El gran mercado de Tlatelolco fue el centro comercial más grande e importante de los aztecas. Se ubicaba al suroeste del Templo Mayor de Tenochtitlán y congregaba a miles de pochtecas o comerciantes diariamente que intercambiaban sus productos mediante el trueque directo. Para vender objetos de mucho valor aceptaban oro en polvo, hachitas de cobre y cacao, los que funcionaban como “monedas mercancias”.
A Tlatelolco llegaban productos de lugares tan lejanos como Honduras y las Islas del Caribe. Los encargados de su transporte eran los tamemes o cargadores. Cuando llegaron los españoles en 1519 quedaron admirados de la multitud de personas y la infinidad de mercancías que se exhibían en forma muy ordenada.
El cronista Bernal Díaz del Castillo cuenta que habían mercaderes de indios esclavos, oro, plata, piedras preciosas, ropa, zapatos, pieles, sal, maíz, legumbres, yerbas, animales, objetos de cerámica, muebles y muchos productos más. También testificó que todo era vigilado por “alguaciles ejecutores que miraban las mercancías” y “tres jueces” para resolver las disputas que ocasionalmente surgían.
En la época en la que los españoles, capitaneados por Hernán Cortés, comenzaron la conquista, en 1519, el gran mercado de Tlatelolco atraía a unas 60.000 personas diarias. Las mercancías llegaban a manos aztecas gracias a los acuerdos sobre tributos establecidos con los territorios conquistados. Muchas de esas mercancías se exportaban a otras zonas del imperio azteca y a América Central.
“Tiene esta ciudad muchas plazas donde hay continuo mercado y trato de comprar y vender. Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, todavía cercada de portales alrededor; donde hay cotidianamente arriba de sesenta mil animas comprando y vendiendo… ” (Hernán Cortés)