A inicios del siglo XVIII, y con una Alicante todavía resentida por los efectos del Bombardeo de 1691 por la armada francesa, se vive con gran intensidad el conflicto de la guerra de sucesión, iniciada tras la extinción del linaje de los Austrias.
El nombramiento de Felipe V como rey de España en 1700 provocó un súbito cambio en las alianzas internacionales. Hasta este momento los ingleses habían sido aliados de franceses y españoles contra los Augsburgo, ahora se enfrentarán entre sí.
Este contexto internacional se verá reflejado en la ciudad de Alicante, que será escenario costero de las luchas entre borbónicos, partidarios de Felipe de Anjou, y austracistas, partidarios del archiduque Carlos de Austria. El bloque austracista contará entre sus aliados con los ingleses muy presentes en todo el conflicto alicantino.
Alicante ha sido objetivo militar prácticamente en todos los conflictos bélicos y no fue menos en la guerra de sucesión.
La ciudad fue ocupada alternativamente por ingleses y borbónicos. En un primer momento fue defendida por los partidarios de Felipe de Anjou, hasta el 8 de agosto de 1706, pese a que el castillo no se rindió hasta el 4 de septiembre del mismo año. Tras esto la dominación de la ciudad perteneció al bando austracista.
El dominio de los aliados del archiduque Carlos finalizará en el año 1709, con la explosión de una mina colocada por los borbónicos en las faldas del monte Benacantil, que supuso la voladura parcial del Castillo de Santa Bárbara y la consiguiente capitulación inglesa.
Este episodio determinó la salida de los austracistas de la ciudad y el triunfo borbónico en el sur-este del reino de Valencia en 1709.
Para la ciudad el episodio bélico tendrá consecuencias catastróficas. Si ya bien tras el bombardeo de 1691 las autoridades municipales solicitaban con presteza la realización de obras de reconstrucción y reforma, tras la guerra de sucesión la situación se hizo insostenible. La ciudad y sus murallas quedaron asoladas, muchos edificios en total ruina y otros en muy mal estado debido a la acción del fuego. Se produjeron brotes de rapiña entre la población aprovechando los distintos momentos incertidumbre. Gran parte de la población abandonó la ciudad y otros tantos murieron en la lucha.
La casi total destrucción tanto de la ciudad como de sus murallas, tendrá lecturas distintas a largo plazo, ya que será de vital importancia para la posterior evolución y desarrollo de la urbe. Se podría incluso aventurar a afirmar que Alicante no habría evolucionado tal y como lo ha hecho de no haber sido por su casi destrucción, no solo por la intensa actividad edilicia que va a producirse en el siglo XVIII, sino por el debate constructivo y toda la sucesión de proyecto para la reconstrucción del nuevo recinto defensivo, recinto que pondrá las bases del futuro del desarrollo del entramado urbano.
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