En infinidad de ocasiones intentaron los españoles hallar una vía de escape, sin conseguirlo al estar ocupadas todos las alturas de las casas y los múltiples canales por guerreros, que no cesaban de disparar flechas e infinidad de proyectiles.
Cuando un cansado Cortés llegó a Tenochtitlan el 24 de junio con un ejército de unos mil cuatrocientos españoles y dos mil guerreros tlaxcaltecas, se encontró con una ciudad silenciosa. Moctezuma le había pedido a su pueblo suspendiese sus ataques, y habían obedecido a regañadientes, pero estaba ya perdiendo su autoridad.
A su regreso, Cortés liberó del cautiverio al hermano de Moctezuma, Cuitláhuac, para garantizar la reapertura del gran mercado de Tlatelolco. En un día la ciudad se levantó en armas, y los españoles se encontraban en peligro de ser atrapados.
Cortés convenció a Moctezuma para ir a la azotea del palacio de Axayácatl y dirigirse a su pueblo para detener sus ataques, pero como él trató de discutir con sus atacantes, fue golpeado y herido por tres piedras de entre las rocas y la lluvia de flechas dirigidas ya fuese a él en persona como a su guardia española (véanse cats. 115 y 118).
Llevado abajo, se negó a cubrir sus heridas, pero su gravedad no es clara. Tres días después, el 30 de junio, ya que los españoles estaban planeando una retirada nocturna de la ciudad, Bernal Díaz del Castillo y sus compañeros se percataron para su sorpresa que estaba muerto. “Cortés y todos nosotros capitanes y soldados lloraban por él, y no había nadie entre nosotros que lo hubiese conocido y hubiese tenido tratos con él que no le llorase como si fuera nuestro padre, que no es de extrañar, ya que era tan bueno.”
La causa exacta de la muerte de Moctezuma, como mucho sobre el último año de su vida, sigue siendo un misterio. En efecto, bien pudo haber muerto de sus heridas, como Cortés y otros españoles informaron.
Por otra parte, fray Diego Durán, el autor de “La historia de las Indias de la Nueva España”, asegura por sus informantes indígenas que, después de que los españoles habían sido expulsados de la ciudad, fue encontrado muerto con una cadena alrededor de sus pies y cinco puñaladas en el pecho. “Junto a él había muchos nobles y grandes señores que habían sido mantenidos presos con él. Todos ellos habían muerto antes que los españoles abandonaran el edificio.”
No hay duda de que en el momento de su muerte Moctezuma había perdido con tanta claridad su autoridad que había dejado de ser de alguna utilidad para los españoles. Intentar llevarlo, o a los miembros de su séquito, con ellos habría simplemente sumado dificultades a sus problemas. La decisión de deshacerse de él en el sitio fue dura, pero si al final Moctezuma, por una vez consiguió lo mejor de Cortés al morir antes que los españoles pudiesen matarlo es algo que nunca se sabrá.
La noche de la muerte de Moctezuma, que ocurrió entre el 30 de junio y el 1 de julio, ha pasado a la historia como la Noche Triste, la noche del dolor.
Al amparo de la oscuridad, Cortés y sus hombres comenzaron su huida por la calzada de Tlacopan, que, como las demás calzadas, tenía removidos sus puentes. Alertados por su retirada, los habitantes comenzaron a atacarlos desde sus canoas. Durante la lucha desesperada que siguió, Cortés probablemente perdió unos seiscientos de sus hombres, junto con un gran número de sus seguidores tlaxcaltecas.
Pero él, y el remanente de su ejército destrozado, lograron finalmente fugarse y, aunque bajo constante ataque a lo largo del camino, encontraron refugio en territorio amigo.
Tlaxcala, a pesar del contratiempo, se mantuvo fiel, y la alianza sería decisiva para la final victoria española. Hubo división de opiniones en muchos de las ciudades-Estado tributarias, pero el continuo fortalecimiento de la alianza española-tlaxtcalteca y la perspectiva del fin de la dominación mexica fueron fuertes incentivos para prestar apoyo a los españoles en su momento de mayor debilidad.
En el mundo fragmentado mesoamericano de una pluralidad de comunidades tribales, la presencia de estos intrusos, con sus caballos y armas de fuego, brindó la oportunidad de sacudirse el yugo mexica que era demasiado buena para ser desaprovechada.
Mientras Cortés reagrupaba a sus hombres en preparación para lo que sería un intento cuidadosamente planeado para retomar Tenochtitlan, los mexicas, que habían perdido a muchos de sus nobles en la masacre de Alvarado y los combates posteriores, eligieron a Cuitláhuac para suceder a su hermano como líder.
Sin embargo, la epidemia de viruela se movía inexorablemente hacia la capital, y para finales de noviembre de 1520 Cuitláhuac sucumbió a la enfermedad. Su primo, Cuauhtémoc, quien tenía fama por su valentía, fue elegido para sucederle. Los estragos de la viruela, junto con la muerte de un líder y la elección de otro, hicieron difícil que los mexicas atacaran a los españoles cuando éstos se encontraban en su momento de mayor debilidad. En su lugar, optaron por armar un gran ejército y esperar al enemigo en la cuenca de México.
Cortés, por su parte, trató de dominar las ciudades locales antes de lanzar su asalto a Tenochtitlan. Por encima de todo, era esencial para él tener el control del lago de Tetzcoco, y ordenó la construcción de trece bergantines, que resultaron cruciales para su éxito final.
El 31 de mayo de 1521 se encontraba por fin listo para la salida en el sitio de Tenochtitlan, y, después de dos meses de una desesperada lucha, las fuerzas combinadas de españoles y sus aliados indios había ganado claramente la batalla. El 13 de agosto, la ciudad cayó, y Cuauhtémoc fue capturado cuando intentaba escapar en una canoa.
Cortés y sus aliados habían conquistado un imperio para Carlos V, pero la hermosa ciudad de Tenochtitlan, que había fascinado tanto a los españoles cuando por primera vez la vieron, estaba en ruinas.