A principios del siglo XVI había dos tipos de mudéjares en Elche, los que se habían convertido al cristianismo y eran llamados moriscos, y los que no.
Si bien hubo una coexistencia entre las tres religiones, cristiana, musulmana y judía, en el reino de Valencia, esta no siempre fue pacífica. Los señores tenían como vasallos a los mudéjares, por lo que siempre optaron por su defensa.
Sin embargo, en el contexto de la Germanía, en los años veinte, los agermanados obligaron a la conversión al cristianismo de muchos de ellos. Y Carlos I, en 1525, aceptó estas conversiones y obligó a nuevas bajo pena de expulsión.
Así, el 22 de enero de 1526 se procedió al bautismo en el rabal de Elche, siendo los primeros Sarria, Parruig y Albarracín. Y en abril del mismo año es bendecida la mezquita por el obispo de Tagaste, Bernardo de Andújar, convirtiéndose así en la iglesia de San Juan Bautista.
A pesar de esto los problemas entre los conversos y los cristianos continuaron. Se había prohibido a los moriscos viajar, lo que suponía un serio perjuicio para aquellos que tenían oficios como mulero o carretero, y se les obligaba a enterrarse en las iglesias y al bautismo de sus hijos. Los cristianos también les acusaban de no ordenarse sacerdotes o ingresar en conventos, además de ser un apoyo para los piratas del norte de África que atacaban las costas de la península.
La situación se mantendrá a lo largo del siglo XVI, con las consecuentes tensiones sociales, hasta la orden de principios de XVII de expulsar a los moriscos del reino.
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