Tras varias intentonas en la consecución del obispado, la llegada al trono de Felipe II en 1556 supuso una nueva esperanza para la ciudad, deseo que finalmente se pudo cumplir en 1565, tras unos años de intensas negociaciones que resumiremos en estas líneas.
Hay que mencionar que Felipe II es conocido entre otras cosas, por promulgar la fe cristiana y ser el defensor de la Iglesia Católica. Por este motivo se involucró en lo referente a la creación del nuevo obispado, intentando organizar eficazmente los territorios a su mando en materia eclesiástica. Objetivo que comenzó tras su llegada a España en 1559, tras resolver diversos problemas internacionales, a partir de dicho instante comenzó a centrarse en administrar la corona española. Pero el punto de inflexión fue el concilio de Trento, que concluyó en 1563 e “iluminó” al monarca en su deseo de mejorar la administración religiosa en sus tierras.
Hecho que coincidió en el tiempo, con la grave enfermedad del obispo de Cartagena, momento aprovechado por la ciudad para comenzar de nuevo su viejo anhelo de conseguir ser sede de un obispado. Enviaron a tres procuradores con un informe del más prestigioso notario de la ciudad, titulado Proces de la cathedral de la Esglesia de Oriola. En este libro, quedaban reflejados todos los pleitos vividos por la ciudad, en el tema referente al obispado. A parte de este informe, fue de vital importancia el memorial escrito por uno de los embajadores, entre otros temas señalaba el problema morisco y hablaba que eran un tercio de la población de la zona, el problema lingüístico ya que en Murcia se hablaba castellano y en la zona alicantina el valenciano. Con estas armas principales se presentaron al monarca.
El rey vio con buenos ojos las demandas oriolanas, pero no se pronunció hasta conocer la posición del papa Pio IV, que también bendijo dichas reclamaciones y dio vía libre a la creación de dicho obispado. En las cortes de la corona de Aragón, celebradas en Monzón a fecha de septiembre de 1563, se observaron los primeros síntomas públicos de que el rey aceptaba las suplicas oriolanas, algo que observaron los enviados oriolanos y comunicaron con regocijo a las autoridades de la ciudad.
A principios de 1464 se inició la maquinaria burocrática, enviando sendos informes a la ciudad de Orihuela y a Cartagena que informaban de la novedad a ambas ciudades. Pero no todo estaba dicho y desde el vaticano se apelaba a una comisión. que tendría que decidir la viabilidad de dicho desmembramiento y consecuentemente la creación del nuevo obispado en la ciudad oriolana. Finalmente la comisión dio el visto bueno y aceptó la petición, estableciendo unas consignas, como fueron:
– La colegiata del Salvador pasaba a ser catedral
– Quedaría subordinada a Valencia no a Toledo
– Acuerdo entre Cartagena y Orihuela en el apartado de rentas
Pese a estar la decisión tomada, en esos tiempos todo iba despacio y la burocracia no iba a ser menos, prolongándose la espera de la ciudad un año, hasta que el 30 de abril de 1465 llegó la bula a Orihuela y con ella la definitiva erección de Orihuela como sede del obispado. La bula se estructuraba en tres partes:
– Motivos del Papa para declarar a la ciudad sede del obispado
– Aspectos del decreto apostólico
– El tema de las rentas
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