El reinado ausente

Para entender este periodo, debemos destacar que Carlos accedió al trono de castilla a la edad de 16 años, por lo que es de entender, que a su alrededor se reunieran una serie de personas de confianza que le asesoraban y trabajaban para él o en su nombre. Vamos a exponer, los casos más importantes, respecto a aquellos personajes que gozaron de la confianza del rey y lo acompañaron desde el inicio del reinado.

El aumento y la diversidad de territorios y el cambio de dinastía, produjeron en la corte una serie de modificaciones. Los primeros cambios afectaron al entorno inmediato del soberano. Sobre todo los castellanos sintieron que el nuevo rey estaba entregado a sus cortesanos flamencos, los cuales obtuvieron cargos y riquezas en Castilla.

El símbolo de este nuevo poder fue el señor de Chièvres, Guillermo de Croy, ayo de Carlos V desde 1509 y luego gran chambelán. Nacido en el condado de Hainaut en 1458, era partidario de una alianza con Francia y se había opuesto a la gobernadora de los Países Bajos, Margarita de Austria, tía de Carlos. Tras la muerte de Fernando II, hizo proclamar rey de Castilla y Aragón a Carlos y envió a algunos personajes a España para que se hicieran cargo de la gobernación, cosa que impidió Cisneros. Uno de esos enviados era el eclesiástico Adriano Florizeen, llamado Adriano de Utrecht, que había sido preceptor de Carlos y tenía el título eclesiástico de deán de Lovaina, de cuya universidad había sido profesor. Cuando la nueva corte llegó a la península en 1517, mantuvo una actitud ofensiva hacia Cisneros y cuando este murió, en otoño de ese mismo año Chièvres quedo dueño de la nueva situación.

La opinión pública castellana centró en “Monsieur Xevres” la desmesurada concesión a los cortesanos flamencos de pensiones, mercedes y oros beneficios. Chiévres, que ya en Flandes era “jefe y superintendente” de finanzas, se hizo conceder uno de los cargos de contador mayor de hacienda, vacante por muerte de Velázquez de Cuéllar y en 1520 lo traspasó al duque de Béjar, don Álvaro de Zúñiga, por 30000 ducados. Fue nombrado capitán general de las galeras de la corona de Aragón y de Castilla. También se hizo ceder el cargo de gran almirante del reino de Nápoles y lo vendió en 1519 al virrey del mismo reino, el aristócrata catalán Ramón Folch de Cardona.

Especial descontento provocó en Castilla que la sucesión del cardenal Cisneros en Arzobispado de Toledo, codiciada por muchas casas de la aristocracia de Castilla para sus no primogénitos, se concediera a un sobrino de Chièvres, llamado también Guillermo de Croy. El nuevo arzobispo, un joven de veinte años, era ya obispo de Cambray y había obtenido en 1517 el capelo cardenalicio.

Otro de los cargos que ocupaba Cisneros, el de inquisidor general, fue concedido también a un flamenco, Adriano de Utrech. Con la muerte del obispo de Tortosa, que era el inquisidor general de la corona de Aragón se habían quedado vacantes ambos puestos, para los que fue propuesto el antiguo preceptor del monarca (1516). Tras la muerte del cardenal Cisneros, el cargo de inquisidor general de Castilla lo ocupó el nuevo obispo de Tortosa (Adriano de Utrech), de esta forma la monarquía volvía a tener un único inquisidor general. En 1520 Carlos le encargó el gobierno de los reinos de Castilla, mientras él se dirigía a Alemania para recibir la corona imperial. En 1522 Adriano fue elegido papa con el nombre de Adriano VI y el año siguiente, ya como papa, le concedió a Carlos la administración de las ordenes Castellanas con carácter perpetuo.

El descontento provocado por la influencia de los flamencos en la corte de Carlos I tuvo una limitación. Algunos de los mas influyentes murieron a los pocos años. El canciller de borgoña, jean le Sauvage (que a veces se castellanizaba con el nombre de Juan el Salvaje) murió en Zaragoza en 1518, durante la celebración de las cortes de Aragón. El propio Chièves murió en 1521 en Alemania y ningún personaje de la corte llego a tener su influencia. Su sobrino, el arzobispo de Toledo murió aquel mismo año y volvió a dejar vacante la sede toledana. La elección de Adriano de Utrecht como papa dejó libre el cargo de inquisidor general. Chiévres había muerto sin hijos, pero la familia Croy se mantuvo en el grupo de dirigentes de los territorios belgas y sirvió a los reyes de España durante generaciones.

La influencia de los flamencos no desapareció y su acción se dejo sentir sobretodo en Italia, donde Carlos de Lannoy fue nombrado virrey de Nápoles, tras la muerte de Ramón  Folch  de Cardona en 1522. De todas formas, el sucesor de Chièvres en el puesto de Gran chambelán o camarero mayor, el conde Enrique de Nassau, aunque ejerció cargos militares y políticos de importancia, carecía de la ambición de su predecesor, tras su muerte, el emperador dejó de proveer ese cargo.

La explicación más tradicional de que la rapacidad flamenca provocó el movimiento de las comunidades de Castilla debe ser matizada. Hoy se considera que el relativo vacío de poder hizo aflorar las tensiones sociales y políticas producidas en el reinado de los reyes católicos, y que lo mismo ocurrió con las germanías de la corona de Aragón. Pero parece que el propio Chièvres jugó con fuego, atizando o tolerando el descontento social para doblegar la resistencia de la aristocracia de los distintos reinos. Todavía a principios de 1520 el cardenal Adriano de Utrecht, obispo de Tortosa, y el vicecanciller de Aragón, Antonio Agustín, presidieron el desfile armado de los gremios valencianos.

El gobierno de los flamencos contaba con la colaboración de los propios gobernantes españoles. Chièvres se apoyaba en los “aragoneses” y “fer nandinos” en general, buenos conocedores de los entresijos de la administración y de las posibilidades de enriquecimiento que ofrecía el patronazgo. El grueso de los secretarios de Fernando II mantuvo sus puestos, con la excepción de Pedro de quintana. En los consejos de carácter político reunidos por el nuevo soberano asistían, junto a los cortesanos flamencos, algunos de los consejeros políticos de Fernando el Católico.

Debemos destacar, que durante el reinado de Carlos V que duró unos 40 años, sólo pasó 16 en la península, ya que se hacía cargo de sus intereses en Europa. Por tanto, el gobierno de los territorios peninsulares en su ausencia corría a cargo de sus asesores como Chièvres o Adriano de Utrech. Este hecho, sumados a otros que expondremos, darán lugar a las revueltas de Castilla y Aragón, que sin duda serán los acontecimientos de carácter interno a los que se tenga que enfrentar el monarca y sus asesores.


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