Las Causas 2

 

Rafael Valladares, Portugal y la Monarquía hispánica,1580-1668Si

            Si la unión peninsular estaba prevista desde, al menos, fines del siglo XV, y si existía un cierto consenso sobre la forma que ésta había de tomar, ¿por qué, entonces, la muerte de D. Sebantián abrió una crisis tan aguda? Primordialmente, porque en la segunda mitad del siglo XVI la Castilla del tiempo de los Reyes Católicos se había transformado en la cabeza de un poderoso imperio de caráter mundial. Felipe II, como soberano de Castilla y Aragón, de los Países Bajos, Milán, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, dueño de colonias en América y de las Filipinas en Asia, representaba para los portugueses de 1580 un arma de doble filo: su fuerza podía servir para vigorizar Portugal tanto como para debilitatlo. La amenaza pjotencial de que el reino acabara siendo absorbido por la vecina Castilla no suponía ninguna exageración. Por eso, a medida que se aproximaba el final del rey D. Enrique, Felipe II desplegó todas sus artes de persuasión para convensar a los lusos de que Portugal se incorporaría a la Monarquía Hispánica sin ver alterados sus peculiaridades ni privilegios. Ejemplo de esto era el caso de la corona de Aragón, dentro de la cual el principado de Cataluña y los reinos de Aragón , Valencia y Mallorca se conservaban con sus repectivos regímenes forales. Cierto que también estaba el inquietante ejemplo de los Países Bajos, sublevados contra Felipe II en 1566 a causa del poco tacto del monarca a la hora de afrontar las reivindicaciones de sus nativos. Pero de los disturbios flamencos se hablño poco en 1580: el conflicto religioso, ausente por completo en la cuestión del incardinamiento constitucional de los reinos ibéricos dentro de la Monarquía, ayudó a Madrid a alcanzar sus objetivos. De este modo, la campaña dio su fruto, aunque sin llegar a obtener un éxito completo. Muchos nobles fueron aganados para la ocasión, en dinero. Al fin y al cabo,la alianza corona-nobles era uno de los pilares sobre los que se basada los gobernabilidad del imperio. Con todo, no bastó.


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