En general, como ya hemos dicho en anteriores publicaciones, el crecimiento de la ciudad se mantuvo contante y discreto, sobre todo si tenemos en cuenta únicamente el núcleo urbano, donde se encarecieron los alquileres por el carácter limitado del espacio.
Pero se ha de tener en cuenta un factor que hasta el momento no he comentado, la importancia de la inmigración en la ciudad, entre otras cosas atraídas por el comercio marítimo. Podemos ver que Alicante se compone a medida que pasan los años de una sociedad nutrida por continuados aportes de inmigrantes de toda clase de orígenes, sobre todo varones. Lo primero que nos llama la atención es la presencia de casos en los que no se especifica lugar de origen. Podríamos pensar que todos aquellos de los que no tenemos procedencia son extranjeros, pero si partimos de esa premisa podemos caer en una excesiva valoración de la presencia de forasteros. Estos casos se dan sobre todo en los primeros años del XVIII. Posteriormente, coincidiendo probablemente con un mayor perfeccionamiento de las anotaciones parroquiales esta diferencia va mermando, sobre todo entre 1760 – 1769, donde se alcanzan las cifras más bajas. En el decenio de 1770 – 1779 se produce cierta recuperación, pero son cifras que no pasan de los 300 individuos.
Por otro lado, la inmigración femenina cuenta con datos más precisos, siendo el número de féminas que carecen de origen mucho menor. Este dato lo vemos también en la reducción de la cantidad de mujeres casadas en Alicante y nacidas en otro lugar, lo cual supone la celebración del matrimonio en la parroquia de la mujer. El nivel de movimiento poblacional femenino es menor que el del hombre si nos referimos a distancias largas, pero si se trata de distancias cortas y medias se equipara.
En cuanto a la procedencia de estas gentes ajenas a la ciudad podemos distinguir tres procedencias: regional, peninsular y extranjero.
A nivel regional, ateniendo a las gobernaciones, comprobamos que son las gobernaciones más próximas a la ciudad las que cuentan con un mayor volumen de emigrados, teniendo en cuenta dos factores básicos: las dificultades del transporte y la importancia de la propia gobernación. La gobernación alicantina contará en todo momento con cifras elevadas. Destacan en el aporte poblacional pueblos como Busot y Monforte.
A nivel nacional observamos como en función de la distancia la presencia de la inmigración será mayor o menor. Territorios como Extremadura apenas aportarán contingentes, mientras que otros como Castilla-La Mancha (420 individuos, que suponen un 25’53% de la inmigración peninsular) o Murcia (que en la segunda mitad del XVIII recortará distancias con Castilla-La Mancha) presentan la máxima aportación.
Por último, en cuanto a lo que a inmigración extranjera se refiere vemos una clara mayoría de italianos y franceses, tratándose estos de los dos países con mayor aporte de individuos a la ciudad de Alicante.
Dentro de la inmigración italiana podemos destacar la preponderancia genovesa, con un 65% de la inmigración, favorecido sobre todo por la evolución del comercio y de nuestro puerto. Sería también muy importante la aportación de Nápoles, con un 15’8% y Sicilia, con un nada despreciable 19’1%. Según el Vecindario de 1754 la comunidad italiana estaría constituida por 66 genoveses, 7 piamonteses, 1 milanés, 1 napolitano, 8 ingleses, 3 holandeses, 2 alemanes y 2 irlandeses.
En lo que a migración francesa se refiere observamos una corriente ininterrumpida durante todo el siglo, alcanzando el punto máximo entre los años 1750 – 1799. Podemos destacar como puntos de origen Bearn y Provenza. Parece ser que el nivel profesional de los franceses residentes en Alicante estaba constituido por una mano de obra mucho más cualificada que la italiana. El Vecindario de 1754 nos puede servir para hacernos una idea de la cualificación profesional de estos franceses inmigrados, en él aparecen 48 negociantes, 23 mozos de comercio, 12 escriturarios, 7 tratantes, 2 cónsul y vicecónsul, 1 cajero, 1 escribano, 1 fabricante de medias, 1 peluquero, 4 horneros, 4 caldereros, 4 criados, 1 estudiante y 7 personas en las que no se especifica el oficio.
Con menor aportación encontramos países como Inglaterra, Portugal, Irlanda, Suiza o Países Bajos, cuya aportación será muy escasa en contraste con los anteriores ejemplos.
Como conclusión podemos decir que el carácter cosmopolita de la ciudad es una total realidad. Las gentes serán de muchos y diversos lugares, llegando a constituir un elemento que imprimiese carácter a la sociedad.
Para finalizar podemos aportar una cita de Antonio José Cavanilles a finales del setecientos, que nos informa de cómo “el trato familiar y continuo de hombres de todas las naciones de Europa que frecuentan el puerto ha comunicado a los alicantinos trages y costumbres que apenas se conocen en lo interior del reyno; la contratación y sus provechos han atraído multitud de familias nacionales y extrangeras, que mezcladas al presente forman un pueblo en gran parte nuevo, como lo evidencian los apellidos”.
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