Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, el Gran Duque de Alba es considerado por los historiadores como el mejor general de su época y uno de los mejores de la historia, se distinguió especialmente en La Jornada de Túnez, y en batallas como Mühlberg, Jemmingen y Alcántara. Eternizó su memoria tratando de apaciguar la sedición de los Países Bajos, donde actuó con gran rigor castigando a los rebeldes, instituyendo el célebre Tribunal de los Tumultos y derrotando repetidamente a las tropas de Guillermo de Orange y Luis de Nassau en los primeros momentos de la Guerra de los Ochenta Años. Coronó su carrera ya anciano, conquistando Portugal para Felipe II.
Recibió una Rosa de Oro del papa Pablo III en premio a sus esfuerzos en favor del catolicismo. Fue camarada de armas, amigo y protector del poeta y soldado Garcilaso de la Vega, que dedicó parte de su Égloga II a ensalzar a la Casa de Alba y su Duque. Su figura constituye una de las más importantes de la Leyenda negra española.