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Entre los versos cantados los mismos aztecas destacaban el teocuicatl (canto religioso o divino), que en realidad era un himno. Los transcriptores que ayudaron a Sahagún nos han dejado testimonios de algunos de ellos, lo que permite valorar el sentimiento de todo un pueblo y, al mismo tiempo, la enorme carga de elementos esotéricos y de metáforas que se ultilizaban. Al leer uno de ellos conviene tener en cuenta que quienes lo cantaban no permanecían quietos, pues estaban obligados a representarlo con gestos, movimientos y hasta utilizando máscaras.
La flor, mi corazón, se ha abierto,
él, el señor de la media noche.
Ha venido nuestra madre,
ha venido la diosa Tlazoltéootl.
Ha nacido el dios del maíz
en la casa del descenso (del nacimiento)
en el lugar donde están las flores (paraíso)
el (que se llama) una flor.
Ha nacido el dios del maíz
en el lugar de la lluvia y de la niebla.
donde se hace a los hijos de los hombres,
donde se pescan los peces preciosos.
Al punto se hace de día,
levántase la Aurora,
y (en las flores) chupan los
diversos pájaros quechol
en el lugar donde están las flores.