propiedades de su familia materna en Alemania. Desde allí financia a los denominados «mendigos del mar» y alza un ejército de mercenarios alemanes de su propio bolsillo y lo pone al mando de sus hermanos.

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Las Guerras Italianas

Guerra de Nápoles (1501 – 1504)

Conquistado el norte de la península y antes de atacar Nápoles, Luis XII buscó la alianza con la única potencia militar capaz de frenar su avance hacia el sur: en noviembre de 1500 firmó con Fernando II de Aragón el tratado de Granada, por el que ambos acordaban dividirse el reino de Nápoles: el sur quedaría para la corona de Aragón y el norte para Francia. En marzo de 1501 las tropas de Gonzalo Fernández de Córdoba ocuparon Calabria y Apulia, y en el verano siguiente los franceses avanzaron desde el norte y tras tomar Génova conquistaron el Abruzzo y Labor. El rey Federico I de Nápoles, sin dinero ni ejército tras la guerra anterior, fue incapaz de contener el avance de ambos contendientes; en octubre fue depuesto y su reino dividido entre Aragón y Francia.

Pronto surgieron entre Francia y Aragón los desacuerdos sobre los términos de la partición: la posesión de las provincias centrales de Nápoles no había sido especificada en el tratado de Granada. En los enfrentamientos armados que se siguieron, las tropas del Gran Capitán derrotaron contundentemente a las francesas a lo largo de 1503 en las batallas de Ruvo, Seminara, Ceriñola y Garellano.

En 1504 Luis XII cedió la totalidad de Nápoles a Fernando de Aragón mediante el tratado de Lyon. Nápoles permanecería bajo soberanía española hasta 1707.

Guerra de la liga de Cambrai

El Papa Julio II formó la Liga de Cambrai en 1508, cuyo objetivo era frenar la expansión territorial de la República de Venecia. Estaba formada por Francia, el Papado, España y el Sacro Imperio Romano. Aunque la Liga destruyó gran parte del ejército veneciano en la batalla de Agnadello en 1509, no logró la captura de Padua. En 1510 la Liga se derrumbó y Julio declaró la guerra a Francia, aliándose con Venecia. Después de un año de combates, se formó una Liga Santa contra los franceses, que logró expulsar a estos de Italia. En 1512 Venecia forjó una alianza con los franceses, con lo cual dio un nuevo rumbo a la guerra y alcanzó la victoria en la Batalla de Marignano (1515). La paz se firmó en 1516, y el resultado fue el retorno al statu quo de 1508.

Guerra Italiana de 1521-1526

Tras la muerte en 1519 de Maximiliano I de Habsburgo, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Carlos I de España fue designado como su sucesor, formando un estado que ocupaba casi la mitad del territorio europeo. Francisco I de Francia, que había optado a la sucesión del imperio de Maximiliano, aprovechó la invasión española de Navarra para comenzar una guerra contra España: las tropas francesas marcharon hacia Italia con el intento de desalojar a Carlos I de Nápoles. Los franceses serían superados por los ejércitos españoles de Fernando de Ávalos, sufriendo serias derrotas en las batallas de Bicoca y Sesia. El propio Francisco I dirigió a sus tropas internándose en Lombardía en 1525, siendo derrotado en la batalla de Pavía, donde fue hecho prisionero. Desde su encierro se vio obligado a hacer grandes concesiones a España sobre sus territorios en Italia.

Guerra de la liga de Cognac

En 1526 el papa Clemente VII, alarmado por el creciente poder del Imperio español, se alió con Francia, Venecia, Florencia y otros pequeños estados en Italia formando la liga de Cognac para combatir a Carlos I.

Venecia rehusó contribuir a la alianza con tropas, y tras la retirada de las tropas francesas de Lombardía, las fuerzas españolas tomaron Florencia, y en 1527 saquearon Roma. El papa fue apresado por las tropas del imperio. La guerra terminó con la firma de la paz de Cambrai en 1529, mediante el cual Francia se retiraba de la guerra. Venecia firmó la paz con España, mientras Florencia fue colocada bajo el gobierno de los Médici.

Guerra italiana de 1536 – 1538

La tercera guerra entre Carlos I de España y Francisco I de Francia comenzó con la muerte de Francesco Maria Sforza, duque de Milán. Cuando Felipe (el hijo de Carlos) heredó el ducado, Francisco invadió Italia, conquistando Turín, pero fracasando en su intento de tomar Milán. En respuesta a la invasión francesa Carlos invadió Provenza, la campaña de Francia de 1536, avanzando hacia Aix-en-Provence, pero prefirió retirarse hacia España antes que atacar la fortaleza de Avignon. La guerra terminó con la tregua de Niza, dejando Turín en manos francesas pero sin más cambios significativos en el mapa italiano.

Guerra italiana de 1542 – 1546

Francisco I, aliado con Solimán I del Imperio otomano lanzó una invasión final de la península italiana. Una flota conjunta franco-otomana capturó la ciudad de Niza en agosto de 1543 y puso asedio a la ciudadela. Los defensores fueron socorridos un mes más tarde por las tropas imperiales, que consiguieron levantar el asedio. Los franceses, bajo el mando de François, conde de Enghien, derrotaron a las fuerzas del imperio en la batalla de Cerisoles en 1544, pero fracasaron en su intento de penetrar en Lombardía. Carlos I de España y Enrique VIII de Inglaterra se unieron en la invasión del norte de Francia, sitiando Boulogne-sur-Mer y Soissons. La falta de colaboración entre ingleses y españoles y los agresivos ataques otomanos llevaron a Carlos a abandonar estas conquistas, restaurando el statu quo una vez más.

Guerra Habsburgo-Valois (1547 – 1559)

En 1547, Enrique II de Francia, que había sucedido a Francisco en el trono, declaró la guerra en contra de Carlos I con la intención de retomar Italia y asegurar Francia, intentando romper la hegemonía de la Casa de Austria en Europa. En principio Francia tuvo éxito en su ofensiva contra Lorena, pero el intento de invasión francesa de Toscana en 1553 fracasó con su derrota en la batalla de Marciano. Carlos I abdicó en 1556, dividiendo el imperio de los Habsburgo entre Felipe II de España y Fernando I, y el teatro de operaciones militares cambió de Italia a Flandes cuando Felipe II, en alianza con Manuel Filiberto de Saboya, derrotó a los franceses en San Quintín en 1557.

La entrada de Inglaterra ese mismo año en la guerra, permitió a los franceses tomar Calais y atacar las posesiones españolas en los Países Bajos. Aun así, Francia se vio forzada a firmar la paz de Cateau-Cambrésis, en la que renunciaba a la reclamación de sus derechos sobre los territorios italianos.

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La Conquista de América

En los asentamientos de las zonas insulares de Centroamérica, la Corona de Castilla emprendió la colonización del continente, inicialmente con contactos comerciales con algunos pueblos indígenas de la zona de Guatemala y Yucatán. A dicho reino se le concedió el monopolio real para la exploración y explotación económica de las Américas, en detrimento del resto de reinos hispánicos.

En 1518 una expedición dirigida por Hernán Cortés, llegó a la isla de Cozumel, pasando después por las costas de la Península de Yucatán hasta llegar al río Grijalva, donde se produjo una lucha. El Jueves Santo de 1519 llega toda la armada a San Juan de Ulúa, desde donde se dirige hacia la costa de la actual ciudad de Veracruz. En ese lugar Cortés recibió la primera embajada de Moctezuma Xocoyotzin, gobernante del señorío de Tenochtitlán, fundando allí la Villa Rica de la Vera Cruz.

Una vez fundada la Veracruz, Moctezuma le solicitó, mediante el envío de embajadores, detener su marcha. Pero Cortés continuó hacia el interior, el día 16 de agosto de 1519, rumbo hacia al corazón del Imperio azteca. Esta expedición estuvo formada por 400 soldados castellanos, 15 caballos y 1.300 guerreros totonacas. Al llegar a Tlaxcala, Cortés derrotó a Xicotencatl y estableció una importante alianza con los tlaxcaltecas, sumando así más guerreros a su ejército.

En su paso hacia Tenochtitlan tuvo lugar la Matanza de Cholula. Poco más tarde se dirigió hacia el Valle de México cruzando entre dos volcanes: el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. Del otro lado, avistó por primera vez el Lago de Texcoco y México-Tenochtitlan. Las fuerzas de Cortés entraron por la calzada de Iztapalapa, siendo recibidas por Moctezuma Xocoyotzin. Una vez hospedados en la ciudad, el huey tlatoani optó por someterse a la Corona en una entrevista privada. A cambio, Cortés exigió ver los libros de tributos y los mapas de la tierra. Entretando, la empresa de Cortés no había pasado desapercibida para Diego Velázquez de Cuéllar, quien envió una expedición capitaneda por Pánfilo Narváez con órdenes expresas de aprehenderlo y llevarlo de regreso a Cuba. Por esta causa, Cortés viajó a Veracruz para luchar contra los hombres de Velázquez. Durante su ausencia, ocurrió la Matanza del Templo Mayor, que encendería la mecha de una rebelión indígena. Moctezuma intentó calmar a la multitud enardecida, pero ésta lo repudió como gobernante y comenzó a lapidarlo. El huey tlatoani fue herido de gravedad y murió, siendo Cuitláhuac nombrado sucesor. De inmediato, organizó un ejército para atacar a los conquistadores.

Cortés organizó un plan de escape, pues los aztecas lo habían sitiado en el palacio de Axayácatl. En la noche del 30 de junio de 1520 procedieron a la fuga, pero fueron detectados. Durante el escape murieron ochocientos conquistadores y un indeterminado pero mayor número de indígenas aliados. Este episodio es conocido como la Noche Triste. Un año más tarde, y tras la decisiva batalla de Otumba, Cortés regresó con más tropas y más aliados; los pueblos que una vez habían sido sometidos por el Imperio azteca, se aliaron a los conquistadores españoles y comenzaron a cercar la capital. La ciudad de México-Tenochtitlan fue sitiada durante tres meses y, tras innumerables batallas por tierra y mar, fue finalmente sometida el 13 de agosto de 1521. En la batalla, los castellanos, tlaxcaltecas, texcocanos, huejotzincas, chalcas, cholultecas y demás coaligados causaron bajas al ejército de mexicas en número cercano a 40.000, de acuerdo a las propias estimaciones de Cortés, y referidas en su tercera carta de relación.

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Ejército del Imperio Otomano

El ejército otomano se basaba en un complejo sistema de reclutamiento y posesiones feudales en compensación por un apoyo militar. La caballería ligera constituyó durante largo tiempo el grueso de sus tropas y se les otorgaron feudos denominados timar. La caballería empleó arcos y espadas cortas e hizo uso de tácticas militares nómadas similares a las del Imperio mongol. El ejército otomano fue en su día una de las tropas más avanzadas en el mundo, siendo de los primeros en emplear mosquetes y arcabuces. El famoso Cuerpo de los Jenízaros proporcionó tropas de élite y fue la guardia pretoriana del sultán.

Cuerpos Militares:

Terrestres:

  1. Basi-bozuk:Un Bashi-bozukera un soldado irregular (mercenarios) del ejército otomano.Aunque las tropas otomanas siempre constaron de aventureros bashi-bazouk, así como de soldados regulares, las continuas tensiones en el sistema feudal otomano provocadas principalmente por la ampliación de las extensiones del Imperio otomano llevaron a que fuera dependendiendo de dichos soldados irregulares.
  2. Jenízaros:Los jenízaros (en turco yeniçeri, que significa nuevas tropas/soldados) constituían unidades de infantería adiestradas, no en vano eran la élite del ejército otomano. Entre sus muchas misiones destacaba la de ser los encargados de la custodia y salvaguarda del Sultán otomano, así como de las dependencias de palacio, siendo considerados su guardia pretoriana. Tienen su origen en el siglo XIV (1330) y fueron abolidos (y masacrados) por el Sultán Mahmud II en 1826.
  3. Yerlica: En el Imperio Otomano del siglo XVII, yerlica era un término empleado para describir a los jenízaros que habían sido destinados a un centro urbano o una población de tamaño medio un número considerable de años atrás y se habían integrado totalmente en sus alrededores, a menudo desempeñando papeles importantes en la vida comercial y política de la zona.
  4. Kapikulu: Otro subgrupo de jenízaros fue conocido como kapikulu: éstos no eran más que jenízaros que habían sido enviados por orden directa del Sultán. En general, los kapikulu eran mucho más leales a la Sublime Puerta que los yerliyya. En muchas regiones del Imperio acontecieron choques y disputas entre estos dos grupos, que persistieron hasta que los jenízaros fueron abolidos en 1826.

Caballería:

  1. Sipahi: los sipahi eran una tropa de élite montada incluida dentro de las seis Divisiones de la Caballería del ejército del Imperio Otomano.  El estatus de los sipahi se asemejaba al de los caballeros europeos medievales. El sipahi era el titular de un feudo (timar) concedido directamente por el sultán otomano, y tenía derecho a todos los ingresos del mismo a cambio de sus servicios como militar. Los campesinos del timar eran posteriormente añadidos al mismo.
  2. Akinci: Akıncı era la división de caballería ligera del ejército otomano. Era una de las primeras divisiones en hacer frente a los militares contrarios y eran conocidos por su valor en la batalla.

Armada:

Los otomanos no llegarían hasta el mar Mediterráneo hasta finales del siglo XI. Por entonces, los otomanos, un pueblo estepario y nómada al servicio del sultanato selyúcida no conocía nada acerca de los barcos y tuvieron que aprenderlo. Muestra de ello es que tuviesen que utilizar en su vocabulario naval palabras de orígenes tan variopintos como de Grecia, España o Italia. Aprendieron rápido, pues ya en el siglo XII contaban con una armada que, según se creía entonces, podía desafiar al Imperio bizantino. Esta inesperada rapidez daba muestras de la buena organización y motivación de los turcos otomanos en alcanzar un territorio propio. En el siglo XIII, los turcos controlan casi toda la costa de  Anatolia y prepararon una armada para conquistar Creta en 1341. En el siglo XV, el expansionismo otomano lleva a su flota hasta las costas balcánicas e italianas. En el siglo XVI, la marina de guerra otomana está en su apogeo. Las sucesivas victorias sobre las flotas cristianas de Roma y España parecen dar viento en popa a la flota, llegando a incursionar en aguas españolas y africanas. El punto culminante de este poderío naval se daría en la batalla de Preveza.

El declive de la flota otomana es, sin duda alguna, la derrota de la flota otomana en la batalla de Lepanto de 1571, dando paso, con el declive en paralelo del Imperio otomano, al subdesarrollo posterior de la armada hasta la caída del imperio.

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Solimán I el Magnífico

Solimán el “magnifico” fue sultán otomano desde 1520 hast 1566. Lideró personalmente la Armada otomana cuando conquistaba Belgrado, Rodas y la mayoría de Hungría, así como durante el sitio de Viena y los territorios anexionados del Norte de África, como Marruecos y la mayoría del Oriente Medio. Los otomanos tuvieron una breve preponderancia en el mar Mediterráneo, mar Rojo y el golfo Pérsico. El Imperio continuó expandiéndose casi un siglo después de su muerte, llegando a tener al final de su reinado cerca de 40 millones de súbditos.

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Los tercios

Los tercios fueron famosos por su resistencia en el campo de batalla, formando la élite de las unidades militares disponibles para los reyes de España de la época. Los tercios fueron la pieza esencial de la hegemonía terrestre, y en ocasiones también marítima del Imperio español. El tercio es considerado el renacimiento de la infantería en el campo de batalla y es muy comparado con las legiones romanas o las falanges de hoplitas macedónicas.

Los Tercios españoles fueron el primer ejército moderno europeo, entendiendo como tal un ejército formado por voluntarios profesionales, en lugar de las levas para una campaña y la contratación de mercenarios usadas típicamente en otros países europeos. El cuidado que se ponía en mantener en las unidades un alto número de “viejos soldados” (veteranos) y su formación profesional, junto a la particular personalidad que le imprimieron los orgullosos hidalgos de la baja nobleza que los nutrieron, es la base de que fueran la mejor infantería durante siglo y medio. Además, fueron los primeros en mezclar de forma eficiente las picas y las armas de fuego.

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El Arcabuz

Arma de fuego de infantería empleada de los siglos XV a XVII formada por un tubo de hierro montado sobre un madero de aproximadamente un metro de longitud. El tubo tenía en su parte posterior un orificio por el que se aplicaba en el momento del disparo una mecha encendida, montada en un resorte accionado por una palanca o gatillo. El alcance útil del arcabuz no superaba los 50 metros de distancia pero su manejo era muy sencillo por lo que sustituyó rápidamente a la ballesta. La forma del arcabuz fue evolucionando para hacer más cómodo el apuntar el arma.

Los arcabuces no tenían calibres homogeneos, de forma que los armeros construían para cada serie de armas que hacían moldes específicos para el calibre de cada una y cada arcabucero tenía que fundir plomo para hacerse sus propias balas que no podían emplear los demás. También se fabricaban unos recipientes que contenían la carga adecuada de pólvora y que los arcabuceros llevaban colgados en una bandolera. Al vaciarlos en combate se veían obligados a tomar pólvora directamente del frasco de reserva que llevaban y tenían que calcular a ojo la carga, provocando a veces que la bala saliera sin fuerza y otras hasta la explosión del arma.

En el siglo XVI aparece la llave de rueda, un mecanismo de disparo mucho más seguro y eficaz que el de mecha, pero que por su elevado coste queda reservado a cuerpos de élite y a la nobleza. Este mecanismo consiste en un resorte, que hay que comprimir antes del disparo con una manivela, y que al soltar el gatillo obliga a girar a una rueda metálica de superficie rugosa contra la que cae un mecanismo de martillo con un fragmento de pirita en su extremo, generando chispas que penetran por un orificio prácticado a esa altura en la base del tubo y provocando asi la detonación de la pólvora y el disparo.

Variedades:

  • Arcabuz de Gancho. Especie de cañón de mano perfeccionado con dos muñones en el tubo, que apoyados en un gancho en forma de horquilla sobre un trípode podían moverse dentro de la horquilla para variar el ángulo de elevación del tiro. Su longitud era de 129 a 171 centímetros y su peso de 24 a 28 kilos: lo manejaban dos hombres. Un autor estranjero dice, que en 1411 lo emplearon por primera vez los franceses en el sitio de Arras.
  • Arcabuz de Mecha o de cuerda. Los primeros aparecieron a finales del siglo XV y se miraron como un prodigio. Pero mas tarde se vio que era muy pesada la operación de darle fuego con la mano y se ideó hacerlo por medio de una mecha movida por un resorte. No obstante a pesar de la aceptación que tuvo, le acompañaban inconvenientes muy graves, pues la lluvia apagaba la cuerda que el soldado tenía que llevar constantemente encendida y, además, era imposible intentar con los arcabuceros una sorpresa nocturna porque la luz de la mecha se distinguía a larga distancia.
  • Arcabuz de Rueda. En Nuremberg y a principios del siglo XVI, después de varios ensayos, se inventó esta arma. Fue admitida con entusiasmo y los soldados la adoptaron al instante arrojando con alegría la molesta cuerda-mecha que tanto les embarazaba. Consistía, lo que hoy llamamos llave, en una rodaja de acero muy bien templado, la cual movida por un resorte caía sobre una piedra metálica, asegurada entre las quijadas de una especie de gatillo y la colisión producía chispas que incendiaban la pólvora. Esta se echaba en una plancha cóncava, que mejorada después tomó el nombre de cazoleta. La pesadez de esta arma, la lentitud con que se cargaba, la facilidad con que se iba el tiro y lo embarazoso que era el uso de la horquilla en que se apoyaba para dispararla y otros defectos notables, hizo que los peones lo abandonasen por algún tiempo. Desde entonces, después de aligerar sn peso, la caballería ligera la admitió como su arma favorita, por serle menos molesta que el arcabuz de mecha.
  • Arcabuz de viento. Lo mismo que el de fuego, pero se carga comprimiendo el aire por medio de un muelle y tira la bala a bastante distancia, haciendo mucho menos ruido al dispararse que con la pólvora.1
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Las fortificaciones del siglo XVI

El desarrollo de Fortificaciones

Castillos medievales fueron caracterizados por murallas de mampostería, altas y perpendiculares  que rodeaban el interior y la torre del homenaje. Sin embargo, con la aparición  de cañones y pólvora esas murallas se hicieron muy vulnerables debido a su delgadez y la facilidad de disparar a un objetivo tan grande, y por esta razón empezaron a desarrollar nuevas innovaciones en la construcción de las fortificaciones al principio del siglo XIV.

La traza italiana

La traza italiana fue uno de las innovaciones más importantes: un estilo de fortificación desarrollado en Italia a finales del siglo XV y principios del XVI en respuesta al intento de invasión francés de la península. El ejército francés estaba equipado con nuevos cañones capaces de destruir fácilmente las fortificaciones de estilo medieval, castillos con altos muros que eran un objetivo fácil para la artillería.

Para contrarrestar el poder de las nuevas armas, los muros defensivos de las fortificaciones se hicieron más bajos y anchos, construidos generalmente con piedra y arena que absorbía mejor el impacto de los proyectiles lanzados por los cañones. Otro cambio importante en el diseño fue la aparición de los bastiones y revellines, que caracterizaron a este nuevo tipo de fortalezas. Para mejorar la defensa, los bastiones ofrecían la posibilidad de efectuar un fuego cruzado sobre los atacantes. El resultado fue el desarrollo de las fortalezas en forma de estrella. Para poder tomar mediante un asalto este tipo de fortificaciones, era necesario establecer un sitio que las privara de ayuda del exterior y situar una batería de cañones que, tras varios miles de disparos, abriera una brecha en el muro que permitiera el asalto de la infantería. La necesidad de bloquear dichas fortalezas, a veces durante un año, requería un elevado número de soldados y hacía aumentar de forma espectacular el coste de la guerra, por lo que sólo los grandes Estados de la época podían permitirse sitiar una ciudad protegida con este tipo de fortificación.

Este tipo de diseño salió de Italia entre los años 30 y 40 del siglo XVI y fue ampliamente utilizado por toda Europa durante los siguientes 300 años, especialmente en el norte de Francia y en los Países Bajos debido a las guerras entre Francia y España y entre España y las Provincias Unidas.

A finales del siglo XVII, los arquitectos Vauban y Menno van Coehoorn llevaron el diseño de este tipo de fortificaciones al extremo con ciudadelas pentagonales plagadas de bastiones, revellines, reductos y fosos.

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