A lo largo de cuatro centurias (403 años, exactamente), Orihuela, como ciudad del Reino de Valencia integrada en la Confederación Catalanoaragonesa –Corona de Aragón- vivió guiada por leyes forales, que emanaban, en su mayor parte, de las Cortes de Monzón. El año 1304 marcó el inicio de los principios legislativos que habrían de conducir la vida de los habitantes de Orihuela. En año 1707, tras la batalla de Almansa y la promulgación de los Decretos de Nueva Planta del 29 de junio, se puso punto final a esta situación. Fueron cuatrocientos años en los que Orihuela ofrecerá múltiples rostros. La Orihuela foral tuvo sus años de auge y esplendor (siglos XV y XVI) y sus años de decadencia y atonía (siglos XIV y XVII).
En 1582, un vecino de Orihuela alabó a su ciudad diciendo de ella que era la más grande del Reino de Valencia, a excepción de la propia capital. El vecino, a la sazón jurado del Consell, que expresó esta opinión para manifestar su desacuerdo de la segregación de Callosa, ni se equivocaba ni exageraba, la definía ajustadamente. Orihuela era por estos años la ciudad más grande del Reino, y también la de mayor esplendor y vistosidad, excepto, claro, la de Valencia. Si se ajustó a los hechos fue porque la opinión la emitió precisamente cuando la ciudad atravesaba su mejor etapa, su momento cumbre, su grosso modo, los hitos de esa etapa.
Hablaremos, pues, de la Orihuela comprendida entre 1560 y 1610, aunque no se evitarán referencias que excedan los años fijados a la hora de configurar y describir mejor la ciudad, ya que no existen representaciones pictóricas ni dibujos de esa época. Es una labor que trata de demostrar en qué medida Orihuela, entre 1560 y 1610, fue la ciudad más importante <<en cantitat y en qualitat… del Regne de Valenctia… fora la ciudad de Valenctia>>.
Se hace necesario responder al primer interrogante, que nace cuando se ha optado por el camino marcado por el estagirita. Esa primera duda no es otra que el número: ¿cuántos habitantes tenía Orihuela en el cenit foral? Planteando el primero, como las guindas del cesto, se encadenan otros: ¿cómo han evolucionado?, ¿cuál es la estructura social? Y, ¿cómo se distribuyen por la ciudad?, ¿hay zonas, barrios, calles profesionalizadas? ¿Se constata acaso una distribución clasista…?
Para el estudio de la población se han utilizado diferentes vías:
a) Los censos y padrones, criticados por cuanto imperfectos (ninguno de la época preestadística anota habitantes, sino casas, fuegos, vecinos).
b) Las fuentes eclesiásticas, los registros parroquiales (libros de bautismo, difuntos, desposorios, cumplimiento pascual y confirmaciones) y visitas ad limina, imprecisos también por cuanto, los primeros requieren cálculos de reconversiones, y los segundos, son datos aproximativos. Para aproximarse a la realidad no queda sino cruzar los datos proporcionados por los estudiosos y las aportaciones originales de censos y padrones.
A lo largo de toda la época foral el Consell orcelitano realizó cuantiosos conteos, bien es verdad que más en una época que en otra, entre los que cabe señalar dos tipos de desigual valor para los estudios poblacionales: por un lado, están los padrones del <<servicio real>>, padrones por defecto porque quedan excluidos los exentos (privilegiados, que no pagan, y pobres, que tampoco).
Por otro, los padrones citados de <<sal y mur>>. Éste, mucho más fiable, cuenta edificios, y los cuenta todos, sin dejar de anotar iglesias, ermitas, sala del consell, etc.
Los primeros, más inexactos, permiten, en todo caso, una aproximación a la riqueza vecinal y, por consiguiente, a la estructura social. Los otros, al número de habitantes, si bien siempre con el irresoluble problema de la reconversión casas por habitantes. Pero en principio, estos datos aportan una primera visión general, aunque sea del número de casas, de vecinos.
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