Las manifestaciones musicales y su organización institucional a lo largo de los siglos XVI al XVIII son aspectos poco conocidos de la cultura alicantina.
La música no sólo ha tenido una manifestación sacra y solemne, ni ha sido producida y dirigida a las élites sociales, sino que también ha estado siempre ligada a las manifestaciones populares formando parte de su bagaje cultural.
La actividad musical desplegada en Alicante durante los siglos XVI al XVIII se centró en dos grandes líneas de actuación. La primera correspondiente a la música religiosa, cuyos centros fueron las capillas de música de la parroquia de Santa María y de la colegial de San Nicolás. La segunda, englobaría la música profana, hecha fuera del templo, y que podríamos calificar de civil, distinguiendo entre las formas cortesanas o cultas, y aquellas que se proyectan en un ambiente popular, que aparecen con frecuencia cargadas con una simbología de crítica social y protesta, siendo ajenas, por tanto, a la cultura oficial.
La capilla de la colegial de San Nicolás se convirtió en un centro productor de cultura en cuanto fue protagonista activo en representaciones sacras o cívicas, en las que la música interpretada pretendía dar solemnidad a los oficios religiosos alcanzando un carácter espectacular, o completar las formas exteriores de representación del poder en las celebraciones oficiales. Sus músicos participaban también en las manifestaciones festivas de la ciudad, convirtiéndose en agentes activos de los festejos populares.
Creada al servicio de la Iglesia, su misión fue la de interpretar la música de la liturgia, por lo que el repertorio era exclusivamente religioso. Acompañaba todos los actos y funciones del calendario festivo y del culto diario. Además, era pieza imprescindible en la celebración de la Navidad y de la Semana Santa, para las que se componían villancicos y otros cánticos similares.
Dirigida por un maestro, la capilla de música estaba compuesta por un grupo de cantores e instrumentistas, ministriles y niños del coro, cuya situación y gajes variaron a lo largo del tiempo.
La música que se interpretaba en San Nicolás contribuía a engrandecer la liturgia. Era difícil concebir la celebración de la misa, el día de Reyes, la Pascua, la Asunción o la Navidad sin el acompañamiento musical. Todas las funciones de la capilla estaban programadas en un calendario de regla que contenía además otras funciones extraordinarias. No obstante, cabría distinguir entre las funciones de carácter religioso, organizadas por el cabildo dentro y fuera de la colegial, y las celebraciones extraordinarias de carácter profano o civil a las que se les daba mayor relevancia, aunque mantuviesen también un componente religioso.
La capilla de música tenía asignada una cantidad fija anual señalada por los estatutos. La principal fuente de ingresos ordinarios provenía de las Arcas municipales de Propios y Arbitrios. Sin embargo, en situaciones críticas, fue del producto de las fábricas de las iglesias, de donde se pagaron, algunas veces en especie como último recurso, los sueldos del maestro y músicos. La situación se normalizó desde comienzos del siglo XVIII, pues a partir de entonces los pagos se realizaron habitualmente en metálico. Entre 1767-71 el cabildo municipal asignó 9.803 libras y 10 maravedíes de vellón para la dotación anual de la capilla. Otra fuente importante de ingresos de la capilla fueron las gratificaciones y recompensas que percibieron por acudir a las funciones extraordinarias.
Como institución dependiente del patronazgo municipal, la capilla desapareció en 1869, dejando tras de sí un rico archivo de partituras cuyo estudio servirá para calibrar con precisión el verdadero alcance de una labor continuada durante más de dos siglos.
Deja un comentario