En Orihuela la seda era básicamente un producto comercial. Sin embargo, el escaso desarrollo de la manufactura local provocaba una total dependencia comercial hacia los mercados exteriores para la reelaboración del producto. De manera que la seda salía de la ciudad de Orihuela destinada a abastecer los centros de producción textil castellanos: Córdova, Murcia, Toledo, Sevilla, Granada…entre otros lugares de la Corona.
Junto a la vid y el trigo, la momera era uno de los principales cultivos de la actividad agraria oriolana. Conjuntamente al cultivo de la morera y a la cría del gusano de seda, el hilado era otra de las actividades productoras más desarrolladas de la ciudad. Dicha actividad estaba desempeñada por los cosecheros. Como vemos, la comercialización de la seda generaba diversos trabajos que contribuían al desarrollo económico de la ciudad, como: tejedores, cosecheros y exportadores de seda.
A pesar de que el negocio de la seda era uno de los más lucrativos de la ciudad de Orihuela -tanto productiva como comercialmente – hay que recordar que esta producción estaba totalmente destinada a los mercados foráneos, es decir, fuera del Reino de Valencia, situación que se daba, sobre todo, por la baja demanda que existía en la ciudad. Esta circunstancia obligó a las autoridades municipales a realizar una política intervencionista en el municipio sobre el comercio de la seda. En este sentido el gobierno municipal redujo su centro de acción únicamente a los intereses entre cosecheros y exportadores de seda, para así poder evitar los problemas que pudieran surgir entre ambos sectores. Por otra parte, se dejaba a un lado a los tejedores locales, porque su protección resultaba innecesaria ya que por sí solos tenían la facilidad de acceder a la producción local.
Mediante estas medidas intervencionistas se pretendía acabar tanto con la figura de los intermediarios -cuya función contribuía a disminuir el precio que se le pagaba al cosechero- como con las prácticas monopolistas, llevadas a cabo por los mercaderes locales. Para acabar con la intervención de los intermediarios, que se llevaban comisión y que a consecuencia de ello desgravaban el precio de la producción de la seda, las autoridades locales intentaron facilitar el contacto directo entre los cosecheros y los compradores –que trasladaban la mercancía a sus lugares de destino-. Sin embargo, estas prácticas para acabar con los negociadores foráneos genero la aparición de una reducida élite mercantil local, a finales del siglo XVI. Estos nuevos intermediarios locales comenzaron a controlar los precios del comercio de la seda. Ante este exceso control por parte de los mercaderes locales, el gobierno municipal, a comienzos del s. XVII, opto por impulsar la compra de la seda a los comercios exteriores. Pero dichos intentos por acabar con el poder local mercantil no hicieron más que reforzar su control sobre el mercado de la seda, un control que se veía favorecido conforme aumentaban las dificultades de los productores oriolanos.
Miriam T Muñoz Rico
Deja un comentario