Alicante, por su privilegiada y estratégica situación, ha sido desde siempre un lugar vivo en lo que al comercio se refiere. A mediados del siglo XIX, el puerto marítimo de la capital era considerado como uno de los mejores del Mediterráneo y frecuentado por buques de los países europeos más importantes.
La provincia, debido a su clima y características, era rica en productos tales como hortalizas, legumbres, fruta, almendras, aceite y vino de diferentes clases. En lo referente a la industria constaba de fábricas de cordelería de esparto, cigarros y metalúrgica. Por lo que la exportación a otros países, así como el transporte al resto de la Península era esencial y fundamental.
Con este potencial de explotación, viajeros y estudiosos de aquella época, criticaban y se lamentaban de la penosa situación en la que se encontraban las carreteras ya que eran pocas y malas en toda la Provincia, pero especialmente la que recorría la costa entre Alicante y Dénia; camino definido como “penoso por ir marchando siempre entre cerros, cuestas y barrancos […] consisten por lo común en tránsitos de herradura y muchos de ellos peligrosas veredas por los precipicios que se tienen que cruzar” (1)
Así pues, la necesidad de una buena vía de comunicación entre las poblaciones costeras comprendidas entre Alicante, San Juan, Villajoyosa, Benidorm, Altea, Calpe, Benissa, Teulada, El Poble Nou de Benitatxell, Jávea y Dénia, se convirtió en algo primordial para los habitantes y autoridades de la época. Por lo que en 1882, se inició el proyecto para la construcción del ferrocarril por parte de Juan Bautista Lafora, pero no sería hasta 1914 cuando la línea quedó totalmente finalizada.
(1) 150 años del ferrocarril Madrid-Alicante. Conselleria d’Infraestructures i Transport/Cátedra Demetrio Ribes UVEG-FGV, 2008 [consulta: 29 de diciembre del 2011]. Disponible en: http://www.150ferrocarrilalicante.gva.es/historia/historia.asp?ID=1&tema=1
Deja un comentario