La pintura alicantina del XVIII no ha corrido buena suerte. El interior de los templos debió ofrecer un aspecto totalmente opuesto a la desnudez que podemos contemplar en la actualidad.
Las obras procedentes del coleccionismo privado tampoco han corrido mejor suerte. Junto a nombres de pintores irrelevantes que indican un marcado localismo, destaca la figura de fray Antonio de Villanueva. Destacado arquitecto, escultor y prolífico pintor.
Su obra se encuentra dispersa por toda la provincia y también en Valencia y Murcia. En 1754 pintó dos lienzos para Santa María de Alicante: la Virgen de la Asunción que era el bocaporte del Camarín, hoy desaparecido, y el Incendio de la iglesia y milagro de las Formas, que se encuentra semioculto en el arco ciego del presbiterio, su emplazamiento original.
Desaparecidas, pero inventariadas como suyas, eran las pinturas del altar y capillas de la Casa de Misericordia y los lienzos de la parroquia de San Pablo Apóstol en Tabarca.
Por la misma época trabajó en Alicante Agustín Espinosa. De los cuatro lienzos del presbiterio de Santa María en los que figuran Tobías y el arcángel San Rafael; San Juan Crisóstomo; San Joaquín, Santa Ana y la Virgen Niña, y San José con el Niño, sólo los dos primeros están documentados, en 1770, como de Agustín Espinosa.
Ante las notables diferencias de estilo y calidad que se advierten entre el primero y los tres restantes, que forman un coherente grupo, se ha llegado a plantear que estos últimos sean obra de taller.
Por último, referirnos a los tres lienzos que existen en el Oratorio del Ayuntamiento: la Inmaculada, que ocupaba el centro, se debe a Lucas Espinós, quién se espiró para su factura en la de Juanes, de la Compañía de Valencia. Los dos medallones laterales que representa a fray Benito de Valencia mostrando la Santa Faz, y el otro a San Nicolás, fueron realizados en 1767 por Juan de Miranda.
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