Los mayas establecieron la diferencia entre el exceso y lo divino, debido a que encontrándose en posesión de conocimientos propios de los antiguos egipcios, a los que tanto se parecieron, terminaron por creerse hermanados con los dioses, hasta considerarlos sus iguales. Aparecieron en Mesoamérica hacia el año 200 a.C. y no dejaron de construir grandes ciudades, en cuyos centros se alzaban las pirámides-templos astronómicos, en las que dejaron testimonios de sus calendarios, sus horóscopos, sus conocimientos matemáticos, ya que manejaban el cero en lo que llamaban <<las cuentas largas>>, e influyeron en todas las culturas de México y Yucatán.
Fueron mayas los enormes centros urbanos de Palenque, Yaxchilán, Tikal, Copán, Piedras Negras, Uxmal, Labna, etc. Conjuntos arquitectónicos tan impresionantes, que deslumbraron a infinidad de investigadores occidentales, algunos de los cuales no tuvieron más remedio que atribuirlos a la influencia de civilizaciones perdidas, como las unidas a la Atlántida y a Mu. Sin embargo, cada una de sus piedras había sido tallada por órdenes de unos seres humanos tan soberbios, en su calidad de sacerdotes, que se mantenían distantes del pueblo al considerarse muy superiores al mismo. Un pecado que pagarían al verse abandonados, lo que supuso que la selva terminara por ocultar sus grandes obras al quedarse estos sabios sin servidores. Como todos ellos no habían tenido la precaución de dejar sus nombres en los gilfos, ya que se conformaban con indicar nada más que el año de realización del momumento, ni siquiera podemos identificarlos. Hoy día sólo conocemos sus obras, que fueron excepcionales en casi todos los sentidos.