Como recordaremos de las anteriores entradas, la administración de la ciudad recaía sobre una serie de organismos y casta oligárquica que se mantuvo hasta principios del siglo XVIII. Este panorama varió debido a la entrada de la dinastía borbónica y sus famosísimos decretos de Nueva Planta, que tenían como objetivo la unión de todos los reinos de la Corona, a imagen y semejanza del reino de Castilla, que actuaba como eje catalizador. De esta manera el reino de Valencia perdía su presunta autonomía y quedaba encuadrada en un órgano centralizado y absolutista, pasando de reino a provincia.
La abolición de «todos los referidos fueros, privilegios, prácticas y costumbres hasta aquí observadas en los referidos reinos de Aragón y Valencia, siendo mi voluntad que éstos se reduzcan a las leyes de Castilla y al uso, práctica y forma de gobierno que se tiene y ha tenido en sus tribunales, sin diferencia alguna en nada». Extracto del decreto.
Con estas palabras de Felipe V en 1707 intentaba borrar de un plumazo siglos de historia, incluso promulgaba la desaparición de la lengua valenciana en las autoridades municipales, buscando de esta manera que poco a poco se fuera desechando dicha lengua a favor del castellano.
Con la llegada del decreto, la sociedad valenciana se militarizó, creándose un organigrama administrativo de carácter militar y castellano. Donde la máxima autoridad era el Capitán General, en sustitución del Virrey, recaía en un militar de la más alta graduación, que gobernaba con mano de hierro todo el territorio valenciano.
El reino se dividió en 13 corregimientos y uno de ellos recaía en Orihuela, donde dicho corregidor tenía su sede, con este nuevo cargo se eliminaba el de gobernador, vigente desde tiempos de Fernando el Católico. Estos corregidores solían ser de casta militar, nombrados por el rey y sus atribuciones principales eran:
-Ser la autoridad militar al mando
-Control del orden público
-Control de la hacienda municipal
También se crearon los alcaldes mayores, nombrados también por el eje centralizador, eran abogados profesionales que acudían a las distintas ciudades del reino. En Orihuela como existía la figura del Corregidor su influencia era menor, y actuaban como consejeros del mismo y como jueces tanto criminales como civiles.
Aparecieron los regidores que en Orihuela al principio fueron 12 y que posteriormente pasaron a 8, pasado ya la mitad del siglo XVIII. Estos regidores solían ser nobles nombrados por el rey, de carácter vitalicio y el cargo era hereditario. Creando de esta manera una nueva casta oligárquica afín a las políticas Borbónicas.
Por lo tanto la creación de este nuevo sistema centralista y autoritario acabó con la autonomía de los municipios locales del reino valenciano. Situación de la que no pudo escaparse Orihuela, que vio como su supuesta “democracia”, se acababa debido al control gubernamental implantado por Felipe V, ya que sus enviados controlaban todos los órganos de poder municipal relevantes.
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